La creencia en el libre albedrío y su influencia en Psiquiatria

Fotografía Henri Cartier Besson


En modo alguno creo en el libre albedrío en sentido filosófico. Todo el mundo actúa no solo bajo compulsión externa sino también de acuerdo a una necesidad interna. Lo que Schopenhauer decía “un hombre puede hacer lo que desee pero no puede desear lo que quiera” ha sido para mí una verdadera inspiración desde mi juventud, un consuelo constante frente a las dificultades de mi vida tanto como la de los otros, ha sido una fuente incalculable de tolerancia.

-Albert Einstein


Antes de entrar en materia creo que conviene hacer una mínima justificación de por qué este milenario problema filosófico tiene interés para la Psiquiatria. Existe un discurso ampliamente aceptado, tanto en Psiquiatría como en el Derecho, la que podemos considerar la hipótesis por defecto, que plantea que los seres humanos somos libres pero que en determinadas circunstancias perdemos esa libertad (1). Las enfermedades mentales, desde este enfoque,  son reconocidas como enfermedades de la libertad, especialmente las psicosis porque ocurre en ellas una distorsión de la realidad. Sin embargo, este discurso ha sido fuertemente cuestionado por los descubrimientos en neurociencia en los últimos años (2,3) y también por poderosos planteamientos filosóficos(4,5).

En este artículo yo voy a defender que ni los pacientes ni los terapeutas (psiquiatras o psicólogos) somos libres y que nuestra creencia en el libre albedrío influye en la forma en que entendemos y tratamos las enfermedades mentales. Mi postura es que creer en el libre albedrío es erróneo y tiene inconvenientes sociales e individuales y que no creer en el libre albedrío tendría ventajas a nivel social y también en la concepción y tratamiento de las enfermedades mentales.

La definición de libre albedrío que voy a usar es la capacidad de poder hacer otra cosa (dado un estado del mundo determinado). Se le llama en filosofía la definición contrafactual. Para la mayoría de autores, una voluntad libre implica también: 1) que hablamos de un poder racional, es decir que el sujeto usa la razón para valorar un curso de acción y decide racionalmente. Si alguien decide sin razones se supone que no es una elección libre. Habitualmente, se acepta que los animales no tienen libre albedrío porque no son racionales; y 2)una voluntad libre implica control, si las cosas ocurren por razones sobre las que yo no tengo control, no son mis actos y no se me pude pedir responsabilidad.

Fotografía Henri Cartier Besson

El libre albedrío está muy unido a la responsabilidad moral. De hecho existe otra definición de libre albedrío que dice que el libre albedrío es el poder que tiene un agente moral por el que se le puede considerar digno de alabanza o castigo, es decir, responsable moral. Los sistemas judiciales de todos los países del mundo se basan en la creencia en el libre albedrío, se considera que la persona que ha actuado mal o ha cometido un delito podía haber hecho otra cosa, y por lo tanto es responsable de sus acciones
Antes de seguir, una matización porque toda definición es imperfecta. Se ha discutido en filosofía si realmente la posibilidad de poder hacer otra cosa es necesaria para la existencia del libre albedrío. En concreto, el filósofo Harry Frankfurt (6) ha presentado unos casos hipotéticos a modo de experimento mental en los que defiende que disponer de alternativas no es necesario para considerar que una persona tiene libre albedrío y que es responsable. Estos casos siguen el siguiente esquema: Un científico malo, Jack, le ha puesto a una persona, Jones, un chip en el cerebro de manera que cuando Jones va a tomar una decisión, pongamos votar demócrata o republicano, el chip puede detectar lo que va a hacer. Entonces, si Jones quiere votar demócrata le deja continuar pero si quiere votar republicano el chip cambia la acción de Jones y le haría votar demócrata. En este escenario, supongamos que Jones quiere realmente votar demócrata. Aunque no puede hacer otra cosa porque el chip no le permitiría la otra alternativa, Frankfurt plantea que Jones es responsable de su acto.

Estos ejemplos de Frankfurt son en realidad variaciones de un ejemplo anterior de John Locke, que es el caso del hombre en la habitación. Locke pone el ejemplo de un hombre que es sedado y llevado a una habitación. El hombre se despierta y no sabe que la puerta de la habitación está cerrada. A pesar de ello, el hombre desea continuar en la habitación por sus propias razones. Para Locke el hombre sería responsable de su decisión, aunque en realidad no podría haber hecho otra cosa. Lo que hace Frankfurt en sus ejemplos es pasar la limitación o coerción situada en el mundo exterior (la puerta cerrada) al mundo interior (un chip en el cerebro).

Creo que las personas escépticas del libre albedrío podemos rebatir de una manera bastante contundente estos ejemplos porque el problema de la libertad es anterior a que la puerta esté abierta o cerrada o el chip entre en acción o no. Lo que tenemos que preguntarnos es por el origen de la decisión inicial del hombre de quedarse en la habitación o de votar demócrata. La intuición de los escépticos del libre albedrío es que si seguimos la historia causal de esa decisión de estar en la habitación siempre nos va a remitir a causas de esa acción que no están bajo el control de la persona y por lo tanto esa decisión (independientemente de chips y puertas) no es libre. Veremos esto a continuación.

Fotografía Henri Cartier Besson

A pesar de que no voy a tratar el tema de una manera filosófica, sino más bien desde la fenomenología psicológica y psiquiátrica creo que conviene resumir brevemente las principales posiciones filosóficas ante el problema del libre albedrío. El tema es muy complejo y hay casi tantas posturas como filósofos, los tres grandes grupos serí

Libertarios: creen que las leyes del Universo no son deterministas (no reconocen el determinismo causal que implica que toda causa tiene una causa previa y así hasta el origen del Universo) y que tenemos libre albedrío.  

Compatibilistas: reconocen que el determinismo causal es cierto (o puede serlo) pero creen que el libre albedrío es compatible con un Universo donde las leyes son determinis

Escépticos del libre albedrío o incompatibilistas duros (Pereboom): son los que creen que no existe el libre albedrío. Consideran que las leyes del universo son deterministas y que el determinismo es incompatible con el libre albedrío. Tanto los libertarios como los escépticos del libre albedrío son incompatibilistas, es decir creen que determinismo y libre albedrío no pueden existir a la vez. La diferencia es que los libertarios creen que lo que no existe es el determinismo mientras que los escépticos del libre albedrío creen que lo que no existe es el libre albedrío.

Según encuestas, la mayoría de la gente de la calle en todo el mundo piensa a) que nuestro universo es indeterminista y b) que la responsabilidad moral no es compatible con el determinismo (7). Por el contrario, la postura mayoritaria entre los filósofos es el compatibilismo(8). Según el estudio de Bourget y Chambers el 59,1% son compatibilistas, 13,7% libertarios, 12,2% no creen en el libre albedrío y 14,9% quedarían en la categoría “Otros”.
Decía Borges que el futuro es un jardín de caminos que se bifurcan. Esa es la intuición que todos tenemos, que en muchos puntos de nuestra vida llegamos a bifurcaciones donde podemos elegir un camino u otro, que reflexionamos y, tras esa reflexión, de una manera racional optamos. A partir de este punto voy a intentar convencer al lector de que esas bifurcaciones que vemos tan claras son en realidad ilusorias, que no existen más que en nuestra imaginación, y que el hecho de que podamos imaginar opciones no quiere decir que realmente las tengamos a nuestro alcance. Sé que dicho así el lector va a pensar que mi objetivo es imposible y que estoy fuera de la realidad pero espero que, si tiene la paciencia de seguir conmigo, no llegue al final con la misma certeza de que estoy equivocado de la que tiene ahora. Por todas estas razones que ahora voy a analizar creo que no es posible sostener la idea de que la voluntad es libre. Al final plantearé los inconvenientes de la creencia en el libre albedrío para la sociedad y para la Psiquiatría.

