‘Georgia 1995-2013’: la mirada de Cristina García Rodero


Diferentes facciones pero las mismas miradas ante la adversidad, ante el infierno. Ese infierno místico y utópico que se vuelve casi tangible durante y después de una guerra. Los ritos grupales en los que refugiar la individualidad asustada, aterida, famélica. La mirada de García Rodero nos muestra los mecanismos de supervivencia ante la adversidad, las emociones intrínsecas a la humanidad que no se aprenden pero brotan ante unos mismos estímulos externos. Porque Georgia en 1995 bien podría ser la España de posguerra, esa España que ahora parece tan lejana a pesar del pesimismo y la crisis, y que Rodero tan bien retrató a través de los festejos populares en “La España Oculta”. Una sociedad deprimida, desolada, donde la esperanza era un concepto velado que solo parecía residir en los ojos de los recién nacidos alimentados a base de leche en polvo.

 

Las sociedades se construyen con historias y las historias se concretan, se hacen presentes, a través de los actos sociales. En los ritos con los que crecemos reside la semilla de la pertenencia, lo que nos une a los demás, a nuestros contemporáneos más cercanos. Las referencias, la manera de encarar el mundo, de aguantar los golpes. También lo que nos diferencia, los pilares ante los que revelarnos, ante los que construir una mentalidad crítica y curiosa. Porque los ritos no dejan de ser adoctrinamientos, terrenos tejidos por la religión y el poder para introducir a los nuevos en el statu quo. Uno se revela o acata. Lo curioso es que los años pasan y los festejos cambian. Y eso quizá sea el tiempo, la evolución, la historia.

 


García Rodero tiene claro que son los ritos los que definen la cultura y la época. Los que nos significan como humanos. Pasear por su exposición es viajar a la intimidad cultural de una Georgia sumida en el despertar de una pesadilla que había durado demasiado tiempo, una guerra civil que había convertido el país en un compendio de pobreza y desaliento. Muchos de sus ciudadanos tuvieron que refugiarse en Abjasia sin recursos, sin ropas, casi con lo puesto. El toque de queda les obligaba a dejar pasar las horas en la soledad de sus cuchitriles, solo al amparo del calor de una familia la mayoría veces incompleta desde hacía poco. Sus fotografías tomadas a lo largo de 20 años de sucesivos viajes nos hacen cómplices del cambio, de la reconstrucción de un país que a pesar de todo no había perdido la dignidad.

 

Porque la dignidad aparece al construirnos un porvenir, al luchar el día a día a pesar de la tormenta. La vida mana incluso en las sombras. Nos adaptamos, sobrevivimos. Incluso hay tiempo para la alegría, para las miradas cómplices entre amigos, para los juegos sumergidos en el agua de algún lago, para la ingenuidad infantil. Aunque la inocencia dure poco, y las miradas tiernas de los niños pronto cobren el cariz melancólico de sus madres. Aunque los juegos los interrumpa una campana, o el sonido visceral de un hambre atroz.

 


Funerales, bodas, festejos religiosos, pero también escuelas y centros psiquiátricos. Uno se pregunta que pasa con los más desfavorecidos, con los más indefensos, cuando la sociedad se fractura, cuando el darwinismo social arrecía y la lucha por los recursos se vuelve cruenta. ¿Cuáles son las condiciones de los enfermos psíquicos en un país en ruinas? ¿Dónde queda la educación cuando los valores parecen tan bombardeados como los edificios?

 

Quizá la fotografía no pueda modificar el mundo, ni aliviar el dolor.  Tampoco sentar cátedra ni suponer una prueba fehaciente de la realidad debido a la supeditación al sesgo ideológico y cultural del autor. Puede parecer frívola e insensible. Incluso innecesaria. Meras imágenes estáticas que se pierden en las profundidades del olvido.  Pero darse una vuelta por exposiciones como la de García Rodero te reconcilia de alguna manera con el presente, te vacuna contra la crueldad, te empatiza con los otros. Te muestra que el cambio es posible y a veces se produce. Es la huella de que las sociedades avanzan y se reconstruyen desde las ruinas. La huella de la dificultad de derrotar a la esperanza y  al instinto de superación humano, pero también de lo fácil que es caer en los mismos errores que supusieron tanto sufrimiento, tantas veces.

Cristina García Rodero (Puertollano, Ciudad Real, 14 de octubre de 1949) ha sido la primera española en formar parte de la mítica agencia fotoperiodística Magnum.  La exposición ‘Georgia 1995-2013’ se puede visitar en la Galeria Juana de Aizpuru en Madrid. ¡No os la perdáis!

 

Cristina García Rodero
‘Georgia’ 1995-2013
Desde el 6 de noviembre de 2013
Galeria Juana de Aizpuru
Barquillo 44, 28004 Madrid. España.
T: 34-913105561
Fax: 34-913195286




Cuenta García Rodero que en su último viaje, en 2013, ha encontrado una Georgia muy cambiada, contemporánea, muy distinta de la que en 1995 fotografió en estas excepcionales y sobrecogedoras instantáneas que acompañan al texto. Y uno siente una especie de alivio; la felicidad ingenua de que incluso el presente más infame contiene la semilla de un futuro mejor.

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