1. Pseudoproblemes

 

D’acord amb el Diccionari de la Llengua Catalana, pseudo en un prefix del grec que significa “falsedat”. En majúscula i unit amb guionet, prefix que significa ‘fals’ aplicat a noms… com pseudoproblemes.

Según el DRAE, pseudo, o seudo, es un elemento prefijo que proviene del griego ψεῦδο y significa imitación, parecido engañoso o falsedad… como pseudoproblemas.

Hace más de 70 años Marx, el humorista, dijo: La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. El otro Marx, el filósofo, dijo “El poder político es el poder organizado de una clase para oprimir a otra”.

Lo de estas últimas semanas en Cataluña, en el “Parlament”, en los medios, en las calles, me recordó a ambos. Esta siendo como una película de los Marx, solo que sin ninguna gracia, y además demasiado larga. Como el viejo “marxismo”, vetusto y canoso, pero sin ninguna enjundia ideológica.

Dicen que es política, pero en todos los casos y ámbitos se ha pervertido el concepto y el uso de la palabra “política”. “Polis” significa ciudad, y política es lo que se hace en las ciudades – actualmente estados – por, para y con los ciudadanos. Lo del Parlament no es política, es pseudopolítica. Se intenta resolver un problema aparente, se destinan recursos, esfuerzos, planes de acción, pero en el fondo es un pseudoproblema, un conflicto o necesidad aparente cuya satisfacción no resuelve nada pero distrae la atención, los recursos y las opciones aplicables a los problemas reales.

 

 

Y si eso es así, puede que muchas personas se pregunten, ¿el Señor Puigdemont cuándo trabaja?, y los demás de su Govern, ¿cuándo resuelven los problemas ciudadanos de cada día? Y si no trabajan, a lo mejor es que no son necesarios, que sobran políticos y faltan funcionarios. Esto que, como bien sabemos, es una falacia argumental, no deja de tener su parte de lógica en un país como el nuestro, con tantas autonomías, diputaciones, municipios, etc.

Pero volvamos a Cataluña. Imaginemos que se celebra el referéndum “de verdad”, y gana la independencia por un voto. La otra mitad ha de aceptar el resultado. Poco después los que han perdido hacen otra campaña maniquea, se celebra una nueva votación y ganan por un voto, y vuelta a empezar. Eso es lo que sucede cuando en vez de problemas tratamos de resolver pseudoproblemas, no se resuelve nada pero se generan problemas reales. Quizá para resolver el problema de la constitución de un estado independiente en Cataluña habría antes que pensar y pactar los qué, cómo, cuándo, cuánto… etc.

Un verdadero lío, luego casi mejor apagar la tele y poner una peli de los Marx, como “Sopa de ganso”, en la que Groucho representa un extraño personaje que llega a ser presidente de Libertonia cuando el antiguo presidente es destituido por problemas con la administración de los bienes…, y dice: “No permitiré injusticias ni juego sucio, pero, si se pilla a alguien practicando la corrupción sin que yo reciba una comisión, lo pondremos contra la pared…” ¿Le suena de algo?

 

 

2. Crisis,cribas excremento

 

Crisis es una palabra griega que, entre otras cosas, significa separación, distinción, elección, disputa, decisión, resolución o sentencia. Las crisis son circunstancias de la vida que nos obligan a esforzarnos y evolucionar. No nos gustan, pero hay que aceptarlas cuando vienen y despedirlas cuando se van, sabiendo que volverán.

En medicina la usamos mucho, y significa algo malo, una crisis de pánico por ejemplo, pero también algo bueno, se dice que una enfermedad ha hecho crisis cuando acaba y vuelve la salud.

Esta palabra comparte raíces con crítica, que es analizar para separar lo bueno de lo malo; con criterio, que es usar normas para conocer la verdad; con cribar, que es separar la semilla buena de la mala, y con cierto, de donde viene certificado y certidumbre.

Las crisis políticas también están sometidas a las normas etimológicas, por eso, si no las analizamos con criterio e inteligencia no las comprendemos, y se complican, corrompen o sangran, como está sucediendo con la “crisis” catalana, que pone a prueba no solo a los pueblos y sus instituciones, sino al propio modelo de democracia partidista, que parece estar desbordado por los hechos mostrencos.

