Estamos en las Vegas apostando nuestra escasa fortuna al craps. Tenemos dos dados en nuestra mano y hemos hecho una apuesta muy dura (ahora veremos por qué): sacar un doce. Si lo conseguimos, ganaremos treinta veces lo que hemos apostado. Hay estudios que afirman que los jugadores de craps piensan, inconscientemente, que lanzando los dados con más fuerza hay más probabilidades de éxito. Es la llamada ilusión de control: solemos pensar que tenemos más control sobre la realidad del que realmente tenemos. En el craps jugamos contra la banca y ya sabemos que la banca nunca pierde, así que tiene que haber trampa. Y, por supuesto, la hay.
Si recurrimos al cálculo de probabilidades podemos estudiar cuáles son nuestras posibilidades de éxito. Aparentemente podríamos pensar que un doce no se diferencia de cualquier otro número que pudiéramos sacar tirando dos dados. Todos los números parecen tener las mismas probabilidades de salir. Error de novato. Si miramos las probabilidades de sacar un doce comprobamos que son muy escasas: solo existe una combinación de dados que da ese resultado (sacar un seis en ambos dados), por lo que las probabilidades son de una entre treinta y cinco (no llegan al 3%). Por el contrario, las probabilidades de sacar, por ejemplo, un siete son muchísimo más altas. Hay seis combinaciones de ambos dados que dan siete, por lo que la probabilidad es de una entre cinco (un 20%). Tenemos muchísimas más probabilidades de perder apostando a un doce (y a un dos) que a cualquier otro número. La banca siempre gana y nuestros escasos ahorros pasarán a engordar más aún los ya de por sí enormes ingresos del casino.
Otro error muy recurrente en cualquier novato es la falacia del jugador. Supongamos que llevo una mala racha. He sacado dos sietes seguidos y he perdido dos veces consecutivas. Es muy común pensar que ya que he sacado dos sietes, habrá menos probabilidades de sacar de nuevo otro siete. Mentira y gorda: las probabilidades no se acumulan. En la nueva tirada tendré una probabilidad entre cinco de sacar un siete, igual que en las dos anteriores. Este error suele darse también en nuestra vida cotidiana. A veces, solemos pensar que cuando nos han pasado varias cosas malas, pronto nos ocurrirá una buena. Lo siento amigos, las probabilidades de que te pase algo malo de nuevo serán exactamente las mismas que antes de empezar tu mala racha vital.
Pero, ¿qué es realmente la probabilidad? ¿Qué quiere decir, a nivel profundo, que tengo una probabilidad entre cinco de que ocurra algo? Es una pregunta extraña. Si lo pensamos, nadie jamás ha observado una posibilidad, solo podemos observar los hechos. Cuando tiro un dado, solo puedo observar el resultado, el hecho de que salga un seis. Las otras cinco posibilidades solo han existido en mi imaginación y en mis cálculos ¿Por qué entonces decimos que existían? ¿Por qué decimos que es posible que hubiera salido un resultado diferente al que ocurrió verdaderamente? Esto resulta aún más desconcertante cuando pensamos que la ciencia contemporánea no comprende bien qué es eso de un suceso aleatorio e, incluso, muchos filósofos y científicos niegan su posibilidad.
Cuando tiramos el dado, afirmamos que el resultado nos dará un número aleatorio comprendido entre el uno y el seis. Lo tiramos y sale un seis. Sin embargo, si tuviésemos un dado trucado en el que todas sus caras marcasen un seis, cuando lo tirásemos y, naturalmente, saliera un seis, no diríamos de ningún modo que ese seis es un número aleatorio ¿Qué diferencia hay entre ambos seises? Una primera definición podría decirnos que un número aleatorio es aquel que no permite ningún mecanismo que nos licite predecir su aparición. En nuestro primer seis, fruto de la tirada con un dado normal, no tenemos ningún modo de saber con seguridad que iba a salir un seis. En el segundo, por el contrario, al saber que todas las caras contenían un seis, conocíamos el resultado antes de realizar la tirada. Esta definición nos dice que aleatoriedad es lo mismo que ignorancia acerca de las causas de un suceso.
Una definición más sofisticada en esta línea es lo que se ha llamado aleatoriedad de Komogorov. Dentro del campo de la programación informática, un número será aleatorio si el número de instrucciones del programa que lo genera es la misma que la longitud de dicho número ¡Uffff! ¡Qué difícil! Con un ejemplo lo veremos muy claro. Pensemos en el número 2345678. Podríamos diseñar un programa de ordenador que dijera simplemente: genera la sucesión numérica n+1 y párate cuando n=7. Ya está, con dos instrucciones hemos generado un número de siete dígitos. Según nuestra definición, este número no sería aleatorio ya que el número de instrucciones es menor que la longitud del número generado. Pensemos ahora en el número 485723. Devanándonos los sesos un buen rato, terminamos por rendirnos y confesar que no encontramos ningún algoritmo que pueda generar ese número. Entonces, si aun así queremos tener un programa que de ese número como resultado, tendríamos que ir dándole tantas instrucciones como dígitos tiene el número: Escribe un “4”, escribe un “8”, escribe un “5”, escribe un “7”, escribe un “2” y escribe un “3”. Hemos dado siete instrucciones para un número de siete dígitos: según Kolmogorov estamos ante un número aleatorio. En el fondo, estamos diciendo lo mismo que en nuestra primera definición de aleatoriedad como ignorancia. Estamos confesando que un número es aleatorio, sencillamente, porque no sabemos generarlo mediante un algoritmo o programa.
Esto nos lleva a un nuevo e interesante problema, el famoso Entscheidungsproblem (¡vaya palabrita!) o problema de la parada, expuesto por el genial matemático y padre de la computación, Alan Turing. Supongamos que tenemos una máquina, una poderosa inteligencia artificial, que, dado cualquier número, se pone a buscar como loca el algoritmo que la genera. Dado un número cualquiera, tenemos dos soluciones posibles: o que sea aleatorio y, entonces, no hay algoritmo que lo genere, o que no sea aleatorio y nuestra IA encuentre el algoritmo. Damos al run y ponemos a la máquina a trabajar. Pasan minutos, horas, días…y nuestra máquina sigue y sigue trabajando incansable buscando ese peliagudo algoritmo. Pasan meses, años… ¿Qué hacemos? ¿La paramos o la dejamos seguir trabajando indefinidamente? A lo mejor en el siguiente minuto encuentra el algoritmo… o quizá tarde siglos o nunca lo encuentre. No hay solución posible. Y es que la definición de Komogorov tiene el problema de que aceptamos que un número es aleatorio solo de modo provisional, es decir, solo decimos que el número es aleatorio porque ahora, en este mismo momento, no tenemos el algoritmo que lo genera, pero quién sabe si lo descubriremos en el futuro. Mala definición entonces.
Generando números aleatorios
Pero, vamos a ver ¿Cómo es posible que sea tan difícil definir un número aleatorio cuando constantemente estamos hablando de ellos y utilizándolos? La ciencia, testaferra del rigor y la precisión, utiliza constantemente la probabilidad y, con ella, acepta tácitamente la existencia de la aleatoriedad. Nos dice afirmaciones como “Hay una probabilidad del 34,2% de que ese electrón esté en este orbital” o “Fumar aumenta las probabilidades de enfermedad cardiovascular en un 60%”. Es más, si sabes algo de programación, sabrás que puedes generar números aleatorios de un modo sumamente fácil: tenemos la instrucción randomizer que nos da todos los números aleatorios que queramos ¿Cómo genera mi ordenador personal números aleatorios?
Vamos a verlo. El mecanismo más usual es el creado por Derrick Henry Lehmer en 1951, llamado método Generador Congruencial Lineal. La fórmula es esta:
Primero elegimos Xₒ, que será la semilla, el número desde el que comenzaremos la cadena de números aleatorios. Después elegimos m, que determinará el valor más alto de todos los números que vamos a generar. Las letras mod simbolizan que el resultado total será el residuo o resto de dividir el resultado del paréntesis entre el valor de m. Por ejemplo, Xₒ = 0 y m será igual a 5. Así obtendremos una serie de números aleatorios del 0 al 4. Seguidamente, y aquí viene lo curioso, necesitaremos dos nuevos números más, las constantes a y c ¿De dónde los sacamos? Debemos elegir dos números al azar diferentes de 0 y menores que m ¡No puede ser! ¡Para generar una cadena de números aleatorios necesitamos tener previamente dos números aleatorios! ¡Flagrante círculo vicioso! Nuestros ordenadores solucionan el problema sacando ambos números de su reloj interno, del ruido térmico del digitalizador de audio o de las fluctuaciones de velocidad de los discos debidas a las turbulencias del aire. Vale, supongamos que nuestro ordenador nos da a = 1 y c = 2. Estamos listos para generar nuestra cadena.
X1 = (1·1+2) mod 5 = 3
X2 = (1·3+2) mod 5 = 0
X3 = (1·0+2) mod 5 = 2
X4 = (1·2+2) mod 5 = 4
X5 = (1·4+2) mod 5 = 1
A partir de aquí la secuencia se repite y deja de ser aleatoria. Bien, ¿qué diablos hemos hecho? Casi nada. Los números generados por este método son aleatorios solo en la medida en que desconozcamos los valores de a y de c. Si conocemos estos valores, tenemos el algoritmo que genera los números y, por la definición de Kolmogorov, dejarían de ser números aleatorios. Es por ello que para referirse a ellos, los matemáticos los denominan pseudoaleatorios, parecen aleatorios pero, realmente, no lo son. Piense el lector que, en el fondo, es lo mismo que hacemos cuando le preguntamos a alguien que diga un número del 0 al 4. La respuesta será aleatoria solo en la medida en que nosotros desconocemos los mecanismos cerebrales que han llevado a esa persona a elegir el número. Si pudiésemos entrar en su mente y encontrar las causas que le han llevado a elegirlo, el número dejaría automáticamente de ser aleatorio. No salimos de la definición de aleatoriedad como ignorancia.
El sueño de Laplace
En perfecta sintonía con estas conclusiones, tenemos la postura filosófica llamada determinismo, ejemplificada por el matemático Pierre-Simon de Laplace (paradójicamente uno de los padres de la teoría de probabilidades) y defendida magistralmente por el filósofo holandés Baruch Spinoza. Laplace, en línea con la concepción del universo propio de la física clásica, entendía el mundo como un gran reloj: una inmensa maquinaría dominada por estrictas leyes físicas. Así, cada suceso que ocurre está determinado necesariamente por la causa o causas anteriores que lo han precedido. Es lo que Spinoza denominó colligatio causarum, la gran cadena causal que rige todo.
Laplace enunció una gran idea: si tuviésemos una superinteligencia (llamada tradicionalmente diablillo de Laplace) capaz de conocer el estado de todos los sucesos del universo en un momento t y todas las leyes que rigen su funcionamiento, podríamos predecir absolutamente todo lo que ocurrirá en el momento t + n. Si el universo es un gran reloj y conocemos todos sus mecanismos internos, viendo la posición de sus manecillas, podemos predecir con total exactitud la posición del segundero en el siguiente segundo y en cualquier otro momento del futuro. Estamos ante el gran sueño del determinismo y, por ende, ante el gran sueño de la ciencia moderna: la predicción absoluta del futuro. El primer problema de esta fantasmagoría estaba en encontrar tal superinteligencia. El número de variables que hay que tener en cuenta para predecir cualquier suceso es altísimo. Si queremos predecir con precisión total el resultado de mi apuesta en el craps tendremos que saber muchísimas cosas: la posición inicial del brazo (músculos, tendones, articulaciones…), de la mesa, de los dados… fuerza, ángulo y trayectoria de lanzamiento, gravedad, presión atmosférica, temperatura… deberíamos tener un mapeado perfecto de la superficie de la mesa con todas sus posibles irregularidades… Un simple lanzamiento de dados requiere ya una considerable cantidad de variables, ¡cuánta más requerirá todo el universo! ¿Dónde encontramos alguien con tal capacidad de cálculo? La solución llegó con el avance de los ordenadores: si la capacidad de cómputo crece exponencialmente según la ley de Moore, pronto tendremos supercomputadores capaces de predecir cualquier cosa ¿Seguro? Stephen Wolfram demuestra que no, pero para entender por qué hay que adentrarnos en la teoría de autómatas.
