Subcultura y vida (Monodiálogo 1)


 

La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero.

Agamenón: —Conforme.

El porquero: —No me convence.

Antonio MACHADO / Juan DE MAIRENA

 

Mesa en la Biblioteca Pública de Puerta de Toledo, cinco de la tarde, Francisco Ovejero y Sebas Ortiz, el primero alto, rubio y delgado, guapo, correctamente vestido, el segundo, moreno, achaparrado, ojos verdes, camisa jevi, ambos entre Quijote y Sancho y Epi y Blas, post-universitarios; fuera, un sol de justicia.

 

Llega Fran: -¿Pero qué coño haces con ese tebeo?

Sebas, sentado, responde sin mirarle: -Chisssssst, que estamos en una biblioteca.

-Pues por eso precisamente pregunto que qué coño haces con ese tebeo.

-No es un tebeo, paleto, es un cómic de Hellboy.

-¿El de la película? Tú eres un tarao…

-A ver, listillo, qué es ese tocho que llevas tú.

-La montaña mágica, de…

-Ya sé de quién es, no me recites el logo.

-Nada de logo, es un autor imprescindible.

-Es un puto logo, significa “rollo profundo que te cagas”, como la denominación de origen de una butifarra. Lo empecé y no vi la magia por ninguna parte. En cambio, Hellboy, que tampoco es gran cosa, es un hijo del infierno, como su propio nombre indica, y sus historias recogen leyendas de horror rusas, griegas, americanas, en fin, folklore, magia…

-Vi la película y es otra mierda de superhéroe, no trates de pegármela. Y la montaña de Thomas Mann es mágica simbólicamente, una reflexión sobre la cultura alemana antes del nazismo, algo serio y de verdad.

-Ya ves… En Hellboy también aparecen los nazis. Pero si te pones estupendo, para “algo serio y de verdad” tira ese muermo y léete una historia documentada de la República de Weimar o algo así.

-Mola más una novela, te metes en el punto de vista de los personajes particulares y lo entiendes todo mejor, ya sabes. De hecho, no sé para qué tengo que explicarme ni porqué me haces repetirlo, so cabrito.

-Hay más tipos de libros que una novela, colega, parece que todo el mundo se ha olvidado de eso. Claro, una novelita es como una película más larga, entretenimiento con marchamo de alta cultura. En cuanto le pongan ese marchamo a Hellboy, se acabó la tontería.

-Dices chorradas sólo para cabrearme. Una novela o una sinfonía requieren atención sostenida, y cumplen una función crítica de la que los frikis no sabéis nada. Hellboy no es verdadera cultura, es una paja mental.

-O sea, que Beethoven era una orgía acojonante… Mira, cuando los Grateful Dead hacían giras por cualquier parte les seguían los “Deadheads”, locos apasionados de sus cojonudas improvisaciones, durante años y años. A mi eso sí me parece una orgía, y Beethoven un tipo que componía para los nobles.

-Inculto: Beethoven fue el primero en desafiar a los nobles.

-Me es igual. Inculto y pedante eres tú, que ni te suenan los Dead, juraría que acabas de oír mencionar su nombre por primera vez.

-Me la sudan. Fijo que no transmiten ideales, que no hacen pensar ni sentir nada universal. Todas esas bandas son un pastiche unas de otras. Y salgamos fuera que nos van a echar y así puedo partirte mejor la cara.

-Bueno, nos echamos un piti…

Sebas: -En realidad, te tomaba el pelo. Sí he leído La montaña…, y, pensándolo ahora, me parece un análisis complejo de la complejidad, mientras que Hellboy simplifica la vida.

Fran: -Eso no es vida, es una pseudo-vida, un refugio idiota.

-Hablas de lo universal, y yo me conformo con mi cachito de mundo, siempre que estén los Dead u otros dándole vidilla, valga la contradicción (¡juass!)

-Pseudo-“vidilla”, “Sub”-cultura… ¿Por qué conformarse con lo vulgar si puedes tener lo mejor?

-Porque lo mejor sería que no hubiese guerra civil en Siria, hambre en Uganda, esclavitud en Indonesia, etc. Frente a tales horrores, francamente me la pela el arte excelso de un mundo horrible, es demasiado contraste. Hellboy, por lo menos, lo explica en términos del Mal que hay que frenar.

