En este artículo voy a tratar el complejo tema del progreso moral. Examinaré la definición de progreso moral en opinión de los que defienden su existencia y voy poner la opinión también de John Gray, por poner una postura contraria a la existencia del progreso moral. Después vamos a intentar aplicar la definición de progreso moral a un caso práctico, el wokismo. También os voy a proponer unos experimentos mentales y al final os daré mi conclusión provisional. Pero voy a empezar por una historia y al final os cuento por qué comienzo hablando de esto.
Recuerdo haber leído hace muchos años que el antropólogo y sacerdote vasco Padre Barandiarán tenia una teoría según la cual los vascos eran braquicéfalos (cráneos anchos y redondeados, con un índice craneal superior a 80) a diferencia de los pueblos del entorno (celtas, iberos…) que eran más dolicocéfalos (cráneos alargados, índice inferior a 75). Hasta aquí la cosa es cierta, tanto Barandiarán como el antropólogo Telesforo de Aranzadi parece que pensaban así. Pero el chiste o crítica a su método y teoría continuaba diciendo que cuando Barandiarán excavaba y encontraba un cráneo braquicéfalo se decía: “¡un vasco!”. Por contra, si lo que encontraba era un cráneo dolicocéfalo: “¡un forastero!”. La historia parece una versión popular o humorística de su método: en una era donde la craneometría era clave para la “antropología vasca”, identificar un cráneo braquicéfalo en un yacimiento local era como decir “¡un vasco ancestral!”, mientras que uno dolicocéfalo sugería influencias “externas” (invasores o migraciones). Pero nos quedamos con la idea. Ahora sí, vamos con el tema. Vamos a dar algunos argumentos a favor y en contra del progreso moral.

Definición de progreso moral. Los partidarios del Progreso Moral
Para saber si algo existe o no existe hay que tener una definición operativa del fenómeno, a ser posible algo que se pueda medir. Así que es fundamental que empecemos hablando de la definición de progreso moral aunque no es un tema nada fácil. Los diversos filósofos y autores que han tratado el tema -y creen en el progreso moral porque Schopenhauer, Nietzsche o John Gray no creen que exista- dan definiciones un tanto diferentes. No voy a entrar a profundizar en lo que dice cada autor porque tendríamos para hablar días y días. Lo que voy a hacer es tomar como representantes de los filósofos que creen en el progreso moral a Allen Buchanan y Russell Powell en su libro The Evolution of Moral Progress: A Biocultural Theory (Oxford University Press, 2018). Es un libro relativamente reciente y recopila muchos de los aspectos que han destacado otros autores. Su definición sería más menos así:
“El progreso moral consiste en la transformación sostenida de las normas, prácticas e instituciones que incrementan el reconocimiento y el respeto por el estatus moral de los individuos, amplían la reciprocidad y cooperación moral, y disminuyen las formas sistemáticas de sufrimiento evitable y subordinación injusta.”
El progreso moral tendría estas características, muchas de las cuales señalan otras autores:
–Ampliación del círculo moral: incorporar nuevos sujetos a la comunidad moral (esclavos, mujeres, minorías, animales, generaciones futuras). Ejemplo: el reconocimiento de derechos universales. Este punto lo han destacado gran número de autores: el progreso consiste en ampliar el círculo moral a personas, seres, o incluso al planeta, que antes no estaban incluidos en él.
– Reformas institucionales: cambiar las instituciones que generan sufrimiento estructural (por ejemplo, tortura judicial, esclavitud, segregación). No es solo progreso individual, aunque las personas pueden mejorar moralmente, el progreso moral relevante es colectivo e institucional.
–“De-moralización apropiada” (Proper demoralization): eliminar tabúes, daños o prohibiciones previas que eran moralmente infundadas o dañinas.Ejemplo: dejar de condenar moralmente la homosexualidad, el divorcio o la anticoncepción. Conviene explicar que se llama “moralización” al proceso por el que algo que no estaba dentro del campo de la moral, es decir dentro del campo de lo bueno y lo malo, pasa a estar en ese campo moral. Por contra se llama “Des-moralización” “De-moralización” o “Amoralización” al proceso contrario, es decir, algo que estaba en el campo de la moral y se consideraba moralmente bueno o malo sale de ese espacio moral y se convierte en neutro desde el punto de vista moral. Esto es lo que habría pasado por ejemplo con la homosexualidad.
