Tierras metálicas, telas de araña

Gregorio Prieto

Cuando le mostraron a Atenea un paño en el  que Aracne había tejido ilustraciones de los amoríos del Olimpo, la diosa no pudo encontrar defecto alguno, y destrozó la tela. La princesa cretense horrorizada, se colgó de una viga, y Atenea la transformó en araña, el insecto que más odiaba, y la cuerda en una telaraña por la que el insecto/mujer trepó para salvarse. Como Aracne, Gorky se colgó de un granero de su casa en Connecticut, Rothko se atiborró de barbitúricos y se cortó las venas en la bañera de su casa neoyorkina el 25 de febrero de 1970; ambos fueron víctimas de la memoria de los dioses.

            I

Con tan sólo cinco meses de diferencia , los que transcurrieron entre octubre de 1960 y marzo de 1961, la prensa provincial daba cuenta del éxito francés de Fernando Gómez Cuadra. Éxito en la galería Marcel Bernheim, como el que se visualiza en la foto del mes de octubre del diario Lanza (¿cuánto tardó en llegar esa foto a la redacción del periódico desde la orilla del Sena?). Foto  en la que un ojeroso, encorbatado y ya apesadumbrado Gómez Cuadra charla con José María de Areilza, conde de Motrico y embajador de España, asistente a la inauguración junto a otros participantes no identificados. Ambos, Areilza y Gómez Cuadra componen el centro de la foto, se miran, sostienen una copa de vino, pero sólo sonríe Areilza y Gómez Cuadra sigue, silencioso y atento, el relato circular y aéreo del conde de Motrico. A la izquierda del pintor Gómez Cuadra, alguien no identificado participa de esas confidencias circulares y aéreas. También tiene una copa de vino en su mano derecha  y la izquierda aparece, incomprensiblemente, plegada sobre la cadera.

Éxito, tal vez exagerado, de alguien que cuenta tan sólo con 27 o 28 años, pero que consiente que tales notas lleguen a su pueblo y se publiquen en el periódico de su provincia natal y, luego, al día siguiente se hable de él en Puertollano, su pueblo. Era éste un  procedimiento usual de aquellos que quieren ver como crece su estima y su currículo entre sus lares y mandan crónicas de su exposiciones y estrenos para magnificar su regreso triunfal o su retorno complacido. Pero el que se va, ya se ha ido abiertamente y rara vez regresa a su lugar de origen, del que partió a duras penas para trazar una senda desconocida y, tal vez, peligrosa. Hay viajes pictóricos de ida y vuelta, que adquieren su significado al concluir la vuelta, como los de Gregorio Prieto. Y hay también, viajes sólo de ida, como tantos otros: Alberto Sánchez, Miguel Prieto, Benjamín Palencia, Gabriel García Maroto, Ortega, o tal vez Gómez Cuadra.

¿Éxito? de alguien que se apresta a dejar la vida por una puerta desconocida -como Gorky o como Rothko- y que tal vez ya cuenta con ese horizonte de extinción entre sus proyecto próximos. Por eso su pintura se oscurece y se adensa de significados sombríos. ¿Cómo se pinta la muerte? más allá de la elementalidad de las Vanitas barrocas de Pereda, Holbein o Zurbarán.

La segunda de las notas francesas de Gómez Cuadra, firmada por Josita Hernán da cuenta de su muestra en el Hotel Ville D`Yvetot y traza una sucinta biografía del pintor de Puertollano: “Fernando Gómez nació en la tierra de Don Quijote. Allí donde el aire está coloreado y hecho de espejismos sobre la llanura inmensa…Tierras metálicas de Puertollano, de filones carboníferos, sombras azules y violetas de Alcázar de San Juan”.

Sombras azules y violetas como las que se pueblan la vida del  pintor, sombras que se  ennegrecen como la bocamina en otoño. Sombras de alguien que se disipa en el silencio y del que no sabemos con exactitud ni el año ni el lugar de su muerte. Toledo , tal vez con interrogantes, dice el  Diccionario de Arte del siglo XX de la provincia de Ciudad Real, pero sin fecha; aunque aclara su participación en el Salón de Arte de Puertollano de 1961. De igual forma que cita su suicidio, siendo aún joven. Un suicida en ciernes que triunfa en la pintura o, al menos así lo propalaban en esos años metálicos, que eso fueron los cincuenta, que no se despide del lugar del que partió y que ignora todo sobre su regreso.

