La jugarreta de Bansky

¿Cómo se reconoce inmediatamente a un nihilista? Muy sencillo: no para de hablar. Me refiero dentro del campo de la cultura, no en las conversaciones corrientes (donde hablar mucho sólo es signo de mera ingenuidad, puesto que el locuaz encuentra que todo es interesante, incluso él mismo, y que a los demás se lo va a parecer también). En las conversaciones corrientes es difícil ser nihilista, porque aunque uno vaya diciendo que esta vida es una mierda, que todo es mentira y que nuestro destino es la muerte, el otro te va a responder sí o sí que de todos modos habrá que seguir tirando, o que eso es lo que hay y  que apechuguemos con ello. En cambio, el nihilista encaramado a una poltrona cultural escribirá cientos o miles de páginas -o impartirá cientos o miles de conferencias- para tratar una cuestión escueta, acotada, simplemente porque ni sabe cómo enfocarla ni tiene una respuesta para ella, de manera que se enroscará, hará serpentines, creará confusión, y no llegará jamás a ninguna parte, lo cual es una prueba, para él, de que se debe seguir escribiendo, de que se debe seguir buscando, como en los premios bajo las tapas de los yogures. El nihilista es como el desierto (asociación ya hecha por Nietzsche, que también escribió mucho, por cierto): nunca se cansa de lo mismo, tiene arena para aburrir, y siempre está perdido in the middle of nowhere. Esto ocurre mucho en filosofía, claro, pero más todavía en Arte, o en lo que queda del Arte, que en lo que tiene de “Arte” enfático y con mayúsculas es poco, o ya casi nada…

 

Banksy

El nihilista artístico, en efecto, puede pasarse la vida hablando con gran habilidad y profusión de términos técnicos y autores y obras citados de lo que es, de lo que no es, del espectro, de la desaparición, de la mutación, del fulgor, de lo que sea, del Arte, porque, por supuesto, ya no hay Arte, sino que el Arte ha sido sustituido por el discurso eterno acerca de que precisamente no hay Arte. Hemos visto estos días, entre la tibia sorpresa y el hondo bostezo -o por lo menos yo- la última pirueta propagandística de Bansky, ese artista o artistas que nunca dan la cara, y la verdad, me ha gustado menos que aquel gesto que se apuntaba en el primer episodio de Black mirror, el del presidente y el cerdo. Porque puestos a identificar el Arte con la gamberrada mediática, pienso que habría que hacerlo a lo bestia y bien, con toda la audiencia pendiente y dividida durante media semana al menos. Hasta ahora, de hecho, la firma Bansky “molaba”, o al menos no estaba mal, puesto que era bastante naif, no se metía demasiado con nadie (ni siquiera con la sacrosanta propiedad: grafiteros hay que pintan incluso cascos de yates…), era algo aparentemente gratuito, cualquiera podía entenderlo y gustarlo y consistía mayoritariamente en street art, es decir, que ennoblecían y situaban calles en el mapa en las que en otro caso no se habría fijado nadie. Sus temas tenían mucho que ver con el simple ingenio o la ocurrencia gráfica que se podría encontrar mucho más abundantemente en una revista de humor político como El jueves, pero trasladada a los espacios comunes, inscrita en el enclave anónimo, sin cobertura de discurso,  y eso distanciaba a Bansky del típico engendro apestoso del, así llamado -como diría Thomas Bernhardt-, Arte Contemporáneo, que sólo sirve para alejar definitivamente a las masas de los museos, las instalaciones, las retrospectivas y tal.