–Progreso epistémico: Mejor comprensión de los hechos morales y de las consecuencias de las acciones (por ejemplo, el impacto ecológico, la psicología del trauma, etc.). Este elemento es también muy destacado por muchos autores en el sentido de que se trata de un proceso de uso de la razón y el entendimiento que nos conduce a comprender mejor las normas y los juicios morales. Tiene que ser un proceso racional.
–Progreso motivacional: fortalecer disposiciones y emociones prosociales (empatía, compasión, sentido de justicia). Un avance en estas emociones y motivaciones.
Pero Buchanan y Powell se esfuerzan en distinguir el progreso moral de otras cosas con las que se lo confunde:
- No es progreso tecnológico ni económico. Puede haber avances tecnológicos junto con retrocesos morales (nazismo, armas químicas, vigilancia masiva).
- No es mero cambio de costumbres. Que algo cambie no implica progreso moral; se requiere mejora normativa objetiva (en inclusión, justicia o reducción del sufrimiento).
- No es solo progreso individual. Ya hemos dicho que aunque las personas pueden mejorar moralmente, el progreso moral relevante es colectivo e institucional.
- No es inevitable. Puede haber regresión moral (fanatismo, polarización, violencia). El progreso moral es posible pero frágil. Buchanan y Powell plantean que lo mismo que puede haber progreso moral puede haber también regresión moral, por ejemplo una reducción del círculo moral.
Y ya para bajar a la realidad Buchanan y Powell proponen una serie de ejemplos paradigmáticos de progreso moral según ellos
- Abolición de la esclavitud: Expansión del círculo moral + reforma institucional.
- Reconocimiento de derechos de las mujeres: Inclusión moral + cambio cultural.
- Movimiento por los derechos civiles: Corrección de injusticias institucionalizadas.
- Despenalización de la homosexualidad: “De-moralización apropiada”.
- Emergencia de la preocupación ambiental: Ampliación del círculo moral hacia generaciones futuras y otros seres vivos.
Aunque sea brevemente, menciono otra definición de progreso moral más cercana, la del filósofo Javier Gomá:
“Porque ¿qué es el progreso moral? Es sustituir la ley de la naturaleza -la del más fuerte- por la ley de la cultura -la del más débil-. Y nuestra sociedad es, con mucho, la que más ha protegido al débil, a cualquier grupo históricamente discriminado: mujeres, ancianos, niños, enfermos, disidentes, parados, presos, extranjeros. Pero no se trata de ser idealistas, sino realistas con ideales. Porque en la estructura de lo humano está la imperfección.”

El Progreso Moral no existe: John Gray
Creo que con esta definición de progreso moral tenemos suficiente para empezar a trabajar. Pero también merece la pena considerar a algún representante de la versión contraria, la de que no existe el progreso moral y voy a escoger a John Gray. Gray sostiene que no existe el progreso moral en la historia humana, porque la naturaleza humana no progresa. Solo cambia el contexto histórico, tecnológico o político, pero los impulsos básicos —violencia, crueldad, fanatismo, tribalismo, autoengaño— permanecen constantes. En sus palabras: “La idea de progreso moral es un mito cristiano reciclado en versión secular. Los humanos no se vuelven más sabios o mejores; solo cambian las circunstancias en las que despliegan su irracionalidad.” (Straw Dogs, p. 132):
Para Gray, La historia no tiene dirección moral. Gray rechaza cualquier teleología histórica (como la hegeliana, marxista o ilustrada) que interprete la historia como una marcha hacia el bien o la razón. La historia, dice, no progresa moralmente, solo fluctúa. Las mejoras en derechos humanos o justicia social son frágiles y reversibles, y dependen de circunstancias contingentes: “El siglo XX no demostró el progreso de la humanidad, sino su infinita capacidad para reinventar la barbarie.” (Black Mass, (2007):
Para Gray, El progreso tecnológico no implica progreso moral. La ciencia y la tecnología avanzan acumulativamente, pero la moral no lo hace. Cada avance técnico amplía tanto las capacidades benéficas como destructivas del ser humano. Por ejemplo: los avances médicos o democráticos coexisten con genocidios, vigilancia masiva o tortura sistemática: “El conocimiento científico crece, pero la sabiduría humana no. Seguimos siendo animales peligrosos con juguetes más poderosos.” (Straw Dogs)
