En los últimos tiempos sólo se oye hablar del agua en su vertiente ecológica, de forma casi clínica, advirtiendo de su importancia o de su escasez, de su mala calidad creciente por el modelo de desarrollo y el aumento de la población, lo que nos encoge el corazón con negros augurios para un futuro cada vez más próximo, del que de alguna manera nos sentimos responsables pero no podemos hacer casi nada. También nos inundan las noticias catastróficas, en forma de tsunamis o riadas, que se llevan todo por delante, a veces después de largos periodos de sequía, lo que siempre termina llevando a la dimensión política, tan irritante en un país como éste, que no logra solucionar un problema esencial, que ha producido tantos enfrentamientos y calamidades, cuando está rodeado de agua por todas partes menos por una y existe la tecnología necesaria para hacerlo.

Pero el agua no sólo nos constituye y nos rodea en este planeta donde predomina y desde donde, probablemente, surgió la vida. El agua es también, para los humanos, sensación y memoria, qualias que se despiertan por cualquier estímulo inesperado y nos trasportan  al olor de la tarde de aquel verano, justo antes de la tormenta, cuando el cielo era casi negro y rugía a lo lejos, cuando sonaba  en el aire húmedo aquella canción, cuando calienta el sol… La playa, el agua que llegaba a los pies, que oscurecía la arena y perfilaba las huellas de los pasos muy limpiamente. El sabor del agua aquel día, el escozor de los ojos, el tono exacto de azul, todo lo que todavía no se había conocido y ya estaba allí, flotando en un horizonte que parecia olvidado pero que permanece ahora mismo. Las cerezas de las que podemos seguir tirando.

El agua como tema poético que aporta una dimensión íntima, que puede transportarnos a otros estados de emoción que nos pueden transformar la mirada o darnos la clave que abra la llave de la memoria azul que tanto puede confortarnos si está disponible. Las otras dimensiones del agua que también constituyen la fantasía de Gaia.

Ramón González Correales

EVAPORACIÓN

Ya sé la respuesta: Cuando muera no quiero que me entierren, ni que me incineren, quiero que me evaporen.

¿Te imaginas?: Convertirse en vapor, en humedad, subir al aire, reaparecer en nube, en lluvia, en nieve, descolgarse en chapiteles transparentes.

¿Te figuras?: Cambiar, mutar, fluir, huir, regresar, regar, encharcarse, embarrarse y dejar que los niños chapoteen contigo.

Sorprender, sobresaltar, inundar, chorrear, encauzar, precipitarse. Dejar que disfruten con el espectáculo.

Burbujear, espumear, arcoirizarse… y dejar que todos se diviertan contigo

¿Te lo puedes creer?: Ser rocío y escarcha, fuente y caudal, charco y laguna, océano y mar, niebla y calima… y sublimarse.

Ser fuerza y sutileza, orillar la tierra, enjuagar entero el orbe.

Ser agua dulce, agua salada, agua sucia, agua limpia o, simplemente, agua potable.

Qué delicada muerte: La vida desvaneciéndose como una mariposa delicuescente.

Lo he pensado mejor: Cuando muera no quiero que me evaporen, quiero morir evaporándome.

 

 

SER NIEVE

Como les dije, aquel día apenas tuve tiempo de avisarles: me fundí y precipité en un instante.

El cielo se colmó de mí, y mis rizos, antes sutiles, se apelmazaron, se coagularon, se cristalizaron, y caí, caí, caí… como un cándido tropel de copos vacilantes.

Los jóvenes, más molestos que intranquilos, huyeron a refugiarse en los albergues seguros y templados.

Sólo uno, no sé si más osado o distraído, se sentó a contemplarme.

Al principio valiente y animoso, luego asustado y confuso, finalmente tembloroso y aterido.

Yo me acolché suavemente sobre él, cobijándole bajo mi manto inmaculado.

Pronto llegó la noche, se abrió el cielo, cayó el relente, y ambos, como dos amantes satisfechos, nos quedamos dormidos.

Meses después le encontraron yerto, mas, según cuenta la leyenda, su semblante era sereno y relajado, como el de un plácido durmiente después de disfrutar del goce más íntimo.

