Ayrton Senna, en el abrazo frío de Tamburello

Aquel 1 de mayo de 1994 algo no iba bien. El Williams-Renault que pilotaba Ayrton Senna partió del pit lane camino de la parrilla de salida para tratar de reconducir en el Gran Premio de San Marino lo que, hasta ese momento, era una temporada más que gris del campeón sudamericano. A pesar de haber conseguido dos poles en las dos primeras carreras, Schumacher llegaba a Imola veinte puntos por encima de Senna en el campeonato mundial. Demasiada distancia para un astro. El brasileño completó primero un giro, luego otro, y añadió, más allá de su costumbre, una tercera vuelta a su periplo antes de situarse en su lugar. Entre los mecánicos de Williams hubo al menos un par de cejas que se arquearon mostrando dudas, ya que Senna daba siempre dos vueltas antes de situarse en la salida en cada gran premio. Aquel día dio tres. No fue la única señal.

El brasileño no estuvo cómodo durante todo el fin de semana, fechas que, después, el periodista de la BBC Murray Walker definió como “el día más negro de las carreras de Gran Premio que pueda recordar”. El destino, narrador macabro, envió señales a la Historia para que no se perdiera la cita de San Marino desde muy pronto. En la clasificación del viernes, Barrichello voló con su Jordan en la Variante Bassa y se rompió la nariz y el brazo. El sábado, la tragedia subió unos decibelios cuando el austriaco Roland Ratzenberger no pudo trazar la curva Villeneuve y chocó de frente con el muro. El coche resistió el envite y la celda de supervivencia apenas se deformó, pero la macabra realidad estaba bajo el casco: Ratzenberger se había roto la base del cráneo.

Ese fin de semana, Senna mostró a sus mecánicos su desacuerdo con el monoplaza. “El coche es aún peor que antes”, explicó el brasileño a sus mecánicos. Pero la inquietud de Senna iba más allá de lo mecánico. Al conocer la muerte de Ratzenberger, Senna se derrumbó. Hubo incluso quien le invitó a retirarse, al percibir en el fondo de los ojos del brasileño oscura agua estancada, algo nada habitual en él. Para cuando se conoció la trágica noticia sobre el piloto austriaco, Senna ya había firmado la pole y saldría primero en San Marino. “Hay ciertas cosas sobre las que no tenemos control. No puedo retirarme, tengo que seguir”, dijo el brasileño.

Senna se subió a su monoplaza aquel 1 de mayo de 1994 con tres campeonatos del mundo sobre sus hombros. Salió desde la primera posición en la parrilla de salida, y no pudo ver cómo, por detrás, Lehto ahogaba el Benetton que pilotaba y era embestido por Lamy, que deshizo con el golpe ambos monoplazas. Una buena parte de las piezas que saltaron se desparramaron sobre la pista, pero algunas superaron la valla de seguridad y alcanzaron al público, provocando nueve heridos. Con la línea de meta cercada de trozos de carrocería, apareció en pista el coche de seguridad. Cuando se hubo limpiado la pista, la carrera se relanzó. Senna mantenía la primera posición y, por detrás, apretaba Michael Schumacher cuando el brasileño enfiló la curva Tamburello. La que sería la última curva de su vida, se convirtió en una recta mortal.

Sobre el accidente de Ayrton Senna hay muchas hipótesis. Incluso, durante muchos años se habló de una conspiración para sacar de la pista al piloto brasileño. En aquella época (1994), el coche de seguridad de los grandes premios era un coche de calle que rodaba a la velocidad de un coche de calle. Es decir, eran los monoplazas los que se adaptaban a su velocidad. De esta forma, la temperatura de los neumáticos descendía. El propio Senna, entre otros pilotos, habían advertido de los problemas que la salida del coche de seguridad, con su reducida velocidad, provocaba en sus monoplazas. Aquel día, los neumáticos de los coches se enfriaron y se comprimieron, y la suspensión del coche también se vio afectada. La altura del coche se redujo y a la entrada de Tamburello el chasis rozó la pista. La parte trasera del monoplaza patinó por culpa de la pérdida de agarre, y el brasileño contravolanteó para corregir el rumbo. La columna de dirección, que había sido cortada y soldada de nuevo (al parecer, y según los mecánicos, a petición del propio Senna para un mayo acomodo en el coche) no aguantó la maniobra y el volante se clavó, haciendo que el monoplaza saliera recto hacia el muro. El piloto vio venir la tragedia y pisó el freno todo lo que pudo. Logró reducir desde los más de 300 kilómetros por hora con los que entró en la curva a los 211, velocidad a la que se produjo el impacto. El coche quedó desparramado sobre el asfalto de Imola.

Para todos aquellos que seguían el Gran Premio por televisión, el silencio fue la antesala de la catástrofe. Las cámaras enfocaban desde lejos el Williams de Ayrton Senna, inmóvil. En el interior del monoplaza, el piloto tampoco respondía. Una llanta había salido disparada después del choque contra el muro y había golpeado al brasileño en el casco, dejándolo inconsciente. Además, una varilla de la suspensión también salió despedida del monoplaza y se convirtió en una saeta que atravesó el casco y la visera del brasileño, provocándole fracturas en el cráneo con pérdida de masa encefálica. El piloto fue atendido sobre la pista con la carrera detenida y el resto de coches en boxes (bandera roja) y tras practicarle una traqueotomía de urgencia, fue trasladado en helicóptero al hospital Maggiore de Bolonia. Allí se apagó la leyenda del brasileño.