Para Gray La moral humana está biológicamente limitada. Gray adopta una visión naturalista y pesimista de la psicología humana: la moral es un subproducto evolutivo adaptativo, no una facultad racional progresiva. Los instintos tribales, la agresión y el autoengaño no desaparecen, solo se adaptan culturalmente. Por eso, la moralidad humana tiene límites biológicos inamovibles: “La civilización no transforma la naturaleza humana; solo la disfraza.” (The Silence of Animals , 2013):
Para Gray el progreso moral es una ilusión ideológica. Gray ve en la idea de progreso moral una herencia secularizada del cristianismo, especialmente de su noción de historia redentora: caída → redención → salvación. Según él, los ilustrados (y sus herederos liberales y marxistas) simplemente sustituyeron a Dios por la Razón o la Ciencia, manteniendo la estructura mesiánica del relato cristiano: “Las religiones políticas del siglo XX —liberalismo, comunismo, fascismo— fueron versiones seculares del mito cristiano del progreso redentor.” (Black Mass)
También opina que cada progreso moral conlleva nuevos males. Incluso los cambios que parecen avances morales (abolición de la esclavitud, democracia liberal, derechos humanos) producen nuevos tipos de sufrimiento, exclusión o dominación. Por ejemplo, la abolición de la esclavitud no eliminó la explotación económica, solo la transformó; la democracia no eliminó la violencia, la institucionalizó de nuevas maneras; los derechos humanos universales conviven con guerras “humanitarias” y vigilancia digital: “La civilización moderna no ha superado la barbarie: la ha refinado y globalizado.” (Straw Dogs). Podríamos condensar su posición así:
El progreso moral no existe porque no existe un cambio acumulativo, irreversible o estructural en la capacidad moral del ser humano. Lo que llamamos “progreso” son fluctuaciones temporales condicionadas por el poder, la prosperidad o el miedo.
Gray no niega que haya cambios morales locales (por ejemplo, abolir la tortura), pero sostiene que no hay acumulación ni garantía de permanencia: cada generación puede volver a la barbarie con facilidad. En Black Mass, Gray analiza cómo los intentos modernos de construir un “mundo mejor” —ya sea mediante el comunismo, el liberalismo global o el humanitarismo occidental— han terminado generando nuevas formas de violencia utópica. Para él, incluso los derechos humanos universales son una religión civil moderna: una creencia en el progreso moral de la humanidad sin base empírica: “El siglo XXI no será la consumación del progreso moral, sino el escenario de su desintegración.” (Black Mass, p. 288)
Personalmente, me sitúo del lado de Gray. Creo que lo que estamos viendo en Gaza, Ucrania, Nigeria, Sudan y en todas partes le da la razón. Estamos presenciando unas barbaridades morales (que no voy a detallar porque ponen los pelos de punta) que podríamos fechar en cualquier otro momento histórico desde el paleolítico hasta el siglo XXI. El potencial del ser humano está intacto y el progreso moral brilla por su ausencia. Pero continuemos nuestra investigación.

Problema: ¿Cómo valoramos si hay o ha habido progreso moral? ¿Cómo hacemos la medición? ¿Podemos demostrar si hay progreso o no hay progreso? ¿Quién lo decide?
Bien, tenemos una definición y vamos a intentar aplicarla. ¿Qué vamos a comparar? Un primer problema es qué períodos o momentos históricos escogemos para hacer la comparación. ¿Cogemos el presente en Europa o en Occidente y lo comparamos con el pasado en todo el mundo a lo largo de la historia? ¿ O sólo comparamos a Europa consigo misma o comparamos cada región del mundo con ella misma en el pasado? ¿comparamos la situación global en el mundo en la actualidad con la situación global en el mundo en otras épocas?
Por ejemplo, hablemos un poco del siglo XX: dos guerras mundiales (100 millones de muertos entra las dos), el nazismo que aparece en Alemania, el país más culto y alfabetizado de Europa probablemente, y acaba en el Holocausto (6 millones de judíos asesinados en los campos de exterminio) Stalin (20 millones de muertos), Mao (40-60 millones de muertos) Camboya (khemeres rojos, 1,7-2 millones), genocidio armenio (1-1,5 millones) genocidio de Ruanda (800.000-1 millón), etc, etc. etc.