En 1955 trajo un desnudo que daba pié a su entrevistador a preguntarle “¿donde te inspirastes Fernando?”. Que era tanto como preguntarle, ¿quién es la modelo? Pero esas cosas no se dicen y se sale uno por peteneras ante preguntas insidiosas o ante cuestiones tan estúpidas. Me inspiré en Ticiano que es un mago del color.

Antes de su estancia de París, Gómez Cuadra contaba con dos medallas de la VII Exposición de Arte de Puertollano de 1956 y de la IV Exposición de Alcázar de 1957. La primera, en un gesto alucinado, la donó a la patrona de su ciudad la Virgen de Gracia. Al tiempo que pinta paisajes muy oscuros como esa vista del Botánico de Madrid, que mostró en el Casino de Ciudad Real en el mismo año que regalaba su medalla con fervor mariano y con apego patriótico. Al año siguiente expone un conjunto enorme -más de un centenar de obras- que merecen una suerte de calificativos elogiosos.

La nota crítica, del llamado más joven pintor de la provincia, tuvo la desgracia de acompañar un extraño artículo de Carlos María San Martín, a propósito de Francoise Sagan, la medio muerta escritora francesa. El título del texto No se puede vivir peligrosamente, era un aviso para el ocupante de la columna de al lado, que mostraba ya cierta desenvoltura y cierto descaro pictórico. Más atrás aún de todo ello, ese premio en 1951 en la Exposición de Educación y Descanso de Puertollano, su ciudad natal, o el premio anual de Paisaje de la Escuela de Madrid. Pero una vez muerto todo se olvida, premios y medallas, canciones y pinturas, miradas tristes y tierras metálicas azules como el plomo y grises como la pizarra. ¿De qué le sirvió pintar lo que la memoria olvida y no recuerda ya? Pintar lo que se extingue y se desvanece, como un presentimiento o como un murmullo inaudible que se disuelve y más tarde desaparece.

 

III.

Hay unos apuntes inéditos que trazan el encuentro de Víctor de la Serna con Gregorio Prieto en el Gran Hotel Alfonso X de Ciudad Real, durante su estancia viajera el 22 de mayo de ese año, con la finalidad de invitar al pintor de Valdepeñas a acometer alguna ilustración para la serie venidera de artículos viajeros. La propuesta del escritor, era la de sumar a Prieto a su aventura para captar, rápidamente y a vuela pluma, unas instantáneas de los paisajes desmenuzados por su espíritu. Parecía lógico que Prieto, que ya había demostrado en algunos trabajos su capacidad para la ilustración, acompañara con sus lápices, los lápices volanderos de De la Serna.

Curiosamente, las ilustraciones de Gregorio Prieto no fueron para este viaje de 1953 por tierras de La Mancha; sino que quedaron aplazadas para lo que más tarde serían las crónicas de “La vía del calatraveño”. Pero esta ruta no es sino la edición por Prensa Española de lo publicado en 1959 en Ciudad Real  por la Delegación de Organizaciones de la Jefatura Provincial del Movimiento.

En ese Hotel y en esos años cincuenta se dieron cita, no sé si sin encontrarse, Luis Martín Santos que estuvo de director fugaz del Psiquiátrico Provincial tan sólo unos meses; Alberto Oliart que aguantó algunos años como abogado del Estado; Carlos Edmundo de Ory que venía a Ciudad Real a encontrarse con los Postistas locales Ángel Crespo, Fernández Molina y Fernando Calatayud; o Carlos López Bustos recién aterrizado como catedrático de Física en el Instituto de Enseñanza Media. Al final de la década, ya en el 1959 y en 1960, podemos anotar dos estancias del escritor Ernest Hemingway, acompañando al torero rondeño Antonio Ordoñez como quedó plasmado en “The dangerouse summer”. Un hervidero de cosmopolitismo en un pacífico Hotel de provincias, un contrapunto de otros aires en una ciudad poseída por un humo rancio y constante, una mixtura de Movimiento y sacristía.