Fotografía Henri Cartier Besson

Origen y control de nuestras acciones

“Las decisiones de la mente no son nada salvo deseos, que varían según varias disposiciones puntuales”. “No hay en la mente un absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su vez por otra causa, y así hasta el infinito.”

-Baruch Spinoza

Los seres humanos no elegimos cosas tan importantes como nuestra inteligencia, nuestra orientación sexual, nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestras creencias, nuestra personalidad, nuestra emociones (de quién nos enamoramos, p.ej.),etc. Dado que a la hora de elegir elegimos en base a nuestras creencias, deseos, preferencias, carácter, etc., es evidente que no se nos puede pedir responsabilidad por actuar con facultades que no hemos elegido nosotros y de las que no hemos tenido el control. Esto en terminología del filósofo Bernard Williams se llama constitutive luck (9). Básicamente que no somos responsables de ser lo que somos.
Quiero hacer hincapié en dos  de las cosas que he dicho que no elegimos porque son bastante contrarias al sentido común (el lector interesado puede estudiar el tema en más profundidad en 4). Una de ellas es que no elegimos nuestros deseos, nuestras preferencias, las cosas que nos gustan. Cuando yo como cerezas porque me gustan más que las naranjas yo no he decidido racionalmente que me gustaran las cerezas y no las naranjas. Recordad que en la definición de libre albedrío he dicho que era un poder racional. Yo no me encuentro en ningún momento en una bifurcación en la que racionalmente elijo entre que me guste Honky Tonk Women o me guste La Macarena. Hay una música o una fruta que me gusta y eso no es en ningún momento una elección racional. De igual manera, yo no decido de quién me enamoro. Para verlo más claro fijaos en que los niños pequeños, de meses incluso, tienen preferencias y les gusta más una comida que otra y no son todavía capaces de elegir racionalmente. Lo mismo ocurre con los animales. Si le doy a elegir a mi perra entre un trozo de carne o una manzana es claro que tiene preferencias.

Vamos ahora con algo mucho más interesante: no elegimos nuestras creencias. Imaginemos que yo me enfrento por primera vez a la homeopatía, no sé nada de ella y quiero saber qué es, en qué consiste, es decir, conocerla y por lo tanto forjarme una creencia acerca de ella. Entonces me pongo a leer y me voy enterando de que dice que si diluimos un supuesto medicamento va ganando en potencia, que en cierto momento no queda ni una molécula del producto original pero que el agua tiene el recuerdo de la sustancia que estuvo en contacto con ella, etc. Dada mi naturaleza escéptica y mis conocimientos de medicina y de física (tampoco muchos), automáticamente se va formando en mí la idea de que eso no tiene ni pies de cabeza y que no hay un mecanismo científico conocido que pueda sustentar las afirmaciones de la homeopatía. Si lo que dice la homeopatía es cierto se merecen varios premios Nobel, los de Medicina, Física y Química, por lo menos. Entonces, si analizamos fenomenológicamente lo que ocurre en mi mente cuando estoy formando una creencia acerca de la homeopatía es que en ningún momento se produce una bifurcación en la que tengo dos opciones: 1) creer que la homeopatía es un tratamiento con base científica 2) creer que la homeopatía no es un tratamiento con base científica, y que entonces con mi voluntad libre elijo una u otra. En mi mente sólo hay una posibilidad, yo sólo puedo pensar que la homeopatía no tiene base científica.
Cuando formo una creencia yo trato de encontrar la verdad sobre el estado del mundo en ese momento. Lo que hago se parece más a una percepción que a otra cosa. Es como si veo que el cielo es azul, yo no puedo elegir entre verlo azul o verlo verde. Con la homeopatía me ocurre lo mismo: yo no elijo entre creer que tiene base científica y creer que no. Para mí el cielo es azul y la homeopatía no es más que efecto placebo.

Pero esto que estoy comentando vale para todas las creencias. Si intento saber la verdad acerca de la existencia de Dios vuelve a ocurrir lo mismo. No tengo la opción de creer en Dios o no creer y entonces decido, con mi voluntad libre, que voy a creer. Y si hablamos de ser de derechas o de izquierdas, o nacionalista o no-nacionalista, etc., ocurre exactamente lo mismo. Si el lector cree que no tengo razón y cree que él sí puede elegir sus creencias, le desafío a que cambie sus creencias con su voluntad, a que elija otra cosa. Si por ejemplo es creyente, le desafío a que cambie sus creencias y se convierta en ateo; o si es de izquierdas le desafío a que cambie sus creencias y pase a tener las creencias de la derecha… Sencillamente no se puede. Bifurcaciones ilusorias.

Así que estamos muy orgullosos de nuestra ideas y vamos por ahí presumiendo de nuestras creencias pero presumir de nuestras creencias  es como presumir de nuestra altura o del color de nuestros ojos y discriminar a los demás por sus ideas tiene la misma lógica que hacerlo por el color de su piel o por su sexo, es decir, por algo que no está bajo su control.
Así que resumo el punto principal de este apartado: si mis acciones se deben a mi carácter, motivaciones, deseos, preferencias y creencias y yo no he elegido nada de todo ello, ¿cómo puedo decir que soy libre y responsable de mis actos? Imaginaos que en vez de ser la naturaleza la que me ha otorgado mi carácter, mi inteligencia, mis creencias, etc., hubiera sido un científico loco quien hubiera programado todas esas cosas, como ocurre con los replicantes en la película Blade Runner. Programa todas esas facultades en mi mente y me suelta en el mundo. Si yo actúo según una programación sea artificial o natural que yo no he elegido ¿se puede decir que soy libre? A mi modo de ver, no. En cualquier caso, creo que la respuesta que demos para esos androides replicantes vale para nosotros.

Fotografía Henri Cartier Besson

La existencia del inconsciente

“Los Hombres se creen libres porque ellos son conscientes de sus voluntades y deseos, pero son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al deseo y a la esperanza.”

-Baruch Spinoza

Si nuestros actos se deben en una medida mayor de la que creemos a razones que no conocemos, a factores inconscientes que no controlamos, esto mina las condiciones de racionalidad y de control que forman parte del concepto de libre albedrío. Sólo voy a dar un dato: se calcula que el cerebro humano maneja 11 millones de bits de información por segundo y que de esos 11 millones sólo 16-50 bits de información son conscientes. Creo que el dato es lo suficientemente elocuente. Hay toda una literatura en psicología sobre el implicit bias y la que se llama situacional (10) en la que se ve que por ejemplo los jueces dictan condenas más leves a personas guapas y a mujeres o que no dan libertad condicional antes de la comida y la dan en un 60 por ciento después de comer con el estómago lleno (11). Los jueces creen que están decidiendo en base a los datos del expediente pero está influyendo un factor, que ellos desconocen y no controlan, y están decidiendo influidos por esos factores inconscientes. Hay miles de ejemplos  de estos sesgos y no abundaré en ellos, creo que mi punto está suficientemente argumentado.