Bien, esto no supone ningún problema para los partidarios del progreso moral porque -como ellos muy bien dicen- puede haber retrocesos (regresiones morales) pero eso no invalida que hay un progreso. Así que todos esos ejemplos los podemos considerar regresiones morales temporales dentro de un camino claro de progreso moral. Ahora mismo tenemos la situación del conflicto en Israel/Palestina con un debate acerca de si se trata de un genocidio o no y la guerra en Ucrania con escenas que nos retrotraen a lo peor del siglo XX… pero no pasa nada, son regresiones ocasionales.

Ejemplo Práctico: el Wokismo. ¿Es el Wolkismo progreso moral?
Vamos a intentar dilucidar si el wokismo o movimiento de la justicia social crítica constituye un ejemplo de progreso moral. El wokismo, o movimiento de la justicia social crítica, es una corriente cultural e ideológica contemporánea que busca identificar y combatir las formas de opresión estructural (como el racismo, el sexismo, la homofobia, el colonialismo o la desigualdad económica) en todos los ámbitos de la sociedad. Inspirado en la teoría crítica, el posmodernismo y los estudios de raza y género, sostiene que las relaciones de poder están incrustadas en el lenguaje, las instituciones y las normas sociales y su objetivo declarado es promover la conciencia social (“estar woke”) frente a las injusticias históricas y sistémicas. En la práctica, el wokismo suele traducirse —según sus críticos— en una sacralización de las minorías (Kauffmann), la defensa de políticas de discriminación positiva y la cultura de la cancelación, entendida como la censura o marginación de quienes expresan ideas consideradas ofensivas o contrarias a la justicia social. Este enfoque se apoya en una política de identidades, donde el valor moral de las personas tiende a evaluarse según el grupo al que pertenecen (étnico, de género, orientación sexual, etc.). Dentro de este marco, el hombre blanco heterosexual es visto frecuentemente como símbolo de los privilegios históricos y de las estructuras de opresión del mundo occidental. Es una ideología que tiene un fuerte componente moral hasta el punto de que muchos autores la consideran una religión secular. Analicemos, pues, si este cambio moral evidente con respecto a los valores morales previos (juzgar a las personas por su carácter, defender la libertad de expresión y condenar la censura, etc.) es progreso o no lo es.
¿Qué pretende el movimiento “woke”? El wokismo tiene muy buenas intenciones. En su origen, “woke” significaba estar despierto ante la injusticia social (racismo, machismo, homofobia, etc.). Desde esa raíz, su objetivo declarado sería ampliar el círculo moral: incluir en la comunidad ética a quienes antes quedaban fuera o en los márgenes (minorías raciales, mujeres, personas LGBT, etc.). En este sentido, el wokismo sí es continuidad del progreso moral moderno: busca más igualdad, más reconocimiento, más justicia.
¿Qué problemas aparecen en la práctica? A veces, el movimiento se articula de manera excluyente: divide el mundo en opresores vs. oprimidos, y juzga moralmente a las personas según su grupo de pertenencia (hombre blanco heterosexual = privilegiado = sospechoso). En ese caso, el círculo moral no se amplía universalmente, sino que se reconfigura en nuevas fronteras: algunos grupos quedan moralmente deslegitimados por defecto (hombres blancos cis). Además, el uso de la “cultura de la cancelación” puede reducir la disposición al diálogo y generar dinámicas punitivas que no necesariamente promueven empatía ni reconciliación ni mejora la cooperación del grupo sino que generan conflicto y polarización.
Entonces, ¿es progreso o no? Pues sí sería progreso en la medida en que ha visibilizado discriminaciones reales y ha ampliado la sensibilidad moral hacia colectivos antes excluidos. No es progreso (o incluso puede ser regresión) cuando cae en esencialismos, victimismos rígidos o en la demonización automática de ciertos grupos. Ahí, en lugar de ampliar el círculo moral, lo fragmenta y lo hace más conflictivo. Según como le veamos, el wokismo parece ser una mezcla: tiene un núcleo que sí representa progreso moral (más inclusión, más reconocimiento), pero en sus expresiones más radicales puede producir una reducción del círculo moral, porque sustituye la universalidad por un esquema de tribus morales enfrentadas.