 

 

Es fácil entender que un imperio, una dictadura o una monarquía acaben con una crisis, pero no se entiende bien que acabe así una democracia. Esto es posible si aceptamos que el actual modelo de democracia partidista es decimonónico y en muchas cosas está obsoleto. Debería entrar en crisis para cambiar y mejorar. De hecho, en el mundo hipermoderno global, virtual y en red, no sirve. El gobierno mundial en la sombra es el de Internet, y ahí no hay elecciones, ni plebiscitos, ni urnas, hay decisiones organizativas, administrativas, creativas, pero también las hay en situaciones de crisis. En estos casos se aplican criterios, cribas, certezas, colaboraciones entre intereses comunes, etc.

La actual democracia partidista, mal entendida y mal usada, como está sucediendo en Cataluña y España, puede ser torpe, temerosa, soberbia, babélica, ingenua, ignorante o corrupta, que de hecho es todo eso en algunos ámbitos y facetas, pero lo que no es admisible es que sea inútil, como de hecho está sucediendo.

Políticos los hay, y listos, y sabios también, pero si no usan bien los lenguajes políticos y los conocimientos, no sirven para nada.

La actual situación “política” española, que según alegan ellos, y se acusan de culpabilidad los unos a los otros, supone una crisis de la democracia, se resolvería mejor si los líderes partidistas en vez de agitar tanto sus verbosidades, manejaran más los diccionarios. Así sabrían que crisis se escribe y se lee igual en casi todos los idiomas del mundo, incluyendo el catalán, y que de crisis también derivan palabras como acribillar (ametrallar) y excremento (echar fuera lo que no sirve), que es lo que acaban padeciendo los pueblos cuando sus líderes no saben manejar las crisis con cribas y criterios.

 

 

3.Inteligencia y cordura

 

Muchos lo dicen metafóricamente, y bastantes lo piensan pragmáticamente: lo de Cataluña es una locura, un delirio colectivo. Si es así, se van a necesitar más psiquiatras que arreglen locuras que médicos que curen heridas. ¿Qué puede decir un psiquiatra observador de ello?

Puede empezar por analizar los significados de las palabras. Delirio significa salirse del surco, descarrilar. Por eso, como psiquiatra me siento concernido, pues parece que hay muchas personas “descarriladas”, confusas, que mezclan en sus “cocteleras” mentales ideas, emociones, opiniones, razones, motivos, junto con decisiones y acciones, de lo cual resulta un batiburrillo ingobernable. ¿Qué podemos o solemos hacer en estos casos?

Los psiquiatras somos expertos en manejar incertidumbres, confusiones y delirios. Para ello empezamos por observar mucho y opinar poco, escuchar mucho y hablar poco, y haciéndolo con un método fiable (la semiología y propedéutica clínica), que nos permite analizar, separar, discriminar, entre diferentes signos, señales y hechos, lo que nos a su vez nos permite diagnosticar (ver a través de) y actuar en consonancia (terapéutica).

Por ejemplo, podemos discernir entre opiniones, emociones y creencias; entre pensamientos, conocimientos y saberes, entre datos, problemas y catástrofes. Así, con un método de observación adecuado, logramos analizar, comprender y explicar (sic) lo que le sucede a las personas delirantes o que pasan por situaciones de confusión o conflicto. De esa manera les ayudamos a saber qué hacer o que no hacer, y cómo controlar la angustia paralizante o la ansiedad agitadora.

Pues bien, en la cuestión catalana hay dos elementos comunes. Primero, hay tantas opiniones, emociones, actuaciones… como personas, y éstas cada vez están más rígidas y descarriladas. Segundo, crece el miedo, que a unos les hace enrocarse defensivamente y a otros les hace agitarse alocadamente. Diagnóstico: locura patriótica colectiva. ¿Tiene solución?

 

 

Los psiquiatras sabemos que en esas situaciones lo mejor es no opinar, no elegir, no decidir, y sobre todo no ejecutar las decisiones. Hay que escuchar, analizar, comprender y explicar (sic) las cosas que suceden, las conductas y las emociones de las personas o los grupos, de esa manera se aumenta la sensación de control en la incertidumbre, y se fortalece la capacidad para decidir y actuar correctamente en la confusión. Así, con un método y con controles sucesivos, se evita la pasividad angustiosa de unos o la agitación agresiva de otros y se acaban encontrar soluciones que antes parecían imposibles.