La regla 110
Wolfram ha pasado gran parte de su vida intelectual estudiando autómatas celulares. Un autómata celular es algo, a priori, bastante sencillo. Es un tipo de autómata (algo que actúa sin necesidad de un humano que le indique qué tiene que hacer, es decir, es automático) que está formado por una malla cuadriculada de casillas. Cada casilla puede tener dos colores: blanco o negro (si bien podemos aumentar su complejidad añadiendo más colores) y va avanzando en el tiempo en pasos discretos (por turnos) y siguiendo una serie de reglas sencillas. Por ejemplo, podríamos tener una casilla negra que podría evolucionar en el próximo turno operando según la siguiente regla: sigue siendo negra si en una de las ocho casillas adyacentes que la rodean hay otra casilla negra. Si no, pasa a ser blanca. Ya está, así de fácil. Lo interesante consiste en ir probando reglas diferentes y ver qué es lo que ocurre cuando dejamos que el autómata evolucione en el tiempo. Son curiosas las configuraciones que aparecen en el famoso juego de la vida de James Conway. Con unas simples reglas que dicen que una casilla “morirá” (pasará de negra a blanca) en función de que muera por aislamiento (con menos de dos casillas negras adyacentes) o por superpoblación (con más de tres casillas negras adyacentes), y seguirá “viva” (seguirá negra) si tiene únicamente tres casillas negras adyacentes (un entorno equilibrado), conseguimos configuraciones tan curiosas como esta:
Es la Gosper Glider Gun (pistola de planeadores), una configuración estable que seguirá disparando planeadores indefinidamente. Lo que Conway pretende mostrar es que con un número muy pequeño de reglas sencillas podemos conseguir una gran complejidad. La complejidad parece emerger espontáneamente desde la simplicidad.
Wolfram quiere ir más allá. Va a estudiar los autómatas celulares más simples, los unidimensionales. Constan de una casilla con dos adyacentes, pudiendo dar ocho configuraciones diferentes de casillas blancas y negras. Combinando en línea recta unos autómatas con otros, descubrimos que, por combinatoria, solo podemos encontrar 256 combinaciones posibles. Wolfram proyectó estos autómatas en una malla bidimensional y observó lo que ocurría. Según el tipo de configuración que aparecía clasificó cada autómata en un tipo: los de tipo uno creaban patrones repetitivos sin interés; los de tipo dos generaban rayas estables arbitrariamente espaciadas; los de tipo tres comienzan a crear formas muy interesantes como, por ejemplo, el triángulo de Sierpinski, un bonito fractal; pero los más interesantes fueron, sin duda, los de tipo cuatro: generan patrones complejos que no se repiten. Wolram llama a cada autómata regla, y las numera (del 1 al 256). Pues bien, la más espectacular es la regla 110 que genera la configuración que vemos en la imagen de más abajo.
Es algo muy sorprendente. La regla 110 genera patrones reconocibles (agrupaciones de triángulos) que se repiten y organizan de un modo totalmente impredecible. Wolfram afirma que esta regla pasa sin problemas cualquier test de aleatoriedad, es decir, que estamos ante un conjunto de reglas sencillísimas y totalmente deterministas (nada hay de aleatorio en ellas) que generan patrones complejos y absolutamente impredecibles. De la sencillez obtenemos complejidad impredecible. Tenemos un magnífico generador de números aleatorios muchísimo mejor que el de Lehmer. En este enlace podéis probar las configuraciones de todos los tipos de autómatas de Wolfram.
Esto hace saltar en pedazos al diablillo de Laplace. Al ser la regla 110 impredecible, si no sabemos su patrón de funcionamiento, es imposible descubrirlo a partir de la malla que genera. Podríamos tener una superinteligencia que conociera todos los estados del mundo pero, a partir de ellos, si el mundo funcionara a partir de la regla 110, no podría descubrir jamás el algoritmo, por lo que no podría predecir el futuro.
No obstante existe una grave objeción. La regla 110 se termina por estancar. No genera configuraciones más allá de la que vemos allí arriba. No evoluciona hacia formas más complejas. Por decirlo a lo bruto, no avanza hacia crear bacterias, células o dinosaurios. A pesar de que Wolfram se esfuerza en ponernos ejemplos de organismos vivos que se rigen por estos patrones, la muestra que nos ofrece dista mucho de ser una parte significativa del mundo vivo. Definitivamente, Dios no creó el universo utilizando la regla 110.
La única conclusión que podemos sacar es que podemos tener un universo determinista e impredecible, lo cual, aunque no es poco, solo nos sirve para dañar gravemente la idea de Laplace, el viejo sueño de poder predecirlo todo.
Rompiendo la máquina de Laplace
Estamos en el 2654 y, tras siglos de avances en las ciencias informáticas, hemos podido construir el diablillo de Laplace, una supercomputadora capaz de conocer el estado de cada átomo del universo y todas las leyes que determinan su funcionamiento. Vamos a ponerla a prueba: ¿qué resultado va a dar mi próxima tirada de dados? Un tres responde la máquina y, efectivamente, lanzo los dados y sale un tres. Bien. Ahora le pregunto: ¿Qué voy a hacer en el próximo instante A o B? Mi plan es hacer lo contrario a lo que ella prediga. Si ella me dice que voy a hacer A, yo hago B y viceversa ¿Qué pasaría?
La máquina puede predecir que yo pretendo engañarla y puede saber perfectamente que si dice que haré A yo haré B. El caso es que está programada para informarme de lo que va a ocurrir verdaderamente por lo que tiene que responder a mi pregunta y yo siempre puedo hacer lo contrario a lo que diga. La máquina no tiene alternativa y entra en un bucle fatal: si responde para predecir el futuro fallará en su predicción y si no responde no estará prediciendo el futuro. Entonces comienza a echar humo y en su pantalla comienza a repetirse la frase “FATAL ERROR, FATAL ERROR…”. Laplace vuelve a enfadarse, y es que lleva un día bastante malo.
Aleatoriedad ontológica
Hasta ahora solo hemos hablado de lo que podríamos denominar como aleatoriedad epistemológica. No hemos podido escapar de la definición de la aleatoriedad como ignorancia, es decir, como una propiedad de nuestro modo de conocer el mundo. Algo es aleatorio porque no conocemos, ya sea provisionalmente o por definición, el algoritmo que lo genera. Sin embargo, cabría hablar de otro tipo de aleatoriedad: la ontológica. La aleatoriedad ontológica respondería a la pregunta, no ya de si podemos o no predecir el mundo, sino si el mundo realmente tiene un funcionamiento indeterminado o aleatorio.
Para Spinoza, la respuesta era clara: el cosmos es un gran mecanismo ontológico en el que no hay lugar alguno para el azar. Y es que lo difícil de imaginar es un suceso real de naturaleza azarosa ¿Cómo sería algo así? Si entendemos que un suceso determinista es aquel cuyos efectos están totalmente determinados por causas anteriores, un suceso aleatorio sería aquel que no está determinado por nada anterior ¿qué diablos sería algo así? Sería un suceso incausado, una causa primera anterior a toda la colligatio causarum. Sería un fenómeno mágico, extraño a toda racionalidad… Muchos filósofos pusieron en ese lugar a Dios. Tomás de Aquino, basándose en Aristóteles, pensaba que en los límites del universo existía un motor inmóvil, algo que movía todo el cosmos sin moverse. Ese motor debería ser una causa sin causa, ya que si tuviese una causa anterior, deberíamos preguntarnos qué es esa causa y qué la causa a su vez, llegando a una regresión ad infinitum de posibles causas. La causa incausada, auténtico ser libre e indeterminado, tenía que ser Dios.
Algo que no conocían ni Spinoza ni Tomás de Aquino, era el Principio de Indeterminación de Heisenberg o los sistemas caóticos. Son temas cruciales para entender la indeterminación o no del universo y otros dos nuevos duros golpes a Laplace, pero ahora no vamos a hablar de ellos si no queremos que este artículo se nos vaya de las manos. Ya habrá tiempo de adentrarnos en el micromundo de la cuántica o en la meteorología caótica.
Le peliagudo libre albedrío
El problema se hace más difícil cuando no solo queremos sacar de la cárcel del determinismo a Dios, sino también al ser humano. La inmensa mayoría de la gente piensa que elige libremente lo que hace en su vida. Tengamos en cuenta que libertad no es lo mismo que aleatoriedad. El dado que lanzamos jugando al craps, suponiendo que es un verdadero suceso aleatorio, no elige libremente sacar una de sus caras. Un fenómeno aleatorio es tan libre como uno determinista: nada de nada. La libertad es algo aún más extraño que el azar, si cabe.
Si los seres humanos somos realmente, ontológicamente, libres, nuestras decisiones tienen que ser fruto de un suceso que, aunque no sea aleatorio, tiene que estar liberado de la determinación de causas anteriores. Aunque ellas puedan condicionar la decisión, en último término la decisión debería poder escapar de ellas. Cada una de nuestras decisiones tendría que ser una nueva causa incausada, algo que no tuviese nada que ver con causas previas… Sería una novedad radical, algo que violaría el principio de conservación de la materia y la energía… Si aceptamos el modelo de Spinoza, algo así sería totalmente imposible, por lo que la libertad humana no sería más que una ilusión. Creemos que somos libres pero, en el fondo, lo somos tanto como cualquier máquina. Spinoza decía que creemos que somos libres, únicamente, porque desconocíamos las causas de nuestra conducta. De nuevo, la libertad, al igual que el azar, sería un engaño fruto de nuestra ignorancia.
A partir de las nuevas técnicas de escaneo cerebral, el neurocientífico Benjamin Libet realizó unos controvertidos experimentos que arrojan nueva luz sobre este tema. La prueba era relativamente sencilla: se monitorizaba la actividad cerebral de un individuo, mientras éste tomaba la decisión de apretar o no un botón y todo se cronometraba. Luego se le preguntaba al sujeto el momento exacto en el que conscientemente había tomado la decisión. Los resultados fueron sorprendentes: el escáner cerebral mostraba actividad cerebral mucho antes del momento en el que se decía haber tomado la decisión ¡Decidimos antes de ser conscientes de tomar la decisión!
Sin embargo, no todo el mundo acepta los resultados de Libet. El psicólogo Christoph Hermann, los realizó de nuevo modificando algunos parámetros: en este caso, el sujeto experimental ve una serie de imágenes y tenía dos botones ante sí. En función de una lista de instrucciones, al ver una imagen debía pulsar uno u otro. El resultado fue que la actividad cerebral del sujeto se activaba, no solo antes de pulsar un botón, sino ante la mera expectativa de tener que pulsarlo. Según Hermann, el cerebro se activa ante la expectativa genérica de tener que hacer algo. Lo que Libet entendía como el momento de la toma de decisión no es más que la preparación para actuar. Si Hermann tiene razón, Libet no podría decirnos nada acerca de nuestra libertad.
