Los “Tiempos modernos” de Fernando Poblet

Es curioso como funciona el azar. Yo estaba por ahí, leyendo cosas en casa una mañana de sábado y de pronto algo me recordó los días de “Tiempos Modernos” y me vi en el coche, volviendo de Madrid al pueblo donde comencé a trabajar,escuchando la radio y sintiéndome participe de algo un poco indefinido que por otra parte sentía que se me escapaba entre los dedos. Entonces me acordé de Fernando Poblet y de su participación en aquel programa (“Contra la modernidad“, se llamaba su sección) y recordé que tenía un libro de sus crónicas  y lo encontré dedicado, cuando no recordaba que lo estuviera, ni donde lo había comprado. Entonces lo busqué en Google, por sí seguía escribiendo, para saber que decía ahora, y me enteré que había muerto hacia sólo dos meses.

Era principios de los ochenta y el país parecía cambiar muy rápido y todo simulaba ser tan joven como las noches llenas de música y de bares, donde era tan fácil disfrazarse y sentirse diferente, sin pasado, sin mas requerimientos que estar allí y divertirse o compartir músicas; protagonistas de un presente que parecía brotar con facilidad y alegría, después de tantos sustos, liberado de militancías austeras y de militares adustos, de sabidurías, de edad. Sólo estar allí y disfrutar y beber y disfrazarse un poco y salir de noche al “El Sol”,  como sí el futuro ya estuviera allí y hubiera que devorarlo muy deprisa.

 

 

La voz de Manolo Ferreras era perfecta para narrar ese presente tan líquido, para sostenerlo y darle coherencia, para contar sus historias con un punto literario que las refería a otros ámbitos no tan compartidos. Iba de ciudad en ciudad y encontraba núcleos de modernidad, individuos más o menos  histrionicos que parecían pertenecer a un ejército oculto que hubiera emergido de pronto, que conectara directamente con un pasado esplendoroso que no había existido nunca, como sí no hubieran vivido aquí y vinieran directamente de Londres o Nueva York.

Enseguida los iconos: Almodóvar, La Luna de Madrid, Alaska, Ceesepe y el Hortelano, Ouka Lele, Paloma Chamorro y los grupos que brotaban cada día sintiéndose ya en el centro del mundo por salir en su programa de televisión o en la radio, a los quince años o a los veinte, adolescentes satisfechos en un país adolescente que no quería parar de jugar porque ahora parecía tan fácil.

 

 

Había mucha gente que pintaba desde hacia muchos años, con mucho esfuerzo, casi con desesperación, gente que hacia música o escribía o que tenia largas militancias que de pronto se sintió fuera de onda, sin comprender nada, agotados. Las galerías de arte se llenaron de posmodernos que, casi sin aprendizaje previo, pintaban cualquier cosa, saltándose códigos y coherencias y eran aclamados por galeristas y críticos con mucha imagen que habían creado Arco y hablaban del mercado del arte y de su “cuadra de pintores” con muchas interjecciones.

Lo nuevo parecía lo mejor y  casi lo único.  La estética comenzó a pesar mucho y también los mimetismos. Cualquiera se veía capaz de opinar de cualquier cosa, de juzgar el pasado sobre todo, mientras una generación muy joven tocaba el poder y también jugaba con la idea de un “cambio” que iba a transformarlo todo para siempre, sin posibilidad de vuelta a tras. También convencidos de que formaban parte de un país distinto, de que eran otra gente inmune a todos los peligros.

 

 

Fernando Poblet que había nacido en 1935 no era un adolescente en aquella época y seguía viendo el pelo de la dehesa  o la simple gilipollez en algunas de las cosas que le vendían como el culmen  de la modernidad.  Se movía por ahí y miraba, y no se dejaba impresionar por el petardeo de las noches, o los destellos de las exposiciones con canapés.  Era simpático, alternaba con facilidad con sus compañeros de programa, parecía amigo de todos, tenía una voz amable, pero cuando le tocaba echaba un jarro de agua fría a muchas de las estéticas o las canciones o el arte o la moral que se vendía con todas las ínfulas de la última vanguardia.