Ahora bien, para eso las personas implicadas, paciente y terapeuta, juez y juzgado, político y ciudadano, político y político… se tienen que sentar en una silla y frente a una mesa, con un lápiz y un papel, para hablar y escuchar. En esa posición favorecedora del encuentro hay reflexionar por dentro y observar por fuera, mirar dentro de ellas mismas y percatarse de cómo se sienten, piensan y actúan, y comprender y entender las mismas cosas en los demás. Y si no lo saben hacer tienen que pedir ayuda, dejarse analizar y asesorar, y luego aprender a discernir entre lo que pueden, quieren y deben hacer.

Es decir tienen que saber – o aprender – a leer primero dentro de sí mismas, que eso es justamente lo que significa la palabra inteligencia, y luego saber leer – comprender y explicar – la realidad para elegir correctamente, que es justamente lo que significa la palabra elegancia. Inteligencia más elegancia juntas conforman una valiosa virtud, la “intelegancia”, que en varias ocasiones he recomendado a los políticos para que sepan actuar correctamente en situaciones conflictivas o arriesgadas.

Esa es mi humilde receta de psiquiatra observador y ecuánime, que no odia a Cataluña, ni a los catalanes, y que comprende, aunque no comparte, las ansias independentista de algunos. Creo que ese método, aplicado con el compromiso y la constancia debidos, puede ayudar a las personas “descarriladas”, o que están en situación de confusión, conflicto o crisis grave, a que puedan comportarse con cordura y encontrar las soluciones adecuadas.

Ya lo decía Ángel Garma, psicoanalista vasco-argentino, la relación entre un psiquiatra y su paciente suele empezar con un “en-contra”, y, en los casos favorables, acabar con un “encuentro”.

Confiemos que nuestros políticos, los de verdad, acaben haciéndolo, y si no ya saben, a pedir ayuda a su psiquiatra que, dicho sea de paso, a muchos les vendría muy bien.

 

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4 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    Llámeme puñetero, pero te matizo algunas etimologías. “Pseudo” significa más bien “pretendido”. La crisis entendida en el plano político y social los griegos la llaman “stasis”, y la estabilidad y la paz social, “anastasia”, que a Ortega le hacía mucha gracia porque le parecía que era como cortejar a una chulapa de zarzuela… Por otra parte, “problema” es la flecha que arroja dese lo alto Apolo para causar ruina entre los hombres. Yo estoy contigo, las independencias de unos u otros son un pretendido problema que nos ha mareado y agobiado toda la vida, y que sería ciertamente tedioso si no fuera porque bien puede convertirse en un problema real por puro enconamiento e insistencia…

  2. says: Jesús De La Gandara

    Oscar es cierto lo que dices, pero lo que yo digo también lo es. Los amantes de las palabras sabemos que cuanto más te remontes a sus orígenes más polisemicas resultan. Y eso precisamente lo sé está sucediendo en la cuestión catalana, que todos los protagonistas tienen parte de razón, pero nunca les interesa sumar las partes, sólo salirse con la suya… Gracias

  3. says: Óscar S.

    La cosa se está volviendo tan loca, mira, que hasta el otro día oí hablar de la “ulsterización de Cataluña”, lo cual es ya una exageración inadmisible.

  4. says: Ramón González Correales

    “Como ciudadano español, con todo mi fervor europeísta y viajero, me siento condenado sin remedio a la melancolía, por muy variadas razones. Una de ellas es el descrédito que sufre el sistema democrático en mi país por culpa de la incompetencia, la corrupción y la deslealtad política. Otra es que el mundo europeo y cosmopolita en el que personas como yo nos miramos y al que hemos hecho tanto por parecernos prefiere siempre mirarnos a nosotros por encima del hombro: por muy cuidadosamente que queramos explicarnos, por mucha aplicación que pongamos en aprender idiomas, a fin de que se entiendan bien nuestras explicaciones inútiles.”

    ANTONIO MUÑOZ MOLINA

    https://elpais.com/cultura/2017/10/10/babelia/1507657374_425961.html

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