Un jardín abandonado que conserva las puertas, aún sin llaves; sin la necesidad de una azarosa carrera tras lo novedoso, tan sólo auténticos parámetros que no superan los límites del proceso de nuestra propia existencia; sin celosías que hacen crecer la vegetación vertical rápidamente; ni pérgolas, ni maceteros, ni sombra, ni vestigio de nada: tan sólo la pasión de alguien que, por ende, ama someramente la estética de sus cactus.
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* Todas las imágenes de la galería son de Ricardo Celestino Mur
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