Cuando Senna se topó con la tragedia en Tamburello ya había dejado tras de sí un corolario de apuntes para la leyenda. La primera vez que se subió a un monoplaza los mecánicos apostaron a que no sería capaz de arrancarlo siquiera sin que se le calara. Senna lo intentó tres veces y no pudo arrancar el coche. Bajó del monoplaza, se quitó el casco y con frialdad, a pesar de su juventud, le dijo a los mecánicos “este motor está mal”. Los mecánicos rieron de forma socarrona y se burlaron de él. Cuando comprobaron el motor de arranque se dieron cuenta de que había un fallo y el coche no podía arrancar.

Senna fue un piloto diferente. Agresivo en la conducción, con unas ansias de ganar difíciles de aplacar, su pilotaje era perfecto, milimétrico. Nadie igualaba su conducción bajo la lluvia. Los comisarios del Gran Premio de Mónaco apostaron con él que podría romper una cerrilla colocada en uno de los muros sin tocar el guardarraíl. Cuando acabó la carrera y los comisarios acudieron al punto donde estaba la cerrilla, la vieron rota. El guardarraíl estaba intacto. Años atrás, en una carrera sobre un circuito urbano en Estados Unidos, Senna impactó contra uno de los muros y debió abandonar la carrera después de conducir en solitario durante bastantes vueltas, trazando los giros al milímetro. Cuando Ron Dennis le pidió explicaciones por lo sucedido, Senna lo tenía claro: el muro se había movido. Cuando los ingenieros revisaron el circuito comprobaron que las piezas con las que se delimitan los circuitos urbanos se habían movido en el punto en el que Senna impactó, debido a un choque anterior.

Entre todas estas anécdotas, Senna fue, sobre todo, un hombre. En Spa-Francorchamps, en la curva de Eau Rouge, aseguraba que hablaba con Dios. Esa curva tiene un significado especial para todos los pilotos, porque en Fórmula 1 se asegura que uno pasa de ser un niño a ser un hombre si la traza con pedal a fondo durante siete segundos. Allí, Senna se reconciliaba consigo mismo ante Dios.

Cuando murió, el brasileño llevaba en el monoplaza una bandera de Austria con la que pretendía homenajear la figura de Ratzenberger, fallecido veinticuatro horas antes. En lugar de eso, y en la curva de Tamburello, escribió junto a él las líneas negras de la tragedia de Imola.

 

 

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7 replies on “Ayrton Senna, en el abrazo frío de Tamburello”
  1. says: chicanoize

    Muy buen artículo!! Ideal para adentrarse en la figura de este mítico piloto. Por cierto, ¿Michael S. lleva tanto tiempo en la F1? o_O

  2. says: Flipi

    Muy buen artículo, felicidades. Ese gran premio de San Marino no lo olvidaré jamás. Se llevó con sigo al auténtico Dios de la F1 y nos dejó huérfanos a todos sus seguidores. Además, para rematar el “GP maldito”, durante la carrera y ya después del accidente de Senna, un mecánico fué atropellado en el “pit lane” por uno de los coches participantes.

  3. says: mario

    buen articulo en lo que refiere a la semblanza de Ayrton faltarian mil detalles mas para dar una cercania a la talla esta tremenda persona primero y el mas grande de todo los pilotos de la historia pero comete varios errores en torno al accidente dos gravisimos primero si fuera por lka baja presion de los neumaticos por el safty car hubiera sido en la primera vuelta de relanzado y no en la segundo ya con los neumaticos con mas temperatura y nunca contravolante jamas se ve sacar la cola o over horizonte al manejar se rombio la barra en plena curva solo eso por respeto a este grande

  4. says: Patricia

    Gracias por este resumen , Ayrton fue un Grande !! tuve la oportunidad de dejarle un ramo de flores en el cementerio de Morumbi ,yo pensaba que iba a encontrarme con un monumento o algo majestuoso ,y no , sólo una placa mediana y 2 banderas brasileñas pequeñas , lloré y besé su placa , me di cuenta que Ayrton no necesitaba más nada , porque eso era él , el ser más sencillo y humilde que siempre vivirá en mi corazón .

  5. says: Roque

    Excelente artículo!!!, a pesar del tiempo es imposible no emocionarse al recordar a un idolo de la talla de Ayrton. Gracias por este resumen, solo faltaría una frase que en alguna oportunidad dijo y resume su vida “…correr, competir, está en mi sangre, es lo que hice toda mi vida y no se hacer otra cosa..”.

  6. says: Enrique

    En el documental británico sobre Ayrton Senna del Director Asif Kapadia, se despejan algunas dudas que reflejan el lado oscuro que imperaba en el sistema de la formula 1.

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