Aquí abro un paréntesis y adelanto que voy a especular. Podríamos hacer un paralelismo con la evolución del cristianismo primitivo. El cristianismo primitivo lo podríamos ver en su inicio como una ampliación del círculo moral. En el Imperio Romano, la moral dominante estaba basada en jerarquías rígidas: ciudadanos libres arriba, esclavos abajo; hombres con poder, mujeres subordinadas. Entonces irrumpe el cristianismo con un mensaje disruptivo: “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer: todos sois uno” (Gálatas 3:28). Eso fue una ampliación radical del círculo moral: por primera vez, se proclamaba que todos los seres humanos tenían igual dignidad ante Dios y para esclavos, pobres y mujeres, fue revolucionario. Pero el cristianismo institucionalizado parece que lleva a una reducción del círculo moral. Con el tiempo, esa moral de igualdad se institucionalizó y se hizo más rígida. La Iglesia medieval excomulgaba herejes, perseguía judíos, condenaba homosexuales, y apoyaba guerras santas. El círculo moral se replegó: la dignidad universal quedó supeditada a ser “cristiano verdadero” dentro de la ortodoxia.
Coincide en ciertos sentidos con el wokismo que en una primera fase ampliadora visibiliza el racismo, machismo y discriminación. Reclama que todos tengan igualdad de trato y reconocimiento. Es como el cristianismo primitivo: rompe la moral dominante (neoliberal, meritocrática, blanca, patriarcal) en nombre de una inclusión mayor. Luego viene una fase restrictiva/punitiva: en algunos sectores, divide el mundo en opresores vs. oprimidos. Quien no se adhiere al nuevo código moral es visto como culpable o sospechoso. Aparece la cancelación, la censura y el dogmatismo. El círculo moral se vuelve más excluyente, como pasó con la Iglesia medieval y aparecen los herejes: machistas, tránsfobos, islamófobos, etc.
O sea, el wokismo se puede ver en su impulso original como un avance moral: amplía la sensibilidad hacia colectivos marginados pero luego retribaliza la moral y crea tribus identitarias enfrentadas. El wokismo encarna una tensión interna entre progreso moral genuino y regresión tribal. La cosa está ambivalente y no es fácil decidir hacia dónde se inclina el balance, porque depende de cómo evolucione.

Experimento Mental I. El Wokismo.
Viajemos en el tiempo, al año 2850. El wokismo —aquel movimiento de justicia social que nació siglos atrás— ha triunfado plenamente, en su versión previa a la era de Trump. La sociedad ha alcanzado, según sus propios estándares, la pureza moral definitiva.
En este nuevo orden, la cancelación y la censura ya no se consideran amenazas, sino formas de higiene pública. La libertad de expresión se entiende como un peligro del pasado, una reliquia de épocas primitivas donde la gente aún confundía la verdad con la opinión. Las mujeres trans compiten sin debate alguno en los deportes femeninos; los cupos de identidad se aplican con rigor aritmético en universidades y empresas; la meritocracia ha sido abolida en nombre de la equidad. En los departamentos de recursos humanos, las decisiones ya no se toman por capacidad o esfuerzo, sino por quién se es —género, color, orientación, origen—, porque eso, se repite como un mantra, “es la verdadera justicia”.
Y lo más inquietante: todos son felices. La sociedad funciona, los conflictos son mínimos, y las viejas tensiones del pasado han sido sustituidas por una paz serena, sostenida por el consenso y la autocensura. En los libros de historia se enseña que los habitantes de los siglos XX y XXI eran bárbaros ignorantes, que creían en el mérito, la competencia y la libertad de expresión, sin comprender que esas ideas eran el origen de toda desigualdad.
Preguntas: ¿Habría progresado moralmente esa sociedad del siglo XXIX con respecto a la del siglo XXI? ¿O sería una regresión moral aunque a todo el mundo le parezca bien y estén felices?…
Pero démosle una vuelta más. En el año 2860 surge una nueva ideología llamada “Renacer” que propone volver a la libertada de expresión, el mérito, etc. y en una década consigue que toda la sociedad cambie de opinión. Se abole el wokismo y se vuelve a los ideales de la Ilustración del siglo XVIII. Los libros de historia vuelven a enseñar que tras una época de regresión moral hemos vuelto al verdadero progreso moral.
