De vez en cuando la naturaleza crea seres de una genética excepcional. Alejada del modelo de belleza actual, que pretende tener su mismo pecho pero con una cintura de 60 y unas nalgas de 90, Christina Hendricks representa a la perfección la estética femenina de los 50. Debajo de un rostro angelical surge egregio un cuerpo neumático, exagerado, abundante, macizo, gravitatorio, alejado de cualquier ángulo recto pensable. Belleza propia de las antiguas diosas nutricias, la de la Venus de Willendorf, de Deméter, incluso de la Eva bíblica. Belleza de mujer, pero también de madre: ¿A cuántos hijos podría amamantar y criar? ¿Cuánta ternura hay en esa mirada y dulzura en ese rostro? ¿Con qué suavidad reprendería la travesura de un niño? Freud debió pensar en ella para formular su complejo de Edipo. Propietaria de eso que los italianos llaman morbidezza, palabra que no encuentra buena traducción al castellano, pero que viene a significar en roman paladín, tener las carnes prietas, tener en abundancia pero sin flacidez.  Pelirroja de bote (es rubia), estrategia perfecta para resaltar el triangular contraste entre pelo, ojos de azul profundo y piel pálida. Dueña de una tez blanca como el nácar (no puedo entender cómo consentimos que la piel morena se pusiera de moda), símbolo universal de pureza virginal que recuerda a Grecia, a sus marmóreas cariátides, a sus devotas vestales. Y por extensión de la cultura helena, también a las vírgenes medievales y renacentistas. ¿No es Christina la que debiera haber nacido de las aguas de Botticelli en vez de esa canija Afrodita?

Y, sin embargo, Joan en Mad Men, femme fatale, fría y pragmática, hiperadaptada a su época, el único personaje femenino que sabe moverse en un mundo de hombres. Nada más opuesto a la maternal ternura de su rostro, a la bondad de sus rasgos. Lobo con piel de cordero celestial que, quizá al final, también es devorada por la fiera barbarie del mundo. No hay salvación para nadie en el salvaje oeste de Mad Men. En un mundo absolutamente masculino en el peor sentido del término, cualquier mujer, aunque sea el perfecto arquetipo de superviviente, tiene que sucumbir.

Siempre elegante, siempre impecable. Uno ya no puede imaginársela de otra manera. Solo puedes soñarla en una velada de alta sociedad, atendiendo a sus invitados con una intachable cortesía, siguiendo al milímetro todo protocolo pensable. Siempre en la corte, siempre en lujosos salones que se hacen más lujosos con su presencia. Christina es alta sociedad, es poder y riqueza. Su pareja sería un hombre mayor, nunca un guapo niñato; sería un alcalde, un carismático multimillonario o, en el peor de los casos, un capo de la mafia. Su romance es un matrimonio de conveniencia: él la sitúa en las alturas y ella es el complemento, el trofeo, el adorno perfecto; mejor acudir a una fiesta con ella que en un Rolls Royce. Así,  jamás la verías bailando en un videoclip o yendo en chándal a hacer la compra. Y es que Christina es lo opuesto a la belleza negra de Rihanna o Beyoncé, mucho más dinámicas, más musculares, salidas directamente de la sabana. Christina es más estática, más estatuaria, más propia de un altar, menos humana y más divina. Christina es la civilización occidental, Beyoncé es una pantera. Christina es cultura, Beyoncé, naturaleza salvaje.

Christina Hendricks es todas las mujeres en una, la Eva platónica de la que emanan todas las demás mujeres, de las que todas ellas participan en cierta medida y, en la medida en que no lo hacen, empeoran. Representa nuestra cultura, en todo su esplendor y decadencia. Por eso es una mujer de los años 50. La caída de lo que representa, simboliza la caída de Occidente en el siglo XXI. Ya no podemos vivir con sus valores, ya nunca encontraremos christinas por ningún lado. ¿A quién amar entonces?.

 

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10 Comentarios

  1. says: Dafne

    “Christina Hendricks es todas las mujeres en una, la Eva platónica de la que emanan todas las demás mujeres, de las que todas ellas participan en cierta medida y, en la medida en que no lo hacen, empeoran.”
    Lo siento, por mucha licencia poética que te estés permitiendo, decir que, por ejemplo, yo como mujer emano de Christina Hendricks (o más bien, de sus tetas, que creo que es lo que realmente quieres decir) me parece absurdo. Es una chica preciosa y única pero de quien emano yo es de mi madre, que también era una mujer muy bella. El artículo me produce ganas de contradecir muchas cosas, pero oye, cada uno con sus pedestales.