La suerte.  La hipótesis del mundo justo

La suerte es un factor del que nuestra cultura  no quiere hablar. Existe la llamada “hipótesis del mundo justo” (para una revisión ver 12) que plantea que el mundo es justo y que a la gente buena le pasan cosas buenas y a la gente mala le pasan cosas malas. Y que si te pasa algo malo pues será porque algo malo habrás hecho. Es la filosofía del “si quieres puedes”, de que todo el mundo puede llegar a presidente de Estados Unidos y de que si te esfuerzas triunfas, y si eres pobre es porque eres un vago. Evidentemente esto es absolutamente falso. Es verdad que la gente que triunfa se ha esforzado pero también lo es que la mayoría de los que se esfuerzan no triunfan. Pero no podemos dar ese mensaje a la gente porque cundiría el pánico. No podemos decir a la gente que la pobreza se hereda, que tus ingresos y riqueza dependerán del país del mundo en el que hayas nacido y de la clase social en la que hayas nacido.

Hay estudios que demuestran que existe una relación entre ambientes pobres e inestables y la delincuencia (13). La precariedad da lugar a estrategias vitales cortoplacistas: conductas antisociales, experiencias sexuales tempranas, consumo de drogas, más promiscuidad sexual y menos inversión parental, y mortalidad temprana. La pobreza da lugar  a impulsividad, falta de autocontrol y delincuencia pero también a una alteración del desarrollo del cerebro y de sus funciones cognitivas que algunos han estimado equivalente a una pérdida de 13 puntos en el Cociente Intelectual(14).

Fotografía Henri Cartier Besson

Auto-control.

Puedo hacer lo que deseo: Si puedo, si lo deseo, dar todo lo que tengo a los pobres y por lo tanto hacerme pobre yo mismo -si lo deseo. Pero yo no puedo desear esto, porque los motivos opuestos tienen demasiado poder sobre mí para poder hacerlo. Por otro lado, si tuviera un carácter distinto, al extremo de que yo fuera un santo, podría desearlo. Pero entonces no podría dejar de desearlo por lo que tendría que hacerlo… tampoco como una bola en una mesa de billar no se puede mover antes de recibir un impacto, tampoco puede un hombre levantarse de su silla antes de ser jalado o impulsado por un motivo. Pero el pararse es tan necesario e inevitable como el rodar de una bola después del golpe. Y esperar que alguien haga algo a lo que absolutamente ningún interés lo impulsa… Es lo mismo que esperar que un trozo de madera se mueva hacia mí sin ser jalado por una cuerda…

-Schopenhauer

Quiero tocar este punto porque para muchos autores (el eminente psicólogo Roy Baumeister, por ejemplo) libre albedrío es equivalente a autocontrol o “fuerza de voluntad”. Los animales actúan por instinto, hacen sus necesidades sin ninguna reflexión, o sin tener en cuenta otras consideraciones, pero nosotros no, nosotros controlamos nuestros instintos. En mi opinión, lo que llamamos auto-control es en realidad hetero-control y es muy dudoso que implique libertad. Cuando yo no hago algo que quiero hacer y aplico un veto (algunos llaman free won´t a esta capacidad de veto que supuestamente implica libertad) nunca lo hago desde una voluntad libre sino que lo hago por fuerzas y razones que actúan sobre esa libertad como contrapeso , inclinándola a frenar una acción que quería realizar en primera instancia. Por ejemplo, si no me como un trozo de tarta de chocolate porque tengo miedo a engordar y a que mi novia me deje o a que la gente se ría de mí y me llame gordo, no creo que a eso se le pueda llamar libertad. Si no robo un reloj por miedo a ir a la cárcel o si no le robo 50 euros a mi abuela por miedo a lo mal que me voy a sentir luego y a los dolorosos sentimientos de culpa que me asaltarán, tampoco creo que eso sea la actuación de una voluntad no determinada por nada. En estos casos la voluntad no es libre sino que actúa por unas razones que muchas veces son los intereses de los demás más que los míos. Sin embargo, consideramos habitualmente que mi verdadero yo es el que se pliega ante  lo aceptado como “bueno o moral”. Un ejemplo: hace calor y me gustaría ir al trabajo en pantalón corto y chanclas. Pero como eso no está aceptado voy con traje y corbata. En teoría, estoy ejerciendo mi autocontrol y mi voluntad libre. Según mi visión estoy siendo hetero-controlado por los intereses del grupo y es muy dudoso llamar a eso libertad.

En moral siempre lo bueno es lo que beneficia al grupo. Si existe la moral es porque somos criaturas sociales, no existe ninguna necesidad de moral en seres no sociales porque no existe el daño al otro. La moral son, simplificando mucho, las normas de tráfico para vivir en sociedad. Podríamos decir que la moral es una aplicación que el grupo instala en nuestro polo prefrontal para que nos sujetemos a los intereses del grupo y no trastornemos la convivencia social. Los psicópatas serían, según esta visión, personas que no tienen esta aplicación instalada en su polo frontal. Voy a poner para cerrar este apartado lo que le dice un psicópata a Kevin Dutton , autor del libro The Wisdom of Psycopaths. Dutton se dedicó a entrevistar a psicópatas encarcelados y uno de ellos le hace esta inquietante pregunta:

“No dejes que te engañe tu cerebro, Kev, con todos esos exámenes que no te dejan ver la realidad. Solo hay una diferencia entre tú y yo: Yo lo quiero y voy a por ello, tú lo quieres y no vas a por ello. Estás asustado Kev, tienes miedo. Tienes miedo de todo, lo veo en tus ojos. Miedo de las consecuencias. Miedo de que te cojan. Miedo de lo que pensarán. Miedo de lo que te harán cuando vengan a llamar a tu puerta. Tienes miedo de mí. Mírate. Tienes razón, tú estás fuera y yo estoy aquí dentro. Pero…¿quién es libre, Kev? Libre de verdad, quiero decir. ¿Tú o yo? Piensa en ello esta noche. ¿Dónde están los barrotes de verdad Kev? ¿Ahí afuera ?( señala la ventana). ¿O aquí dentro?” (y se toca la sien)”

Fotografía Henri Cartier Besson

Dualismo.

El cuadro que emerge del análisis científico no es el de un cuerpo con una persona dentro, sino el de un cuerpo que es una persona. -BF Skinner
Creer en el libre albedrío implica seguir manteniendo un dualismo, es seguir creyendo que hay algo “espiritual” “mental”, etc., que está al margen del cuerpo. Todo tiene causas previas pero si creemos en el libre albedrío pensamos que hay algo que no es afectado por genes, ambiente y azar; algo que está ahí “flotando” valorando todo fría y racionalmente y decidiendo al margen de la historia causal previa que tienen los actos. Esto es científicamente imposible, la neurociencia no ha encontrado ningún homúnculo en el cerebro, ningún núcleo que no este conectado con todos los demás y que por lo tanto no se vea influido por todas las causas previas.

Meseta Moral, diferencias y limitaciones psicológicas.