Leo algunos de sus textos, contrasto sus opiniones, muchas quizá escritas con precipitación, a vuela pluma, y trato de ver como les ha afectado el tiempo. Imagino que pensaría ahora, como juzgaría muchos desmarques (de “progres” muy instalados que denigran a los “progres” que ahora parece que no fueron nunca, cuando tampoco estuvo tan mal, si tenemos en cuenta la alternativa), algunas evoluciones, la crisis política que quizá ya se incubaba entonces en esa falta de realismo, en no tener en cuenta la evolución de las sociedades, el peso de la historia.  Aunque quizá era mucho pedir y esa adolescencia fue parte inevitable de un proceso, de una necesidad de soltarse el pelo de la que sobrevivieron, como siempre ocurre,  algunos de los que tenían talento. Como siempre…

Ahí quedan sus textos de entonces que quizá sirvan para mirar el presente…

 

 

“Tanto investigar  por antros negros y entrepiernas rosadas y resulta que lo de la movida es un auto sacramental, una representación del gran teatro del mundo con música rock. Podías haberlo dicho antes. La imaginación como preveían los del sesenta y ocho, se ha ido al poder (chárter Paris­-Nueva York) y ahí lo tienes, el modelo americano: yo consumo, tu consumes y él el último europeo- se consume creando el plátano de la crisis.” …………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………….

” Modernidad igual a espontaneidad. Esto significa que comprende tanto el grafitti como las heces orladas de huesos de cereza, sin desdeñar otras expresiones artísticas. Es el teorema de Pasolini (y el de Pitágoras) el cateto elevado al Cuba Libre, a ser posible en el Astoria y con Os Resentidos rascándose lo de debajo de la boina. El Café Gijón también se ha convertido en sacristía posmoderna, los viejos diplodocus juegan a las prendas con el braguero, los Cebrian boys de patilla príncipe de Gales ligan Venus de Paraninfo y a la barra llega el último destemplado grito, regateando coca colas. Quedan las sacerdotisas, verbi gratia, la Moriarty, columpiándose en los cuernos de La Luna, pariendo hortelanos a mayor gloria de dos (Oukalele y Ceesepe) mientras a lo lejos la Chamorro se abre las venas con un canalón hiperrealista. Es el mundo de los cortos. Te irá bien en ese territorio siempre que no llegues a averiguar que el modernismo es el hermano del amiguismo, que lo divertido es aburrido, que menuda castaña. Has de disfrazarte de Cupido (ojos vendados) y hacer como que no te das cuenta de que te han metido el rabo.  ¿Has leído el libro de …? ¡Fantástico! ¿Has visto la exposición de…? ¡Fantástica!¿Has oído el programa de…? ¡Fantástico! En la zona de Tirso de Molina dicen simplemente ¡Fantastic! Pero mi cinismo no da para tanto.” ……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

 

 

“Despertador de esos que castigan directamente los sexos, restos de sandwich por el parqué, resaca de los siete bares, pantalones colgados en el pomo de la puerta, libros, discos, periódicos, colillas, ceniceros; cojines con una poco de baba y otro poco de sangre de entretiempo, persianas a media asta, olor a tabaco, a burro muerto. Tras el zumbido, silencio. Hágase la luz, el primer cigarrillo, el transistor y ya te digo, Tiempos Cavernos. Así me contaba un pajarito su beguin the beguine y entonces yo exclamé: ¡coño con los modernos!. La soledad del corredor de fondo se conoce que también es fruta de otros tiempos. Después de la movida bien la cama, la película de las sábanas, el reencuentro, el careo con el bicho que te han colado dentro, vaya comic más duro, compañero, aguantar el tipo, soportar tu propio pellejo, así, a pelo, sin ruido, sin porro, sin alcohol, tal vez sin dinero. Levántate, criatura y enfréntate al espejo.” …………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………

“Para ser moderno es fundamental acudir a las películas de monjitas, es decir de Almodovar, pasear La Luna bajo el brazo, romperte la crisma con Los Ilegales, leer a los presuntos nietos de Kavafis, soltar pluma para que trace arabescos en el aire, haber escuchado Madrid me Mata, hasta septiembre y escuchar Tiempos modernos desde octubre, presumir de camorrista y de chamorrista  indistintamente, estar mal de dinero, salvo sablazo u omisión, saber hacia dónde cae la galería Moriarty, pensar en el body sobre todas las cosas y, ,en fin, hacerte ver… y hacerte bar; de noche, como es natural, porque estas historias lucen mejor con luz artificial.”

