Convencer a los demás con razones

Fotografía James Nachtwey

Toda convicción es una cárcel”

F. Nietzsche

No puedes disuadir con razones a nadie de algo de lo que no fue convencido por razones.”

Jonathan Swift


Es frecuente ver en las noticias cómo dos bandas rivales de machos jóvenes humanos pertenecientes a grupos de hinchas radicales de dos equipos de fútbol quedan por medio de las tecnologías modernas (WhatsApp) para hacer la guerra. El resultado puede ser de algún muerto y varios heridos. El ser humano presenta con respecto al resto de los animales una peculiaridad destacable, a saber: es el único animal que es capaz de matar por ideas, por una ideología. Los demás animales matan por conseguir pareja o comida, por defender su guarida, etc., es decir, por razones “reales” o vitales para su supervivencia o reproducción. El ser humano, por contra, es capaz de matar por razones absolutamente “virtuales”, por ideas, creencias o mitos, que solo existen en su imaginación. Estas tribus urbanas no compiten por comida ni por un refugio, sino por haber creado una división imaginaria Ellos/Nosotros en base a unas ideas y a unos símbolos. La verdad es que viendo las imágenes era muy difícil creer en la racionalidad humana.

Fotografía James Nachtwey

Las ideas, una vez que se instalan en un cerebro, son muy difíciles de erradicar. Las primeras que llegan deciden las que pueden venir después porque definen nuestro universo mental, lo que somos capaces de ver y entender y todo lo que no encaje con ellas suele quedar fuera. Las ideas son como jaulas, delimitan nuestro mundo, nos encierran dentro de un territorio mental del que no podemos salir. Nos identificamos con nuestras ideas y las amamos, les damos una importancia crucial en nuestra vida: yo soy de izquierdas”, o “yo soy del Atlético”. Como dijo alguien, antes se cambia de mujer, de casa o de coche que de equipo de fútbol. Extrapolando esa idea podemos decir que lo último que puede hacer una persona es cambiar de ideología. ¿De dónde procede el gran poder de las ideas?

En una sociedad democrática es fundamental que las decisiones se tomen en base a un información correcta pero en muchos asuntos hay grupos muy amplios de la comunidad que sostienen unas creencias erróneas, muchas personas creen, por ejemplo, que las vacunas producen autismo cuando todos los estudios científicos demuestran que no es así. Se nos plantea entonces el problema de cómo conseguir refutar unas informaciones erróneas con argumentos, con razones, y conseguir que esas creencias sean abandonadas. De cómo llevar a cabo esa complicada tarea trata este pequeño libro que voy a comentar, el manual de la refutación (The Debunking Handbook).

Fotografía Dickey Chapelle

Un error muy frecuente a la hora de intentar convencer a alguien con razones es el de caer en lo que se llama el “Modelo de Déficit de Información”, es decir, pensar que los mitos se combaten simplemente aportando más información a los cerebros de las personas. Este modelo asume que las ideas o creencias erróneas de la gente son producto de la desinformación, de la falta de información adecuada y que la solución es más información. Este modelo es erróneo y lo es porque parte de un modelo de la naturaleza humana erróneo, que es creer que los seres humanos somos racionales y que manejamos la información igual que un disco duro o un ordenador. 

Por un lado, se han realizado experimentos en los que a la gente se les cuenta un historia y se les aporta una información errónea que luego se les corrige. A pesar de ello, se ve que siguen refiriéndose a la información errónea cuando tiene que responder preguntas sobre la historia. A pesar de corregir una y otra vez la información falsa,  el error perdura en buena medida. Pero la cosa es más grave porque  no sólo es que la información errónea sea difícil de eliminar sino que los propios intentos de eliminarla tienen un “efecto rebote” que la refuerzan.

Fotografía Eddie Adams

Por ejemplo, tenemos el efecto rebote de familiaridad”: para combatir un mito tenemos que mencionarlo, pero al mencionarlo la gente se familiariza con él y tenemos tendencia a creer lo que nos es familiar o conocido. Este efecto se ha visto con las vacunas. Se daba a la gente el mito y la información correcta y se pedía que separaran una de otra. Si esto se hace inmediatamente, la gente es capaz de separar la información correcta y la errónea, pero si se hace meramente unos 30 minutos después de la charla la gente cometía más errores que si no se les hubiera dado la información. Es decir, el proceso de refutar el mito lo refuerza y perpetúa.

