junio, 2012

Alma

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Si hay alguien a quien siempre he envidiado es a los músicos. A los virtuosos instrumentistas capaces de hablar sin palabras. Una envidia insana, como es la verdadera envidia, pues no existe otra. Envidia de los que le ponen melodiosa voz al teclado de un piano o a las clavijas de un saxo de reflejos dorados. Celos del aire que entra y sale por los vericuetos de una flauta travesera como ulula el viento por los callejones de mi alma. Ansia por la caricia del arco haciendo vibrar las cuerdas de una viola y las arterias rojas de mi sangre. Y un espasmo, cuando veo abrazar por detrás el cuerpo del chelo, como se ciñen los brazos a la espalda desnuda de la persona que amas. Apenas una caricia leve y delicada, un susurro; de golpe, un arrebato de fuerza, un desgarro ¿Acaso no es el chelo un cuerpo, con su bella curva de lira abarcando tu espalda?

Thomas Mann, la sinceridad y sus máscaras

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En su primer novelón, Los Buddenbrook, retrato de familia de la sociedad alemana del diecinueve, Thomas Mann hace morir a Thomas Buddenbrook mientras describe su rostro petrificado, como de máscara. El cónsul Thomas Buddenbrook ha sido joven aplicado, exitoso comerciante, marido cumplidor y uno de los hijos más destacados de la ciudad de Lübeck. Ha sabido distinguir la diplomacia de la adulación, algo crucial para ganarse el respeto de una sociedad reformista como la hanseática; Buddenbrook ha empleado, por supuesto, la primera de las estrategias. Mann demuestra bien cómo, para concitar el favor de nuestros contemporáneos, conviene atenerse exquisitamente a lo convencional dejando de cuando en cuando un toque de excentricidad, lo justo para que parezcamos auténticos en nuestro saber estar. Buddenbrook posee visión comercial e inquietudes artísticas, y eso satisface las necesidades materiales y sentimentales del capitalismo, aún adolescente, de la época.

El zombi perfecto

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Es un error muy común pensar que la selección natural va creando individuos cada vez mejores o “más perfectos” siguiendo como paradigma las cualidades de los seres humanos. La selección sólo hace que sobrevivan los individuos más aptos para un entorno dado, nada más. Ser consciente es muy costoso, hay que dedicar mucho tiempo a aprender cada nueva situación mientras que es mucho más económico tener toda nuestra conducta programada a priori en el ADN.