Creer que tenemos free will es juzgar a todas las personas por igual. Es creer que a partir de cierta edad todos alcanzamos un grado de desarrollo moral en el que somos iguales, es decir, subimos a una meseta moral (es un concepto de Bruce Waller, ver 15) donde todos tenemos las misma capacidades de hacer lo moralmente correcto. La realidad es que no todos tenemos las mismas capacidades y condiciones que sabemos que influyen en la conducta moral como el autocontrol o “fuerza de voluntad”, control de impulsos, intensidad del deseo sexual,  etc. Esto no se hace en otras esferas de la vida. Si Ronaldo mete 50 goles o Usain Bolt corre los 100m en menos de 10´ no pensamos que todos lo podemos hacer. Pero si yo no robo me creo que alguien nacido en Vallecas o en las favelas de Río de Janeiro, hijo de unos padres traficantes y drogadictos, también puede no robar.
Existen datos para pensar que existe un cerebro moral o, por lo menos, que muchas cualidades que tienen que ver con nuestra capacidad moral (control de impulsos, disposición al riesgo, gusto por la novedad, fuerza de voluntad o capacidad de esfuerzo, etc.) pueden variar de forma natural y por lo tanto dar lugar a capacidades morales que no son iguales en todas las personas. Esto lo podemos demostrar en casos extremos. Es un clásico el caso de Phineas Gage que tras sufrir un accidente que afectó a su polo prefrontal cambió de ser una persona formal y cumplidora a ser un informal incapaz de mantener un trabajo. Antonio Damasio ha estudiado casos de personas con tumores o accidentes cerebrovasculares en la región ventromedial del polo prefrontal y se puede apreciar en ellos que aunque la inteligencia es normal y no se ve afectada, su conducta se psicopatiza: juego patológico, inconstancia en el trabajo, violaciones de normas, incapacidad de asumir sus responsabilidades como padres o maridos, la mayoría se divorcian, pierden el trabajo, etc.  Si esto ocurre por alteraciones posteriores al nacimiento es lógico pensar que esas mismas variaciones pueden venir implementadas de “fábrica” y que lo mismo que hay  una variación en la altura también la hay en la capacidad de cumplir las normas sociales.

Fotografía Henri Cartier Besson

La evolución

Aunque nos resulta profundamente antipático, la teoría de la evolución nos dice que somos vehículos diseñados por nuestros genes para hacer copias de sí mismos. El cerebro lo crean los genes para hacer copias de sí mismos. El cerebro no es libre, no es una tabla rasa y nacemos con una serie de reglas, programas, y algoritmos implementados. No voy a extenderme porque el tema es vastísimo pero voy a poner un ejemplo simple: nosotros no elegimos querer vivir, la decisión de querer vivir no es fruto de una decisión razonada y libre. Existe el llamado sesgo optimista(16), como todo ser vivo queremos vivir y eso no es una decisión racional. Otro ejemplo: las chicas quieren estar delgadas, aparentar juventud, una cintura estrecha… Todo ello son signos de fertilidad y es precisamente lo que atrae a los hombres. Ellas dirán que quieren estar delgadas porque se les ha ocurrido a ellas pero qué casualidad que sea lo que los genes de una mujer necesitan que haga esa mujer para hacer más copias de sí mismos. Y a las chicas les gustan los chicos fuertes, listos y guapos. Y esto también indica buenos genes y un individuo del otro sexo con el que es buena idea intercambiar genes porque tiene las condiciones necesarias para que sus hijos sobrevivan mejor y se reproduzcan.. De nuevo qué casualidad que les guste lo que sus genes precisan…En todas las culturas el grupo más violento de la población son los hombres jóvenes, nuca las mujeres postmenopáusicas…es decir, hay leyes biológicas que determinan nuestros deseos y las cosas que podemos incluso pensar o no pensar. Somos marionetas manejadas por los genes (y por el ambiente, somos gentes y ambiente pero no elegimos ninguno de los dos)

Lo Posible Adyacente

Tú puedes hacer lo que siempre haces, pero en algún momento de tu vida sólo podrás hacer una actividad definida, y no podrás hacer absolutamente nada que no sea esta actividad.

-Schopenhauer

A mi modo de ver, si existiera el libre albedrío la sociedad sería muy diferente. Por ejemplo, no habría obesidad, no habría drogadictos, no habría jugadores patológicos , ni personas que no pueden dejar de fumar, ni habría depresiones. La persona obesa usaría su libre albedrío para hacer ejercicio y cuidar la dieta y así quedaría solucionado el problema de su obesidad. Y lo mismo en muchos otros casos y situaciones. Pero no es esto lo que vemos, lo que vemos es que en cada momento la gente no puede querer otra cosa que lo que quiere y que, como dice Schopenhauer, sólo hay una posibilidad a su alcance.

El físico Stuart Kauffman ha puesto en circulación la idea de lo Posible Adyacente. En cada momento, la biosfera, el Universo y cada uno de nosotros, se expande hacia lo posible adyacente. Un reptil no puede desarrollar alas de golpe o en la Edad Media no era posible inventar un iPhone. Todo debe seguir una evolución: primero se descubre la electricidad, luego los transistores, luego los ordenadores y luego el iPhone. Esto explica el hecho de que muchos descubrimientos se han realizado a la vez por diferentes personas, los ejemplos son miles. La explicación sería que ese descubrimiento ya estaba en el posible adyacente. La propia selección natural es un ejemplo. Tanto Darwin como Wallace la descubrieron casi a la vez y podemos estar seguros de que si no hubieran sido ellos algún otro científico la habría descubierto, pero el mundo no se habría quedado sin conocer la teoría de la selección natural.
Los cambios en la vida de las personas siguen también esta regla. Ocurren cuando son posibles, no cuando quiere la voluntad. Voy a poner un ejemplo. El psicólogo Walter Mischel, autor del famoso experimento del test de la golosina, era un empedernido fumador que no conseguía dejar de fumar. En los años 50 se publicó el informe del Cirujano General de USA confirmando la relación entre el tabaco y el cáncer de pulmón, pero Mischel no dejó de fumar. Sin embargo, un día que estaba de visita en un hospital vio a un enfermo pintado de verde al que iban a radiar por un cáncer de pulmón y el impacto de esta visión hizo que dejara de fumar. ¿Dejó Mischel de fumar por un acto libre de su voluntad? A mi modo de ver, desde luego que no. Dejó de fumar por una razón que antes no se había presentado en su vida. Si todo dependiera de una voluntad libre su voluntad podría haber conseguido dejar de fumar 5 o 10 años antes pero, según el concepto de Kauffman, en aquel entonces dejar de fumar no se  encontraba en el posible adyacente de Mischel. Creo que este es un concepto que psicólogos y psiquiatras deberían entender y aplicar en su práctica. Sería muy importante conocer si los cambios que queremos conseguir en los pacientes están o no en su posible adyacente (desgraciadamente, no existe un método científico para hacerlo). Empeñarnos en conseguir algo que no está al alcance de los pacientes sólo va a provocar frustración y desesperanza.

A  un nivel filosófico el concepto de Posible Adyacente nos transmite una idea del Universo como un todo, como un único suceso. Creo que cuestiona el concepto de causalidad como tal, la propia existencia de causas y efectos. Entendido de esta manera, sólo existe un único suceso en el Universo, el propio Universo que se va “desplegando” y va cambiando y evolucionando. Nada es causa de nada.

Fotografía Henri Cartier Besson

Consecuencias negativas de la creencia en el libre albedrío

Los del norte no debemos sentirnos demasiado moralmente superiores a los esclavistas del sur porque si estuviéramos situados donde ellos están actuaríamos y sentiríamos como ellos; y si ellos estuvieran situados como estamos nosotros actuarían y sentirían como nosotros; y no debemos perder de vista este hecho al tratar este asunto 

-Abraham Lincoln

Una vez expuestas todas estas razones, creo que la creencia en el libre albedrío es no sólo errónea sino perjudicial para la sociedad por su asociación con la hipótesis del mundo justo, entre otras razones. Creer en el libre albedrío ayuda a mantener el statu quo y a que las élites sigan disfrutando de su privilegios. Según esta visión, la causa de los problemas y desigualdades son individuales, no sociales. Ayuda a que las mayorías sean dominadas por las minorías, encima con su beneplácito haciendo creer a los más desfavorecidos que ellos tienen la culpa de su situación. Una sociedad sin la creencia en el libre albedrío sería más solidaria y se esforzaría más en repartir la mala suerte y en no abandonar a su suerte a los más pobres y desfavorecidos, tanto económica como psicológicamente.
No creer en el libre albedrío promovería un sentido mayor de solidaridad, igualdad y empatía con los menos favorecidos así como un sentido de gratitud por la posición de uno en la vida. A la hora de resolver los problemas y las diferencias partiríamos de una posición totalmente diferente, mucho más tolerante y abierta de la que partimos ahora, como vemos en la cita de Lincoln, conocido por su determinismo. Los problemas derivados de un choque de ideologías seguirían siendo muy difíciles de resolver, pero sería un avance partir desde otra visión del mundo totalmente diferente.

Consecuencias negativas de la creencia en el libre albedrío en Psiquiatría

Algunas consecuencias derivadas de la creencia en el libre albedrío que afectan al campo de la Psiquiatría y Psicología serían las siguientes:


Impide que se reconozcan las enfermedades mentales como enfermedades.

Si yo soy libre puedo cambiar mi conducta, esforzarme, poner de mi parte y salir de la depresión o de la adicción. Desde la visión de la creencia en el libre albedrío estas  situaciones no son enfermedades sino debilidades morales. Los enfermos y familias no buscarán ayuda si no creen que esto es una enfermedad.

Aumenta el estigma de la enfermedad mental, o de otras enfermedades en general.

Ahora estamos viendo el estigma de la Obesidad: son unos vagos y perezosos que no se esfuerzan y se ponen morados a chocolate. Se lo merecen y les vamos a cobrar más en los aviones y van a pagar una parte de la atención sanitaria porque ese gasto es evitable si cambian su conducta y es evidente que pueden cambiarla

Aumenta la culpa y la vergüenza de los enfermos mentales

Les hace sufrir doblemente: por su enfermedad y por ser los causantes de su enfermedad. Esto puede dificultar su atención y su búsqueda de ayuda también.  

Entorpece la relación médico-enfermo:

Si creemos en el libre albedrío es más fácil que juzguemos a los pacientes, y que les juzguemos negativamente por sus conductas inadecuadas y por no corregirlas. No creer en el libre albedrío ayudaría a aceptar al paciente, a darnos cuenta de que está haciendo todo lo que puede hacer. Se sentiría más escuchado y atendido. Veríamos sus limitaciones psicológicas, que normalmente no se ven y esto disminuiría el sufrimiento de los pacientes.

Conclusiones

Toda la teoría está en contra del libre albedrío; toda la experiencia a favor -Samuel Johnson


Creo que el debate acerca de la existencia o no del libre albedrío sigue sin resolverse porque  diferentes sistemas psicológicos dan diferentes respuestas al mismo problema; chocan dos intuiciones profundas e incompatibles de la mente humana. Escojamos la respuesta que escojamos una mitad de nosotros no queda satisfecha, por lo que básicamente el dilema no tiene solución. Una parte lógica, abstracta o “fría” nos dice que todo efecto tiene causas previas y que el universo es determinista, pero cuando hay un daño y alguien comete un asesinato, por ejemplo, el sistema “caliente” se dispara y nos dice que el sujeto es responsable y se merece el castigo.

Estos sistemas psicológicos tienen su origen en la selección natural y es lógico pensar que la creencia en el libre albedrío es adaptativa para el ser humano y está cableada por tanto en nuestra mente. Tenemos unos instintos retributivos que nos llevan a castigar las acciones que causan un daño; estas acciones despiertan en nosotros unas “emociones reactivas”, como las llamaba el filósofo P. F. Strawson padre de Galen Strawson, como la ira y el deseo de castigo y de reparación, y en estas emociones podemos trazar el origen de nuestra creencia en el libre albedrío. En este sentido es significativo que atribuyamos más libre albedrío a las acciones malas que a las buenas(17), algo que demuestra también el llamado efecto Knobe(18).
A pesar de ello, creo que la pérdida de la creencia en el libre albedrío es la próxima frontera en la evolución moral humana. Las neurociencias la están poniendo en cuestión y este cambio en la forma de pensar ya está empezando a tener repercusiones en el sistema legal y en la aplicación de la justicia. Cambiar la creencia en el libre albedrío supone una reestructuración de la sociedad en muchos sentidos y es de esperar que las resistencias van a a ser muy fuertes. También se decía que si dejábamos de creer en Dios no existiría la moral y nos comeríamos los unos a los otros. Vemos que esta profecía no se ha cumplido. Podemos construir un mundo sin la creencia en el libre albedrío, un mundo mejor y más habitable para todos, y en especial para los enfermos mentales.

Bibliografía


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2-    David Eagleman. Incógnito. Las vidas secretas del cerebro. Editorial Anagrama. 2013

3-    David Eagleman. The Brain on Trial. The Atlantic July/August 2011 Issue. . Accedido 13-06-2016

4-    Galen Strawson. Freedom and Belief Oxford University Press. 2010

5-    Derk Pereboom. Living without free will. Cambridge UNiversity Press 2010.

6-    Frankfurt Harry (1969)Alternate posibilities and moral responsability. Journal of Philosophy 66 829-839

7-    Hagop Sarkissian y cols. Is belief in free will a cultural universal? Mind & Language, vol 25 nº 3 June 2010 pp 346-358.

8-    David Bourget y David Chalmers. What do philosophes believe? Philosophical studies. September 2014 Volume 170 Issue 3 pp 465-500

9-    Sergi Rossell Nagel y Williams acerca de la suerte moral. Revista de Filosofía Vol 31 nº 1 (2006): 143-165

10-Implicit Bias. Kirwan Institute for the study of race and ethnicity. State of the sciencie:implicit bias review 2014 . (accedido 16-6-2016)

11- Danziger Shay, Levav J y Avnaim-Pesso L. Extraneous factors in judicial decisions. PNAS 2011 vol 108 nº 17 6889-6892

12-Dalbert, C. (2009). Belief in a just world. In M. R. Leary & R. H. Hoyle (Eds.), Handbook of Individual Differences in Social Behavior (pp. 288-297). New York: Guilford Publications.

13- Minkow M y Beaver K.  A test of life history strategy theory  as a predictor of criminal violence across 51 nations. Personality and individual differences July 2016 Volume 97: 186-192

14-Mani A y cols. Poverfty impedes cognitive function Science 2013 Vol 341 Issue 6149: 976-980

15-Bruce Waller. The Stubborn system of moral responsability. Massachusetts Institute of Technology 2015.

16-Tali Sharot. The Optimism Bias. Why we are wired to look on the bright side. Robinson 2012

17-Feldman G y cols. Bad is freer than good: positive-negative asymmetry in attributions of free will. Consciousness and cognition 2016 Volume 42:26-40

18-Knobe, J. “Intentional action and side effects in ordinary language”. Analysis 63 (3) pp. 190–194, 2003.  

Participación en la mesa El libre albedrío y la responsabilidad: implicaciones en el ámbito de la salud mental. Debate con el psicólogo Xavier Etxeberria moderado por Fernando Santander en las VII Jornadas de la Red de Salud Mental de Bizkaia. Publicadas las ponencias en la Revista Norte de Salud Mental nº 56.

