Hay quien dice que por suerte, la creatividad, como el amor verdadero, quizá no pueda comprarse ni venderse.  Puede ser que se precise una buena educación, puede ayudar estar en un determinado ambiente, en el sitio adecuado en el momento adecuado.  Pero no se obtiene automáticamente por ir a Harvard, ni por haber vivido en la Viena o el París de los años veinte, ni en el Nueva York de los sesenta, ni en el Sillicon Valley de nuestros días. No se conquista automáticamente con una nota ni con una cuna. Es una especie de milagro individual, una conquista personal que siempre se escapa un poco de las manos.  Depende de una personalidad, de una actitud ante el mundo y de lo que ello conlleva también de impredecible. De pronto aparece en alguien, que es de una determinada manera, por un tiempo y luego lo abandona quizá para siempre.  Aparece y se va. Aunque a veces puede permanecer una época o toda la vida en algunas personas.

Decía Chandler con respecto a la escritura que nunca había conseguido ayudar  a escribir a nadie porque  lo esencial no puede aprenderse: los que son escritores de verdad encuentran solos sus respuestas, a los que tienen que preguntar es imposible ayudarlos. Algunos opinan que con la creatividad pasa lo mismo. Puede haber métodos útiles, puede no ir mal conocer a algunas personas con creatividad acreditada y tratar de imitarlas,  pero es muy posible que no se consiga nada más que repetir  fórmulas ya agotadas de antemano. En el fondo nadie sabe por qué se le ocurren algunas ideas o asociaciones de ideas que terminan resolviendo de forma genial un problema. La creatividad tiene mucho de serendipia  y está llena de condiciones quizá necesarias pero nunca suficientes del todo. De pronto ocurre, y ya esta.  Siempre que se este sumergido en el terreno adecuado y se sepa lo que hay que saber y no falte el trabajo ni el oficio.

Sin embargo otros opinan que la creatividad puede alentarse, enseñarse de alguna manera. Quizá haya cosas que vienen de fábrica, como determinados rasgos de personalidad que propician una determinada actitud ante el mundo, más bien inconformista, resistente a aceptar  la forma de pensar de la mayoría. No sólo poder o atreverse a pensar de otra manera, sino tener la fuerza personal de asumir el precio de hacerlo, la soledad y los conflictos que puede propiciar. Podría haber toda una neurobiología del pensamiento divergente con la que actualmente se especula mucho pero en la que es difícil discriminar todavía como se combinan, y de qué manera, los factores biológicos y psicosociales.

 Lo que nos lleva al resultado de una actitud crítica, de cuestionamiento continuo de las “soluciones intentadas” que sí podria educarse hasta cierto punto, como algunas de las dimensiones observadas en las personas creativas. La capacidad de afinar la percepción y combinar racionalidad e intuición, la flexibilidad, la curiosidad, la tenacidad, la capacidad crítica y de asumir riesgos, el entusiasmo, quizás sean dimensiones que puedan estimularse, hasta cierto punto, en un contexto educativo adecuado.

Igualmente podrían enseñarse técnicas más o menos estructuradas para acercarse creativamente a los problemas tanto artísticos como científicos, como el TRIZ o la lluvia de ideas, muy a menudo con alto riesgo de generar estupideces más que ideas aprovechables, aunque ante esta aseveración los defensores de estos sistemas dirían que ese miedo precisamente es el que se trata de superar para ser creativos.

Los días 7, 8 y 9 de noviembre se celebra en Madrid el IV Congreso de Mentes Brillantes una iniciativa que pretende reunir a gente creativa  de distintos campos para que aporten algunas ideas,  se supone que originales o que puedan servir a otros de alguna manera. Ese empeño, por sí sólo, ya sería más que suficiente y muy interesante, aunque la organización pretende  que los ponentes aporten ideas que “puedan cambiar el mundo” o casi anticipar el futuro (“El futuro empieza hoy” se llama otro bloque temático) y reunir cada día a 2000 personas “para convertir Madrid en la capital mundial del conocimiento”. Y todo eso en intervenciones de 21 minutos que según dicen es el tiempo de máxima atención del cerebro humano.

No se puede decir que al evento le falten pretensiones. Habrá que ver como se concretan. De todas formas puede ser muy interesante lo que pueden decir, en un evento como éste, gente como Fernando Savater, José Antonio Marina, Steve Wozniak o algún otro del heterogéneos grupo de ponentes. También ver qué clima se crea entre los asistentes, qué llegan buscando y qué encuentran, qué ideas pueden surgir de la interacción entre gente, probablemente joven, que acudirá buscando algo un poco indeterminado y escurridizo por muy distintos motivos. Algo que pueda ayudarles a abrirse camino en un mundo donde … ¿triunfan los más creativos?, ¿son determinantes las mentes más brillantes?.

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3 Comentarios

  1. says: Astrid Pape

    Con la creatividad se nace se cimplementa con la experiencia y vivencias cotidianas y serendipias, hay que ser creativos hasta para vivir! interesante articulo.

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