¿Es realmente así?

Experimento Mental II. Las mujeres son superiores
Imaginemos el año 3000. Han pasado ciento cincuenta años desde la Gran Crisis de Natalidad, aquel cataclismo demográfico que comenzó hacia el 2850, cuando los nacimientos se desplomaron hasta cifras que hicieron temer la extinción de la especie. Muy pocas mujeres querían —o podían— tener hijos. Entonces, los gobiernos del mundo reaccionaron con la urgencia de quien defiende su última frontera: declararon la maternidad un asunto de Estado, y con ello, proclamaron que las mujeres eran más valiosas que los hombres.
A partir de ese momento, todo cambió. Las leyes, los salarios, las costumbres. El asesinato de una mujer se castigaba con el doble de pena que el de un hombre. Los sueldos femeninos eran también el doble. En las universidades, las empresas y los tribunales, las mujeres tenían prioridad absoluta. La sociedad entera se reorganizó para proteger y premiar la fertilidad, para reverenciar lo que llamaban “el principio creador”.
Ciento cincuenta años después, en el año 3000, nadie discute ya ese orden. La historia ha sido reescrita: en los libros escolares se explica con asombro la barbarie de los siglos anteriores, cuando se creía —¡qué locura!— que hombres y mujeres debían tener los mismos derechos. Hoy todos “saben” que las mujeres son superiores, y que la jerarquía actual es la culminación de un auténtico progreso moral.
Y sin embargo, alguien podría preguntarse: ¿lo es de verdad?
Bien, de nuevo le podemos dar una vuelta más como al experimento anterior y pensar que con el tiempo, al de un siglo por ejemplo, se vuelve a la igualdad entre sexos. ¿Qué es progreso y que es regresión? ¿Quién lo dice? ¿Cuáles son los criterios?

El progreso moral desde la teoría de la Moral como Cooperación
Voy a dar ahora mi visión del progreso moral desde mi entendimiento e interpretación de la teoría moral que más me convence, la Moral como Cooperación, de Scott Curry otros. Probablemente Scott Curry u otros autores que apoyan esa teoría o hipótesis no coincidan conmigo pero es la lectura que yo hago, las derivaciones que se desprenden de las premisas de la teoría. Transcribo un párrafo de una entrada anterior del blog que viene a cuento de lo que estamos tratando:
“Si partimos de la base de que la moral es una herramienta para la cooperación de los grupos humanos nos damos cuenta de que las normas y principios morales son respuestas a problemas de cooperación. Las normas o principios morales no salen (habitualmente) de la nada, de que un filósofo se sienta a pensar y se le ocurre un principio moral que es más bonito que el que se le ha ocurrido al filósofo del sillón de al lado. Voy a poner un ejemplo para ilustrar este punto.
Anke Becker muestra en este artículo (.PDF disponible aquí) que las sociedades pastoralistas tienen unas normas más restrictivas con respecto a las libertades sexuales femeninas. Dice el abstract:
“Este artículo estudia los orígenes y la función de las costumbres y normas que pretenden evitar la promiscuidad de las mujeres. Utilizando datos de encuestas a gran escala de más de 100 países, compruebo la teoría antropológica de que una forma particular de subsistencia preindustrial, el pastoreo, favoreció la adopción de tales costumbres y normas. El pastoreo se caracterizaba por períodos frecuentes y a menudo prolongados de ausencia de los hombres del asentamiento, lo que implicaba dificultades para controlar el comportamiento de las mujeres y mayores incentivos para imponer restricciones a la promiscuidad femenina. El artículo muestra que las mujeres de sociedades históricamente más pastorales (i) están sujetas a actitudes más contrarias al aborto; (ii) son más propensas a haber sido sometidas a la infibulación, la forma más invasiva de mutilación genital femenina; (iii) tienen más restricciones en su libertad de movimiento; y (iv) se adhieren a normas más restrictivas sobre la promiscuidad de las mujeres. A nivel de la sociedad histórica, el pastoreo predice la patrilocalidad, la costumbre de vivir cerca de la familia del marido después del matrimonio, lo que les permite controlar a la novia. Las estimaciones de variables instrumentales que utilizan los determinantes ecológicos del pastoreo respaldan una interpretación causal de los resultados. También aporto pruebas de que el mecanismo que subyace a estos patrones es la ausencia de los hombres, más que el dominio masculino en sí mismo o el desarrollo económico histórico.”
