Tenía entonces diecisiete años y ni siquiera hacia dos meses que acababa de llegar a Madrid. Me despertaron de madrugada entre gritos y celebraciones. “F” había muerto tras una larga agonía.  En el colegio mayor en el que vivía,  la mayoría de la gente se alegraba pero también había incertidumbre, miedo, ambivalencias, expectación y esperanza. Sin embargo, en la calle, muchos otros lloraban, desfilaban frente a su cadáver, más o menos uniformados, durante días y noches, rezaban, se celebraban misas y entierros multitudinarios y las ediciones de los periódicos, radios y televisiones no dejaban de insistir en la talla mundial del finado, en su papel como faro de Occidente durante cuarenta años, en cómo su talento político nos libró de entrar en la Segunda Guerra Mundial, en cómo supo transformar un país destruido por una guerra civil provocada por los enemigos seculares de la nación en uno próspero con una democracia verdadera. Muchas cosas más que pueden leerse en las hemerotecas. Se repartieron miles de copias de un testamento en el que se sugería que todo había quedado atado y bien atado.

Granma digital. Fragmento. 26/11/2016. 21:30 h.

Me entero de que “F”, también de ascendencia gallega, ha muerto a una edad parecida de una larga enfermedad. El haber tenido la experiencia de vivir lo que es la muerte de un dictador permite intuir lo que, probablemente, estará pasando ahora en Cuba. Los pioneros desfilarán ya por las calles con su pañuelos rojos al cuello; se declararan días de luto; habrá grandes desfiles de los adeptos al régimen y las masas llenaran la plaza de la revolución aclamando su memoria; sesudos intelectuales coparán la única televisión posible glosando sus talentos, atacando a sus enemigos a los que supo vencer en Sierra Maestra, en Playa Girón, en cualquier selva del mundo. Granma ensalzara su ética y su patriotismo.. Entre tanta celebración, mucha gente silenciosa tendrá que seguir saliendo a “resolver“sin mucha esperanza  y los viejos de la calle Obispo, quizá antiguos revolucionarios, seguirán contemplando, con la mirada perdida, la realidad desconchada de aquel paraíso. Al lado, en el “Floridita” quizá algunos revolucionarios que viven en Europa se emocionen escuchando “Hasta siempre comandante”,  mientras toman un Daikiri con la estatua de Hemingway,  justo en la esquina soleada de la Historia.

Desde luego “F” fue un personaje de talla histórica como, por desgracia, tantos dictadores  y, además fue, sin duda, un tipo con suerte. Al parecer se libró de muchas conspiraciones y también supo eliminar a la mayoría de sus enemigos, incluso a muchos de los que lucharon contra la dictadura de Batista y que, como Huber Matos, rápidamente desaparecieron de las fotos y terminaron en el exilio, después de pasar largos años en la cárcel. También tenía el carácter psicopático adecuado para hacerse con el poder y mantenerlo, saber ser simpático, valeroso, implacable, gustar a las mujeres, hilar largos discursos  y, además,  ser fotogénico,  lo que fue muy importante para fascinar a los intelectuales de izquierda europeos que querían hacer la revolución en un lugar soleado, no demasiado cerca de la Rive Gauche, para mantener tranquilas sus conciencias en la niebla de la guerra fría. Sobrevivió incluso a la caída del Muro de Berlín y probablemente soñaba con evolucionar hacia un modelo Chino en el que todo cambiara para que todo siguiera igual, cosa que está por ver si sucede, aunque la idea es que todo haya quedado atado y bien atado a través de su hermano Raúl que había comenzado una apertura hacia Estados Unidos con Obama que veremos en qué queda en la era Trump.

Camilo Cienfuegos, Fidel Castro y Huber Matos. La Habana, 1959

Si hubiera muerto hace más de diez años quizá una gran parte de la izquierda se hubiera distanciado de él o lo hubiera alabado como una figura de otro tiempo, pero deseando que en esa isla se instalará un sistema democrático de elecciones libres donde pudieran estar representados todos los cubanos con el mayor bienestar social posible. Pero, con la crisis económica y la estúpida gestión neoliberal de la globalización, el aire social parece haberse polarizado y de nuevo amenazan con resurgir viejas ideas totalitarias, de uno y otro signo, con nuevos collares populistas, muy capaces de polarizar a las sociedades y que pretenden alimentarse del resentimiento, el miedo  y la frustración social, para cuestionar los sistemas políticos representativos y abogar por “verdaderas democracias” no corruptas al servicio del “verdadero pueblo” o de la “verdadera patria”. Casi un “deja vu” que ensombreció el siglo XX de forma muy trágica y que amenaza con volver a aparecer en el XXI con muchas mayores armas de propaganda y control social.

