El Otoño del Patriarca(do)

Al Patriarcado le ocurre como al Capitalismo, que lo escribimos con mayúsculas como si fuese el nombre propio de una entidad maligna y omnímoda, como si fuese Saurón, que desde el ojo llameante de su torre/rascacielos lo ve y lo infecta todo. Pero luego no lo tenemos claro… ¿es el Patriarcado una instancia de dominación, una costumbre inmemorial o un dispositivo económico? Lo mejor, entonces, sería hablar de prácticas patriarcales, es plural, así como de prácticas capitalistas, por muy difundidas que estén unas y otras y por mucho que vayan asociadas o por libre a la hora de incidir en nuestras pobres y desgraciadas vidas. Porque nuestras vidas terminan por ser eso, pobres y desgraciadas, sin comerlo ni beberlo: nacemos y al crecer descubrimos que estamos automáticamente involucrados en sucios negocios que nos precedían, y para los cuales no se nos ha pedido en absoluto nuestra humilde aprobación. No hay mito más absurdo que el de el “contrato social”: a nadie le han pedido su firma para suscribir el tingladillo social que se montaron nuestros antepasados, así como a un ciudadano alemán actual no le han preguntado si le agradaba ser nieto o bisnieto del Tercer Reich. No obstante, si se hiciera de esta manera, si hubiera una “confirmación” sociopolítica-económica del mismo modo que la Iglesia Católica tiene planteada una “confirmación” religiosa para los jovencitos, me temo que tal sacramento institucional nos iba a salir, como el otro, bastante rana. Los adolescentes aculturizados por el ambiente, sus padres y la televisión darían seguramente su visto bueno al estado de cosas imperante, y carecerían de la información suficiente para saber que ello incluye competitividad, patriarcalismo y esclavitud digital, entre otras lindezas. Un presunto contrato social contemporáneo, caso de actualizarse en cada nueva generación, no iba a ser más que una forma de continuismo, y ya se encargaría quien fuera de redirigir a un triste y sacrificado kibutz de la marginalidad a aquellos que sospechasen la trampa bajo el regalo, el consentimiento bajo la aparente libertad de elección…

 

 

Sin embargo, hoy hemos tenido Día de la Mujer Trabajadora, con huelga a escala internacional, y ha sido un relativo éxito. Yo tengo una hija pequeña, así que, aún siendo varón, blanco y heterosexual, estoy muy interesado afectivamente en el futuro de estas reivindicaciones. Perfectamente podría ser yo un cerdo machista horripilante, puesto que mañana la vida seguirá y los hombres continuarán mandando mayoritariamente. Pero sí creo que el Interés Emancipatorio de la Humanidad -si tal cosa no es una abstracción filosófica ingenua algo vieja, que ya sólo defiende Habermas-, y no sólo el mío sentimental, pasa por el levantamiento del yugo y la supresión de la injusticia sobre las mujeres. Tiene que haber, debe de haber, alguna forma de Progreso de la Conciencia del ser humano sobre sus propias producciones prácticas y culturales, o, si no, como decía Hegel al respecto de esto, será mucho peor para el mundo. Es verdad que ese Progreso y esa Conciencia tal vez sean mucho más frágiles y precarios de lo que pensaba Hegel, y que se hayan originado en fuentes mucho menos puras de lo que nosotros o él querríamos imaginar. Pero jornadas como la de hoy demuestran, aún de manera algo focklórica, que creer en ello es el supuesto principal de un acto de fe que no sólo consuela almas afligidas o airadas en el plano de la autoimágen inmaculada de las democracias occidentales, sino que sirve para remover algo sensible y efectivo en el mundo real a escala planetaria. Ciertamente, aún estamos muy lejos de un invierno general del Patriarcado, si tenemos en cuenta una enorme parte del globo en la que el machismo sigue siendo muy rentable existencialmente para los varones que se aprovechan activamente de él (esos que ni siquiera tienen entre sus tradiciones ancestrales el mito del contrato social, y por tanto siguen a rajatabla los prejuicios de sus antepasados por motivos de inercia o pura conveniencia). Pero sí que parece que apunta un otoño, el Otoño del Patriarcado, y que un cierto viento va aventando hojas resecas, que alfombrarán crujientes y muertas el camino de la Historia….

 

 

 

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