SER HIELO

Qué extraña naturaleza la de los seres humanos. Qué peculiar, qué cambiante, qué imprevisible.

Yo en cambio soy muy lógica y sensata, aunque a veces parezca irracional y casquivana.

Es sencillo: Dependiendo del ambiente aparezco o me escabullo, me licuo o me evaporo, me endurezco o me suavizo.

También puedo jugar a travestirme. A veces me macheo y otras me afemino.

Por ejemplo, cuando me hielo trato de parecerme a un hombre duro, frío, resistente y vidrioso.

Pero en el fondo soy frágil e inseguro, y no logro vencer mis principales defectos: ser cristalino, ser inestable, ser resbaladizo.

Es precisamente por esos atributos por los que muchos me admiran, aunque en realidad son los que me pierden.

En efecto, mis rasgos masculinos son los que menos me convienen. Yo, el sólido, el rígido, el peligroso… por un gradito de nada me ablando, me fundo y me diluyo.

Y el resto de mi corta existencia lo paso tratando de no acabar, como el agua entre el agua, pasando inadvertido.

Mas conste que ese no es mi duelo, sino el sino ineludible que me anima y me enriquece: volver a ser agua inquieta, feraz y femenina.

 

SER RIO

En las fuentes que nutren los ríos da comienzo la sección de aguas sonoras.

De repente hablan una lengua cantarina que se afina en los arroyos, se agrava en las gargantas, truena en las cascadas y se modula en las riveras.

En las gargantas que alimentan al río Jerte se escucha ese idioma rumoroso que sólo entienden las truchas, las nutrias y algunos hombres sabios.

En un recodo de una de esas gargantas había un chozo en el que vivía un viejo muy extraño, que tenía fama de sabio y los lugareños apodaban “El Oscuro”, por su extraña condición insociable y taciturno.

Malvivía de su huerto y de lo poco que pescaba.

Algunas veces, cuando yo todavia era un joven ignorante y presumido iba a vositarle con mi abuelo, le llevábamos pan y tabaco, y él nos correspondía con misteriosas sentencias que yo escuchaba atentamente, aunque apenas comprendía.

Un día le dijo: “Ni aun recorriendo todos los ríos, llegarás a dar con el secreto del agua, tan profundos misterios tiene”. Y yo no entendí  nada.

En otra ocasión me explicó: “En el mismo río entramos y no entramos, pues somos y no somos los mismos”. Y yo me quedé pasmado.

Pasado algún tiempo fuí a verle de nuevo y ya no estaba, pero había dejado una nota en la puerta del chozo: “Si quieres ser sabio, escucha el lenguaje del agua, pues todas las cosas fluyen a manera de ríos”. De nuevo se quedó in albis.

Meses después volví con la esperanza de que el anciano hubiera regresado, pero fue en vano. Pregunté por allí y me dijeron que había enfermado y le habían recogido en un asilo donde había muerto de hidropesía.

Afligido me acerqué al chozo, la puerta estaba desvencijada y el interior enmohecido y polvoriento.Vislumbrando a tientas encontré algunos enseres oxidados y unas paginas raidas de un viejo libro, en las que se adivinaba el nombre de un tal Heráclito.

 

SER BURBUJA

La burbuja es la pompa del agua.

Diva vana y presumida.

Su esencia es la efímera gracilidad.

La crisálida brillante de una larva fugaz.

Una gota henchida de aire frívolo.

Un intrépido arcoíris esferoidal.

Y varias juntas son alegre espuma.

Agua que ríe las cosquillas del jabón.

La burbuja es… ¡el agua más divertida!

 

 

Poemas del libro Agua. Materia humana cosa divina de Jesús J. De la Gándara Martín Colección Complugenia de poesía. Ed. Gran Vía, 2014

 

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2 Comentarios

  1. says: JOSE RIVERO

    Creo que parte del recorrido ya está realizado con Bachelard y su trabajo ‘El agua y los sueños’. Más allá de la dimensión físico-química, late una dimensión cultural y simbólica de la cual daba cuenta la exposición del CEHOPU DE 1997 ‘La imagen del agua’. También El número 306 de Revista de Occidente, de noviembre de 2006, se presentaba monográficamente bajo el enunciado de ‘Los sentidos del agua’.

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