Y es que no hace falta irse tan lejos para criticar a Libet. Es posible que en decisiones rápidas el inconsciente tome el mando, pero no hay que ser un neurocientífico para darse cuenta de que no todas son así. Volvemos a la mesa de craps y voy a realizar una apuesta. Para ello me pongo a pensar y a sopesar qué apuestas me convienen y cuáles no. Hoy me siento especialmente afortunado por lo que, aunque ya sé que apostar al doce es un suicidio, la banca paga treinta a uno. Tengo cien euros… ¡puedo ganar tres mil! Además, tengo a mi lado a una bella dama mirándome. No puedo parecer flojo. Tengo que mostrarme como si el dinero no me importara…Todos estos pensamientos son conscientes y, a la postre, van a determinar mi decisión. Aunque al final, en el momento de decidir el inconsciente pudiese tomar el mando, toda la deliberación anterior es consciente.
Pero es que ya no es cuestión de consciencia o inconsciencia. Evidentemente, si mis decisiones son inconscientes no son libres pero es que, siendo conscientes, tampoco tienen por qué serlo. Supongamos que hago la apuesta fuerte del doce y me juego en ella mis últimos cien euros ¿Qué ha determinado mi decisión? Una serie de divagaciones ¿De dónde han salido? Necesariamente de conocimientos y experiencias previas. Seguramente, si yo hoy me sintiera especialmente afortunado, si no me pareciera suculento el posible premio de tres mil euros, y si no hubiese una mujer hermosa juzgándome, mi apuesta sería diferente.
Las piruetas de los filósofos
Muchos pensadores no aceptaban (y siguen sin hacerlo) la idea de que no seamos libres, de que solo seamos presuntuosos autómatas. Cáigase en la cuenta de las graves consecuencias que esto tiene para el mundo moral. Si no somos libres, no somos responsables de nuestros actos. Nadie condenaría a la cárcel a un ordenador que se equivoca en un cálculo ¿Qué pasa entonces con el sistema judicial? ¿O con la misma democracia (voto libre)? O peor aún, ¿qué pasa con el paraíso prometido por Dios a los buenos? El malvado no pudo elegir ser bueno, por lo que no sería justo castigarle con el infierno por algo de lo que no es responsable ¡La religión se cae con el determinismo! No es casualidad que a Spinoza se le designara como “El hombre más impío del siglo XVII” y se lo expulsara de la sinagoga de Ámsterdam.
Los demás filósofos, muy nerviosos, pusieron sus dotados cerebros a trabajar en la solución. Descartes, el padre del pensamiento moderno y, a fortiori, de este universo mecánico determinista, intentó arreglar el desaguisado sacando la libertad del mundo. Para él, la res cogitans (nuestra mente) es una substancia diferente a la res extensa (el mundo), por lo que no se tiene por qué regir por sus férreas leyes. La mente era algo inmaterial, espiritual y, a la postre, inmutable y eterna, que podía obrar con total libertad ya que ira inmune a las leyes de la física. La pega es que Descartes se metió en un tinglado aún mayor: ¿cómo se comunica mi mente espiritual con mi cuerpo material? Cuando mi mente decide lanzar los dados, ¿cómo algo inmaterial puede “empujar” a mi material brazo para que lance? Y Descartes planteó uno de los más cutres apaños de la historia de la filosofía: la glándula pineal. Dijo que, en el centro del cerebro teníamos un órgano que servía para conectar el mundo espiritual y el material, una especie de wifi intersubstancial… Hoy sabemos que la glándula pineal no tiene, naturalmente, nada que ver con eso.
Y es que parece que solo había dos alternativas: o se acepta que el hombre es parte del mundo natural y, como tal, no es libre al estar sujeto a la cadena causal, o sacamos al hombre del mundo, o al menos una parte de él, y le otorgamos libertad, aunque eso traiga casi más problemas que los que soluciona. O somos materialistas y negamos la libertad, o somos dualistas para mantenerla. Pero, ¿sólo existen estas dos opciones?
La astuta solución de Hume
A mi juicio, la mejor solución la dio el escocés David Hume. Como empirista radical que era, no podía permitirse sacar la libertad del mundo, ya que el único mundo que existe es el que puedo percibir con mis sentidos. Hume, guiado por la máxima empírica newtoniana, no quería fingir hipótesis, quería basarse en la más pura experiencia. Entonces comenzó por desechar la “mágica” libertad ontológica: no hay libertad en el mundo mecánico de Spinoza y Laplace. Sin embargo, y aquí viene su ingeniosa solución, eso no quiere decir que no seamos libres en un cierto sentido.
Supongamos que, por divulgar estas teorías tan ateas, la inquisición me condena a prisión. Estoy en una húmeda y lúgubre celda, lamentándome por mi desgracia y anhelando volver a ser libre. Pero claro – me pongo a pensar – si el universo es una gran máquina y yo no soy libre, encerrado en la cárcel sigo siendo tan esclavo de las leyes físicas como tumbado en el sofá del salón de mi casa ¿Por qué entonces voy a estar apesadumbrado? No obstante, este pensamiento no me consuela: ¡sigo queriendo salir de allí!
No nos pongamos nerviosos, Hume viene al rescate. Es completamente cierto que nuestras decisiones están determinadas por causas previas. Mi personalidad, carácter, educación, cultura, situación actual, etc. determinan por completo cuál va a ser mi siguiente decisión. Hume entenderá entonces que una acción libre es la que yo realizo en total coherencia con este pasado que me determina. En el ejemplo de mi encarcelamiento, las ideas que yo he aprendido a lo largo de mi vida previa me dicen que estar encarcelado es algo muy malo y que no es deseable estarlo. Esas ideas determinarán el deseo de actuar evitando ser encarcelado, pero, se me privará de mi libertad cuando se me obligue a actuar en contra de esas mismas ideas y deseos. Ser esclavo significará estar obligado a hacer algo para lo que no estabas determinado. Si obligamos a un católico a abortar, a un ecologista a matar animales o a un conservador a subir los impuestos, estamos dañando su libertad, pero si les dejamos que sigan su natural cadena causal podrán llevar una vida plenamente libre.
Jugando con Dios al craps
Sigo apostando mis escasos ahorros al craps. Sé que es muy posible que el lanzamiento de mis dados esté totalmente determinado, pero también sé que cómo no conozco el algoritmo que lo genera, los resultados son, al menos para mí y para la divina banca, totalmente aleatorios. También sé que mis probabilidades son bajas, que la banca siempre gana y que los casinos no han amasado grandes fortunas a base de dejar que sus clientes ganen las apuestas. Seguramente que perderé, al igual que Laplace perdió soñando con la predicción absoluta del universo. No obstante, el juego sigue siendo muy divertido. Juguemos entonces.
Fuentes y libros para saber algo más
Propongo al lector una bibliografía variada y mucho más amplia que los temas que he tratado aquí. No he añadido páginas web porque el lector moderno ya sabe manejarse muy bien en la red, y hay montañas de información sobre todo esto. También me he centrado en libros publicados al castellano, que ya sé que da mucha perece leer en inglés (aunque en la lengua de Shakespeare hay infinitos libros más ¡Estudia inglés cretino!), y que se encuentran fácilmente. En general, son obras, que me han gustado mucho y que, de uno u otro modo, violentaron mi cerebro y me hicieron pensar.
La mente de Dios de Paul Davies. Fue el libro que me hizo interesarme por todo esto. Aborda diversos problemas filosóficos desde la teoría de la computación. Así supe de Kolmogorov y su definición de aleatoriedad.
La singularidad está cerca de Ray Kurzweil. Es un ladrillo, pero en él encontrarás un montón de información sobre todo lo que hay detrás de la construcción de máquinas inteligentes. La computación y la teoría de la información aparecen por doquier.
El número Omega de Gregory Chaitin. El autor no me gusta mucho como escritor, pero le reconozco que ha llevado a sus máximas consecuencias el problema de la parada de Turing. El número Omega es algo tan extraño como desbordante. Vas a fliparla.
¿Quién manda ahí? de Michael Gazzaniga. Reflexiones sobre el libre albedrío, y muchos otros temas, a partir de los experimentos con cerebros escindidos ¿Dónde tiene la consciencia un hombre con dos cerebros independientes?
Decodificando la realidad de Vlatko Vedral. Teoría de la información aplicada a diversos campos, entre ellos, a los juegos de azar.
El cerebro accidental de David Linden. El mejor libro de divulgación científica sobre el cerebro que he leído hasta la fecha (y he leído unos cuantos). Si quieres saber si somos libres o no, primero tienes que investigar mucho sobre esa cosa que tienes dentro del cráneo.
Fundamento de Inteligencia artificial. Libro Tercero de Antonio Benitez. Todo lo que quieras saber sobre autómatas celulares. Conway, Wolfram y muchísimo más. Después de leerlo a uno se le quedan unas ganas tremendas de ponerse a programas maquinitas, “vidas artificiales”. Además, el libro te muestra los códigos para programarlo todo en Scheme.
El hereje y el cortesano de Matthew Stewart. Todo lo que usted quiso saber sobre Spinoza y Leibniz y nunca se atrevió a preguntar. Maravillosamente escrito, si quieres comprender la filosofía del determinista por excelencia, aquí la tienes magníficamente explicada. Además, un retrato entretenídisimo sobre su vida y su época.
Alan Turing. El hombre que sabía demasiado de David Leavitt. Una biografía de uno de los padres de la informática en donde, además, se te explica con claridad meridiana sus teorías.
¿Hasta qué punto somos libres? El problema del determinismo de Ted Honderich. Por poner un libro de filosofía pura, me voy a uno de los últimos y más leídos sobre el tema. Honderich, un determinista, reflexiona sobre todo el tinglado. Ventaja: es breve, unas doscientas páginas.
Las viñetas que ilustran el artículo las he diseñado utilizando el fácil y divertido programa online Stripgenerator.
Muy buen artículo.
Hace unos meses escribí un artículo similar en mi blog. Santiago, te enlazo el mismo por aqui por si te interesa. Un saludo.
http://quevidaesta2010.blogspot.com.es/2015/05/estudio-sobre-la-posible-ilusion-del.html
Disfrute de muchas maneras este artículo, ha reafirmado mi previa concepción de mundo determinado.
Yo incluso antes de leer Etica de Spinoza había llegado a la conclusión de que el mundo esta determinado y de que el libre albedrío no es más que una ilusión provocada por nuestra frágil y limitada condición humana.
He hablado con varios físicos y siempre que les saco el tema van al principio de incertidumbre de Heisenberg, pero lo que yo entiendo de esa indeterminación es de que es indeterminado porque estamos en el límite de sensibilidad de nuestros artefactos, es decir no podemos saber al mismo tiempo el lugar y la velocidad de la partícula porque el mismo hecho de hacer la medición implica que el objeto de estudio sera impactado por fotones de luz que tendrán un efecto significativo en su estado.
Para mi esta indeterminación es una prueba más de nuestras limitaciones para hacer predicciones pero no son pruebas de que el universo sea indeterminado y como consecuencia tengamos autentica “libertad”.
Gracias por las recomendaciones, no se de donde sacare tiempo para buscarlas y leerlas pero hay varias que me llaman mucho la atención y las tender pendientes, saludos.
http://hyperbole.es/2014/08/de-futuris-contingentibus-argumentos-filosoficos-contra-el-destino-2/
Prosigo mi línea argumentativa de aquel artículo aplicado al problema presente, escribo rápido pero será un poco largo.
