Intentar comprender “el caso Lubitz”

Se hablará mucho tiempo del “caso Lubitz“, ese piloto que estrelló un avión con 144 pasajeros en los Alpes. Estos días los medios de comunicación, sobre todo la televisión, nos han abrumado con horas de información, en parte irrelevante, que más parecía querer aprovechar el “morbo” social que producen este tipo de sucesos que aportar una información veraz y ponderada sobre lo que allí ocurrió. Aunque lo que pudo ocurrir, si son verdad los datos que conocemos, es misterioso y extraordinariamente perturbador e inquietante desde muchos puntos de vista.

Según la versión oficial Lubitz estrelló la aeronave intencionadamente, lo que de inmediato remite a buscar una causa que lo llevara a ello y que haga explicable o comprensible la tragedia. Una hipótesis que nos tranquilice de alguna manera, porque este hecho también pone de manifiesto hasta que punto siempre dependemos de los demás y lo determinante que es para nuestras vidas que los demás sean confiables hasta cierto punto.

Y es en este punto donde surge siempre el dilema de si alguien como Lubitz era libre y su acto fue un acto (in)moral o si estaba loco y, por tanto, de ninguna manera pudo evitar hacer lo que hizo. No sería por tanto un ser humano “normal”, que nunca podría hacer algo así, sino un perturbado que obró empujado por una enfermedad que enajenó totalmente su voluntad.  Una enfermedad que no suelen tener  el resto de los humanos que serían fiables mientras no la tuvieran y que podría (y debería) haber sido diagnosticada a tiempo, para evitar que el accidente se hubiera producido.

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Pero la psiquiatría tiene un problema respecto a otras especialidades médicas. Los diagnósticos se basan en consensos no aceptados universalmente y además no hay marcadores biológicos de enfermedad que la puedan definir objetivamente y la correlacionen con un daño biológico. Los diagnósticos se basan en la anamnesis, en la capacidad del psiquiatra de percibir un patrón en el relato que el paciente le cuenta o en las conductas que puede observar o en lo que pueda discriminar un cuestionario. Y en cada patrón pueden incluirse muchos matices, incluso posiblemente enfermedades distintas con distinta evolución y pronósticos. Lo que hace además que sea muy difícil detectar simuladores, un asunto que ya fue referenciado en un artículo clásico (1973) de Rosenhan (“El ser sano en lugares insanos”) en la revista “Science”.

Sin embargo en la psiquiatría también hay un conocimiento ingente producto de la observación de siglos y de los recientes avances neurobiológicos, lleno de sentido crítico, que puede ayudar a definir y a explicar la patología relevante (dura) por encima de la  psiquiatrización banal e interesada de los problemas de la vida que se esta produciendo en los tiempos postmodernos con evidentes motivos mercantilistas y quizá de control social.

El artículo de “Neurociencia-Neurocultura” es una explicación coherente del caso Lubitz (con los datos que se conocen) que juzgo especialmente valiosa en estos tiempos por su gran altura intelectual y por como integra conocimientos históricos de muy distintos ámbitos con los recientes avances neurobiológicos. Muy interesante leer también los comentarios.

La tragedia humana que late siempre allí al fondo y que ahora sentirán tan profundamente los familiares de los fallecidos y los padres de Lubitz. La solidaridad más humana que tanto precisan …

“Cuando algo nos resulta inalcanzable, surgen dos posibilidades, una es la normal: se renuncia a ello y el individuo queda libre para renovarse a sí mismo, pero hay otra maniobra francamente patológica al oponer y confrontar lo inalcanzable con lo irrenunciable, entonces suceden cosas curiosas en la mente humana dado que nos encontramos en un conflicto de figura-fondo,  en un conflicto de trasposición: el resultado suele ser que ese algo que se desea se vuelva irresistible. Ya no hay vuelta atrás, el individuo ha forzado de tal modo su deseo que destruye todo su anterior campo de intereses, donde se hallaba el Mundo y el Tú,  forzando tal deseo y empujándolo hacia el centro, hacia el foco de su atención tal y como conté en este post donde hablé del “Ruido del Yo” y de la hiperreflexividad como condimento común a los ciudadanos que comparten una misma cultura, intereses, anhelos e ideales.

Es entonces cuando el individuo se rompe y se psicotiza. la depresión se ha fundido con la paranoia o la psicosis y si sigue evolucionando con la esquizofrenia. “

FRANCISCO TRAVER “Lo inalcanzable: el caso Lubitz” (leer artículo)

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