Escribir una palabra y tratar de borrarla con el dedo impregnado de saliva. El borrón resultado de semejante acto poético explicaría mejor lo que tengo que decirme antes que explotar en mil palabras.
No hay nadie que me pare cuando me escondo y me golpeo el cráneo emocional para hacerme la poesía sangre; tinta negra hoy, reguero de café mañana.
Si la luz pesase se arrastraría sobre mí arrancándome los bordes de la ropa, penetrándome hacia dentro como perdida pero muerta de hambre y de cansancio.
Y yo me abriría para dejarla entrar con cara de asesina, con cara de desamor, con cara de fe en que vas a dejar que te coma a besos esta noche.
Luego la expulsaría en un parto interminable y acabaría llorando muy sola, con la espalda abrazándose hacia atrás a sí misma. Cenando sombras a oscuras, perdiendo velas, rondando amaneceres.
*Los cuadros son de Francesco Hayez.