Huertos urbanos para humanizar las ciudades

Los núcleos urbanos, debido a una mejor dotación de servicios, una mayor oferta laboral y a su papel como motores culturales, educativos y tecnológicos, concentran más de la mitad de la población mundial. Pero las actuales ciudades, masificadas, contaminadas y ruidosas, cada vez ofrecen menos calidad de vida a sus ciudadanos. En este escenario aparecen los huertos urbanos que, con su oferta de participación ciudadana, gratuita y de autogestión, se han convertido en una opción de educación ambiental cada vez más demandada para mejorar el entorno y el bienestar personal.

Los kleingärten austriacos, suizos y alemanes, los allotment gardens de Reino Unido, los kiskertek húngaros, los volkstum de Países Bajos, los jardin ouverts franceses, los shiminno japoneses o los community gardens en Estados Unidos, son diferentes nombres para una misma tendencia al alza: cultivar un huerto en un espacio urbano, sin tener que ser propietario del terreno, con el fin de conectar y compartir con otras personas, hacer que la ciudadanía se identifique con los espacios públicos e incluso poder alimentarse con productos ecológicos.

En España, donde los huertos urbanos ya funcionan desde hace tiempo en ciudades como Madrid o Vitoria, el objetivo se centra en compartir terreno, herramientas y conocimiento. Pero también se busca la interactuación lúdica con otros ciudadanos, hacer ejercicio al aire libre y contribuir a la capacidad de mejorar el mundo. ¿Cómo? Por ejemplo, empezando por cambiar el aspecto del solar de enfrente, en desuso desde hace tiempo y habitualmente sucio. Por supuesto, no se trata de ocupar ilegalmente un espacio, pero sí de intentar llegar a un acuerdo con las autoridades municipales y las asociaciones de vecinos para convertir una zona degradada e inutilizada, en un espacio verde y fértil a disposición de los ciudadanos.

A veces, esto ni siquiera hace falta, porque los propios ayuntamientos ponen al servicio de los residentes espacios para ello, como ocurre en Madrid con los huertos La cabaña de El Retiro , el de la plaza de la Cebada o el Siglo XXI de Moratalaz. Participar en esta actividad requiere apuntarse en una lista previa y esperar turno, debido a la alta demanda.

En otros países, comos señala Nerea Morán Alonso en su estudio “Huertos urbanos en tres ciudades europeas: Londres, Berlín, Madrid”, la demanda es mayor aún. De hecho, el 40% de los habitantes del área metropolitana de Toronto y el 44% de los de Vancouver producen comida en sus huertos. En Nueva York ya hay 750 jardines comunitarios destinados al autoconsumo y en Zurich (Suiza) las ordenanzas municipales incluso permiten el cultivo de los espacios verdes.

En su inicio, en el siglo XIX, los huertos urbanos sirvieron para aliviar las condiciones de pobreza de los barrios obreros causadas por la industrialización y las migraciones del campo a la ciudad. Así, por ejemplo, surgieron los Urban Gardens en Estados Unidos. Las dos guerras mundiales del siglo XX obligaron también a los gobiernos a fomentar el autoabastecimiento de las ciudades con la cría de animales y el cultivo de frutas y verduras. Pero tras las II Guerra Mundial el modelo cambia y comienza el transporte a larga distancia de los alimentos, que se incrementa hasta nuestros días. Es en los años 70, con la crisis de la energía y la recesión económica, cuando los jardines y huertos urbanos vuelven a ser una alternativa.

Aunque es cierto que estas iniciativas aumentan en los momentos de necesidad económica, éstas también responden a una apuesta de los ciudadanos por los valores sostenibles para sus ciudades, el reforzamiento de las capacidades de autogestión, la integración social y la educación ambiental. Asimismo, se reclama el consumo de alimentos sanos, de calidad y cultivados localmente.

El desafío actual, más allá de las demandas de los ciudadanos, es intentar conseguir que las autoridades, asociaciones vecinales y profesionales implicados en el desarrollo urbano consigan integrar estos proyectos. Se podría así dotar de una dimensión humana y ecológica a los futuros procesos de rehabilitación de las ciudades. También sería una estupenda manera de tener las azoteas verdes, los jardines cuidados, los huertos fértiles y las terrazas cultivadas. El resultado de todo ello serían ciudadanos más sanos y felices. ¿Merece la pena la apuesta?

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