Hay alternativas al mecanicismo por el que se guían todos estos autores, siguiendo a Leibniz en vez de a Spinoza o Newton, siempre y cuando se considere que es un relato mal contado ese que hace del primero un “cortesano” (tesis que procede de Russell), y del segundo un romántico impío. Bien contado, en mi opinión, lo que hizo Leibniz tras conocer a Spinoza y pelearse con Newton fue pensar las cosas a la manera de Aristóteles, pero en el escenario post-cartesiano. Es decir: el mecanicismo, tan simplonamente racional, vale únicamente como esquema de representación interna de las mònadas, pero ello no lo hace real. Un átomo, por ejemplo, no es real, substantivo, conforme al principio leibniziano de identidad de los indiscernibles. Pero sirve para la ciencia física, es útil. De hecho -esto ya es mío- el mecanicismo interpretado como realidad es una cosa bien desagradable. Últimamente, por ejemplo, nos cuentan que se están muriendo las abejas a causa de los pesticidas. Como la ciencia, por reflejo -e ignorancia-, tiende a ser mecanicista, en realidad las abejas como tales nos importan un bledo, y sólo nos afecta de ellas que, como buenas maquinitas hacendosas, su desaparición no nos estropee el equilibrio ecológico. Pero las abejas están vivas, y de ellas interpretadas como vida se puede escribir algo tan bello como esto:
http://escritoriodocentes.educ.ar/datos/recursos/libros/la_vida_de_las_abejas.pdf
De manera que todo depende del lenguaje que elijamos. Con el lenguaje mecanicista, altamente útil según para qué, las abejas sólo son un dispositivo de la naturaleza, cuya función bien podríamos sustituir tranquilamente si supiéramos cómo. Con el lenguaje de Maeterlinck, son una maravilla irremplazable. Leibniz diría que no hay que extrapolar el lenguaje mecanicista allí donde no corresponde, por ejemplo a las abejas o la ética. La praxis se guía por posibilidades, no por hechos, hasta el punto de que todo hecho anterior no es más que una posibilidad para el futuro. Dios mismo, de existir, habría creado el mundo conforme a combinaciones de posibles, y cuando la libertad humana interviene, escoge entre un cómputo finito de posibilidades acotado por la circunstancia particular. El par causa-efecto es, igualmente, fictio mentis, ente de razón, acuérdate de Kant. En conclusión, lo que desde Leibniz se puede proponer es dar la vuelta a las cosas: no es la ciencia mecanicista la que estipula si tenemos o no libertad (primero los límites del conocimiento y desde ellos determinar la acción posible), sino, al contrario, nuestra libertad es prioritaria racionalmente puesto que es la que marca cuando debemos aplicar o no la retícula mecanicista (primero la praxi, ¿qué, si no?, y desde ella la teoría).
Es imposible encontrar explicación a la libertad desde el determinismo, por pura tautología. Pero tenemos siempre margen de acción para, no sacar, sino anteponer la libertad al determinismo, y hacer del determinismo una herramienta parcial que mande cohetes a la luna pero no joda nuestra imagen de las abejas o los humanos. Y, creo, esta libertad sería mucho más racional, porque ha de dar cuenta de su justificación para emplear unos modelos científicos u otros, mientras que la libertad como “causa incausada” apesta a arbitrariedad…
Gran y currado artículo, no obstante, así da gusto.
Es muy interesante el artículo y los comentarios porque remite, al menos en uno de sus aspectos, a un asunto que es antiguo, no cerrado y que afecta al quicio de la naturaleza humana: la posibilidad o no de libertad personal, el viejo asunto del libre albedrío. Sobre esto hay un debate muy antiguo sobre el que se han dado a lo largo de los siglos multitud de argumentos, teológicos, filosóficos, psicológicos o culturales siempre lindando otro asunto con el que está implicado que es el de naturaleza/cultura.
Cuando se plantea este debate en términos filosóficos creo que siempre se define en términos de todo o nada y también dando por supuesto que se puede generalizar, que se puede hablar de igualdad humana en el sentido de que “todos los humanos somos iguales y podemos hacer las mismas cosas en todo momento de la vida”, cosa que no estoy muy seguro que sea cierto. Se ve claro en los aspectos físicos (no todo el mundo tiene las mismas cualidades físicas ni puede hacer las mismas marcas por mucho que se entrene) pero parece que se da por supuesto esa igualdad en los aspectos cognitivos y emocionales. Sin embargo a poco que se observe lo que ocurre se puede percibir que también hay muchas diferencias, al igual que en una misma persona a lo largo de su vida.
Es verdad que tenemos tendencia a sentir que somos libres para hacer o no ciertas cosas, para desear o no ciertas cosas, para perseguir o no ciertos proyectos. Pero quizá detrás de eso hay factores que nos determinan en mayor o menor manera y la emoción que subraya que tomamos nosotros las decisiones puede no significar demasiado. No hay más que pensar en una persona en fase maniaca, la seguridad que lo posee en todo lo que hace y sin embargo los limites que por eso mismo, de hecho, tiene.
El que estemos determinados en mayor o menor manera es algo inquietante para todos nosotros, sobre todo cuando también sabemos que esa convicción puede actuar como un techo de cristal o como pretexto del condicionamiento social y del abuso del poder. Sin embargo a poco que se estudie el tema es fácil darse cuenta que hay muchas cosas que nos determinan tanto en lo biológico como en lo social, y que los márgenes de libertad (quizá también reales) que tenemos son diferentes y variables a lo largo de tiempo, en un proceso en el que ya no es fácil diferenciar entre naturaleza y cultura que interaccionan de forma continua desde el principio y en el que el “individuo actual” también pueda operar de alguna manera.
Este artículo de David Eagleman sirve para hacer pensar en muchas de estas cosas y en los retos que ya se están planteando con los avances en biología aunque haya en él muchas cosas discutibles, que lo hacen por eso mismo muy interesante.
http://www.terceracultura.net/tc/?s=tumor+cerebral&x=0&y=0
Magnifico artículo Santiago y también tu comentario Oscar. Es estupendo poder comentar cosas con gente que sabe tanto como vosotros.
A este nivel tan básico -libertad como cualidad individual, personal- Leibniz contestaba algo claro (en “Nuevos ensayos sobre el conocimiento humano”, Alianza): los motivos, los condicionamientos, etc., “inclinan, pero no obligan”. Y es que en cualquier otro caso sería absurdo. En primer lugar, de no existir motivos y condicionamientos previos, elegir sería elegir en el vacío, como el proberbial asno de Buridán, o lo que es peor: como he dicho antes, la arbitrariedad absoluta del tirano. De modo que algo debe inclinar. Y, en segundo lugar, si tales motivos o condicionamientos previos no tuviesen lugar sobre una presunta última sede psíquica a la que llamamos libertad, no se ve en qué sentido calificarlos de “motivos” o “condicionamientos”. ¿Motivos de qué? ¿Tiene una tormenta de verano “motivos” o más bien “causas” (sin meternos en el lío de la física del caos)? De modo que si queremos hablar sencillamente en un lenguaje que tenga sentido para la acción humana, que es inalienablemente teleológica, debemos admitir que los motivos y condicionamientos en último término no obligan, que resta un resquicio de decisión, o toda moral y todo derecho serían aberrantes, que es algo que ni el propio Spinoza (ni Schopenhauer desde un punto de vista opuesto) en sus más delirantes sueños ha defendido. Porque, de defenderse algo así, seriamente, en una comunidad dada, se autodestruiría, lo cual es una “decisión” que raras veces se ha tomado en la historia humana.
Otra cosa es que hasta la libertad individual esté llena de los demás, del prójimo, cuyo concurso configura nuestros motivos y condicionamientos más potentes (mucho más, creo, que la biología, la psicología, etc., y sobre esto también existen numeroso experimentos y estudios, como si hicieran falta…)
Repasando (ya señalé que el verano es largo y tórrido, sobre todo el del profesor), confirmo que para Aristóteles -en Ética a Nicómaco y Retórica- el problema nunca es la existencia o no de la libertad. Los antiguos pre-helenísticos no conocen ese problema en términos metafísicos, sólo sociales. La pregunta para ellos es, pues, si uno es libre o esclavo, y, después, cuál es el mejor proceso de deliberación que lleva a la toma de la mejor decisión. Aristóteles se plantea, por ejemplo, qué acciones son voluntarias y cuales involuntarias, con objeto de poder juzgarlas como meritorias o vergonzosas, pero el drama de la libertad individual tal como lo entendemos hoy no aparecer hasta San Agustín, ocho siglos más tarde. O sea: dado que, para Aristóteles -y para Platón-, existen incuestionablemente decisiones públicas y privadas, lo que hay que establecer no es de qué misteriosa facultad humana proceden, sino, sencillamente, qué hace dichas decisiones sensatas o disparatadas.
En conclusión, la cuestión de la libertad en absoluto como tema aparte tiene un origen religioso (y estoico), y no digamos ya la de si existe un plan inmutable sobrehumano para todo lo dado concebido como una totalidad…
Óscar:
Por puntos:
1. Es algo absolutamente unánime desde la comunidad científica, la condena y el abandono de cualquier forma de vitalismo. Se lo suele considerar a la altura de teorías como el flogisto, el calórico o el éter. No existe ningún principio vital bergsoniano ni nada por el estilo que impulse a los seres vivos a vivir. El funcionamiento de una célula (su ADN, síntesis de proteínas, función de sus diversos orgánulos…) se explica bastante bien desde una perspectiva mecanicista. No sé cómo se haría desde una vitalista.
2. El gran problema de los defensores de la libertad está en la definición de acto libre. Yo no tengo ni la más remota idea de qué sería algo así y solo me queda apelar a la mística o a la teología para sustentarlo. Por eso el determinismo opera por reducción al absurdo: conocemos bien los actos determinados y los actos libres son… ¿mágicos?
3. Los átomos existen con total rotundidad. No son solo modelos teóricos útiles para conocer la realidad. Son absolutamente reales en el sentido en que es real una manzana o un huevo.
4. Para que el libre albedrío fuera posible necesitaríamos que en nuestro cerebro exista algo así como un “disparador de actos libres”, algo que la neurología no encuentra por ningún lugar. Nuestro cerebro, el causante total de nuestra conducta, parece funcionar de un modo tan determinado como un tostador.
5. Leibniz era un cortesano y no solo porque lo diga Russell, sino porque lo era. Aparte de una persona bastante lamentable. No obstante eso ni quita ni pone nada en su filosofía, la cual, por otro lado, era profundamente reaccionaria y medievalista. Quería unificar todas las iglesias europeas para conseguir la república cristiana clásicamente teocrática del medioevo. Fue bastante antimoderno, quizá el último gran defensor del Antiguo Régimen ante una modernidad que ya lo había asesinado un siglo antes. Quizá su extrema prudencia y corrección política (para garantizar su estatus socio-económico) le hizo ponerse del bando equivocado. Una pena, porque era un hombre realmente genial.
6. En la frase “los condicionamientos inclinan pero no obligan” hay un error categorial. No lo desarrollaré aquí porque me llevaría un buen rato. Pero, desde luego, la alternativa no es absurda. No hay ningún tipo de motivos ni inclinaciones, solo causas que determinan el siguiente efecto. Hablar de “motivaciones” o “condicionantes” es solo ignorancia de las causas, tal y como decía Spinoza.