  2. Dafne:

    Creo que me malinterpretas terriblemente. No he querido decir que tú y todas las mujeres emanen de las tetas de Christina Hendricks. La idea es que, dado que Christina representa el canon de belleza occidental y que, a la vez, parece una “madre nutricia” o diosa de la fetilidad, he querido hacer un juego con el concepto platónico de “idea” en tanto que molde perfecto del que todo lo existente es mera copia, la “idea” de la que, según Plotino, todo lo demás emana. Creo que es un cumplido bastante bonito. No entiendo en qué puede ofenderte mi artículo.

  3. says: Dafne

    Es un cumplido bonito, sí, pero bajo mi punto de vista, parece que en último término plantea un modelo único de mujer, y eso es lo que me ha chocado. Puede que quizá mis formas al expresarme no hayan sido las mejores, y pido disculpas. El artículo no me ha ofendido, simplemente hay cosas que me sugieren ser rebatidas, pero ofender no me ofende.
    Quiero decir que parece que se promueve una “canonización” de un modelo concreto de mujer, aunque sea en contraposición al de mujer “andrógina” al que tan acostumbrados estamos. Que como acto de rebeldía está bien, pero desde un punto de vista crítico, soy de las que piensan que la belleza es muy variada y que proponer (o ensalzar) un modelo concreto no hace más que alimentar el tipo de sociedad frustrada que tenemos. Sobre todo cuando esa persona es una “celebrity” con influencia mediática, como es el caso. Me cansa un poco el culto que existe a las figuras mediáticas (y ojo, también la crítica injustificada y superficial). Quizá he interpretado mal, como dices, pero es la idea que me sugiere. Obviamente los cánones siempre han existido y siempre existirán, y con la última frase de mi comentario anterior, aunque reconozco que de forma un poco irónica, reconocía tu libre albedrío a tener como modelo de belleza a quien quisieses. Todos tenemos nuestra particular Pigmalión. No es que el artículo en general me haya disgustado, como alabanza desde luego cumple su propósito de manera original, y es estético literariamente hablando (de hecho, estoy de acuerdo con lo de preguntarnos cómo hemos dejado que el bronceado se impusiera). Pero ese punto me chocó especialmente y por ello lo comenté. Quizá no eran las formas, me disculpo y te agradezco la aclaración. Un saludo.

  4. Dafne:

    Estoy completamente de acuerdo contigo en que hay muchas formas de belleza. Aquí solo he dicho que Christina representa, a muy grosso modo, el canon occidental, pero un canon es solo una convención cultural, pudiendo existir otros. Ya he mencionado otros cánones, como la belleza negra de Beyoncé, y también he concluido que este canon está en decadencia.

    Disculpas aceptadas y un saludo.

  5. says: Óscar S.

    Se ha vaticinado la caída de Occidente mil veces desde Spengler, y, mientras, China se rige por una ideología marxista, los tigres asiáticos erigen rascacielos, Japón es una potencia capitalista, etc. Se trata de una caída, a lo que parece, ampliamente exitosa, y cuanto más cae, menos alternativas deja a su paso.

  6. says: Ramón González Correales

    Está claro que los cánones de belleza responden a convenciones culturales e históricas. Pero esto no supone   que sea sencillo desechar unos y coger otros, ni que se formen por estricta casualidad, como por capricho o simplemente por preferencias voluntarias. Porque un canon de belleza que opere a nivel social también establece códigos que estimulan el deseo en los cuerpos concretos y todo tipo de evocaciones sentimentales y simbólicas, lo que no es un asunto tan fácilmente controlable, porque el deseo, lo que nos gusta realmente, no es algo que se pueda modular directamente, de una forma voluntaria. Es una respuesta neurobiologica con muchos componentes inconscientes (que determinan nuestra “imagen de búsqueda) en la que probablemente están implicados aspectos evolutivos y culturales muy profundos. 

    Davis D. Buss (pueden verse muchos artículos suyos en http://homepage.psy.utexas.edu/homepage/group/busslab/publications.htm) plantea en “La evolución del deseo” (Alianza editorial) que el canon femenino está muy marcado por ciertas proporciones cintura cadera y otras características que tienen que ver con la expresión de un cuerpo saludable y reproductivo, lo que ha sido muy importante para la perpetuación de la especie a lo largo de miles de años. A pesar de las variaciones en el peso algunas dimensiones permanecen bastante constantes en los cuerpos femeninos que los hombres juzgan como atractivos en la mayoría de los estudios transculturales que se han hecho. Lo que no significa que las cosas no puedan cambiar o no existan todas la variaciones individuales que se quieran, pero es un proceso muy complejo con la interacción de muchas variables. 

