Es verdad en internet está todo, pero ¿cómo se accede a lo bueno o, al menos, a lo que nos interesa?, ¿cómo hacemos para conseguir desarrollar una vocación de lectores cultos, capaces de picotear en distintos campos del conocimiento, si es tan fácil perderse en un bosque infinito de saberes y de opiniones sobre esos saberes?.
Sólo hay que pensar en nuestras rutinas, los sitios que frecuentamos, lo que hacemos para conseguir conocer libros nuevos o artículos que nos parezcan iluminadores y que realmente conecten saberes y los contextualicen de una forma mínimamente fiable.
En internet está todo, todo puede subirse directamente, pero a la vez se percibe muy claramente la necesidad de los mediadores de calidad. Ese portal que elige libros o textos y los descubre, que los contextualiza que es capaz de mostrar con buenas palabras porqué son especiales, al menos para ciertos gustos. Ese portal que no tiene prisa y que es un refugio que permanece en el tiempo.
Los mapas para internarse en la selva o para construir un sistema de referencias que permita seguir avanzando de forma solitaria. Quizá lo que siempre fue el oficio de los buenos editores. Otra dimensión del talento.
“P. ¿Y no es ahora, con la posibilidad casi infinita de acceder a todo tipo de publicaciones, cuando el lector necesitaría más el asesoramiento de un editor, de una casa editorial que avale con su sello a un autor o a una obra?
R. La cuestión fundamental es que existe un sentimiento de odio hacia la mediación. Por un malentendido perverso, no pocos creen que odiar cualquier forma de mediación sea una señal de espíritu democrático. Mientras son beatos ante la palabra “acceso”. Esta es la clave. La idea de que no haya intermediarios entre el escritor y el lector. Es un poco la ideología de Amazon, y es una trampa funesta. Lo curioso es observar lo que está pasando. Por un lado, Google ha digitalizado una cifra de libros que ninguno sabe, 15 millones quizás. Un estudiante inteligente, de esos que sufrían porque estaban en provincias y no tenían acceso a las grandes bibliotecas ni dinero para ir a París o Londres, hoy desde casa puede tener acceso a libros del siglo XVI, del XVIII, o a las revistas más complicadas de encontrar. Todo está en la red, algo inconcebible hace 20 años. Y, sin embargo, no he notado que se haya producido un particular desarrollo, jóvenes que escriban una tesis magnífica…”
ROBERTO CALASSO. Entrevista en El País