El problema de cooperación que ocurre en estas sociedades es que los hombres están ausentes de casa durante meses porque necesitan alimentar al ganado por lo que aumenta el problema de la certeza de paternidad. Por otro lado, los hombres son los principales proveedores económicos de la familia. Las costumbres descritas que restringen la sexualidad femenina son una respuesta a ese problema. Si no se resuelve ese problema de cooperación, hombres y mujeres no van a cooperar y cada uno iría por su lado -los hombres no se comprometerían o no aportarían económicamente al no estar seguros de que sus hijos fueran sus hijos- con lo que el funcionamiento de la sociedad se pone en grave riesgo.”
En sociedades de cazadores recolectores las normas con respecto a las libertades sexuales son mucho más permisivas. ¿Cuál es la conclusión? ¿Que las normas de los cazadores recolectores son más progresistas? Yo creo que no. Las normas de los cazadores recolectores no funcionarían en una sociedad pastoralista. Las diferentes normas morales son respuestas a problemas de cooperación diferentes y por lo tanto no tiene ningún sentido compararlas y hablar de progreso o regresión moral. Las normas morales evolucionan y se adaptan a los problemas de cooperación que las nuevas tecnologías y los nuevos estilos de vida van trayendo.
Como defendía yo en la entrada de la que he tomado el extracto, la esencia de un acto inmoral sería:
Acto inmoral: un daño + intencionado + no justificado
Es decir, la norma moral más básica sería algo así como: “no hagas daño a sabiendas a nadie sin una buena razón o justificación”.
Vamos a intentar aplicarla a algún ejemplo concreto. Las normas morales con respecto a la carne están cambiando y con respecto al tabaco ya han cambiado. Hay muchas personas que consideran que comer carne está mal moralmente porque es causar un daño intencionado (por las condiciones de las granjas y demás) no justificado (porque hoy en día hay muchos otros alimentos disponibles e incluso carnes sintéticas. ¿Indica esto un progreso moral? No lo sé. Sin progreso tecnológico esta transición a una nueva norma moral no existiría y todavía no sabemos lo que va a a pasar. Sí es verdad que detectamos daños que antes no detectábamos pero no sé hasta qué punto esa evolución es puramente moral o más bien científica y tecnológica. Todo el movimiento animalista creo que le debe mucho a Darwin y a la teoría de la evolución que ha ido mostrando que todos formamos parte del mismo árbol de la vida. Con la religión judeocristiana el hombre está por una lado y los animales (a los que pone nombre) por otro. Quiero decir que no veo claro que el progreso sea de una “ciencia moral” como tal sino de un progreso a muchos otros niveles (científico, tecnológico, económico.)… De hecho, que matar animales constituye un daño se ha sabido desde el paleolítico y parece que muchos pueblos primitivos tenían rituales de caza donde de alguna manera muestran su respeto por los animales que van a cazar y por el orden natural de alguna manera. Pero evidentemente la supervivencia era prioritaria y la caza una necesidad.
Me parece también que hay pruebas de que las principales transgresiones morales (robar, matar, violar, mentir, etc.) están recogidas en los 10 mandamientos, el código de Hammurabi y muchos otros códigos morales ancestrales. También es verdad que recientemente (sobre todo con el wokismo) se han descubierto nuevos daños que antes no se consideraban tales, como las microagresiones o considerar violencia a la palabra al mismo nivel que la física. Pero no está claro si esto es progreso o regresión, el jurado está reunido todavía.