7. Dices “de modo que todo depende del lenguaje que elijamos”. Bien, si es así, yo elijo el lenguaje del determinismo y discusión zanjada. Evidentemente, no es así.
8. Y es que eres confuso a la hora de hablar de cómo el mecanicismo trata a las abejas. Que las abejas sean máquinas no implica que nos importen un bledo. Las abejas son máquinas de una complejidad y belleza asombrosas. Tienes un prejuicio flagrante: si algo es una máquina ya no vale nada. A mí me pasa lo contrario: me fascina que las cosas sean máquinas tan sumamente fascinantes como son los seres vivos. No encuentro una mayor belleza en un universo vitalista o libertario, que en un mundo determinista y mecanicista. El universo de Spinoza es bellísimo.
Muchas gracias por tu extensa respuesta. Ordeno una replica corta (espero), aunque te dejas cosas por comentar, pero esto no puede eternizarse:
1- Aquí me pillas: efectivamente, Maeterlinck estaba pensado en vitalista, y el pobre reflejas sus dudas (al fin y al cabo, el vitalismo también tiene algo del mecanicismo contra el que lucha) a lo largo de su tratado, que vuelvo a recomendar.
2- Bueno, yo es que lo veo al revés: conocemos rutinariamente el acto libre, y el determinista sólo por aplicación tecnológica. Acto libre sería aquel que, como apunte en Aristóteles, precipita una decisión tras una deliberación racional. Es tan frecuente que a menudo nos angustia.
3- ¿El átomo de Newton, de Bohr, de Rutherford, o el siguiente modelo que los investigadores alumbren mañana?
4- Tenía entendido que el cerebro seguía siendo un gran misterio incluso para la neurología, igual he leído mal. ¡El tostador más complicado jamás concebible, que hasta fabrica otros tostadores más simples para desayunar (¿a su imagen y semejanza?)!
5- En defensa del honor de Leibniz, cuya biografía sigue siendo muy mal conocida, insisto:
http://www.culturamas.es/blog/2012/04/09/leibniz-y-la-union-de-europa/
(Llamar medieval a parar la Guerra de los Treinta Años entre protestantes y católicos puede parecer eso, medieval).
6- ¿Se puede negar que la acción humana es teleológica? Hasta los sociólogos cuentan con ello desde Weber, y realmente sería difícil analizar, por ejemplo, el periódico sin buscar intenciones en las noticias…
7- Este es el punto que siempre nos separa: yo entiendo que la ciencia es una actividad humana, de lo que dices tú parece desprenderse que lo humano es un resultado científico. Si es una actividad humana, desde luego no es la única, y todas ellas se expresan en lenguajes diferenciados. Por ejemplo, ahora que está de moda Santa Teresa de Jesús, se puede decir que sus uniones místicas son fruto de anomalías patológicas producidas por la represión sexual, o se puede tomar sus poemas tal cual, como lírica divina. Lo que sostengo yo es que ambas interpretaciones son válidas, que no hay monismo, que depende de lo que estés buscando, y que muchas santas han estado reprimidas, pero ninguna escribía como Santa Teresa.
8- Repito lo anterior e insisto también: https://youtu.be/f0aZO_F6kWM
Por cierto, me ha gustado mucho sobre todo el argumento de dialogar con el superordenador laplaciano, creo que es definitivo…
(Me dicen que este domingo o el siguiente aparece con El País un monográfico sobre Leibniz de pluma de una experta -experta, no novelista- y antigua amiga mía, Concha Roldán).
“El mejor de los mundos posibles”… Desde que Voltaire se choteo en el Cándido, esta fórmula leibniziana ha sido tergiversada y mal comprendida, excepto por algunos especialistas. Hay que tener en cuenta que todavía en tiempos de Russell sólo se conocían cuatro escritos conclusos de Leibniz, y hoy se han reunido 200 volúmenes de Obras Completas. Sin embargo, aquella idea contenía tal vez la única solución al problema de la libertad y el determinismo (del “laberinto de la libertad”, que decía Leibniz), que explico no a Santiago, que ya la conoce, sino como una curiosidad intelectual para quien la lea, porque es tremenda…
1) Supuesto Dios: Dios, al decidir crear, ha tenido en su cabeza todas las combinaciones de mundos posibles, tal como se los muestra las leyes de su racionalidad. Hay cursos posibles del mundo que no son composibles con otros, de manera que Dios no puede pensar lo que le de la gana, y está sujeto a una dialéctica conceptual enorme, pero no infinita. Entre esos cursos históricos de mundos posibles, algunos contienen más libertad que otros, pero esa libertad les pertenece como posibilidad intrínseca suya, no la pone Dios. Dios se ha limitado a escoger un mundo, en el que, por ejemplo, César decide libremente cruzar el Rubicón, y ello tiene consecuencias para el futuro del Roma y de la Humanidad. Otros mundos eran igualmente posibles, pensables, en los que César se vuelve a la Galia, pero no han tenido lugar. ¿Cuál ha sido el criterio de Dios para realizar este mundo concreto que conocemos? Leibniz no es ningún moralista mojigato: no ha sido la moral, sino la estética. Vivimos en el mejor de los mundos posibles porque es el más rico en variedad y posibilidades de entre aquellos que se presentaron a la mente divina, aunque incluya más Mal que muchos otros igualmente posibles. En un computo de unos y ceros (Leibniz inventó el cálculo binario), donde el cero es el Mal, nuestro mundo tiene muchos ceros, pero es más libre, más abierto que la utopía, donde todo serían monótonamente unos, y eso ha pesado más para Dios. Ahora la ingeniosa solución: en el mundo no ocurre nada que no estuviese en el plan de Dios (determinismo), conforme a causas y efectos estrictos -las mónadas se despliegan según su lógica interna-, pero lo que ocurre son precisamente episodios de libertad determinada de los agentes cuyas decisiones Dios ya tenía calculadas para este mundo posible. Es decir: Dios quiso este mundo en el que César cruza el Rubicón y Hitler invade Polonia, lo cual no quita para que ambos actos se realicen libremente. En otros mundos pensables Hitler tomaba otra decisión, que era coherente con distintos cursos de la historia, pero no han sido llevados a la existencia porque eran mundos más pobres de esencias que el actual. Todo es libre y determinado a la vez: una Teodicea de la leche, me parece a mi…
2) Sin suponer a Dios: puesto que no existe seguridad de que Dios exista y por tanto este sea el mejor de los mundos posibles, convirtámoslo en programa deliberado de la razón. Actuemos como si la tarea de la razón fuese optimizar siempre las condiciones del mundo. Busquemos esquemas de necesidad (de determinismo) allí donde todo parece ser contingente, conforme al principio teleológico de lo mejor. El nazismo, desgraciadamente, ha existido: finjamos que ello respondía a un plan, busquemos el camino por el cual el recuerdo de aquellos crímenes termine por beneficiar al futuro. Fundemos tribunales internacionales y así.
La leche, repito. En comparación, con Spinoza en la mano, en mi opinión, sólo cabe el amor intelectuallis Dei,
Olvidé mencionar que el mundo mejor es el mundo más lleno (plenum), de modo que consiste en un infinito cualitativo actual, en el cual las mónadas humanas son sólo un ingrediente más, no un factor privilegiado. Dios ha computado esa infinidad pensando en la armonía del conjunto, donde las bacterias entran en consideración tanto como César u otros. ¡La re-leche!
que significa: “esto es lo que hay, trata de comprenderlo en función de la totalidad, que es divina, mantente alegre en la adversidad, de todos modos nada puedes hacer para cambiar el mundo, sólo a ti mismo” = estoicismo.
Óscar:
Seguimos:
1. Pues vale. Entonces no pintes el mecanicismo como algo superado o una fantasmagoría. Está vigente. Solo en física cuántica se habla de algo diferente, aunque nada parecido al vitalismo.
2. Yo suelto la pelota y ésta siempre cae al suelo. La ley de la gravedad tira de ella. Acto determinado fácil de comprender. Acto libre: “algo se escapa de la cadena causal violando todos sus principios”. No, no entiendo qué puede ser eso. Otra cosa es la experiencia subjetiva de la acción libre, la cual sí que siento plenamente y que puede llegar a angustiarme. Pero esa experiencia subjetiva, muy real, no representa nada real semejante a ella. Es como un dolor de muelas. Lo siento muy real pero el dolor de muelas no se parece en nada a millones de bacterias infectando un diente.
3. Hay diversos modelos teóricos de átomo que han ido perfeccionándose con el tiempo a base de adquirir un mejor conocimiento sobre él. Pero eso no quiere decir que el átomo no sea más que un “modelo teórico” sin base real. Es posible que en el futuro tengamos datos que nos digan que algo que sabíamos de los átomos era erróneo, pero, te aseguro, que ningún modelo dirá que los átomos no existen. Un átomo no es una construcción social, cultural o lingüística sin más. Eres demasiado relativista en estos temas.
4. Del cerebro hay infinidad de cosas que desconocemos pero dudo mucho que en él encontremos algo que nos diga que podemos realizar acciones que se salten las leyes de la física. Insisto, un acto libre rompería las leyes de conservación de la materia y la energía al crear algo radicalmente nuevo ex-nihilo.
5. El modelo político de Leibniz no tenía nada de moderno. Durante la Edad Media se pretendió una pax christiana siguiendo el modelo del Agustinismo Político: una teocracia absoluta. Ese va a ser el modelo de Leibniz. Nada que ver con Hobbes, Locke, Rousseau, Spinoza, etc. Por cierto, curiosamente Hume también fue políticamente muy conservador. Y, de nuevo por cierto, Leibniz intentó convencer al rey de Francia de invadir Egipto, es decir, de una nueva cruzada. Creo que nada hay más medieval que las cruzadas.
6. ¿Quién ha negado que la acción humana sea teleológica? Las máquinas también operan teleológicamente. No comprendo la objeción.
7. Es que aceptar la tesis fuerte del relativismo lingüístico nos deja en un “todo vale”. Si te digo ahora mismo que yo soy Santa Teresa y tú me dices que no, que eso es absurdo, siempre te puedo decir que así comprendo yo lingüísticamente la realidad y punto, que yo no soy monista. No, el lenguaje es un instrumento mediante el cual hablamos de la realidad, no la realidad misma. Y hay formas mejores que otras de hablar de la realidad. Eso no quiere decir que solo la ciencia tenga la única potestad de hablar del mundo, solo que es una buena manera de hacerlo.
8. Hay que cambiar esa concepción. La mayoría de los científicos actúan como deterministas en todas sus investigaciones y luego suelen ser bastante humanistas en sus propuestas éticas. Esta idea distópica de mundo-máquina en el que se esclaviza y no se respeta la dignidad humana es un mito propio de la sci-fi. Comprender que el ser humano es una especie de máquina no implica, para nada, maltratarlo o despojarlo de su valor o dignidad. Insisto, las máquinas son mucho más bellas y maravillosas de lo que se nos ha querido vender. Cuando miro a mi hija creo que es una máquina biológica determinista y eso no quita ni un ápice al amor que tengo hacia ella.