¿Cómo podemos evitar este efecto rebote de familiaridad? Si se puede hay que evitar mencionar el mito, es decir, centrarnos en los hechos que queremos comunicar sin mencionar el mito. Pero a veces esta opción no es posible. Con frecuencia se usa la técnica de poner el mito en el encabezamiento en letras grandes y resaltadas, y eso es lo último que hay que hacer. Hay que centrarse en los hechos, no en el mito. 

Fotografía George Rodger

Otro error es el llamado “Efecto rebote por exceso. Cuando queremos combatir un mito solemos pensar que cuantos más contraargumentos ofrezcamos y cuanto más detallada y extensa una explicación o refutación, mejor. Pues no. Un mito simple es mucho más atractivo que una corrección supercomplicada. Hay que usar un lenguaje simple, con frases cortas y ceñirse a los hechos. Debemos hacerlo muy simple y usar gráficos si podemos.

Otro problema es el “Efecto rebote visión del mundo. La mayoría de ideas y creencias, como decía más arriba, están fuertemente ligadas a la identidad y a la visión del mundo del sujeto y sabemos que existen una gran cantidad de sesgos cognitivos que hacen que cuando se ataca la visión del mundo de alguien éste se cierra todavía más en banda y se agarrará  más, si cabe, a sus ideas. Uno de los más conocidos es el Sesgo de Confirmación, que consiste en incorporar la información que confirma nuestras ideas previas, pero también está el Sesgo de Desconfirmación que consiste en que la gente invierte más tiempo y esfuerzo en combatir los argumentos contrarios a su visión del mundo, y muchos más. 

Fotografía George Rodger

Si es tan difícil que la gente cambie de ideas y, además, intentar combatirlas empeora las cosas, ¿qué podemos hacer? Pues la cosa está muy difícil. Por un lado, la gente que tiene unas ideas fijas es muy difícil que las cambie, es más probable que tengamos éxito con indecisos, o en temas que no sean muy “calientes” o claves para esa persona (ni que decir tiene que política y religión mejor ni tocarlas). También podemos plantear el tema de la manera menos amenazante para el sujeto y reforzar o afirmar primero la autoestima de la persona para que esté más receptiva, pero es francamente difícil conseguir resultados y hay que tener mucho tacto. Cuando refutas un mito dejas un vacío en el modelo mental del mundo de esa persona y todos necesitamos certezas. La gente prefiere un modelo erróneo a un modelo incompleto. En ausencia de una explicación mejor van a optar por una explicación errónea, así que intenta proveer una explicación alternativa que explique los hechos y , si puedes, utiliza gráficos o información visual.

Fotografía James Nachtwey

A estas alturas creo que estaremos de acuerdo en que el problema fundamental al que nos enfrentamos es la irracionalidad del ser humano y para cerrar la entrada voy a citar a Jonathan Haidt en uno de sus artículos más famosos, el del Perro Emocional y la cola racional.

Nuestra vida moral está plagada por dos ilusiones. La primera ilusión la podemos llamar la ilusión “menea-el-perro”: creemos que nuestro juicio moral (el perro) está impulsado por nuestro razonamiento moral (la cola). La segunda ilusión la podemos llamar “mueve-la-cola-del otro perro”: en una discusión moral esperamos combatir con éxito los argumentos morales de nuestros oponentes para que cambien sus mentes. Tal creencia es análoga a creer que moviendo la cola de un perro vas a conseguir que sea feliz”

Fotografía James Nachtwey

Haidt mantiene que los seres humanos toman sus decisiones morales basándose en las emociones y que luego justifican sus decisiones a posteriori con razones. Por eso la metáfora del perro emocional, que es el que mueve la cola racional, y no al revés: no es la cola racional la que mueve al perro emocional. Dirigir nuestros argumento contra la cola del otro perro no servirá de mucho porque no es la cola racional  la que mueve al perro. Lo que suele pasar es que ambos bandos  presentan sus excelentes argumentos pero cuando ven que el otro no responde a sus razonamientos cada bando piensa que el otro es tonto o mala persona (ver este artículo sobre las tres suposiciones sobre el error). Evidentemente, lo que Haidt menciona aquí para las discusiones morales es perfectamente aplicable a cualquier otro tipo de discusión, sobre las vacunas, política, religión, aborto, teorías de la conspiración, libre albedrío o sobre el tema que sea. 

Referencia:
John Cook y Stephan Lewandosky. The Debunking Handbook. 2011

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1 Comentarios

  1. says: Oscar S.

    Bueno, esa es la vieja tesis de Hume: la razón es esclava de las pasiones. Pero Hume no se detuvo ahí. Habrá que preguntarse cómo funcionan socialmente las emociones. No es convincente decir que las emociones o pasiones de Luis Barcenas son tan válidas o inválidas como las del juez al juzgarle…

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