‘Twist and shout’ en català

En los últimos días, Catalunya –o Cataluña, según cada cual- ha estado en boca de todos por razones de diversa índole. Sin un sentido oportunista, estas palabras también guardan relación con la tierra catalana, pero pretenden situarse en otro ámbito, en una zona intermedia que entiende más de emociones y no desea contaminarse directamente de temas políticos, institucionales o económicos.

Este martes, 16 de octubre, el grupo musical La iaia, procedente de la comarca de Osona, dará un concierto en Madrid. Esta circunstancia ha sido la que me ha animado a escribir este artículo, rindiendo así mi particular tributo a ellos en especial y, de algún modo, también a esas otras agrupaciones, llenas de cualidades artísticas y potencia creativa, que cantan en lengua catalana y han conseguido cautivarme. Hace unos días me preguntaron qué estaba escuchando últimamente. Les ratlles del banyador  (Música Global, 2011) fue de los primeros discos que se me vino a la cabeza –y no había más que echar un vistazo a la canción que se estaba reproduciendo en el iPhone justo un momento antes-. Evidentemente, mi respuesta dejó patente esa conocida reticencia por la música en catalán, que siempre me hace pensar que sobre ella pesara una especie de “tabú” para el público foráneo.

La iaia no es el primer grupo en lengua catalana que escucho, y el milagro no lo ha obrado internet. Si tuviera que buscar el origen, estaría más bien en el álbum Coser i Cantar de Antònia Font, un recopilatorio sinfónico de algunos temas del conjunto mallorquín, que llegó a mis manos fruto de un intercambio casual de archivos de música entre estudiantes. Así empecé a tejer los hilos de esta red, haciéndola cada vez más infinita con discos de aquí y de allá, de ahora o de hace más de treinta años. Y está siendo sorprendente explorar este universo rico y, sobre todo, mucho más grande de lo que imaginaba.

Conocí a La iaia en el álbum Versions halògenes (DiscMedi, 2011), un tributo precioso al pop de Antònia Font a través de versiones interpretadas por un gran número de artistas. Sin embargo, no los escuché realmente hasta que un amigo hizo sonar Declaració de principis una tarde de verano, y me encontré tarareando frente al espejo una canción que acababa de escuchar, y que, sin darnos cuenta, había llenado de una atmósfera íntima la habitación. Éste es el secreto de La iaia. No se trataba solo del Twist and shout del estribillo–que más que frase es un himno en sí mismo-, cargado de memorables locuras de saltos en la discoteca, sino de una suerte de “esencia” capaz de tocar las fibras sensibles.

No pretendo hacer una crítica del disco en sentido estricto, sino más bien de explicar por qué me gusta La iaia, qué tienen de especial las diez canciones de Les ratlles del banyador para que puedan enamorar a cualquiera. En primer lugar, quizás influya la poco común elección de instrumentos. El contrabajo, la marimba o la flauta travesera se combinan con guitarra, teclado y voz, aportando otro color a estos sonidos más familiares. Esta acústica –exótica- no solo se hace patente en el disco de estudio, sino también en Com una oració, la versión que el grupo osonense hace del hit de Madonna, Like a Prayer, o en Wa yeah!, su particular tributo a los citados Antònia Font. En general, en las canciones de La iaia, se aprecian con facilidad los instrumentos y las voces. El tono sencillo y despreocupado de Ernest Crusats es como una conversación entre amigos, y en otras ocasiones, como una confesión de amor: La tarda cau, no hi ha ningú amb tu. Jo esperant per dir-te que t´estimo tant.

La iaia habla con claridad cristalina en sus letras, acompañando esas palabras suaves del idioma catalán con una música desnuda, pero perfectamente ensamblada. Aunque no se esté familiarizado con la lengua, el oído enseguida se acostumbra a la pronunciación suave, a la cadena continuada de palabras, sin saltos bruscos. Lo escuchamos justo así, por citar otros ejemplos, en el tono directo de Guillem Gisbert del grupo Manel o en la grave voz de David Carabén, líder de Mishima. Y, como no podía ser menos, también sucede en La iaia. Las lletras, cuidadosamente pronunciadas por Ernest Crusats, tienen tono de poesía, suenan aterciopeladas y parece que estuvieran dotadas de reguladores y ligaduras de expresión para ajustarse perfectamente al pentagrama. Sin lugar a dudas, en Les ratlles del bañador, cada frase no está sólo cantada, sino, también, interpretada: Vas rient i fa tant vent. El teu vestit de flors és tan bonic. I vas cantant, la platja et va mirant.

Los integrantes de La iaia, dijeron en una entrevista que hacían una música de casa nostra, de ese lugar llamado con acierto (poético) los països catalans. Sus efectos, sin embargo, se sienten en toda la geografía. Esta música mueve desde lo más hondo, y no con una línea rítmica de batería, sino de una forma mucho más sutil. Con estas palabras, el más sincero respeto y admiración, más allá de ideologías o principios. Para el concierto, sin duda, nos quedaremos con los principios de los que habla la primera canción del álbum, esos que tienen que ver con la vida, el amor y las emociones.

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