Óscar:
Estoy de acuerdo contigo en que la crítica de Voltaire a Lebiniz es injusta. Ese panglossianismo no es exactamente lo que dice Leibniz. El alemán pone ejemplos como que para que el agua sea un bien muy valorado tiene que existir la sed. Sin sed el agua no valdría nada. Por eso Dios hizo un cómputo e introdujo mal en el mundo para conseguir un mayor bien. Nadie duda del ingenio y de la espeluznante inteligencia de Leibniz. Yo no conozco otro filósofo que haya escrito tanto como él. Es espectacular. Su teoría de la armonía preestablecida es muy ingeniosa como tantas otras de sus ideas. Lo que sí pongo muy en duda, aunque como he dicho antes esto no quita nada al valor de su filosofía, es su integridad moral. Después de leer la biografía de Stewart y algunas cartas, textos y fragmentos que corren por ahí, creo que era un tipo bastante chungo en mucho de lo que hizo en su vida.
Y otro punto: no creo que sea correcto catalogar a Spinoza de estoico. Él no dice que haya que sentarse a ver pasar un futuro sobre el que no puedes hacer nada. Todo lo contrario. Spinoza entendía la libertad de un modo bastante parecido a Hume. Una cosa es la libertad ontológica, inexistente, y otra la propia voluntad. Ser libre es vivir acorde con tus determinaciones previas, que te “empujan” hacia adelante. Para Spinoza existe el famoso conatus, que te determina hacia la auto-realización: llevar tu existencia al máximo. Spinoza era más bien vitalista (de hecho tenía una consideración hacia los placeres sensuales mucho más positiva que la de Leibniz). Spinoza era muy nietzscheano.
1- El mecanicismo está vigente en la Relatividad, sin duda, pero no ya en la biología, por ejemplo, y a Dios gracias.
2- En el espacio no cae al suelo. Y lo de las cualidades primarias y secundarias… ¿no es viejo? (el cognitivismo, en general, es viejo, pero no es eso lo que habla en contra de él).
3- El átomo existe, desde luego, Santa Teresa de Jesús existió, pero no es relativista constatar que el cómputo de interpretaciones que sobre ambas realidades se pueden efectuar es ilimitado. No es relativista, es pluralista, puesto que se puede afirmar que todas ellas son verdaderas. Lo monista sería decir que mi discurso es la única interpretación posible, porque calca, misteriosamente, la esencia del referente, esencia a su vez misteriosa (que Popper colocaba en Mundo III…)
4- ¿Cómo va a haber nada ex-nihilo? Se elige desde posibilidades preexistentes.
5- Lo que cuentas estaba en mi enlace. El proyecto de Leibniz jamás fue una teocracia (¿en qué documento dice eso?), sino la Ilustración, una Ilustración más amplia que la de Locke, que tenía por muy restringida – en Nuevos ensayos, etc.
6- ¿De verdad podemos afirmar que una máquina opera con vistas a un fin futuro? Te recomiendo el Erehwon de Samuel Butler, donde se defiende con mucha gracia que las máquinas nacen, se reproducen y mueren -pero es literatura.
7- Entiendo el lenguaje conforme al círculo hermeneútico, no como haciendo las veces de la realidad, qué locura, que es, en cambio, lo que creo que te ocurre a ti si das por bueno que un enunciado científico identifica plenamente el grupo de objetos que menciona.
9- He aquí el problema principal, creo: por supuesto que quieres a tu hija aunque la veas de ese modo tan raro tuyo, la cosa es qué argumento te queda para impedir que otros, que no la quieran (publicistas, farmacéuticos, tiranos…), la utilicen como un mero dispositivo de estimulo-respuesta. Espero que sólo sea materia de ciencia-ficción, pero se diría el cientificismo más bien apoya esa horrible distopía que la disuade.
No dices que es lo que Leibniz hizo chungo, pero sí que algo hizo… En fin, el Derecho, que legisla intenciones humanas y no cadenas causales, postula la presunción de inocencia. Nietzsche era spinozista, más bien, por pura lógica temporal -que le den a Deleuze-, y desde luego Nietzsche era estoico como el que más (la misma fórmula: Amor Fati…), cosa que se demuestra en lo que tú mismo dices y yo había señalado antes; sumemos las frases: “el mundo no va a cambiar, lleva tu existencia al máximo”.
Tampoco puedo admitir que Leibniz tuviese nada en contra de los placeres sensuales (¿donde pone eso?): de hecho, todo apunta a que estuviese liado con su criado…
Siento la premura de las replicas pero tengo cinco niños que tienen toda la pinta de estar vivos en casa. Siempre es un placer, no obstante, en serio lo digo…
Están merendando.
El pluralismo, que seguramente ya existió en la antigüedad y el cristianismo cercenó, aparece tardíamente en el mundo moderno. Digamos que todo conspiraba contra él, y todavía hoy en gran medida, pero menos. Consistiría en nada más que en sacar consecuencias de lo obvio: la experiencia de la realidad es siempre plural. Por mucho que me empeñe, no podré lograr que otras generaciones futuras, u otras culturas actuales, reinterpreten a su manera el modelo del átomo, la figura de Santa Teresa de Jesús o el arte de bailar. Esto se diferencia enormemente del relativismo en el siguiente aspecto: el relativismo parte de que hay múltiples cosmovisiones, y cada una fenomeniza el noúmeno (por decirlo con Kant, lo cual ya hiciera el relativista Herder) de modo particular. Así, ninguna es estrictamente verdadera, puesto que el noúmeno jamás se alcanza y permanece ignoto. Puro subjetivismo. En cambio, el pluralismo lo que dice es que cada interpretación particular halla una dimensión del objeto tematizado (del noúmeno, si se quiere) que es real en él, que le corresponde ciertamente, que le des-oculta. Es decir, ¿por qué las llamadas cosas -físicas o culturales, si hay diferencia, puesto que las culturales son físicas también- iban a contener sólo una versión de sí mismas, una llamada “esencia”, que siempre hay que terminar buscando fuera de la experiencia inmediata (por ejemplo, mediante el método científico, también uno y solo uno a mayor gloria del Señor)? ¿Porque lo dijo Platón, porque Dios es Uno, o, más bien, porque el Poder tiende siempre a querer ser Uno y el Mismo?
De hecho, la experiencia inmediata lo es siempre de pluralidad, y sólo por motivos de fuerza se impone la unidad. Las plurales versiones de algo están en ese algo: lejos, muy lejos del relativismo. La realidad misma (el Ser, en términos de Heidegger) da de sí plurales sentidos, muchos inéditos todavía. El relativismo no permite que una cosmovisión se imponga sobre otra, puesto que, total, ninguna es más verdadera que las otras. Quedan así clausuradas en sí mismas. El pluralismo, sin embargo, recomienda el debate, la apertura, el enfrentamiento de razones, ya que -esto es lo más importante para mí- incluso una cosmovisión que tomemos aislada y aparentemente unitaria contiene una pluralidad interna sofocada por motivos muy poco o nada filosóficos.
Si esto es así, entonces el lenguaje científico es un gran experimento que Occidente ha llevado a cabo con la realidad. Propón el modelo mecanicista, por ejemplo, y la naturaleza responde exitosamente a él, sin que por ello eso le invista de la categoría de definitivo. “Monismo” es atrincherarse en ese éxito y no querer seguir experimentando más. “Monismo” es confundir el lenguaje con la realidad, porque la realidad sigue ahí, dando de sí, y el monista prefiere encerrarse en el código que ya ha extraído de ella, como si no hubiese más (como si no los hubiera habido ya en el pasado, como si no estuvieran allí, en los márgenes, silenciados…)
No menos ciencia, sino más, porque la ciencia es un asunto práctico, no sólo teórico: ese es mi rollo en todas nuestras discusiones.
1. Es más bien al contrario. En biología, como he dicho antes, no hay ningún vitalista vivo. En cambio en cuántica sí que se leen cosas bastante más raras. No vitalistas, claro está, pero con tintes que se salen del paradigma mecanicista: interpretación de Copenhage del principio de indeterminación, aleatoriedad cuántica, gato de Schrödinger, experimento de Young de la doble rendija…
2. No estoy haciendo la distinción de cualidades de Galileo. He diferenciado entre una sensación concreta y la semejanza con su referencia como ejemplo para afirmarte que una cosa es la sensación de libertad y otra cosa muy diferente es ser realmente libre. De hecho, no podemos escapar de la sensación de ser libres a pesar de saber que no lo somos. Yo soy determinista y tengo que vivir como si no lo fuera. Siento que elijo pulsar la siguiente tecla del ordenador a pesar de que sé que mi cerebro me obliga inexorablemente a hacerlo. Por eso, las consecuencias éticas del determinismo no son tan graves. Un determinista y un libertario podrían llevar vidas muy semejantes.
3. Se puede ser pluralista cuando las descripciones de la realidad no son excluyentes. Yo acepto que un cuadro lo describa un experto en arte y un físico cuando, siendo sus descripciones diferentes no se contradicen. En cambio, entre que Santa Teresa hablara realmente con Dios o que tuviese una psicopatología, si que hay exclusión: o la una o la otra, no se pueden aceptar ambas sin caer en el relativismo.
4. El mismo acto de elección es ex-nihilo ya que no estaría determinado por nada anterior, aunque sus posibilidades de elección fuesen previas.
5. No tengo aquí mis libros ya que estoy veraneando. Pero, vamos, Leibniz escribió (no recuerdo ahora mismo el nombre de la obra) una defensa total de los dogmas más ortodoxos del cristianismo. A su proyecto ilustrado de una Europa unida lo denominaba, en muchas ocasiones, la Ciudad de Dios. Su república ilustrada tenía que seguir estrictamente los mandatos de Dios. Contra Spinoza defiende un Dios libre, personal, trascendente, bueno…Si te fijas no hay nada en su obra condenable por el Vaticano, el cual intentó ficharle en varias ocasiones. De hecho, muchos de sus contemporáneos se refirieron a él como “el abogado de Dios”, por su habilidad, fruto de su formación en jurisprudencia, para defender los dogmas del cristianismo contra esos malvados y libertinos modernos.
6. Por supuesto que sí. ¿Sabes como funciona un programa cualquiera de IA? Desde hace más de setenta años que tenemos programas que persiguen objetivos, y aprenden e inventan estrategias para llegar a ellos.
7. Yo no soy hermeneuta ni tampoco defiendo el realismo metafísico de Platón o Aristóteles. Pero entre todo es lenguaje y la realidad no tiene nada que decir y tenemos un conocimiento absoluto de la realidad, hay caminos intermedios.
9. No veo a mi hija de un modo nada raro, lo hago como la ciencia contemporánea. Publicistas, farmaceúticos o tiranos podrán intentar hacer con ella lo que sus oscuros planes pretendan. Allí estarán nuestras legislaciones para evitar que esto ocurra. Es que creo que confundes el plano moral con el ontológico. Una cosa es cómo es la realidad y otra es cómo queremos que sea. Yo puedo ser una máquina y estar dotado de miles de derechos y libertades civiles. El cientificismo no apoya ninguna distopía porque no es una teoría ética ni política. Esta visión es cosa de novelistas y cineastas, no de científicos. Pregúntale al más aguerrido positivista si le gustaría vivir en esos mundos y te dirá, aterrado como todo hijo de vecino, que no.
Leibniz era mentiroso, manipulador, pesetero como el que más… Un ejemplo lo acabo de publicar aquí:
https://vonneumannmachine.wordpress.com/2015/08/08/leibniz-minero/
Tanto Nietzsche como Spinoza no eran puramente estoicos en un sentido clásico. El estoico acepta sin más un orden del mundo que no controla y lo hace de un modo impasible. Busca la ataraxia, la paz mental, la inmutabilidad de las emociones. Spinoza o Nietzsche buscan el disfrute y el placer de vivir, no el control total de las emociones mediante la razón. Los estoicos, prácticamente, quieren matar las emociones, Spinoza y Nietzsche las celebran.