 

Banksy

Pero no, porque, como digo, lo temible de todo este asunto no es esa ilustración tan fácil y ñoña que ha terminado convertida en flecos de papel, que, bueno, la verdad es que se lo merecía, ni esos tipos encorbatados y tipas con collar de perlas que en la subasta se quedaron con cara de tontos, que peor para ellos, sino el soporífero discurso intelectual anti-lo-que-fuere que debe estar detrás y que justifica la jugarreta pija. Eso, por favor, que no nos lo cuenten. Las tiras de papel pintado ya se han revalorizado, el suceso ha aparecido en los medios, Bansky tiene ya su sobrada recompensa, así que al menos que nos ahorre la exposición de sus motivos. Tiziano no nos contaba sus motivos, simplemente pintaba. Si Tiziano hubiese tenido que explicar lo que hacía, seguro que lo hubiese hecho en pocas palabras (un tema edificante, un trazo expresivo y firme, una armónica combinación de colores, etc., no mucho más), el resto consistiría en ingresar en su taller e ir aprendiendo. En cambio, el nihilista artístico, como no tiene taller, como no tiene nada que aportar, como lo que aporta realmente es la Nada, es sin embargo asombrosamente capaz de tostarnos la oreja indefinidamente. Que si la disolución de los vínculos sociales, que si la tecnología devorahombres, que si el ocaso de los valores, que si el capitalismo salvaje, que si la soledad de la megaciudades… Pero, sobre todo, eso mismo, su tema principal: el Arte que es pero no es, que se va pero sigue ahí, que es basura pero no lo es del todo, que es comercial y alternativo a la vez… un rollo realmente insufrible y ya muy viejo, en mi opinión. Y todo para colarnos su objeto, que es el que sale en la foto o en el video –sea “happening”, “performance”, “intervención” o “cosa extraña porque sí”-, aunque lo que verdaderamente sustenta el bodrio es su alambicado discurso, lo que pasa es que ese ya no lo aguanta nadie. Pues bien: venga, le compramos el souvenir, si quiere, pero, si no les importa, sólo si lo deja tal cual, calladito, en una discreta presencia, y pasando de la chapa nihilista…

 

Banksy

Porque mientras, en la realidad cotidiana la gente normal siguen emocionándose a veces sí y a veces no con los culebrones o las peliculillas, con el trip-hop o el reguetón de turno, con el cuadro de los perros jugando al póker o con algo espantoso de Salvador Dalí, con Leo Messi repleto de tatuajes haciendo una chilena milagrosa o con las curvas del edificio Guggenheim de visita en Bilbao, que mira que es raro el jodío, incluso ahora con la estampa de la niña del globo amoroso hecho jirones, pero entre medias de todo esto saben muy bien, me parece, y lo entienden aunque nadie se lo diga, que habrá que seguir tirando, que eso es lo que hay y que más vale que aprendamos a apechugar con ello…

 

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10 Comentarios

  1. says: Ramón González Correales

    No sabemos lo que quedará, pasado el tiempo, del llamado Arte Moderno, porque ya surgió con el propósito de superar la idea de Arte con mayúscula y desde el principio reivindicó la vuelta al primitivismo, a la creatividad infantil, al interés por la textura o el gesto espontáneo no limitado por el aprendizaje o cualquier tipo de norma. Se buscaba otra forma de autoexpresión que inevitablemente se interpretó como el espíritu de la época, al que ya nadie podía resistirse dados los errores de los críticos del pasado, de tal forma que lo que se pretendía transgresor se convirtió en una moda obligatoria rápidamente asumida por el mercado capitalista al que se pretendía empatar y despreciar.

    Duchamps no hizo más que explícitar lo que ya era evidente: cualquier objeto o forma firmada por alguien que se auto define como artista es una obra de arte tan inobjetable como la Venus de Milo o una Venus de Tiziano. El resultado está expuesto cada año en Arco o en cualquier museo de arte contemporáneo.

    Pero si todo es ya arte y desaparecen todas las referencias de juicio nada es arte. Incluso puede desaparecer el propio concepto de obra y todo concretarse en un juego de conceptos que, sobre todo, se manifiesta en el oscuro comentario de los críticos en una revista o en un programa de mano de una exposición.

    Bansky probablemente puede ser considerado un artista postmoderno que ya puede permitirse mezclarlo todo, el pop art y el arte conceptual. Su gesto de ser invisible puede incluirse en su propia obra y también ser un incentivo para el mercado. Lo del otro día en Sotheby’s fue toda una performance que al parecer ha elevado el precio de la obra. Obras que se independizan del arte y se convierten en refugio del dinero, en simple valor de cambio como el oro. Otra paradoja del arte contemporáneo. Ser solo dinero. La metáfora de esa calavera de diamantes de Damien Hirst.