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“…¿Y qué decir de lo padres posmodernos?. Valiente partida de hijos de perra. No es de extrañar que en lugar de retoños tengan acericos. Su paternidad se reduce a un permisividad cómoda, exenta de todo compromiso., no valen más que una pensión relativamente confortable. La mayoría son individuos separados porque no hay dios, ni mujer que los aguante. Viejos indecentes de profesiones liberales, confunden las arrugas con la sabiduría y aún se contonean en pubs y similares. Creen vivir la vida cuando están apurando la muerte, han extraviado la brújula y nunca volverán a encontrar el norte, perdidos entre amores perdidos, identidades rotas,complejos de culpabilidad y casas en manos de asistentas. (…) No educan , sobornan. Se pierden entre el condicional y el chantaje. Toma mil pesetas. (Una hora después: “Te invito , tio, me ha untaó el tonto l´haba de mi padre). Han olvidado la escala de valores en quien sabe qué lomo del Larrusse. Hay que hacer una hoguera del hogar o reinventar la función de padre que no sabe muy bien para qué sirve: si es sombra protectora, mejor una foto o un cuadro, es menos molesto y acaso más estético; si guía, basta un manual bien pergeñado; si exigencia social, menudo espantapájaros. Yo nos soy un padre para mi hijo, soy un amigo. Tu lo que eres es un engreído, un grandísimo imbécil. Conviene renovarlo casi todo y esa cosa que atiende por papi, también. Termino aquí para no parecer un catecismo holandés. Pero ya te digo, valiente partida de indocumentados.” ……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

 

 

“Hace no sé cuantos años dijo no sé quién que todo objeto despojado de su función ordinaria es arte. Eso significa que si encuentras un retrete colgado del techo no intentes la meada parabólica, antes bien consulta el catálogo. La vanguardia es escándalo, el escándalo no es vanguardia, así que cuando Guillermo Tell tensa el arco y dispara sobre la manzana de Magritte pueden ocurrir dos cosas, que veas las estrellas o que se te llene el cuerpo de gusanos. Por si te fastidia el surrealismo tiremos de moviola: volvamos a tensar el Arco –ochenta y cinco, por supuesto- y miremos con ojos limpios la posmodernidad pictórica y de los grandes hortelanos europeos. Bis, veo ¿qué ves?… Ahí empieza el tomate.

La gente, sobre todo la gente culta, tiene miedo al vacío, ante la falta de referencia, lo desconocido produce angustia y entonces aparece el rechazo en forma de ignorancia displicente vestida de esa sabiduría con olor a naftalina que tan frecuentemente visita nuestras narices. En este país de lumbreras por correspondencia se tiene horror al ridículo, de ahí que nadie opine hasta que no lo hayan hecho los demás; una vez cubierto ese trámite el mimetismo se vuelve originalidad y a la voz de maricón el último –es decir, yo lo vi primero- se inicia el panegírico, circunstancia que suele coincidir con el declive del pintor, cuando ya es carne de museo, pasado, retaguardia, nada.

 

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4 Comentarios

  1. says: JOSE RIVERO

    Ahora que, en Madrid, preparan una Expo monstruosa y letal sobre ‘La movida’ y los años ochenta, cabe preguntarse cuánto de verdadero hubo en ella, y cuánto de estafa se produjo al compás de su música y sus colores; de sus revistas y fanzines.
    Por eso las crónicas de Poblet tienen el valor de su impertinencia a destiempo. O de su visión anticipada de tantos ‘lugares comunes’. Que aún hoy quieren prolongarse a toda costa, como novedad y como ruptura. Así Alaska-Fangoria cantando en el circuito bovino de ferias provinciales; o Almódovar lamentando no haber rodado ‘Behind the candelabra’.

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