Leibniz tiene una postura muy clásica respecto a los placeres sensuales. No fue, desde luego, un libertino. No se le conoce relación sentimental alguna, ni si quiera está confirmada la hipotética relación homosexual con su asistente. Si tuvo alguna relación se cuidó mucho de que nadie supiese nada de nada. Lo de siempre: una enfermiza prudencia política por no salirse con la ortodoxia cristiana.
Lo que tú llamas pluralismo, ¿no es el perspectivismo de Ortega? Yo lo acepto plenamente. Nunca he dicho que ninguna de las posturas que defiendo hayan descubierto y dicho todo lo que hay que decir ni que tengan la verdad absoluta.
Eres un rival duro y penetrante, he de reconocerlo…
1- Bueno, es que el “vitalismo” propiamente no existe, no es más que el nombre que los profesores dan a un periodo que conocen mal. Bergson se hacía llamar “espiritualista”, si acaso. Pero ahí va mi ejemplo de biología actual, rotos los corsés del darwinismo clásico: la evolución modular. Lo de la cuántica ya es la pera: con “la espuma cuántica” tenemos todos los mundos posibles de Leibniz realizados a la vez…
2-Esto me parece la doble lengua de Orwell.
3- Es al revés: sólo cuando son excluyentes se patentiza en máximo grado el pluralismo. Por ejemplo: puedo ser un tiránico profesor y un cariñoso padre, o viceversa, y eso es lo que me hace plural.
4- No estaría determinado por nada anterior, sino por la expectativa de un futuro. La “cura” de Ser y Tiempo, la pre-ocupación de Ortega y Gasset (copiada de la primera).
5- Claro, si tu propósito es terminar con las guerras religiosas que asolan Europa, lo que haces es proponer la unión en un solo credo. Pero si quieres contentar a ambos bandos, entonces procuras la intertraductibilidad de ambas confesiones, que es a lo que dedicó mil proyectos y misivas Leibniz. Sin embargo, existen grandes dudas de que él creyera en un Dios personal: lo más seguro es que bajo “Dios” Leibniz entendiera la hipótesis de una racionalidad superior a la racionalidad instrumental humana, y eso no necesita de ancianos con barba y tronos de nubes.
6- Conforme a una programación, supongo. Sabes tan bien como yo, en tanto profesor y padre, lo que cuesta programar a un cerebro humano… (por no decir que es imposible en su totalidad, y menos sin nada a cambio). Las máquinas nacen en serie, y se definen por su funcionalidad, los humanos todavía no.
7- Yo diría todo es comunicación, también la ciencia.
8- No se apoya directamente, claro, pero ¿cómo evitarlo? La ética de la que hablas ha de fundamentarse en que cierta materia compleja es capaz de regular (y comunicar esa regulación) el orden de la conductas intersubjetivas, lo cual ya empieza a alejar a nuestros hijos del funcionamiento de una pelota que cae, y empezamos a coincidir…
¿Lo de Leibniz es de la biografía de Alianza Universidad? Tampoco tengo otras fuentes a mano así que lo doy por bueno (por ahora: XD). En cuanto a su relación con aquel chico, no eran los tiempos como para ir declarándose ateo o saliendo del armario, se comprenderá…
Celebrando las pasiones -algunas- Spinoza y Nietzsche no evitan la conclusión de que son elitistas, como los estoicos: sálvese quien pueda, y pocos pueden (el sabio, el superhombre…)
El perspectivismo de Ortega, que copia de los fragmentos póstumos de Nietzsche, es más bien gnoseológico; el que yo sigo (Nelson Goodman o Niklas Luhmann) pretender ser ontológico, y desde luego mucho más desarrollado. La idea, en cualquier caso, es la señalada: eligiendo ciencia arriesgamos un modo de vida, resulta extraña la concepción de que la ciencia se independiza y nos dice lo que somos, como si fuera un ente aparte.
Para el pluralista, la polémica es la vida misma del pensamiento. Sigue siendo un placer…
(Veo que sacas la historia de Leibniz del novelista. Vaya blog bueno y completo que tienes, enhorabuena. Pero cuando decía lo de Russell , me refería al Exposición crítica de la Filosofía de Leibniz, de 1900. Allí se forjó la teoría del cortesano con una filosofía determinista secreta, etc. Pero ya digo: cuatro libros, los que había.)
El proyecto Harz. E.J. Aiton, en su monumental biografía de 1985, cuenta la historia con mucho detalle técnico y humano y lo que se desprende de esta lectura son los mismos hechos presentados de modo muy distinto -pluralismo, otra vez. Por lo visto, según Aiton, Leibniz confiaba en las productividad de las minas para financiar una Academia de Ciencias que hiciese posible la investigación de la Charasterística Universalis, por lo que se sintió muy decepcionado cuando la cosa salió mal. Aiton lo atribuye al obstruccionismo de los obreros, que preferían al proyectista anterior y el trabajo de siempre, proyectista a su vez aliado y corresponsal de Leibni en ese momento. Efectivamente, olvidó calcular la fuerza de los vientos en la zona. Finalmente, ganó después de años 300 taleros con el asunto, que no le sirvieron para nada. Aiton no apunta en ningún momento mala fe en el asunto, ni en todo su extenso texto -500 páginas- hay referencias a un carácter altivo y orgulloso. Para gustos los colores…
He disfrutado mucho leyendo vuestros comentarios y evidentemente no puedo ponerme a vuestra altura, pero si intentar describir algunas cosas que he creído ver en otros o en mi, con el tiempo, y también algunas cosas que todo eso me sugieren.
Vamos a suponer que a los humanos (a todos los humanos) nos gusta sentir que somos libres, que somos capaces de tomar las decisiones, las grandes y las pequeñas, de una forma en último término independiente de condicionamientos; que por muy grandes que sean los tropismos que pueden atraernos, como cantos de sirena, o intimidarnos, siempre, en último término, podríamos decidir lo que realmente quisiéramos hacer o pensar (y esa decisión siempre precisa una emoción comfirmatoria, no exactamente racional, como tan bien argumenta Antonio Damasio en “El error de descartes” a partir del caso de Phineas Gage y luego de muchos más que ha estudiado (https://es.m.wikipedia.org/wiki/Phineas_Gage)
Se supone que todo eso dependería de la sensación de tener un yo consciente y racional que siempre podría ser capaz de decidir, durante toda la vida, respecto a una voluntad de responder y ser fiel a un sistema de creencias que se juzga como natural o en cualquier caso preferible a otros en el contexto de una determinada cultura o por el contrario de ser capaz de trasgredir lo que se espera respecto a ese mismo sistema de creencias a partir de la propia experiencia con la realidad. Porque en general cuando se plantea el tema de la libertad de elegir siempre se esta hablando de moralidad, de ser capaz de cumplir o no cumplir determinados preceptos morales a pesar de los instintos o las tentaciones en contra. De ahí lo perturbador que resultaría el determinismo si se aceptará radicalmente en los aspectos legales o relacionales, sociales en suma.
Aunque también el libre albedrío podría verse como la capacidad de pensar libremente en base a ideas que se juzgan propias o a experiencias del mundo que se perciben y se interpretan de una cierta manera que se juzga como verdadera. Como la posibilidad de pensar y juzgar por encima de las propias emociones o los sistemas de creencias preeminentes en ese momento y tener sólo en cuenta la evidencia de la realidad lo más objetiva que pueda percibírsela.
Soy consciente de las objeciones de todo tipo que puede ponerse a los párrafos anteriores quizá porque a la vez que se admite que nos gustaría ser libres y que la ficción social supone que todos somos iguales y libres, por otro lado tenemos la certeza y la experiencia de que todas las personas concretas estamos sumamente condicionadas de hecho por muchos factores diferentes a lo largo de la vida. Al menos un porcentaje muy importante si se da un condicionamiento suficientemente intenso en un momento determinado. La psicología social tiene experimentos muy interesantes (y decepcionantes) al respecto.
“La anatomía es tu destino” decía Freud, en una frase que puede seguir siendo plausible si la interpretamos como la influencia de nuestra realidad biológica evolutiva construida (expresada) a través de su paso por todas las experiencias culturales hasta el momento presente. Un cuerpo, un cerebro que sesga siempre el mundo desde un condicionamiento que muchas veces es opaco para nosotros mismos. Un cuerpo que limita y posibilita, que tiene una personalidad (o temperamento) un cuerpo que evoluciona en el tiempo de forma muy plástica, un cuerpo que puede enfermar (una forma de hablar respecto a un determinado paradigma) y convertirse literalmente en otro.
Ser médico tiene el sesgo de la patología pero también permite observar lo que habitualmente no es fácil ver con tanta frecuencia. Ser consciente de la similitud y también de la diferencia de las personas. Observar como una fiebre por cualquier causa puede perturbar extraordinariamente el cerebro de un anciano que de pronto percibe, procesa la información siente y actúa de una forma incontrolable para el mismo (o ¿es ya otro?) y luego mejora al desaparecer la causa o con medios químicos que asombrosamente parecen actuar sobre cuestiones que tienen que ver con la propia conciencia de identidad.
Poder observar como alguien con un trastorno obsesivo compulsivo grave no puede evitar tener angustia por ideas intrusivas que juzga absurdas que le llevan a tener compulsiones que no puede controlar. Por no hablar de trastornos que afectan a los impulsos en mayor o menor grado o muchísimos más situaciones que determinan la emoción y desde ahí la conducta o las posibilidades de pensar. Sólo hay que pensar en todos los cerebros dañados estructuralmente desde el nacimiento, por traumas o diversas enfermedades neurologicas.
Pero no sólo desde la patología más evidente, también es fácil contemplar la facilidad con la que gente inteligente se deja controlar por ideas que conforman sistemas de creencias cerrado e irracionales, sectarios en algún caso, a partir de los que sesgan toda la información. Muchos intelectuales sumamante inteligentes en el siglo XX han sido condicionados por ideologías totalitarias que simplemente les hacían negar realidades evidentes. Se pueden dar muchos ejemplos en ideologías de cualquier signo.
O desde luego como tratan de condicionar para sus fines de forma explícita o implícita todo tipo de poderes incluso en sociedades abiertas donde puede existir también de algún modo la posibilidad de encontrar formas de neutralizar esos intentos, pero nunca del todo.
Lo que creo que lleva a que la posible libertad de pensamiento personal y su propio estudio tiene que tener algún tipo de referencia, algo en lo que pueda referenciarse o validarse. Y en eso el método científico, “la evidencia” que pueda demostrarse frente a otras hipótesis, con todas las cautelas del experimento, sin extrapolar más de lo que puede hacerse, creo que no puede compararse a cualquier idea argumentativa por muy brillante que sea. Algo ya muy desarrollado en la conducta animal donde hay estudios fascinantes.
El átomo, aunque no lo conozcamos del todo existe y ahí está, por desgracia, la realidad de la la bomba nuclear. La teoría miasmatica era falsa por mucho que fuera defendida con especulaciones muy elocuentes. La tierra no era plana. Habrá que ver hasta que punto nos determinan algunos genes, qué los expresa o no, cómo influyen las experiencias en más o en menos, como opera la información en nuestros cerebros, o más bien en los cerebros individuales.
Todo será muy complejo, pero habrá que ir avanzando con evidencias y conocer esa evidencia puede hacernos más libres, más resistentes a condicionamientos interesados, capaces de detectar emociones de las que tenemos que distanciarnos. Y quizá podremos incorporar ese conocimiento para intentar modular el mundo en el que queremos vivir una vida cada vez mejor, es decir menos condicionado de factores que pueden limitarnos en lo que merece la pena querer evidentemente desde un sistema de creencias que juzguemos preferible y en eso siempre persistirán las luchas de poder.
