Aunque tú no lo sepas

Tú no lo sabes, pero basta con que me asome al balcón de mis recuerdos un segundo, solo un segundo, para darme cuenta que ni la playa, ni la suave brisa volverán a verme sonreír como lo hicieron aquel verano. El verano más feliz de mi vida, en el que escuchaba acurrucada al sol ‘Kamikazes enamorados’, con mi libreta abierta llena de palabras y mi imaginación teñida de colores porque eran otros tiempos, sí, y ahí estaba yo, sin dudas, sin miedos, una kamikaze más de la vida, disfrutando del momento y mi única preocupación era ver cómo el viento jugaba con las hojas de mi cuaderno y yo presumida como soy, me miraba en el espejo intentando poner orden en mi pelo alborotado, me retocaba el carmín y te miraba.

Mi vestido volaba, y se dejaba llevar ligero como una cometa en el cielo. Y entonces corría por la arena, sin atreverme primero a mojarme los pies y luego dando saltitos, uno, dos… como una niña pequeña, jugando con las olas que me salpicaban y yo reía…

… y tú reías, reíamos los dos…

Tengo ganas de carreteras interminables -te dije- de desayunar paisajes como quien desayuna magdalenas y café, de escapar de todo y de olvidar el camino de regreso. Una de estas noches te meto en mi maleta junto con un par de vaqueros, toda mi nostalgia y nos largamos lejos, tan lejos como nuestros corazones nos dejen. Prométeme que cuando la ciudad se vista de azul como el mar, iremos en un barco, viviremos nuevas historias, nuevos atardeceres, descubriremos nuevas caras… polizones de nosotros mismos…

… inventaremos una nueva vida, en la que habrá fotos, abrazos, sueños y más sueños, correremos calle abajo en esta ciudad del viento que hemos construido, hasta que el cansancio nos pueda.

Pero eso sí, solo una condición: estará prohibido mirar atrás, allá al fondo, fuera miedos, fuera dudas… ¿qué me dices?

Tú no lo sabes, pero ahora que el verano y tantos inviernos pasaron de largo y los días vuelven a ser grises, escribo estas notas sin dejar de acordarme de aquellos días. Sigo soñando con que seremos los protagonistas de esa canción que aún sin empezar sé que no tendrá fin y si lo tiene, sé que quedará algo de nosotros en esos lugares imaginarios: en el puerto, en la butaca del cine, en el lavabo de señoras, en una boca de metro y en todas las esquinas que doblaremos sin querer.

Y aunque tú no lo sepas, sé que me estarás esperando, como en aquella canción de Quique González que habita en mis recuerdos y que no consigo sacar de mi cabeza.

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