Pasado el tiempo creo que es poco civilizado alegrarse de la muerte de nadie. Eso debe quedar para los fanáticos que pretenden imponer delirios totalitarios y siempre les gusta manosear ese concepto en su propaganda  o llevarla a la práctica de muchas otras maneras. Pero para mucha gente de las generaciones que conocieron una dictadura  es inevitable sentir alivio cuando desaparece un dictador y se abren posibilidades de reconciliación, libertad y prosperidad para cualquier país que lo padezca. A cierta edad, y visto lo visto, solo queda concentrarse en intentar  no ser nunca sectarios y como decía Antonio Muñoz Molina en aquel artículo de hace muchos años, “El único compromiso que uno concibe a estas alturas es el de mantener libre el espíritu y abiertos los ojos (…), el compromiso sagrado de no comprometerse nunca más con ningún tirano y con ningún catecismo.”

Hace en La Habana una noche de invierno tibia, ventosa, de palmas que tremolan, y los principales restaurantes están repletos de turistas de Europa, Asia y Suramérica, que presencian la serenata de guitarristas que cantan sin descanso: “Guan-ta-na-me-ra… guajira… guan-ta-na-mera”; y en el Café Cantante hay unos bulliciosos bailarines de salsa, reyes del mambo, artistas masculinos de pechos descubiertos que bufan y levantan mesas con los dientes, y mujeres de turbante, enfundadas en faldas que les ciñen las nalgas y que tocan silbatos mientras rotan sus cuerpos resplandecientes en un frenesí erótico. Entre el público del café, así como en los restaurantes, hoteles y demás lugares públicos de la isla, se fuman cigarros y cigarrillos sin límites ni restricciones. Dos prostitutas fuman y charlan en privado en la esquina de una calle mal iluminada que limita con los prados impecables del hotel de cinco estrellas de La Habana, el hotel Nacional. Son mujeres cobrizas, rozan los veinte años y llevan blusas abrochadas en la nuca y minifaldas desteñidas; y al tiempo que conversan abren los ojos mientras dos hombres, uno blanco y negro el otro, se agachan sobre el maletero abierto de un Toyota rojo estacionado cerca, regateando los precios de las cajas de puros del mercado negro que se apilan dentro.
El blanco es un húngaro de mandíbula cuadrada, de treinta y tantos años, con un traje tropical de color beige y una corbata ancha y amarilla, y es uno de los principales empresarios de La Habana en el próspero negocio ilegal de la venta de puros cubanos enrollados a mano y de primera calidad por debajo de los precios comerciales locales e internacionales. El negro detrás del coche es un individuo algo calvo, de barba gris, de unos cincuenta y tanto, años que vino de Los Ángeles y se llama Howard Bingham; y no importa qué precio pida el húngaro, Bingham sacude la cabeza y dice:
—¡No, no: es demasiado!”

 

GAY TALESE “Alí en la Habana” (seguir leyendo)

Para seguir disfrutando de Ramón González Correales
Semmelweis: el frágil destino de los héroes verdaderos
Imaginemos al joven médico de 28 años (nació el  18 de Julio...
Leer más
Participa en la conversación

3 Comentarios

  1. says: Ramón González Correales

    Según pasan los días y los homenajes la estética es más coincidente. Y más patética. Como dice Héctor Abad Faciolinde:

    “Talantes intransigentes y dogmáticos como el de Fidel Castro, en momentos dramáticos de la historia de las naciones, pueden resultar muy útiles para aglutinar alrededor de la figura del líder un impulso hacia el cambio. Pero si ellos mismos, o quienes los rodean, no tienen la inteligencia y el valor de despojarlos a tiempo de su exceso de poder, estos líderes acaban convertidos en tiranos insaciables que arrastran a la ruina a los mismos pueblos que, en un principio, ayudaron a sacar de otra desgracia. Fidel Castro, que llegó a representar para millones de hombres la ilusión de un nuevo estilo de sociedad y de gobierno, acabó convertido en el mismo tipo de dictador lamentable que él dijo combatir al principio de su actividad política. Si a algo acabó pareciéndose Fidel fue a los otros caudillos y dictadores del continente. El talante ególatra y autoritario es sólo un recipiente que se puede llenar con cualquier ideología. No importa si el relleno es fascista o comunista. El resultado, a la larga, acaba siendo el mismo: una estela de tristeza, pobreza y opresión.”

    http://www.soho.co/testimonio/articulo/fidel-castro-obituario-por-hector-abad-faciolince/3022

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *