Yo viví las bacanales en mi infancia.

Los mayores cantando al fuego y los niños mirando con ojos asombrados.

Sombras rojas y pavesas elevándose

bajo el árbol seco.

Luego el baño nocturno en frescas aguas invisibles,

las risas imprecisas y los cuerpos de luz negra.

Eran fiestas de todos donde todos comulgaban

en la dicha del verano, el campo intacto y la cosecha cierta.

Yo viví las hogueras altas entre sombras crujientes,

y supe del humo y el tizón que cierra la escena.

Cuando el sol ardía el árbol callaba.

Desde su muerte antigua la vida se reiniciaba.

Eran las últimas bacanales y yo miraba encantado,

feliz por participar en el mundo de los mayores.

Alguien taló el árbol seco y el barranco se llenó de zarzas.

Las hogueras, las risas, los baños nocturnos,

todo duerme ahora en el fondo de una ciénaga

donde se macera con el rencor y la tristeza.

Hace años, muchos años, yo viví las últimas bacanales.

Eran simples y hermosas como el viejo mundo.

No volverá nunca el pasado.

Ni siquiera lo puedo llamar ya pasado.

Porque otro pasado más duro, más hostil, más venenoso

ha ido superponiéndose en mi memoria.

Es un pasado ladrón y rencoroso

que quiere ensuciarme las páginas más limpias y sinceras de la vida.

¿Acaso se acerca ya la muerte, que me devuelve

el tiempo mi primer tesoro?

¡Qué tesoro tan frágil tocan ahora mis dedos!

Recuerdos tan antiguos que deslumbran mis ojos.

¿Para qué todo si al final queda tan poco?

¿Para qué tan lejos para acabar

desterrando huesos en tu propio jardín?

Viejo perro sin dientes,

¿qué vas a hacer con ellos?

¿Acaso volver a enterrarlos?

¿Escribir un poema?

Legarlos a tus hijos, relamidos con gozo y lágrimas,

¿es ese el sentido del tiempo, que se nos escapa siempre?

El tiempo, como la vida, es la larga hoguera en esa

negra noche de verano, junto al agua y al árbol,

junto a la uva y el romero.

¿Y qué más?

No. Tal vez la pregunta no es esa.

Tal vez la pregunta es para qué preguntas.

Era hermoso el fuego, las sombras y los cuerpos que bailan.

Tú lo viviste y nadie en el mundo, ningún otro hombre

fue testigo del milagro.

Como pasó y pasa y pasará.

Otros mundos serán hermosos y tristes.

Y otros hombres los cantarán y los lloraran.

Entierra tú tu tesoro.

Deja que reluzca entre tus manos y ocúltalo con mimo.

Cumple tu misión y no preguntes.

Las respuestas y la belleza

no te pertenecen.

Etiquetado en
Para seguir disfrutando de Por defecto del sitio
Para en todas las estaciones
Ese furioso deseo de herirnos y curarnos con palabras y besos que...
Leer más
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *