Garota de Ipanema

Fue por aquel invierno, cuando llegábamos tarde de los sitios que frecuentábamos entonces: de las cervezas Voll Damm de La Manuela, de las conversaciones amarillas y espesas del “Café Ruiz”, de la oscuridad llena de perspectivas de “Bugatti”, del olor un poco agrio, como de otro tiempo, de “El Comercial”, justo enfrente del “Drugstore“,  donde era posible ojear libros toda la noche.

Siempre terminábamos en la habitación más grande, mientras todo el mundo revoloteaba por allí y alguien calentaba agua en un hornillo eléctrico para el te de jazmín y otros seguían discutiendo de cualquier cosa en las que nos jugábamos la vida  Por fin nos terminábamos sentando en cualquier sitio, en la cama o en el suelo, y  la guitarra comenzaba a sonar acompañando la voz tan aguda de Marta, una italiana que había aparecido por Madrid, que comenzaba a subir y a bajar con una extraña alegría, atacando quizá  “La chica de Ipanema” y otras canciones brasileñas de Vinicios de Moraes o de Antonio Carlos Jobin.

Esa canción siempre me llevaba a alguna playa imposible, con el horizonte lleno de un crepúsculo violeta y cálido, que se iba oscureciendo lentamente, mientras grupos de chicos solitarios tocaban la guitarra, añorando chicas que nunca acababan de llegar del todo, pero que iluminaban la vida con una sonrisa, mientras pasaban por allí. Sin embargo Vinicius tenía ya 49 años y Tom Jobin 35 cuando compusieron esta canción.  Vinicius era un poeta cosmopolita y culto que había vivido en 1938 en Oxford y en 1946 como diplomático en los Angeles, mientras que Jobin había abandonado la arquitectura para tocar el piano en nightclubs, que imagino con neones rosas o azules, y desde allí deslizarse a inventar esa energía vital, orgónica,  que es la bossa nova.

El 19 de Marzo de 1963, ese tiempo que, al volver la cabeza, siempre aparece como un amanecer luminoso y lleno de frescura, se produjo ese milagro de disco que supuso “Getz/Gilberto”, en aquel New York donde apareció por sorpresa la voz de Astrud Gilberto que con 23 años quizá aportaba la juventud necesaria para dar sentido a la canción que  grabaron, para la discográfica Verve,  Stan Getz y João Gilberto, con Tom Jobim al piano.

Han pasado 50 años pero poner esa canción, en cualquiera de sus versiones, es un viaje  refrescante a la alegría siempre amenazada y frágil de la juventud donde sin embargo, en cualquier momento, puede pasar una linda chica que  sonría e ilumine el día de todos los sueños que,hasta ese momento, parecían imposibles.

Mira qué cosa más linda,
más llena de gracia,
es esa muchacha
que viene y que pasa,
con su balanceo,
camino del mar.

Niña de cuerpo dorado
por el sol de Ipanema,
con su balanceo
es todo un poema,
la chica más linda
que he visto pasar.

¡Ah! ¿Por qué estoy tan
solo?
¡Ah! ¿Por qué es todo tan
triste?
¡Ah! La belleza que existe,
belleza que no és
sólo mía,
que ahora
pasea solita.

Ah, vida mia si supieras que,
cuando tu pasas,
el mundo entero
se llena de gracia
con tu balanceo
camino del mar

Mira qué cosa más linda,
más llena de gracia,
es esa muchacha
que viene y que pasa,
con su balanceo,
camino del mar.

Niña de cuerpo dorado
por el sol de Ipanema,
con su balanceo
es todo un poema,
la chica más linda
que he visto pasar.

¡Ah! ¿Por qué estoy tan
solo?
¡Ah! ¿Por qué es todo tan
triste?
¡Ah! La belleza que existe,
belleza que no és
sólo mía,
que ahora
pasea solita.

Etiquetado en
Para seguir disfrutando de Ramón González Correales
Cincuenta años con “Rayuela”
Julio Cortázar creó un mundo reconocible con su literatura o, más bien,...
Leer más
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *