Reír, llorar; avanzar, retroceder; pensar, actuar; leer y crecer. 24 horas dan para mucho. Despiertos o dormidos, hay distintas maneras de pasar por la vida. Y la cultura, estamos convencidos, permite sacar más jugo a este rato que estamos por aquí. Y eso buscamos con esta revista. Ofrecer conocimiento con el que vivir mejor.
Hypérbole es, sobre todo, una revista cultural, sí, pero pretende también estar llena de vida, de actualidad y de cosmopolitismo. Desea divulgar las ciencias (naturales y sociales) para propiciar un conocimiento que permita acercarse al mundo desde una perspectiva integradora y actual, pero sin dejar de frecuentar el reportaje periodístico, la entrevista y la opinión un poco distanciada.
También incluirá literatura, cine, fotos y sugerencias de distinto tipo para gente interesada en la alegría de vivir: música, películas, ropa, diseño, viajes…Hypérbole quiere reunir a los que aman la cultura de cualquier edad y condición y crear esas conexiones de las que pueden surgir “cisnes negros”, o un rato de placer intelectual o estético, o una buena idea para comenzar un cambio necesario.
Pretendemos reunir en este escaparate una selección de diversos productos para que puedan ser disfrutados con gusto y facilidad, porque ahora hay mucha información en la red, pero no es fácil encontrar lo esencial, lo contrastado, lo bello; los resultados del trabajo de quienes realmente piensan o crean con veracidad o talento. Como Wislawa Szymborska, cuya obra hemos conocido durante el proceso de creación de la revista y que nos acompaña cada día con maravillas como ésta…
Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.