    Personalmente no me desagrada Bansky pero he vuelto a una cierta idea de belleza. El escapismo me interesa más ahora que cada vez me resulta más difícil escaparme.

    1. says: subliminal

      Yo hubiera usado como ejemplo la mierda enlatada de artista (1961) de Manzoni que como dice la Wiki:
      “Se pusieron a la venta al mismo valor que entonces tenían treinta gramos de oro, y hoy en día su precio alcanza cifras de cuatro y cinco dígitos en euros”… pues eso.

  2. says: JOSE RIVERO

    Toda la pronunciación y enunciación de La muerte del Arte, es un halago a los marchantes, que especularan con los restos del naufragio. Y es que queda por explicar el valor económico de una obra calificada de Arte por algún sector de opinión. Hemos sabido hace poco, merced a los papeles de Max Aub y de Josep Renau, utilizados por el novelista Pérez Reverte, que el Gobierno de la República pago 200.000 francos por el encargo, que actualizados hoy serían 9 millones de euros. ¿Es ese su valor o es otra cifra desconocida? Puede que la crisis real sea más la Finaciarización del Arte que su fin sin objetivo y sin concepto. En el fondo todo halago es sospechoso.

  3. says: Oscar S.

    El arte moderno, los primeros ismos -excepto el surrealismo- fueron grandiosos, fresquisimos y euforizantes. Sólo cometieron un error: creerse mejores que el academicismo de un Ingres, por ejemplo, que también era estupendo. Luego, no sé si fue el surrealismo o, más tarde, los Duchamp y compañía que mencionas, fue cuando comenzó la tomadura de pelo. No sería tan malo que nos tomarán el pelo si no lo hicieran con tal ensañamiento, que parece que nos están poniendo a prueba. El instrumento de ese ensañamiento es camuflarse tras un discurso totalizante que falsifica la cultura, cosa que ya hacía Adorno, y eso que eran tiempos más serios. Ahora ese discurso se hurta, porque se entiende que el espectador ya viene amedrentado por el -no tengo tildes. Así que una nada discursiva potencial rellena una producción hueca efectiva. Eso es todo lo que he querido señalar aquí.

  4. says: Óscar S.

    Jose, supongo que te refieres al Guernika… Tampoco es tanta sorpresa. Yo no pregonaria ningún final del arte, solo su retorno a la techne, que es como lo vería Tiziano. Final, eso sí, de la Religión del Arte, que ha terminado como las otras.

  5. says: Óscar S.

    ¿Tan sagrado es para la ortodoxia alternativa? Pues la última noticia al respecto parece ser que la gamberrada les salió mal, que en realidad la estampa tendría que haberse rajado por completo, de manera que no quedase nada que vender… Pero no es cierto, incluso hecho enteramente jirones hubiese aumentado su valor y sería igual de icónico, casi les ha quedado mejor así, aún por descuido…

  6. says: subliminal

    No estoy de acuerdo, creo que la obra gana estando triturada hasta la mitad (ahora el comprador ya puede decir: “sí, esta es la obra que fue semidestruida aquel día”).
    El dibujito de marras era una castaña kitsch emparedada en un marco más kitsch. Solo su semidestrucción mediática (¿quién se cree a estas alturas que la casa de subastas no estaba al corriente?) es la perfecta maniobra (pactada) en la cultura del simulacro.
    Lo de menos, aquí como en otros sitios, es que la obra “diga” algo…se trata de interrumpir brevemente el tedio del mercado secundario para generar más plusvalía (¡qué ocurrencias tienen estos artistas!).
    En breve la reina de Inglaterra le nombrará Sir (que es algo que les encanta hacer a nuestros vecinos los british).
    Good morning, and in case I don’t see you, good afternoon, good evening, and good night!

  7. says: Oscar S.

    Aquella caca sin metáfora fue, en efecto, la pronunciación definitiva. La tenía en mente, pero me pareció demasiado exabrupto ya por mi parte… El arte, o sea, la artesanía excelente sigue ahí, pero escondida en la subculcultura, por ejemplo la pintura en la ilustración y el cómic…

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