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13 Comentarios

  1. says: Óscar S.

    Samuel Johnson era un gran hombre, como demuestra aquí. Sugiero leer el perfil que escribe de él Julien Green en Suite inglesa, a falta de sumergirse en el Boswell….

  2. says: Masgüel

    – Desde el libertarismo, niego la mayor. La naturaleza es indeterminista (las opciones son reales) y existe la causación descendente (la causación mental es real y no implica dualismo de sustancias, sino de propiedades). La conjunción de ambos factores permite la existencia del libre albedrío.
    – No es lo mismo que la omnipotencia. No niego la existencia de condicionantes. Afirmo la capacidad para elaborar o aceptar argumentos que nos lleven a actuar en contra de dichos condicionantes o a crear nuevas posibilidades.
    – Los genes no crean cerebros para hacer copias de sí mismos. La existencia en la naturaleza de instrucciones genéticas para producir cerebros es el resultado de relaciones a nivel macroscópico entre los organismos y su medio. La evolución es un proceso de selección de organismos, capacidades y conductas (de nuevo, causación descendente). El genoma no es el plano, sino la caja de herramientas que resulta de ese proceso.
    – El heterocontrol interiorizado es autocontrol. La razón es lingüística, la libertad es un fenómeno social.
    – Malinterpretas el concepto de posible adyacente de S. Kauffman (que es biólogo, no físico). Es un defensor explícito del libre albedrío y de una naturaleza con el futuro abierto. Rechaza el universo bloque. Lo posible adyacente no es un espacio muestral predeterminado, sino indefinido. Por eso defiende un emergentismo fuerte. La naturaleza crea sobre la marcha sus propias posibilidades. Implica la existencia de relaciones causales no legaliformes. Es justo lo contrario de lo que pretendes.
    – En cuanto a las consecuencias de no creer en el libre albedrío, se trata de considerar que no todo el mundo es igualmente libre, no de que nadie lo sea en absoluto. La libertad es un grado y la responsabilidad es proporcional a ese grado. Abandonar la creencia en la responsabilidad (condicionada) es socialmente mucho más peligroso.

    P.D. Creer que el paciente no tiene posibilidad de elección exime al médico de la responsabilidad por el fracaso en el tratamiento. Creer que no existe la libertad también opera para el psiquiatra como un mecanismo de defensa frente a la culpa.

  3. says: Pablo Malo

    Hola Masgüel, llevamos años discutiendo esto y probablemente nos repitamos.

    A mí me convence mucho el argumento de Galen Strawson (tanto que me parece irrefutable :)) y no estoy seguro de que te lo haya presentado ya. Aquí te lo dejo por si quieres atacarlo. Está resumido en este vídeo:
    https://www.youtube.com/watch?v=ue5m6ijwWiY

    y al comienzo de este artículo:
    https://www.wired.com/2010/07/my-first-act-of-free-will/

    1- Hago lo que hago por mi forma de ser. Si quiero desayunar Honey Nut Cheerios, o escuchar Blonde on Blonde, es porque prefiero, en este momento, el sabor de ese cereal y el sonido de ese disco.

    2- Si voy a ser responsable de mis elecciones, entonces también tengo que ser responsable de cómo soy.

    3- Pero no soy responsable de mi forma de ser. En algún momento, mis deseos y necesidades -el guiso de factores que hay detrás de mis preferencias- están fuera de mi control. Han sido programados por la selección natural y están incrustados en mis genes; han sido influenciados por mis padres y moldeados por mis hermanos y compañeros y por todos esos anuncios de la televisión.

    4- Ergo, no puedo ser responsable en última instancia de mis elecciones. No quiero Cheerios porque las quiero. En cambio, mis preferencias han sido moldeadas por un millón de pequeñas fuerzas que no tienen nada que ver conmigo. No puedo ser la causa de mí mismo.

    Un saludo

  4. says: Óscar S.

    Heidegger decía en la conferencia La pobreza pronunciada en torno al final de la SGM que la dicotomía entre necesidad y libertad es metafísica e innecesaria. Porque, en efecto, tienes razón,, una libertad concebida sin ese “millón de pequeñas fuerzas” sería una fantasmagoría de libertad, la libertad de Dios al crear o la libertad del asno de Buridan, que al no ser Dios, muere tontamente de hambre. Pero, a su vez, una necesidad (un determinismo) sin la asunción de momentos de responsabilidad sería una fastasmagoria de realidad, porque entonces yo estaría viviendo mis actos de dentro de un rato como si mi vida no fuera mía, como si la contemplarse desde fuera siendome -sin tilde- enajenada (que es exactamente lo que dices al alegar que tales fuerzas “nada tienen que ver conmigo”).

    Y esto no solo es vivir como un loco completo, en mi opinión -vivir sin vivir en mi, que diría la Santa-, sino que no va a colar ante un juez, como observaría rápidamente Kant -es invivible una sociedad en la que todo miembro alegue respecto de cualquier acción grande o pequeña “enajenación permanente”.

  5. says: Masgüel

    Ya había leído el artículo de Srawson (tampoco recuerdo si fue porque tú me lo indicaste). Te parece irrefutable y me invitas a refutarlo. Nada más sencillo, pero no espero convencerte.

    – Lo primero es disociar en el argumento de Strawson la negación de la libertad de la negación de la responsabilidad. Pretende negar la primera negando la última. Es una falacia. 2 y 4 no se siguen de 1 y 3. Aunque no sea responsable de mi forma de ser, sigo teniendo opciones y capacidad para elegir, gracias a mi forma de ser e incluso a pesar de mi forma de ser. Por tanto sigo siendo responsable de mis elecciones.
    – Strawson afirma que su argumento es válido tanto si el determinismo es cierto como si no lo es. Es otra falacia. Da por supuesto el determinismo, tanto físico como neuronal y yerra el tiro contra el indeterminismo. El indeterminismo cuántico no es relevante para el libre albedrío. Un suceso aleatorio no es un acto libre. Eso es evidente. El indeterminismo relevante para el libre albedrío es la apertura causal de la naturaleza, que los procesos de organización a todos los niveles tienen poder causal. Si no se entiende el argumento a favor de la causación descendente en una naturaleza con el futuro abierto (emergentismo fuerte) frente al cierre causal físico (reduccionismo), no hay por dónde seguir. La estructura fisicoquímica, anatómica y funcional de nuestro cerebro no determina nuestros pensamientos y decisiones. La estructura fisicoquímica, anatómica y funcional de nuestro cerebro es la que es porque (historia evolutiva) y para que (teleología) elaboremos pensamientos y tomemos decisiones. Mi cerebro y el tuyo son distintos pero, si nos sentamos a jugar al mus, los dos se las apañan para realizar las conexiones químicas y eléctricas que hagan falta para poder jugar de acuerdo a las reglas del mus (realización múltiple). Las reglas no son conexiones sinápticas. Son proposiciones del castellano. Y así con todo. La consciencia es una función del encéfalo, pero el ámbito de la subjetividad no es una cosa. La mente no está en la cabeza. Que no sea una cosa no significa que no exista. Es un fenómeno natural. Para el ser humano es sobre todo el conjunto de procesos sociales (lingüísticos, normativos, tecnológicos…) que organizan nuestra conducta. Su poder causal es real. Porque jugamos a imaginar ángulos rectos, la superficie del planeta está repleta de edificios con geometría ortogonal.
    – Así pues, aunque no sea responsable de mi forma de ser, sigo teniendo opciones, porque el determinismo es falso. Y tengo capacidad para elegir porque soy (o somos) un sistema natural con las propiedades emergentes que hacen de mí un agente causal y no un autómata.

