The Lady and the Unicorn: To My Only Desire

Despertar un domingo de marzo y descubrir el sol, todavía con imágenes del sueño que ya hemos olvidado, pero que aún laten en algún lugar, creando emociones muy sutiles que influyen en el sabor del café o en lo que leemos en los periódicos,  en la mirada con la que bajamos a la calle y afrontamos el día.

Lo que también somos, lo que deseamos, es muy a menudo ajeno a nosotros mismos, que tratamos con mucho esfuerzo de adaptarnos a una realidad que nos exige reglas y relojes, donde el azar, la supervivencia y los ojos que nos miran nos limitan de tantas maneras. Quizá por eso necesitamos que nos cuenten historias fantásticas, una forma de volver al placer de  jugar libremente, que nos impulsa a la nostalgia de todo lo que podría ser, de lo que todavía somos sin saberlo, sólo por haberlo soñado alguna vez.

En los cuentos una sola palabra abre la puerta de un mundo de tesoros, un beso hace emerger un bello príncipe de una rana grotesca o despierta a una princesa dormida durante una eternidad por la maldición de un hada malvada. En los cuentos siempre late el peligro de lo terrible pero también la esperanza de encontrar la clave, que siempre reside en nosotros, de recuperar la mirada que permita gozar el mundo de nuevo, las palabras o los gestos que realmente nos comuniquen y nos salven de la soledad, esa forma tan amarga de anticipar la muerte.

Pero lo expresa mejor Gustavo Martín Garzo en este magnífico artículo…

 

simbad 3

 

“Sí, yo creo que fui un animalito metafísico desde los seis o siete años”, dice Julio Cortázar en una entrevista que Juan Cruz ha rescatado hace poco en este mismo periódico. “Recuerdo muy bien que mi madre y mis tías —mi padre nos dejó muy pequeños a mi hermana y a mí—, en fin, la gente que me veía crecer, se inquietaba por mi distracción o ensoñación. Yo estaba perpetuamente en las nubes. La realidad que me rodeaba no tenía interés para mí. Yo veía los huecos, digamos, el espacio que hay entre dos sillas, si puedo usar esa imagen. Y por eso, desde muy niño, me atrajo la literatura fantástica”.

Ese espacio escondido en los intersticios de lo real es el que explora el mundo de la literatura y del juego. En Las crónicas de Narnia, ese mundo escondido vive en el interior de un armario; en Alicia en el país de las Maravillas, en el hueco de un árbol. El mundo de los cuentos está lleno de huecos así, fisuras en el tejido de lo existente que abren al niño a zonas de lo real donde viven sus verdaderos deseos.

Por eso Blancanieves escapa del palacio de la realidad. Ve ese hueco, y se hace pequeña para entrar por él. Eso es lo que simbolizan esos hombres diminutos con los que se encuentra. Ha entrado en el reino de lo pequeño, que es el reino de los cuentos y los juegos. Las casas de muñecas, los soldaditos, los trenes eléctricos, todos esos objetos que tanto gustan a los niños y de los que se sirven para jugar son el acceso a la habitación de los deseos. También los amantes buscan esa habitación y esa es la razón de que haya tantas historias de parejas que huyen al enamorarse, como pasa con Tristán e Iseo cuando se internan en el bosque para vivir su amor. El amor reclama burlar a los guardianes de lo real, como lo hacen los protagonistas de Sueño de amor eterno, la hermosa película de Henry Hathaway con sus carceleros. Todos los niños burlan a esos guardianes cuando juegan. Todos buscan un lugar indefinible que solo a ellos pertenece, un lugar muy semejante al que luego accederán a través de su sexualidad, pues el sexo como el juego sólo puede tener lugar lejos de la mirada de los padres.”

GUSTAVO MARTÍN GARZO  “La pregunta por la realidad”

 

 

 

 

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1 Comment

  1. says: Soledad

    Siempre es mejor vivir en la realidad de los sueños porque la verdad de algunas realidades es insufrible. Enhorabuena por su artículo

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