Intelectual: “Que se dedica al estudio y reflexión crítica sobre la realidad y comunica sus ideas con la pretensión de influir en ella, alcanzando cierto estatus de autoridad en la opinión pública. Proveniente del mundo de la cultura, como creador o mediador, interviene en el mundo de la política al defender propuestas o denunciar injusticias concretas, además de producir o extender ideologías y defender unos u otros valores”.
La figura del pensador es imprescindible para el buen desarrollo de una sociedad debido tanto a los valores humanísticos de su pensamiento, como a la repercusión de la difusión del mismo. Sin embargo, en los últimos tiempos la escasez de ideas, el poco margen de acción que el sistema permite al desarrollo de las mismas y la desaparición de algunas figures clave (Stéphane Hessel, José Luis Sampedro, Cristopher Hitchens,…) ha disminuido peligrosamente la capacidad de cambio de la sociedad.
En precisamente en estos momentos de crisis cuando hay más necesidad de nuevos modelos y alternativas. Y por ello el intento de los intelectuales para ampliar la perspectiva de los ciudadanos y tratar de transformar el mundo mediante la palabra, -como sugería el sociólogo Amitai Etzioni sería especialmente bienvenido.
Sin embargo, en los últimos años las propuestas estimulantes por parte de los pensadores y la capacidad de escucha de las mismas, por parte de los políticos, ha sido escasa. Esta situación, detectada entre otros por el economista Avelino García Vallejo, en lugar de mejorar ha llegado a enquistarse debido, según sus propias palabras, “a la falta de políticos con autoridad intelectual y moral” .
Ambos factores (falta de propuestas por parte de los expertos y de voluntad por parte de los políticos) han provocado la imposibilidad de un cambio del sistema, tal y como proponía René Passet, expresidente del comité científico de ATTAC y uno de los pocos economistas que avisó de la actual crisis económica en su libro L’Économique et le vivant (1979). Passet ya advirtió de la necesidad de crear un nuevo sistema económico, con valores humanos que respeten la naturaleza y que permita que la permeabilidad de las sugerencias de los pensadores.
Pero, además, tampoco estaría mal escuchar al analista político y literario Paul Berman, quien también señala al receptor como uno de los factores del fracaso actual aludiendo a la “pérdida de un público atento que escuche como obstáculo para los intelectuales”.
Si todo esto es así, quizá la solución pase por ser capaces, como sociedad, de elegir unos políticos con voluntad de poner en marcha los cambios necesarios, tras escuchar entre todos las necesarias propuestas de nuestros intelectuales.
Pero si intelectuales hay a montones! Claro, que de nada servirán si, pese a todo, seguimos creyendo que su función es asesorar a ese club privado, los políticos, que están siempre a lo suyo…
Hay un filósofo en cada hombre. Es que solo se escucha a los pocos que, en cada momento, se consideran políticamente correctos.
Dejad paso a las nuevas generaciones, que siempre hablan los mismos. Los jóvenes tienen mucho que decir. Sus padres no se han enterado de que sus niños ya son mayores, y se empeñan en seguir acaparando el poder.
En estos tiempos en que brilla el irracionalismo en todas sus formas posible, la verdadera intelectualidad se ve en el trance de tener que refugiarse en las catacumbas. Desde luego que la voz de l@s intelectuales, esas sabias personas consejeras de la tribu global, han de expresarse; pero eso -no nos engañemos- se nos va a regalar por mor de caridad cristiana o similar, sino que eso dependerá de un cambio considerable de actitud básica de la ciudadanía tal como el que se dio en la minirrevolución de Islandia. En mi opinión es tiempo de acción, de tener tres o cuatro ideas fundamentales meridianamente claras y de poner todo el empeño y la energía en ellas.