  6. says: Óscar S.

    Creo recordar que Henri Bergson decía que el cerebro es como el director de una orquesta: dirige, sí, pero ni toca ni compone la melodía…

  7. says: Óscar S.

    Yo también soy partidario de investigar en torno a las propiedades emergentes, pero es que antes de eso tengo un argumento mejor. Me parece que no es cierta la conclusión de este texto tuyo. Lo malo del determinismo no es sólo que se trata en realidad de una extrapolación ilegítima desde la Física (los estoicos o Laplace) o la Metafísica (Schopenhauer y Nietzsche) hacia la Ética, lo malo es que no sirve absolutamente para nada. Pongamos que sí, que somos tan vetustos que aplicamos la mecánica de Newton a la mente de Hume, esa tábula rasa. Aún así, nuestros códigos morales y jurídicos serían exactamente los mismos. Quiero decir que una sociedad tan loca como para admitir el fatalismo de la acción humana (y te recuerdo, por cierto, que el Islam lo es, lo cual no obsta para que tengan tribunales y juzguen los actos de su prójimo tan duramente como nosotros o más) sería completamente invivible. Yo no podría poner notas a mis alumnos, Milósevic no acudiría al Tribunal Internacional de La Haya, nadie recibiría ningún premio Óscar, tendríamos que dejar campar a sus anchas a los asesinos en serie, ya que si no hay libertad, no hay cargos, no hay responsabilidad y tampoco mérito o demérito. O sea, que no veo realmente cómo, según dices, “podemos construir un mundo sin la creencia en el libre albedrío, un mundo mejor y más habitable para todos, y en especial para los enfermos mentales”, a no ser que, ya digo, estés predicando el Islam en Occidente y ni aún así, porque no se lo creen ni ellos…

    De modo que Kant tenía razón, a mi juicio, al menos frente a Laplace y frente a su discípulo Schopenhauer, antes de tiempo. En el plano teórico, el dilema libertad/determinismo es irresoluble, constituye una antinomia de la razón (un pseudoproblema, diría Bergson). Pero en el plano práctico no hay duda ninguna: la idea nouménica de la libertad debe desde luego, porque la alternativa es sencillamente imposible, servir de base a los códigos éticos y jurídicos. Teniendo en cuenta, por cierto, que Kant no entiende la libertad como liber arbitrio, que es una concepción enteramente teológica (la disputa, por ejemplo, entre Martín Lutero y Erasmo de Rotterdam), puesto que no es más que aquella potencia del alma que desde el vacío opta entre el Bien y el Mal. Kant entiende libertad como libertad determinada, no vacía, y determinada por el acto de la voluntad que aplica o no el imperativo categórico. Quien no aplica el imperativo no está eligiendo el Mal teológico -la desobediencia a Dios-, sino algo mucho más concreto y burgués: su interés privado. Para pensar todo esto, en cualquier caso, la consideración biológica o física poco tiene que ver. Comprendo que para los enfermos mentales sí, en ese caso especial las normas habituales quedan en suspenso, y por eso el único expediente del criminal desesperado es alegar locura, o consumo de drogas -lo cual debería ser un agravante-, etc. Pero para Milósevic no. Y tampoco para, yo qué sé, Paganini. Sería absurdo retirar a Paganini su reconocimiento de genio del violín bajo el argumento de que ha nacido con los dedos más largos que yo o que no es mérito suyo su mejor coordinación psicomotriz…

    Pero si me equivoco sugiero que en próximo artículo nos ofrezcas una aproximación a los principios elementales y bases estructurales que sontendrían un “mundo mejor y más habitable” que descansase sobre la convicción científica en el luterano o mahometano servo arbitrio… (Juro que lo leo, y si se extiende hasta un libro, que además te sugiero titular Walden 3, lo compro expectante).

  8. says: Ramón González Correales

    Me recuerdo quizá con quince años o dieciséis,  en una clase de filosofía, hablando sobre el libre albedrío o más bien llevándole la contraria al profesor que trataba de apalancarlo con los argumentos clásicos del alma inmortal con la que dios nos había creado. Yo no sabía muchas cosas pero había observado, ya a aquella edad, que los humanos y, por supuesto yo mismo, éramos bastante influenciables, con querencias genéticas, de personalidad o de contextos sociales que muchas veces nos arrastraban en forma de deseos que era fácil que no pudiéramos controlar o de sistemas de creencias que muchas veces eran opacas (y por tanto mucho más eficaces) para nosotros mismos.

    A la vez, muy poco después de aquellas clases, inicie un cambio de ideas ( o eso, al menos, me parecía entonces) en las que me dejaba llevar por una sensación personal de elegir libremente, de alejamiento de muchos presupuestos en los que me habían educado, entre ellos los de esa religión que defendía  el libre albedrío para justificar el pecado, la culpa  y el problema del mal con bastantes dificultades filosóficas e incluso teológicas. Una sensación de posibilidad de cambio en mis manos, en la medida que fuera capaz de pensar o de conocer para darme cuenta de ciertas cosas, que no he dejado de tener hasta ahora mismo. Ya se que esa sensación no demuestra nada sobre el asunto del que estamos hablando. Pero es una sensación.

    Sin embargo lo que un médico general  ve cada día, (sé lo del sesgo de la clínica y todo eso) a poco que lo mire con distancia le lleva a ser consciente de los límites del libre albedrío que, desde luego, no es una cualidad que se tiene o no se tiene como especie o como individuo sino quizá un continuun que fluctúa mucho, en tonos de grises, entre individuos concretos o incluso en un mismo individuo a lo largo de su vida y por supuesto cuando padece una enfermedad que a veces puede ser devastadora para el concepto en sí mismo (como se ha referido aquí,  Damasio y otros dan múltiples evidencias sobre el tema). Quizá el concepto de “posible adyacente” sea útil para describir lo que ocurre realmente con los límites de la anatomía que configuraba nuestro destino según Freud. Tal como somos quizá solo tenemos un cierto espectro de percepción y de posibilidad de cambio elegido. Pero el asunto es que nunca sabemos previamente cuál es el territorio que podemos explorar y aquí entraría también el problema de los “techos de cristal” y las profecías autocumplidoras. Y de todas las justificaciones de ser cómo somos que podamos imaginarnos (que incluso podrían utilizar los psicópatas: también ese libro referido de Kevin Dutton, es fascinante. Pero, sin embargo, también sabemos de los desconocidos que nos habitan y de cómo pueden emerger en contextos propicios que, a veces, incluso  ignoramos cuales son. O lo que pueden promover ciertas drogas en el sentido de descubrir posibilidades a lo que podemos ser (lo que ya no podremos olvidar y quizá sea un nuevo comienzo).

    Quizá sea este dilema el fundamental con el que tenemos que convivir en el mar de la vida que, ya de por sí, es habitualmente turbulento. Tenemos la herencia de los genes, la historia de aprendizaje el contexto en el que nos movemos, todos los humores imaginables circulando por el cuerpo y quizá también la sensación de que existe un individuo actual que también entra en la ecuación y que también interactúa de alguna manera en una interacción que no es un asunto exactamente de porcentajes. Quizá para llegar después de leer muchos libros y artículos científicos en que el determinismo es un hecho fehaciente. Pero paradójicamente también lo hacemos con una sensación interior de libertad de pensamiento puede llevar a enfrentarse a toda la moral de un tiempo como le sucedió a Darwin al que es muy importante leer en sus propios escritos para ser consciente de sus dilemas morales  y de su fuerza., de su proceso.

