El neurocirujano de Dennett

En Bigthink Dennett muestra su preocupación acerca del mensaje que los neurocientíficos están mandando a la sociedad acerca del libre albedrío, a saber, que es una ilusión. Parece ser que las personas que saben que no son libres actúan de modo más irresponsable, o directamente peor en términos morales, que las personas que piensan que sus actos son fruto de su libre elección.

Para ilustrarnos sobre el tema nos expone un divertido experimento mental (o bomba de intuición como le gusta decir): un paciente aquejado de un trastorno obsesivo-compulsivo es tratado mediante la inserción de un chip en su cerebro. El neurocirujano le dice al enfermo que esa pequeña prótesis no solo vale para curar su trastorno, sino que, desde ese momento, van a controlar su conducta a través de ella. Le dice que a él le parecerá todo normal ya que tendrá la ilusión de que lo que hace, lo hace libremente, aunque la realidad será que todas sus acciones estarán estrictamente controladas (causadas) por el médico y su equipo.

 

Fotografía André Kertész

Al paciente le dan el alta del hospital y se marcha a su casa a seguir llevando su vida, feliz por haberse curado de su trastorno. Sin embargo, a los pocos días comete un delito y es llevado ante un tribunal. Cuando le preguntan por sus fechorías, él responde que no es culpable de nada, ya que ha obrado sin libre albedrío, controlado por el equipo de la clínica de neurocirugía. El juez llama entonces al neurocirujano quien dice que todo fue una broma, que realmente nadie estaba controlando la conducta del presunto delincuente ¿Sería culpable el acusado? Diríamos que sí. Pero, ¿actúo irresponsablemente el neurocirujano? Seguramente que sí ¿Habría delinquido el acusado si hubiera sabido que la responsabilidad era totalmente suya? Es posible que no.

 

Fotografía André Kertész

Dennett utiliza este relato para advertirnos acerca de las consecuencias de decir a todo el mundo que no es libre de lo que hace. Si pensamos que son otros los que controlan nuestra conducta y nos apetece apalear a nuestro jefe, ¿no lo haríamos sabiendo que, realmente, toda la responsabilidad es de otros, que nosotros, realmente, no lo hemos hecho? O dicho de otro modo, ¿no lo haremos sabiendo que, realmente, lo están haciendo otros y nosotros no estamos haciendo nada? Pensemos que mientras hacemos el mal podríamos pensar: ¡Qué malvado el neurocirujano! ¡Lo que hace con mi cuerpo!

Y es que podríamos llegar a argüir que, incluso aceptando que todo fuera una broma pesada del médico y nadie controlara sus acciones, ese individuo no obró con pleno libre albedrío porque… ¿tienes la misma responsabilidad de tus actos si crees que estás siendo controlado? ¿Eres responsable de hacer algo que tú mismo crees que no estás haciendo?

 

Fotografía André Kertész

Veámoslo más claro en otro ejemplo. Supongamos que estamos contemplando con una videocámara como un criminal asesina brutalmente a nuestro jefe. Nosotros, solo como espectadores, nos lo pasamos pipa viendo hacer algo que desearíamos haber hecho desde hace mucho tiempo. Es más, el asesino mata a nuestro desdichado jefe exactamente de la misma forma que nosotros hubiésemos elegido, de tal modo que casi nos da la impresión de que nosotros vamos ordenando al asesino qué hacer a cada paso. Bien, pues a pesar de que nuestra conducta como sádicos espectadores no es éticamente muy reconfortante, nadie diría que somos culpables del asesinato pero… ¿qué diferencia hay entre este caso y el del obsesivo-compulsivo de Dennett? ¿Por qué diríamos que uno es culpable y el otro no?

 

 

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1 Comment

  1. says: Ramón González Correales

    Veo a Dennet en el vídeo tratar de explicar la conciencia y el libre albedrío sin conseguirlo demasiado, creo yo, aunque quizá sea por la traducción o por mi torpeza. Me parece que la explicación es demasiado anecdótica y sobre todo faltan antecedentes de importancia crucial para poder comprender la profundidad del problema, lo que afecta a los sistemas de creencias culturales y por tanto a nuestras propias vidas individuales como homo sapiens y a nuestro papel en el universo.

