Casa Miller, Columbus Indiana, Eero Saarinen, 1953

Hay veces que una casa no se entiende sin el comitente, por muy destacado que sea el arquitecto que la diseñara. Más aún es justamente el sello de ellos de los propietarios, de Malaparte, de Curutchet, de Vana Venturi o de Alberto Williams, los que definen algunas de las casas ya vistas en Hypérbole. Algo parecido podría decirse de la Casa Miller, donde se confunde la sombra de Eero Saarinen (1910-1961) con la luz de Irwin Miller y con el color en libertad de Alexander Girard (1910-1993).

Y es que la casa homónima fue encargada por J. Irwin Miller, un personaje destacado, heredero de una prominente familia con negocios en la banca, la industria y los bienes inmuebles. Sus millonarios ingresos los generó al llevar a la empresa familiar Cummins Engine Company, de una pequeña fábrica de motores diesel a líderes mundiales y miembro de la Fortune 500. Además este hombre multifacético era muy creyente y fue el primer presidente laico del Consejo Nacional de Iglesias, abogando por los Derechos Civiles y trabajando junto a Luther King. Pero ciertamente el legado más potente fue su mecenazgo a la arquitectura modernista.

 

 

Irwin Miller convirtió a Columbus, el pequeño pueblo de Indiana donde se ubica la industria familiar, en un polo inesperado de arquitectura moderna y en lugar de peregrinación de cualquier interesado en Arquitectura Moderna. En Columbus se puede encontrar una biblioteca diseñada por M. E. Pei, la Oficina de Correos obra del ganador del Pritzker Kevin Roche, e Iglesias construidas por Eliel Saarinen y su hijo Eero. Con este último, Irwin mantuvo una gran amistad y una colaboración sostenida lo largo de los años, fruto de la que nacieron obras como la casa de veraneo en Muskoka, Ontario y luego su residencia permanente en Columbus en 1953. En esta época Saarinen ya era un arquitecto famoso, con proyectos como el Gateway Arch de Saint Louis y la silla Womb para la casa Knoll.

Para el proyecto de la Casa Miller Saarinen, reunió al mismo equipo con el que trabajó en el Saint Louis Arch; Dan Kiley para el paisajismo, Kevin Roche como arquitecto asociado y el singular Alexander Girard para el interiorismo. El resultado resulta ser un lugar raro y llamativo que parece ser el epítome de la sofisticación moderna, entendida a la americana del estado de Indiana. Una mezcla entre un lujo restringido y un cuidado y llamativo uso del color. Y esa es la sensación más visible: cierta contención formal que propone Saarinen en sus formas y ciertos excesos figurativos y cromáticos de la mano de Alexander Girard. Un clima que a veces, gravita en la contención del cine de Hichtcok y otras, vuela junto a Douglas Sirk, para beneplácito de Almodóvar y sus interiores bohemio-burgueses.

 

 

De tal suerte que puede afirmarse que la Casa Miller constituye un icono de la arquitectura del mid-century americano, junto a otras piezas del medio oeste. Una arquitectura que despliega los frutos visuales de la abundancia del American way of life, y que asume sobre sus espaldas la prosperidad representativa de las nuevas clases medias americanas y expresa esa suerte de complacencia que produce la prosperidad material. Lo increíble es que esta pieza destacada de la arquitectura USA de los cincuenta, estuvo minusvalorada y escondida al gran público durante décadas. Recién terminada la obra fue portada de la revista House&Garden en su edición de febrero de 1959. Más tarde Miller limitó su difusión y prohibió la reproducción de sus fotos y su ubicación, buscando privacidad para su familia.

