Foto Luigi Ghirri

 

A las victimas de Bruselas

 

 

Seguiré tratando de colorear mis destellos. Pero hoy dejaré el rojo para el dolor de Bruselas. Y el azul celeste para la ansiada paz del planeta. Hablaré del verde de la primavera. Del tímido verde del brote en el desierto y del verde vigoroso de los trigales castellanos. Del verde que emparenta en su origen con ver, vivir y crecer, no del verdinegro que retumba en las banderas de la muerte.

¿Que por qué el verde? Porque es un color que asociamos a la alegría y la esperanza, un color empático que conecta nuestra vida con la de los demás, que nos concilia y renueva. El verde es el color de la serenidad bucólica, de la beatitud sabia de la vida retirada, la que nos ayuda a madurar y encontrar el equilibrio. Y también porque todos tenemos algo verde y bueno que recordar en nuestras vidas.

 

Foto Luigi Ghirri

 

Personalmente siempre recordaré el impacto que me causó el verde en el primer viaje familiar del que tengo conciencia. Partimos de los tonos pardos y abruptos del secarral extremeño y llegamos a las ubérrimas serranías de Cantabria, donde el verde lucía en mil tonos esmeraldas tendidos al sol, y de un fosco misterioso bajo la luz de la luna. Tal vez por eso es verde una especie de sinestesia visual que percibo cuando creo haber encontrado las palabras justas o las acciones correctas para seguir viviendo, creando y compartiendo.

 

Foto Luigi Ghirri

 

Pero hoy requiero al verde a este destello porque es un color cargado de pasado y de futuro, como los brotes de la primavera que acaba de empezar. Porque lo necesitamos más que nunca en nuestras vidas privadas y públicas, en nuestros trabajos y nuestras empresas, en nuestra economía y nuestra política, para nosotros y para nuestros hijos. Ser y estar verdes implica aprender del pasado para mejorar el futuro, pues, en contra de lo que parece obvio, el pasado nunca pasa, nunca muere del todo, siempre está ahí, como una preparación del presente que se proyecta hacia el futuro.

 

Foto Luigi Ghirri

 

Luego que viva el verde, pero no el verde ingenuo de los ecologistas imberbes, ni el del camino verde, que va por un valle verde, donde el amor es verde y los juncos crecen verdes en las riberas. No a ese, me refiero al fuerte verde lorquiano, al del barco en la mar y el caballo en la montaña, al de la carne verde y el deseo en la cintura, el verde que concita dos palabras clave para componer un lema señero para nuestras vidas:

“Vivir es consolar la inseguridad del siempre con la inquietud del todavía”.

 

Foto Luigi Ghirri

 

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2 Comentarios

  1. says: JOSÉ RIVERO

    También un verde Lorca a la llegada de la poesía: ‘Verde que te quiero verde, verde carne, pelo verde”, que bebe del juanramoniano “Verde es la niña. Tiene verdes ojos, pelo verde”. O un verde Verones en la pintura. O el ‘Cuaderni verde’ de Josep a Torres Campalans.

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