Historias de Filadelfia

La versión teatral que Philip Barry había escrito para Katharine Hepburn se había estrenado en 1939 en Broadway y había constituido un gran éxito. En ella trabajaba Josep Cotten en el papel de C.K. Dexter Haven que, en la película, interpretaría Cary Grant. Pero Katy no estaba bien vista en el Hollywood de aquel tiempo, donde era considerada “el veneno de las taquillas”, y Howard Hughes tuvo muchos problemas para negociar que fuera la protagonista. Algunos actores se negaron a actuar con ella, como Gable, Tracy, Taylor o Gary Cooper. Al final, la MGM de Louis B. Mayer consiguió a Grant y aceptó el deseo de Hepburn de que el director fuera George Cukor. Así se gestó una película inolvidable que consigue eso que Cary dice que tiene conseguir una comedia: “Cuando voy al cine, quiero olvidarme de los platos sucios que hay en el fregadero y de lo que tengo en la cabeza. Quiero olvidar mis problemas, salir de mí mismo. Quiero reírme un poco”.

Y eso es justo lo que es para mí ver esta película, que siempre es una tabla de salvación en los “días rojos” de los que hablaba la otra Hepburn en “Desayuno en Tiffanny´s“. La veo con mucha frecuencia, entera o a trozos, y siempre encuentro algo que me reconcilia con la buena vida y con la condición humana.

El cine a menudo es mejor que la realidad y es probable que nunca haya existido esa burguesía aristocrática tan benigna y de manga tan ancha, que ya anticipa cambios sociales que tardarían unos años más en producirse. Tracy Lord, el personaje que interpreta Katty, es ya una mujer moderna y libre que busca la felicidad y coquetea con deseos variados, mientras se baña en una piscina tan bella como un templo griego. Dexter es un hombre lúcido que sabe de su vulnerabilidad y la ahoga en alcohol mientras sueña con un velero que perdió (“El balandro del amor eterno”) . Macaulay Connor (James Stewart) es un periodista humilde y con talento que quiere parecerse a los que cree detestar y no es sensible al amor secreto de la fotógrafa que lo acompaña. En ese mundo conviven gente de distinta edad que toman champagne juntos en las mismas fiestas y se toleran con ironía y buen humor. El único personaje que desentona es el arribista que iba a casarse con Tracy y que termina cayéndose de un caballo.

Al final triunfa el amor, la lucidez y la alegría de vivir y uno ya puede volver a soñar con que al salir al mundo va a encontrarse con personajes tan elegantes como Dexter o tan pasionales como Tracy o tan ingenuos como Macaulay Connor. Y con que algún día tendrá una piscina como esa y asistirá a esas fiestas interminables donde encontrará a gente tan bien educada.

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