Tendencia a ser felices

 

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El protagonista de esta historia es un hombre en apariencia infeliz. Al menos eso opinan los que le rodean, más que le conocen. Y sin embargo en su fuero interno él tiende a sentirse bien. Esa sensación no es una emoción transitoria, es algo que le define y conforma. Ese estado de sutil bienestar le sobreviene sin necesidad de causas ni motivos. Le basta con dejar que el tiempo se repose y con estar ocupado en algo para sentirlo. Incluso cuando no se siente bien sabe que el sosiego y la actividad curaran sus ansiedades. Es más, reconoce que las contrariedades y sinsabores de la vida cotidiana le turban pero no le derrumban, pues acepta que el fluir de la vida es voluble y azaroso, y a él le basta con no sufrir intromisiones de otros para que, poco a poco, su vida vuelva a su natural modo de ser moderadamente feliz, en el sencillo escenario de su quietud proactiva. No le hacen falta muchas cosas, ni demasiadas personas, ni condiciones de vida sofisticadas para que su ánimo natural tienda a la felicidad conspicua basada en una mezcla se sutil sosiego y razonable actividad.

Joel Robison lalala

 

Esta breve historia podría personificarla cualquier persona. Desde Cicerón y Fray Luis de León, sabemos que es suficiente con una vida moderadamente tranquila y suficientemente activa, para que la globalidad de los humanos tienda a un estado natural de bienestar, de satisfacción, de contento, de… eso que pomposamente llamamos felicidad. Sin embargo, en la vida hipermoderna parece que si no tienes un alto nivel de actividad, de relax, de tensión y de posesiones no puedes sentirte feliz. Y si eso le sucede a la mayoría de las personas, y también define a las sociedades que componen. Por eso, en tiempos de crisis y penurias, la sociedad tiende a la infelicidad generalizada, cuando en realidad bastaría con dejar que las personas que las componen volvieran al curso natural del sosiego mínimo y la actividad suficiente para que la sociedad en conjunto pudiera declararse en estado de bienestar satisfactorio, es decir felicitaria. Y eso es justamente lo que está pasando ahora, que con, sin y a pesar de los políticos inútiles, empresarios esclavizadores y financieros corruptos, los españoles vamos, poco a poco, con nuestro natural modo de ser y de existir, arreglando las cosas.

 

¿Y qué decir de los griegos? Pues que sus antecesores fueron los que inventaron todo lo que queda dicho, pero sus ancestros no son ellos, ni se les parecen, y aun así, considero, con razonable esperanza y tembloroso optimismo, que al cabo también ellos alcanzarán lo que nuestro hombre de apariencia infeliz y nuestra sociedad de apariencia inestable, ya están consiguiendo, no sin grandes y comprometidos esfuerzos.

 

Piensa pues, querida lectora, que los protagonistas de esta historia podríamos ser tú y yo, pues todavía podemos mezclar en nuestras vidas algo de sosiego y algo de actividad, para que la felicidad vuelva al curso de nuestras vidas.

Joel Robison

* Fotografía de Joel Robison.

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1 Comment

  1. says: Adriana*

    ¡Excelente, gracias! Merece ser difundido; ya lo estoy rebloggeando. . .”todavía podemos mezclar en nuestras vidas algo de sosiego y algo de actividad, para que la felicidad vuelva al curso de nuestras vidas.” Si Jesús, así es. Y si no lo hacemos nosotros, ¿quién? Gracias de nuevo. un abrazo desde Buenos Aires.

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