 

 

No fue hasta el año 2008 cuando muere la esposa de Miller, Xenia, y la casa se abandona y se dona al Indianápolis Museum of Art, cuando se abre al público, tras una costosa renovación y adquiere visibilidad y gana peso su ejemplaridad histórica. La casa se emplaza en un enorme terreno de 5 hectáreas que colinda por un costado con el río Flatrock, pero tiene un tamaño reducido y habitable según los parámetros modernos, donde la riqueza y el estatus se demuestran y exhiben con otros códigos. La planta de la casa se centra en la creación de un espacio central, de encuentro público, del que salen cuatro alas; el área para el matrimonio, la de los niños, la de invitados y la de cocina, lavadero y servicio. La sala central es lo más relevante y elaborado de la casa, con paredes y piso cubiertos en mármol. Además a nivel estructural la idea del proyecto conecta la casa Miller con las viviendas vernáculas del medio oeste americano donde todas las piezas convergen a una pieza central. Para resaltar esto, Saarinen creó una espectacular chimenea que los Miller encendían constantemente en invierno y que llenaban de plantas en verano. El amplio espacio también incluye un conversation pit, diseño que Saarinen y Girard ya estaban desarrollando y que pretendía eliminar el exceso de superficie de un salón convencional. Con esta idea se aumenta considerablemente el efecto de continuidad del espacio abierto. En contraste Girard lo complementó con una colección de cojines de diseño exótico, que cambiaban con la estación. Las tonalidades rojas que vemos en algunas fotografías son para los meses de invierno y luego hay una combinación de colores fríos para los meses de calor.

 

 

Otro elemento muy característico del mundo de Girard, es el enorme mueble incorporado al cerramiento con la finalidad de esconder los enseres domésticos que ya comenzaban a ser abundantes en los cincuenta USA: radio, televisión y bar; y por otro lado, servía para exhibir las colecciones de los propietarios, objetos preciosos recolectados por Miller o por Xenia y exhibidos con la misma complacencia que se mostraban los cojines de colores. También esta propuesta era un diseño habitual en los interiores de Eames y Nelson, como forma de disimular la instrumentalidad de la vida cotidiana y como forma de reducir la dimensión creciente de los objetos domésticos. En este caso se convierte en una especie de mural tridimensional debido al diseño de Girard, con su esquema de dorado, rojo y verde y la correcta posición de los objetos.

Girard era un coleccionista de arte folklórico, lo que le infunde a sus diseños esa fuerza especial y esa gran originalidad de cierto ingenuismo naif. En ese momento era el director de diseño del área textil del fabricante de muebles Herman Miller, quienes ya desde los años 40 producían los muebles de los Eames, y utilizó sus modelos de coloridos para la mayoría de las cortinas de la casa. La alfombra de la sala de estar la diseñó especialmente para el espacio, incluyendo símbolos familiares como la Y de Yale, la M de Miller, el elefante del Partido Republicano en el cual Irwin militaba y el mismo plano de Saarinen para la casa.

 

 

Girard también creó una alfombra única para el comedor que acompañara los cojines de las sillas Tulip de Saarinen. Para cada silla Girard creó un patrón que incluía las iniciales de los miembros de la familiar, para que luego Xenia y sus amigas bordaran el cojín. La mesa continúa con el mármol, buscando ese idea del monomaterial, tan trabajada por los autores de la época como Eames, Nelson y Saarinen. Piezas de todos estos diseñadores son parte de la casa, demostrando la conexión que había entre sus ideas y sus proyectos. El paisajismo es una obra maestra de Daniel Kiley, cuyo trabajo se inspira en las composiciones geométricas de Piet Mondrian y la escuela De Stijl. Esto mismo se aplicó para acompañar y expandir la visión arquitectónica de Saarinen. En el jardín próximo a la casa se formaron cuadrículas que replican el plano de ésta y luego, en su costado, plantó una gran avenida de acacias. En los años de los Miller, esta avenida constaba con dos tremendas obras de arte en cada uno de sus extremos; en el sur un bajo relieve de Jacques Lipschitz y en el norte una mujer reclinada por Henry Moore. En el proceso de traspaso de la propiedad, las dos obras fueron subastadas y se trasladaron.

 


 

 

Casa Malaparte. Capri, 1937

Le Corbusier, casa Curutchet, La Plata, 1949

https://hyperbole.es/2016/06/amancio-williams-y-la-casa-del-puente-1943-2/

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