Toreros, tratantes de ganado, escritores, fotógrafos, pintores, algunos poetas y profesores de instituto componían el magma matérico del Gran Hotel, que ya había sido afrancesado en los años veinte como Grand Hotel primero, y franquista después como Grande Hotel en los cuarenta. Uno, no porque le hacía la competencia el antiguo Hotel Pizarroso, rebautizado más tarde como Hotel Mi Retiro. Grande, tampoco, aunque era mayor que el Pizarroso no era el Hotel Nacional. Y Libre, según se mire el hospedaje.

Las bromas imposibles de cierta resistencia interior que llamó al Bar Ideal, irónicamente, El Moscú a secas, y no porqué sirvieran vodka. De tal forma que El Ideal era El Moscú, de igual forma que el Gran Hotel era el Hotel Libre. El tipo de libertad de los establecimientos hoteleros, estaba regido más por la permisividad sexual de sus pasillos y cuartos que por la entidad moral e intelectual de sus ocupantes. El tufo a prostitución encubierta de coristas, chicas de revista y viajantes estaba más arraigado en Posadas y Fondas, establecimientos menos controlados, que en Hoteles con cierto predicamento y raigambre; establecimientos postineros a mano de la Policía y del Gobernador Civil, por si hacía falta, prontamente, una reserva para la Jerarquía que viene desplazada de Madrid, o para ese ministro cazador inveterado. No se si Gómez Cuadra conoció aquí a Víctor de la Serna en mayo de 1953 en la tertulia de Prieto, o tuvo que esperar dos años para que éste viajase a Puertollano en 1955 a cantar el valle vaquero y la mina oscura de la tierra metálica.

Estos fragmentos pertenecen al libro Viajar de noche y otros relatos de José Rivero. Intuición Grupo Editorial S.L. 2001

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2 Comentarios

  1. says: Ramón González Correales

    Busqué la toma de posesión de Martín Santos en la diputación de Ciudad Real. Me dijeron que no existía. Sin embargo me contaste que tú la tuviste en la mano. La buscaremos de nuevo. Sería interesante constatar si Martín Santos llegó a ejercer en Ciudad Real. Un dilema ético sin duda, en esos tiempos para un hombre algo atormentado.

    Ser funcionario en esa época era una manera de poder salir (¿huir?) de la provincia pequeña en que se había nacido, esforzándose y con un poco de suerte sacar unas oposiciones y así poder quizá acceder a ciudades más grandes, donde podía vivirse de otra manera, con un poco más de aire para respirar.

    Al contrario, a la pequeña provincia también podían llegar personajes interesantes de fuera, que pasaban un periodo variable en ella, antes de trasladarse a una ciudad grande y que quizá podían entablar algunas relaciones o servir de modelo a alguien. También como ecos de otra vida con más color o más posibilidades.

    Cosas que por cierto se han perdido con la desaparición de las oposiciones nacionales (ya de todas) y el auge de las autonomías (un nuevo localismo clientelar). Una pena porque constituía una cierta forma benigna de meritocracia.

    La melancolía que produce el que, en esos tiempos, consigue huir fuera, tener talento y fuerza suficiente para hacerlo e incluso conseguir triunfar o al menos sobrevivir. Y sin embargo seguir vinculado a los viejos fantasmas, buscar su aprobación imposible. No conseguir romper nunca un vínculo emocional que, más que una conexión con la infancia o la familia quizá necesaria, es literalmente una asfixiante soga al cuello.

    Magnífico texto

  2. says: JOSE RIVERO SERRANO

    Estaría lo imprescindible y exigible, para hacer efectiva la toma de posesión. Para después solicitar la excedencia y buscar horizontes más despejados. Creo que buscaba, como Oliart la equidistancia de Madrid y Badajoz, la proximidad sobre todo de Madrid. Madrid como salvación de la ‘dura provincia’ y como rompeolas de las Españas. Ese recuento de la meritocracia provincial y del escalafón ordenado provinciano, aletea en algunos puntos del texto. Profesores de instituto de paso, periodistas en espera de acomodo, escritores huidizos y médicos acumulando mérito y experiencia. Por no hablar de la rara sensación del éxito exterior, francés o inglés, de Gómez Cuadra o de Prieto.

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