    La respuesta monoteistica tradicional zanjaba el problema de la conciencia y el libre albedrío con el concepto de un alma eterna e indivisible otorgada a los humanos por un Dios omnipotente, lo que de paso resolvía el problema de la superioridad humana sobre el resto del los animales que no tenían alma, ni vida eterna y existían en la tierra para estar a nuestro servicio.

    Esto hace unos ciento cincuenta años que no se sostiene. Mucha gente lo cree, pero nadie es capaz de defenderlo en ningún artículo científico con hechos demostrables. La teoría de la evolución hizo trizas esta concepción, porque algo que no puede dividirse, ni cambiarse, no puede haber aparecido por selección natural. Ésta es una de las causas de la gran resistencia que causa el evolucionismo no sólo entre gente religiosa, sino entre gente laica que no quiere abandonar la creencia de que existe una esencia individual que permanece inalterada a lo largo de la vida y que incluso pueda sobrevivir intacta a la muerte. Por otro lado la creencia de que los humanos poseen un alma eterna mientras que los animales no son más que cuerpos evanescentes sigue siendo un pilar básico de nuestros sistemas legal, político y económico aún actualmente.

    Pero si no existe un alma otorgada por un Dios ¿que da superioridad a los sapiens, que legitima su superioridad como especie?. Entramos entonces en el problema de la mente y la conciencia. Se podría suponer que solo los sapiens tenemos una mente consciente capaz de tener sensación y deseo, un flujo de sensaciones, emociones y pensamientos interconectados que sentimos en el cuerpo de forma evidente y fluctuante. Algo concreto y cambiante muy distinto del concepto místico de alma. Estas sensaciones y emociones pueden conceptualizarse como algoritmos bioquímicos de procesamiento de datos experimentados, conscientemente, subjetivamente.

    Pero ¿solo los Sapiens tenemos mente? ¿La tienen los animales?, ¿pueden tenerla los robots con inteligencia artificial?. ¿Que derechos les otorga eso? ¿Como podemos estar seguros de que un organismo tiene una mente consciente?. ¿Qué relación tiene esto con el libre albedrío, otro concepto escurridizo si se trata de investigar en serio?

    Estoy fascinado estos días leyendo “Homo Deus” de Yuval Noah Harari, un libro que recomiendo mucho para situarse en los retos que vamos que tener que afrontar como civilización, que son a la vez descomunales y fascinantes desde el punto de vista del conocimiento y la supervivencia. En él dedica muchas páginas a explicar las dificultades para explicar la existencia de la mente y su relación el cerebro, si la mente es algo más que procesos bioquímicos cerebrales y si es necesaria o no, si siquiera existe, aunque las experiencias sensibles son demasiado evidentes para desestimarlas.

    En el texto sitúa a Dennett entre los que niegan su importancia. Según Harari él y otros científicos aducen que es posible dar respuesta a todas las cuestiones relevantes estudiando las actividades cerebrales, sin recurrir a experiencias subjetivas. Ocurre, sin embargo, que todo el edificio del humanismo moderno, la ética y la política, están construidas sobre experiencias subjetivas y pocos dilemas éticos pueden resolverse con referencias estrictas a las actividades cerebrales. Esto hasta podría incluir la sensación subjetiva de libre albedrío, algo que quizá nos conviene tener desde un punto de vista intersubjetivo y social pero que no está tan claro hasta qué punto se posee y las variaciones individuales y de estados que pueda tener. La libertad humana es frágil y puede ser condicionada por muchas causas.

    En fin, un tema fascinante, del que tú sabes mucho más y que la inteligencia artificial pondrá de especial relevancia. Pronto habrá que hacer algo más que el test de Turing a los robots…

    Magnífico artículo.

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