-Vale, conque ahora el estupendo eres tú. Resulta que un ejército de lectores de Hellboy salvarán el mundo…

-No, por supuesto que no, pero podrían hacer lo que mi maestro llama su relato conceptual.

-Vaya, espero que sea al menos un gran maestro, no como Beethoven o Mann. ¿Y eso en qué consiste?

-Pues te digo. Coges una manifestación de vida contemporánea, no enterrada desde hace siglos, y ves lo que dice, lo que no dice y lo que apunta. Más de la mitad es disimulo, evasión, puede ser, pero el resto expresa una clave real, que hay que descifrar, y sabemos que es real porque toca a la gente, mientras que La montaña mágica o la Quinta Sinfonía no les toca una puta mierda.

-Y una vez descifrada, me imagino que se lo cuentas a alguien y ya está. Radio de acción cero coma.

-Pues sí, el cachito es lo que tiene. Pero muchos cachitos, componiéndose con otros cachitos, hacen cachetes. (Es verdad: ya no sé bien lo que digo…)

-Cachete el que te vas a llevar por tonto. De modo que has leído a Thomas Mann, pero te pasas a los superhéroes. Todo puro cinismo.

-Cinismo y concepto, no lo olvides, no hay ni un miserable anuncio de televisión sin concepto. Dame un concepto de apoyo y moveré el mundo, al menos el mío.

-Pásame ese puto tebeo, a ver qué grandes claves contiene. Me llevará diez minutos hacerle confesar.

-Hombre, hay que leer bastantes “tebeos”, y revistas, y videojuegos, y teleseries, y tuits, y…

-Venga, pásamelo ahora mismo.

-No, que no he llegado al final.

-El villano muere, el héroe triunfa, lo típico. Pásamelo.

-Cógelo en la biblioteca, capullo sesudo.

-No estará, sale demasiado caro. La coña está en que Mann es prácticamente gratis, y este bodrio lo sacan a color en papel couché.

-Calla, que lo ha pagado mi madre…

Fran: -No puedo creer que me hayas convencido de venir al cortijo a robar.

Sebas: -Hazlo por los viejos tiempos, hombre. Aquí tienes todo un campo de relatos conceptuales, viejos y nuevos, envueltos en un solo principal: llévate este talismán a tu sagrado hogar, contribuirá a tu estúpida felicidad. Vale que tu casa es una asquerosa conejera, pero tiene luz, agua corriente, aire acondicionado, conexión a internet y ahora cine en tres dimensiones.

-Oye, que mi habitación es austera. No necesito consumir estas paridas de colorines.

-Claro, tu tienes una celda de monje, breviarios incluidos, y a tu novia la llevas a follar en olor de santidad.

-Al menos tengo novia, y no una página porno.

-Las tías de esa página hacen cosas que tu novia ni imaginaría.

-Las hacen, pero no me las hacen, jodido pajillero.

-Para eso tengo a mi querida iguana, Teranodonte.

-Eres un cerdo. Con razón me dice María que no te vea.

-Si eres listo, en la sección de discos y libros amueblarás un poco más tu santuario sin palmar ni un euro y le darás una alegría. Vamos a mirar…

-Estos lugares me angustian. Aquí te das cuenta de que lo que hay por aprender es infinito, y eso que más de la mitad es superficial.

-Bueno, la superficialidad es mi elemento, y cada día el de más gente.

-No seas frívolo, el problema es que da la sensación de que no hay camino de perfección, que se lo han cargado.

-¿Querrías tu propia novela de formación, eh? Hoy no hay novelas, sino novelorios, y el camino no te lo dan hecho, tienes que hacértelo tú.

-Eso no es un camino, es un puto paseo que no va a ninguna parte y a nadie importa. Mira, El diario de un ladrón de Jean Genet.

-Ya sé de quien es, y lo encuentro muy apropiado. A la saca.

-¿Bajo la camisa? Tendrías que haberlo leído primero para mejorar esa técnica…

-Ignorante. Lo pongo etiqueta con etiqueta con el Mignola que he afanado antes y quedan neutralizadas. Por ti lo hago, para tu formación.

