Fotografía Nick Knigth

 

En España no tenemos Thanksgiving Day y por lo tanto no deberíamos tener Black Friday, pero ahí está, y también el Cyber Monday, con lo cual componemos todo un todo un Black weekend, de fiesta, compras y diversión. ¡Qué lujo!

Así somos los que vivimos en esta era del hipermercado y la hipervelocidad que hemos dado en llamar hipermodernidad. La globalización del Black Friday, y su instalación en nuestra cultura lúdico-mercantil, se ha realizado en menos de un lustro, y eso demuestra que vivimos en una sociedad red y que los modelos de imitación de la conducta se transmiten a velocidad virtual.

 

Foto Nick Knight

 

Para este observador-escribiente estos hechos son una excelente oportunidad de laboratorio para analizar la conducta humana y aprender a mejorar la vida propia y, humildemente, la ajena.

Lo fácil es decir que vivimos en un mundo lleno de vacíos, en una vida paradójicamente opulenta y careciente, que genera tantos excesos como desperdicios, donde ricos y pobres tienen tantas oportunidades como sus ansias y límites les permitan.

Pero también es cierto que estos hechos nos obligan a buscar nuevos modos de estar, ser y convivir, en los que esa “ligereza” insustancial se acompase con la pesadez de los grandes dramas humanos: la pobreza, la violencia, la migración… Nuevos tiempos y modos en los que encajar los conceptos clásicos de autonomía, mesura y elegancia (capacidad para elegir sabiamente), con una vida moderna, activa y bienaventurada acorde con los principios y fines morales y éticos de los tiempos.

 

Fotografía Nick Knigth

 

Pero dejemos lo sesudo y bajemos a lo menudo. Este finde lo que  impera es esa admirable habilidad de algunas personas para salir a la jungla de los escaparates a cazar-recolectar las mejores gangas, y luego, esto es lo más importante, a presumir de ello como lo haría cualquier cazador-recolector. Esas conductas están impresas en nuestros genes primitivos, pero solo algunas personas han sabido adaptarlas a la vida hipermoderna consiguiendo así un éxito evolutivo, que, no por denostado, deja de ser valioso. Eso supone una aceleración de las capacidades evolutivas muy deseable para muchas otras facetas de la vida. Por ejemplo, para adaptarnos mejor a la sociedad red y la hipercomunicación, para disfrutar de las nuevas tecnologías sin caer en sus riesgos y trampas, para ser más telempáticos (empatía a través de las pantallas) y más ticopracticos (habilidosos y correctos en el uso de TIC).

 

Fotografía Nick Knigth

 

Si conseguimos acelerar nuestros procesos adaptativos tanto como nuestros modelos de imitación, y lo integramos en un marco hiper y ciberético, disfrutaremos de los “viernes negros” como si fueran “viernes santos”, pero sin caer en las trampas del hipermercado. Puede que incluso consigamos ser mejores y más felices, y casi seguro que acabemos saldando nuestra eterna deuda con el inglés.

Por cierto, según la santa patrona de los escribientes actuales, una tal Wikipedia, la primera celebración del Día de Acción de Gracias se debe a los españoles que vivían en la colonia de San Agustín, en La Florida, el 8 de septiembre de 1565. A lo mejor de ahí nos viene el vicio.

 

Fotografía Nick Knigth

 

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