    Lo que lleva a eso que dice Dennet de que quizá el libre albedrío no exista como tal pero que nos conviene vivir como si existiera aunque quizá siempre con un punto de lucidez de los límites que tenemos y también de piedad hacia la condición humana que es y ha sido tan diversa y desigual en su posibilidades y capacidades y siempre puede serlo en un individuo en concreto en cuanto se nos cruce un cable. Eso que ayer leí que Isaiah Berlin refería que le dijo su amigo John Austin con respecto a los deterministas:

    “Todos hablan del determinismo y dicen creer en él. Nunca he encontrado un determinista en mi vida, quiero decir, alguien que realmente crea en eso tal como tú y yo creemos que todos los hombres son mortales. ¿Tú sí?». Los filósofos que meditan en su oficina o los científicos que llevan a cabo experimentos en su laboratorio podrán declararse deterministas en teoría, pero su conducta moral y su vida práctica, las palabras que pronuncian y los juicios que hacen, desmienten sus afirmaciones.”

    Lo que no cierra los riesgos de cómo puede disminuir ese espectro de lo “posible adyacente” en un futuro próximo en los términos que lo plantea Harari respecto a Homo Deus (manipulación genética) y todo lo que puede inducir el dataismo, la inteligencia artificial y sus posibilidades de control social. Además de quizá otras paradojas históricas: muchos de lo que defienden el libre albedrío tienen tendencia a imponer una sola verdad. Y al contrario. Los que son más escépticos son más piadosos con la condición humana y defienden más grados de libertad o sociedades más abiertas.

    En fin un debate que seguirá abierto. Magnífico artículo que hace pensar mucho

  9. says: Pablo

    Hola Masgüel,

    creo que confundes tener elecciones con que esas elecciones sean libres. Yo no niego que podamos elegir, lo que niego es que podamos elegir libremente. Si ser libre es hacer lo que puedes hacer pues estamos de acuerdo.
    Si descuentas las condiciones iniciales y para ti no tienen ninguna importancia, pues no nos vamos a poder poner de acuerdo. Como probablemente ya te habré argumentado antes, si yo diseño un robot o androide y le programo para que haga elecciones según determinadas reglas pues está claro que ese robot realizará elecciones ante circunstancias y acontecimientos externos. Según tu visión, ese robot es libre porque realiza elecciones, para mí no lo es porque responde a una programación que él no ha elegido, hace lo que puede hacer, exactamente igual que nosotros.

    En el texto de Strawson cambia responsabilidad por elegir libremente y funciona igual de bien el argumento (desde mi punto de vista claro).

    En cuanto al cerebro y la mente, sin cerebro no hay mente. Dos personas con diferentes cerebros podrán jugar al mus pero si uno tiene un CI de 140 y otro uno de 50, no van a jugar al mus de la misma manera. Cada uno jugará de la manera en que sus condiciones de partida le permiten jugar. Y no son libres de jugar de otra manera porque no eligen las condiciones de partida.

    Saludos

  10. says: Pablo Malo

    Hola Oscar,
    Gracias por los estupendos comentarios y por el texto de Lutero que espero leer en cuanto pueda porque me interesa mucho. Como dices, el problema del libre albedrío es una cuestión de la teología cristiana que pasa a la filosofía y la cultura seglar luego. Simplificando mucho, básicamente es un truco que San Agustín se saca de la manga para exculpar a Dios del mal en el mundo. Con el politeísmo no era problema explicar el mal porque siempre podías echar la culpa a dioses malos u otras criaturas sobrenaturales malvadas. Con el monoteísmo tienes el problema de explicar por qué el único Dios creó el mal y el sufrimiento en el mundo (o lo permite). San Agustin se inventa el libre albedrío y así sigue manteniendo que toda la creación es buena y Dios también es bueno. Como el hombre puede elegir entre el bien y el mal, todo el mal es el resultado del mal uso que hace el hombre del libre albedrío. Buen intento pero no cuela. Desde San Agustin esta creencia forma parte del cristianismo y de la cultura occidental.

    Está claro que además facilita la necesidad humana de castigar y de retribuir sin que se nos produzca la disonancia cognitiva de castigar a personas cuando no podrían haber actuado de otra forma. Pero hay alternativas. Gregg Caruso propone lo que se llama un enfoque de cuarentena. Igual que a un enfermo de ébola lo aislamos porque es un peligro para la sociedad, podemos aislar a un psicópata asesino porque es un peligro para la sociedad. No necesitamos atribuirle libre albedrío para encerrarle. En ese sentido fíjate que en esta pandemia hemos llegado a atribuir coger las infecciones por covid al libre albedrío y así podemos culpabilizar y hacer responsable a la gente de coger la Covid. Es interesante porque hasta el año pasado la culpa de las infecciones la tenían los virus y bacterias. Ahora hemos descubierto que como se transmiten de persona persona, si tomáramos medidas pues no existirían las infecciones. Una idea brillante porque vamos a acabar con todas las infecciones con el libre albedrío…

    La postura de Caruso la puedes leer aquí:
    Free Will Skepticism and Criminal Behavior: A Public Health-Quarantine Model Presidential Address
    https://www.researchgate.net/publication/303030957_Free_Will_Skepticism_and_Criminal_Behavior_A_Public_Healt_h-Quarantine_Model_Presidential_Address

    Y digo que sería un mundo más justo porque no es justo culpar a un psicópata en base a un libre albedrío que suponemos y que no vemos, no podemos entrar en su cabeza, y que imaginamos y le atribuimos. Y no es justo culpar a los obesos de serlo, etc. Pensar que porque yo puedo aguantar 8 horas en un trabajo, también lo puede hacer un psicópata o porque yo puedo hacer dieta y ejercicio todo el mundo puede hacerlo, es ilusorio. Y al revés, yo tampoco puedo hacer lo que hace un psicópata, porque mi mente moral no me deja. Y a mi modo de ver un psicópata y yo no tenemos la misma mente moral para nada. Reconocer esto es de justicia, creo.

    1. says: Óscar S.

      De nuevo me sobran un poco esos autores anglosajones poco o nada conocidos y muy/muy menores: lo que dices ya lo argumentaba de modo parecido Spinoza en las conocidas como “cartas sobre el mal”. Spinoza, ya sabes, también pregonaba que la libertad es una ilusión, el pobre (el estoicismo, cuánto daño ha hecho…), y su respuesta a la franca pregunta de su corresponsal acerca de qué hacer con aquellos cuya esencia se cumplía en el asesinato de los demás fue que, bueno, que sigan así, qué se le va a hacer, pero que sepan que sin duda terminarán en el cadalso..

      De modo que quizá Caruso tenga razón, conforme al maestro judío (otra vez la religión enredada en estas metafísicas viejas!), y lo que debamos hacer sea poner en una larga cuarentena a varones educados en el patriarcado, a dueños de corporaciones que juegan con la salud de las siguientes generaciones y desde luego con todos los políticos de la alt-right mundial, aunque solo sea por evitarles piadosamente terminar en el cadalso…

      Gracias por tu respuesta.

  11. says: Pablo Malo

    Hola Ramón,
    estoy bastante de acuerdo con todo lo que comentas. Como dices, es una tema al que llevamos dando vueltas desde hace siglos y me parece que seguiremos dándolas mucho tiempo.

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