Conclusiones
Mi concusión provisional es que sí existen argumentos para hablar de la existencia de un progreso moral, entiendo en parte esa forma de ver las cosas. Pero también hay argumentos para defender que lo que hay es cambio moral que se adapta al estilo de vida de una sociedad y que considerar si algo es progreso o regresión es fruto de un consenso que se mantiene en el tiempo. No parece estar claro cuáles son los criterios para decidir en tiempo real si algo es progreso o regresión y sólo la visión a posteriori establece la cuestión. No tiene mucho sentido una visión del progreso moral que te permite decir que hay progreso cundo las cosas van en una dirección y que es regresión cuando van en otra dirección. Cuando puedes decir que una cosa es progreso o regresión según te convenga, pues no tiene mucho sentido. Es como el Padre Barandiarán: si sale lo que me viene bien, pues este era vasco… y si me sale en una cueva vasca alguien dolicocéfalo pues entonces es que seguramente era un visitante extranjero. Sesgo de confirmación.
Mi postura ya la dije al hablar de John Gray es que no hay progreso moral. Las normas morales son respuestas a preguntas, a problemas de cooperación. Cuando cambien las preguntas cambiarán las respuestas y no las hay mejores ni peores. La mejor, el progreso, es la que haga al grupo salir adelante en esas circunstancias determinadas. Voy a cerrar con unos extractos de un artículo que acaba de publicar Félix de Azúa:
“Un gran intelectual europeo como Edgar Morin, que fue comunista y héroe de la resistencia contra los nazis, ha publicado su testamento a los 104 años de edad (¡) con el título de Lecciones de la Historia (Taurus). Son 16 capítulos, cada uno de los cuales muestra hasta qué punto la creencia en un determinismo histórico, es decir, lo que aún profesan los marxistas, es un puro reflejo de la concepción del tiempo cristiano.
Por lo menos desde San Agustín, establece el cristianismo que la historia de los humanos es una línea recta que va desde la creación del mundo hasta el Juicio Final o el fin de los tiempos. Una línea recta, sin vuelta atrás, que forma parte del destino del mundo cogitado por la divinidad. Es una imagen consoladora que permite creer en el mejoramiento de la vida futura y (sobre todo) en el castigo de los malvados. Para cualquier persona sensata, esta representación es un mito.
Eso no ha impedido que Marx, los marxistas, los comunistas y buena parte del socialismo, crea en una historia «progresista», es decir, que el paso del tiempo mejora la vida y nos lleva hacia una sociedad más benéfica y justa, sin Estado. Lo cierto es que se trata de un puro trampantojo mítico y religioso que no responde a ninguna realidad. En las 16 lecciones de Morin se destruye cualquier intento de mantener ese delirio.”
“Por supuesto que se producen cambios o incluso «avances», pero eso no garantiza que no provoquen, a su vez, nuevos y muy considerables problemas que precisarán nuevos «avances». La penicilina ha curado a millones de enfermos, pero en África ha provocado un aumento exponencial de los nacimientos vivos, lo que ha conducido a hambrunas y guerras civiles sin cuento. ¿Un avance, la penicilina? Según para quién. La industrialización europea sirvió para que fuera posible asesinar en un tiempo ajustado y económico a seis millones de judíos. ¿Un adelanto? Para algunos. Es decir, que no hay una línea recta de progreso mundial, sino una línea quebrada de mil maneras que muchas veces se convierte en un círculo y que afecta de diferente modo a distintas poblaciones.
Contra lo que propagan los comunistas y marxistas, así como algunos optimistas leibnizianos y hegelianos, una mayor riqueza y racionalidad no garantiza mayor o mejor moralidad, sino tan solo mayor complejidad. La invención de las ciudades, en Mesopotamia, produjo un cambio en la distribución de la riqueza y se pasó de la escasez campesina a la miseria urbana. En consecuencia, Stalin condenó a la muerte por hambre a millones de campesinos rusos. En la Guerra Civil española, la racionalidad estaba del lado republicano y la mitología del lado rebelde, sin embargo, fueron los mitos ideológicos de la izquierda los que hicieron imposible que la República ganase la guerra.”
“La historia no avanza en línea recta y progresiva, sino como las figuras de un caleidoscopio, las cuales a cada vuelta se descomponen y vuelven a componer en una nueva forma perfectamente azarosa, aunque semejante a la anterior. Sin embargo, la inercia del cristianismo sigue teniendo una fuerza inusitada entre las desesperadas huestes progresistas y es muy difícil que un político acepte que la historia es un modelo de caos, de azar, de inconsecuencia y de irracionalidad. Ellos, como los banqueros, viven de que la gente crea que el futuro les va a premiar.”