Spain's Prime Minister Rajoy gestures during a session at the Senate in Madrid

 

Aunque no lo parezca, hay profundos motivos para compadecer a Mariano Rajoy.

Todo empezó con los hilillos, hilillos de chapapote. Bueno, en realidad, comenzó antes, con malas o regulares notas en el colegio y después largas tardes trotando por las calles de Pontevedra sin comerse ni medio rosco. Las oposiciones a registrador de la propiedad, en todo caso, fueron suyas, pero se cayó, como en un mal presagio, con su coche por un terraplén cuando aún era muy joven. Salió por su propio pie. Siempre sale de todo por su propio pie, con tesón, con discreción y apretando los dientes. Pero los hilillos también sobreviven a todo, siempre surgen hilillos que amenazan con inundarlo todo de tinieblas, hasta que ya no puedas ver más allá de tus narices. Por narices, justamente, tuvo que casarse, tuvo que tener hijos, tuvo que aguantar a ese alevín eterno y jactancioso de Gallardón. Una esposa de plasma, una ideología de plasma, una inundación de plasma. José Mari le convenció, pero José Mari ahora se le sube también a las barbas…

Al fin y al cabo, Rajoy fue el primer hipster de España, pero nadie se dio cuenta. Nadie se da cuenta nunca de lo que hace por los demás, de cómo cabalga la crisis. Y encima casi se mata cayendo de aquel helicóptero: afortunadamente, viajaba con él Esperanza Aguirre, esa gata salvaje, que siempre cae de pie y cuanto más vieja más retorcida. Sin embargo, a Esperancita la han plantado, mira por donde, en el altar, como a la Cospedal, con el traje de boda puesto y los padrinos aguardando, no como a Rajoy, que acepta siempre casarse con quien sea, le apetezca o no, incluso con la Merkel, que le apetecía mucho, pero nadie acude a felicitarle a la ceremonia nupcial. Rajoy cuenta, para momentos desesperados, con el fútbol, también con el baloncesto, si es preciso o si el momento es especialmente malo, pero en la vida real los goles se los cuelan a él, y el balón de oro se lo otorgan a ese chupón de mierda del Bárcenas.

 

BAÑO DE RAJOY EN EL RÍO UMIA

 

Luego, incluso ZP, ese monigote rayano en lo tartamudo de José Luis Rodríguez Zapatero, le venció dos veces en su misma cara, como si no valiese nada, como si fuese otra edición de algo muy viejo y maloliente. No importó: con tesón, con discreción y apretando los dientes se supera todo. Todo menos una epidemia de Ébola… La vida del político serio es una epidemia, una inundación, un reguero inagotable de hilillos que cuando crees que has taponado definitivamente estallan por otro lugar. Epidemia de imputados, de im-puteros, de dimisiones, de escándalos, de abdicaciones, de separatismos, de meteduras de pata de los compañeros de partido… ¿Es que son todos inútiles? ¿Es que no saben mantener la boca cerrada, como él? Él, el presidente de gobierno español, canda el pico hasta en las cumbres internacionales, porque no sabe inglés. Una epidemia lo de saber inglés, otra epidemia, quién le mandaría. Y ahora le crecen los enanos: Albert Rivera, que parecía un buen soldado y se revela con ínfulas, el de la coleta, que debería estar en la cárcel o en la clandestinidad, el novato del PSOE, al que le sientan los trajes mejor que a él… Hilillos incontenibles, epidemia de traidores, inundación de tinieblas que amenazan con devorarte…

No obstante, Mariano Rajoy, con tesón, con discreción y apretando los dientes, se va a presentar a la reelección.

-“Eeeeeeh… ¿Y Europa?”

Tic, tac, tic, tac…

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2 Comentarios

  1. says: Gloria

    Ya sabes, el principio de Peter. Principio, formulado por el catedrático de ciencias de la educación de la Universidad del Sur de California en su libro The Peter Principle, de 1969,2 afirma que:

    En una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse.
    Laurence J. Peter

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