-¿Mignola? ¿La chispa de la vida?

-Jode, el autor de Hellboy, los cómics también son de autor, ¿sabes? Y este se llama Mike, como un amiguete, ¿Te imaginas a Herr Thomas Mann firmando Thommy? ¿O Beethoven firmando L.V., que se leería “cuarenta”? ¡Juassss! Fueron todos una panda de estirados…

-Y tú un gilipollas aposta. Levantaban grandes obras, cuando las cosas importaban. Vives sobre el suelo de las creaciones de tus antepasados, y pisas la calle sin preocuparte de que alguien se partió el lomo por cubrirla de asfalto. A esa actitud se le llama ingratitud, por no decir inconsciencia.

-Sus motivos particulares tendrían. Soy incapaz de pensar en términos de especie, ¡oh, el destino de la especie!; “especie de” me suena a insulto del capitán Haddock. En cuanto al “asfalto de la calle”, te diré que mi padre…

-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-PI-

 

Epílogo: La revolución y el amor.

 

En La Vía Láctea, frente a unas copas, dos de la mañana, verja ya chapada, humo de cigarrillos…

Sebas: -Por eso la filosofía es imposible, porque ni siquiera las dos cosas en las que ponemos nuestra mejor voluntad, la revolución y el amor, funcionan como desearíamos.

Fran: -Habla por ti, capullo, que nunca te esfuerzas por nada.

-¿Y para qué? Luego las circunstancias cambian de modo imprevisible y ya hay que adaptarse a otra cosa. Be the water, my friend…

-Ahí tienes una filosofía, ¿lo ves? la puta filosofía del junco, que para no romperse con los cambios de viento se hace flexible, o sea, blandito, o sea, sin sustancia. Nada más que vaguería, hay que ser proactivo, y adelantase a los contratiempos, en vez de pasar por debajo de ellos, como el que esquiva las olas por el método de sumergirse en el mar.

-Por que tú lo digas. ¿Qué vas a hacer, calcular la marea, la salinidad y el copón? Total, vas a acabar sumergido de todos modos, y de manera definitiva…

-La revolución y el amor… Precisamente, siempre acaban mal cuando se deja de creer en ellos con esos pretextos tuyos. Si hay que terminar sumergidos, que sea tras ofrecer una buena lección al mar.

-¡Coño, el Ché Guevara! No, en serio, es una mala metáfora. Porque no eres tú contra el mar: tú también eres el mar. Es decir, tú también creas las olas, tú también inicias los movimientos  que, de repente, hunden la revolución y hunden el amor. Tanto romanticismo chorra me saca de quicio.

-¡Pues tu apología del hacer nada no es mucho mejor! En el fondo, y no en el fondo de el mar, lo que dices es que tenemos cierta manera inalterable de ser que nunca será capaz de alzarse para dominar los acontecimientos. Así que no me hables de cambios, que no es lo tuyo. Yo, en cambio, defiendo el Gran Cambio, uno que será irreversible, esa esperanza que representan de vez en cuando la revolución y el amor pese a sus muchos fracasos. Y pídeme otro gin tonic, anda.

-Pídetelo tú, que eres el proactivo y yo el vago. Y de paso te ligas a la camarera, ya que vas tan sobrado.

-Desde luego, con mi discurso tengo muchas más posibilidades que tú con el tuyo, eso seguro, y si ahora nos oyera y tuviese que elegir, lo tendría claro…

-Puede ser, pero después, en la inevitable ruptura, sufriría mucho más rompiendo contigo que conmigo: los radicales nunca facilitáis la transición, como en la Unión Soviética.

-Bah, ¿y quién dice que a ella no prefiere sufrir con mi “radicalidad” a aburrirse con tu pasotismo? ¿Te imaginas Rusia todavía con los zares subidos en la chepa?

-Bueno, serían zares mediáticos, zares del corazón, zares posmodernos.

-Zares hostias. La gente necesita soñar.

-Pero los sueños sueños son. ¿Vas por la copa o no? Quiero un vodka con naranja, ¡si ha de haber revolución, que sea borracha!

-¡Puffffffff!..

And so on, so on, como diría Zizek…

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