    El problema es que un determinado modelo de belleza femenino (el que representa Christina/ Eva) estuvo ligado durante mucho tiempo a un determinado rol social de mujer que se legitimaba por motivos religiosos o pseudo científicos (en  http://www.sexarchive.info/GESUND/ARCHIV/SPANISCH/LIBRO_SP.HTM   
    puede leerse una amplia perspectiva histórica de todo esto) lo que dio lugar a que el movimiento feminista, basado en el discurso constructivista del género, cuestionara de forma radical ese modelo, algo que de una forma u otra han asumido la mayoría de las mujeres actuales aunque con múltiples contradicciones ya que,por otro lado, en la sociedad actual se han reproducido de forma más estricta, sí cabe, nuevos (o antiguos) modelos de belleza y se ha multiplicado el costo personal que sufren muchas mujeres por intentar perseguirlos. Naomi Wolf en “El mito de la belleza” hace una crítica desde el punto de vista feminista a esa presión sobre las mujeres en estos años. 

    El artículo parece reflejar, con ironía y sentido del humor, la nostalgia y el deseo de un varón por un cuerpo y un determinado modelo de belleza que representa a la mujer de los años cincuenta, prefeminista (aunque, en la serie, Christine tenga ya muchos gestos que preludian la revolución que se avecina), exuberante, madre, eterno femenino, descanso del guerrero, sumisa, generosa, al servicio del prestigio del varón incluso con su aspecto que intimida a la mayoría de los hombres salvo a los poderosos. La mujer verdadera. El canon occidental femenino que representa el esplendor de una civilización entera y que la mete en crisis con su desaparición. 

    Una exageración, sin duda, que es lo que quizá ha tensionado un poco a Dafne, una mujer moderna que, como la mayoría de las mujeres occidentales actuales, quieren ser otro tipo de mujer, no estar determinadas excesivamente por el rol y el modelo de la mujer tradicional, aunque no lo rechacen en todos sus aspectos e incluso vislumbren algunos aspectos que no eran tan negativos. 

    La realidad es que los cambios relacionales entre hombres y mujeres, se han producido y en mi opinión representan un momento de esplendor de nuestra civilización occidental, no de decadencia. Han desencadenado una crisis en muchos aspectos y a veces nos hacen sufrir o navegar en un mar lleno de contradicciones pero nos obligan a estar en permanente búsqueda de nuevos caminos que pueden propiciar relaciones con una intimidad más rica y también más estimulantes desde el punto de vista erótico. Aunque evidentemente cuestiones como la tensión sexualidad afectividad (muy relacionada con el deseo) no este resuelta en nuestra cultura y quizá quede un largo camino para que se resuelva. 

    En http://www.docentes.unal.edu.co/lcsanchezc/docs/Giddens,%20Anthony%20-%20La%20transformacion%20de%20la%20intimidad.pdf puede verse la opinión de Anthony Giddens (“La transformación de la intimidad”) de todos estos cambios que se han ido produciendo desde los años sesenta. 

  7. says: Nathalie

    A partir de “Dueña de una tez blanca como el nácar (no puedo entender cómo consentimos que la piel morena se pusiera de moda)” dejé de leer. No hay que ahondar mucho para descubrir que a este hombre, primero, lo destetaron muy temprano y segundo, que quizás sumergido entre tanta filosofía, la belleza de diferentes etnias le sea imposible de digerir.

  8. says: Santiago

    Ramón:

    Totalmente de acuerdo contigo, incluso acerca de lo que criticas de mi artículo. Parece que solo tú has visto que, en general, quería tener un toque de humor y que, con total evidencia, comparar el modelo de belleza que puede representar una chica y una cierta crisis de valores de la Civilización Occidental, es exagerado y no pretendía ser mucho más que una bonita licencia poética. En el fondo, el artículo solo quería ser un cumplido un tanto rimbombante.

    Lo que no esperaba es que fuera a generar tantas tensiones entre las féminas.

  9. says: Santiago

    Nathalie:

    Pues si hubieras seguido leyendo hubieras comprobado que, en el mismo artículo, precisamente, también alabo la belleza de otras etnias. Y no entiendo tu referencia a la filosofía: ¿qué tiene que ver estar sumergido en la filosofía con no captar la belleza étnica?

    Además, no me destetaron pronto. Creo que estuve varios años de lactante.

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