Y además ya tenemos aquí la inteligencia artificial y las prótesis que pronto tendremos en el cerebro para suplir funciones o aumentar cualidades. O los robots que quizá terminen siendo no muy diferentes a nosotros. Todo sumamente interesante. La pregunta EDGE de este año va de eso http://edge.org/annual-questions. Es muy entretenido leer algunas de las respuestas.
Baño de sentido común nos das que debe recordarnos lo que escribí yo aquí mismo hace unos meses: que todos los filósofos están más locos que esos casos que nos cuentas, que finalmente no hay más cera que la que arde, y que, con prótesis o sin ellas, dentro de cien años todos calvos (como Leibniz, que la tapaba con pelucón)…
Gracias por lo del blog y por tus varios halagos. Y perdona que tarde en responder. Estoy de vacaciones y no he tenido Internet hasta ahora.
1. ¿Qué tiene la evolución modular de vitalismo? Un gen regula la expresión de muchos otros que controlan varias características. Cambia ese gen y cambian bastante el fenotipo ¿Dónde está el problema? ¿Qué nos salimos un poco del gradualismo darwiniano? Si es solo eso, desde luego, no llegamos a ningún tipo de vitalismo.
2. Jajaja. No hombre no. Aceptarás al menos que muchas veces creemos, sentimos con todo nuestro corazón una cosa, que luego no tiene representación en la realidad. Eso creo yo con la libertad.
3. Lo siento mucho, pero el principio de no contradicción pesa mucho en mí. El ejemplo de profesor tiránico y padre cariñoso no es bueno: no son excluyentes. Es más, yo puedo tener muchas contradicciones en mi vida, pero a nivel teórico creo que es saludable intentar evitarlas. Creer que Santa Teresa hablaba con Dios y que tenía una psicopatología que le hacía flipar, y creer que ambas son verdaderas… Mal asunto. Yo aceptaría un pluralismo en el sentido de que ofrece diferentes puntos de vista de una misma cosa, pero no acepto que sean contradictorias. Si nos saltamos los principios de la lógica más elemental…
4. Pero la expectativa de futuro no es suficiente para decir que no aparece una novedad radical. Voy a explicarlo más despacio. Tengo que elegir entre A o B. Tengo varios condicionantes para elegir A: mi padre dice que escoja A y he leído en Internet que es mejor escoger A. Entonces, en un acto de libertad, yo escojo B, escapando a todos mis condicionantes. Ese acto, al no tener ningún condicionante o causa previa que lo determinara, sería un acto libre. Dado que todos los actos que observamos en la naturaleza obedecen a causas previas, este acto se saldría de lo natural, sería “sobrenatural” y, al no estar determinado por causas previas sería una novedad radical, algo ex-nihilo. La mera expectativa de futuro no es suficiente porque no determina para nada la elección, es decir, que yo espere la llegada del futuro con angustia e incertidumbre no me dice nada sobre si es mejor escoger A o B.
5. Sí, en la biografía del novelista (no es novelista, es un filósofo que estudió en Princeton y se doctoró en Oxford) se habla también de si Leibniz creía o no en un dios personal. Sus escritos dicen que sí, un dios con mente y libre opuesto al de Spinoza. Sin embargo, en su vida poco pisó la Iglesia. Más a favor de su hipocresía.
6. Todavía queda muchísimo para construir una máquina similar al hombre. No obstante, ya se han dado pasos muy interesantes. Tenemos máquinas que demuestran teoremas matemáticos y que nos machacan a cualquier juego mínimamente formalizado. Ahora se están mejorando para enfrentarse a entornos de difícil cuantificación. Tardaremos quizá muchas décadas o siglos en llegar a igualar ciertas facultades humanas, pero no hay contradicción de ningún tipo para que no podamos conseguirlo. El mayor problema está en los qualia (emociones, sensaciones, consciencia), ante lo cual no se tiene ni idea, aunque se está en ello.
7. Es que si defines que todo es comunicación, todo es lenguaje, todo es sociedad, todo es cultura, creas “nubes que están sobre la nada” y terminas por caer de nuevo en el relativismo. En algún punto tenemos que ponernos en contacto con la realidad o con algo que “nos ate al suelo”. Si no “todo vale”.
8. Es que ya te digo que entender que la realidad es una maquinaria física, biológica, química o lo que se quiera, no tiene implicación ética nociva alguna. La ética es un asunto de valores y yo valoro mucho que no se debe dañar a las máquinas biológicas dotadas de consciencia. No veo el problema.
Vale, Spinoza y, sobre todo, Nietzsche pueden ser elitistas.
Y con respecto al molino de Leibniz, puedes tener mejores fuentes que las mías. Yo me he basado en Stewart y puedo aceptar que es una visión de la historia pero nada de para gustos colores. O Leibniz era altivo o no lo era. O Aiton está equivocado o Stewart.
Ni hay prisa ni hay necesidad. ¡Cuántos puntos!, empiezo…
1) El nombre de “vitalismo” lo sacaste tú, yo no lo he defendido en ningún momento, hay aquí un malentendido. Lo que defiendo, en cambio, es que el mecanicismo es cosa de los ss. XVIII y XIX, incluida su trasposición para la biología que es el darwinismo. Donde he leído acerca de la evolución modular, y, para llegar allí, acerca de las últimas aporías del neo-darwinismo es en el espectacular “Deconstruyendo a Darwin” de Javier Sampedro, que debería ser de obligatoria lectura en el mundo mundial.
http://elantipatico.blogspot.com.es/2010/10/el-mito-del-darwinismo-iii-actualidad.html
Resumiendo como el lego que soy lo que recuerdo de aquello, Sampedro informa acerca, por ejemplo, de las investigaciones de Lynn Margulis, ya fallecida, la cual encontró explicaciones cooperativas en el entorno de la primeras bacterias, y nada hay menos mecanicista que la cooperación, que parece insinuar parciales causas finales (lo que de mecanicista tiene Darwin es la selección natural, que toma de David Ricardo, no de observaciones naturalistas). Pero incluso el mecanicismo de Einstein es ya un mecanicismo raro, en la frontera última del mecanicismo: sin simultaneidad, sin “choques”, sin claras causas agentes, sin magnitudes absolutas (más que la luz), etc.
2- ¿Y cómo puede ser que nuestra maquinaria se permita interpretaciones erróneas de su funcionamiento? ¿Cuando construyamos robots conscientes (para lo cual estamos lejísimos, según las últimas ferias en Japón) les dotaremos para delirar? Más fácil, pienso yo, es afirmar que reificar para nuestras vidas el lenguaje científico es una exageración y un cierto abuso.
3- El ppo. de contradicción se cumple en el tiempo: no se puede ser y no ser al mismo tiempo y en el mismo sentido, dijo Aristóteles. Pero el pluralismo es topológico, no temporal: lo que es válido aquí, es distinto allá, y el espacio (lógico) permite contradicciones siempre y cuando el campo de juego cambie: no puedo tocar la pelota en el fútbol pero en el baloncesto sí, sin que mi personalidad entre en contradicción. Tú podrías perfectamente hacer lo mismo con tus ideas, en mi opinión: las niñas son un pedazo de materia (determinista) en el laboratorio, pero un encanto caprichoso (y libre) en casa.
4- Volviendo a la niña. Tiene un helado en la mano. Si lo suelta, cae al suelo, poniendo en marcha las cadenas necesarias de lo que llamamos gravedad. Si sigue chupándolo, el proceso necesario de la deglución. No hay nada sobrenatural en ello. Que alguien pretenda, además, interpretar qué causas previas han determinado a la niña a iniciar uno de ambos senderos naturales sólo significa para mí que desea controlar el comportamiento de los demás para sacarle algún sospechoso partido.
http://revistatarantula.com/animula-vagula-blandula/
5- No sólo no pisó la Iglesia: sus íntimos le llamaban, por homofonía, Glaub Nitchs, el “no creer nada”. Mi impresión es que este Stewart ha decidido, por mor del efecto, convertir estos datos en un drama del estilo Mozart-Salieri en “Amadeus”, a fin de vender el libro. Allá él: eso no es asunto nuestro. Lo cierto, en lo que a mi me importa, es que Leibniz propone un programa de racionalización del mundo imponente, realmente sin antecedentes ni consecuentes, y Spinoza, que es grandísimo, sólo una ética personal.
6- Claro que el problema son los qualia. Mis hijos entran en la piscina con calor y salen con frío. Ninguna definición científica de la variabilidad térmica hará sentir a una máquina frío o calor, porque el lenguaje, por técnico que sea, no sustituye la realidad.
7-De verdad no entiendo cómo “comunicación social” puede parecerte tocar poco el suelo, cuando es lo que hacemos desde que nacemos hasta que morimos, constantemente. No vamos a entendernos nunca si un electrón en-sí (digo en-sí, no en sus efectos presupuesta su presencia virtual), que, como Dios, ni se ve ni habla, te parece mucho más real.
8- Insisto: si esas máquinas biológicas para ti incluyen comunicación no hay problema, ciertamente. Porque el entorno comunicativo genera sus propias reglas, que no son ya explicables físico-químicamente (trata de explicar así, por ejemplo, la expresión coloquial: “¡vamos anda, oso panda”!; así empezó a pensar el segundo Wittgenstein).
Alegato final, como en las películas. Ya que el artículo es tuyo, y hace mucho que nos distanciamos de él, tuya es también la última palabra, si así lo deseas. Hasta la polémica Leibniz-Clarke, a la que ojalá esto se pareciese remotamente, terminó en algún momento (por la muerte del primero, todo hay que decirlo, pero Leibniz pensaba que la muerte era sólo un sueño pasajero…)
Comprendo que aceptar que la ciencia es cuestión de reglas, si uno admira los logros de la ciencia, es duro. Yo también los admiro, pero afirmo que esa visión es más contemporánea, en realidad, que lo que tú denominas ciencia contemporánea. Naturalmente que las reglas entre las que se mueve la ciencia (o “las” ciencias, más bien), son enormemente más formalizadas y complejas que las del baloncesto, pero eso no quita para que igualmente sean jugadas por hombres reales en contextos reales de prácticas determinadas. En cambio, la visión de que la ciencia es sólo una y pura, de manera que nos pone en contacto con un mundo virginal, adánico, al que sólo nos queda poner nombres como Adán se los puso a los objetos del paraíso, es ciertamente pre-platónica, o, cuanto menos, pre-kantiana. Kant detonó lo que bautizó como el “giro copernicano” de la razón teórica, y no ha habido vuelta atrás, que yo sepa. El sujeto condiciona el objeto, y hoy pensamos que no conforme a conceptos trascendentales del entendimiento, sino, más allá de Kant, de acuerdo con juegos del lenguaje plurales. Un laboratorio está repleto de juegos del lenguaje, el instrumental mismo son reglas cosificadas. Cuando el experto sale del laboratorio, o del observatorio, o de dónde sea, nos dice que nos va contar una versión de los hechos al desnudo, como si él no tuviera la formación que tiene o su lugar de trabajo no contuviese la tecnología que contiene. ¿Y a eso lo llama la Verdad, la única Verdad (aún revisable, perfeccionable, etc.)? Otras formaciones académicas distintas y otras tecnologías distintas lo mismo daban lugar a cuentos distintos, válidos según sus reglas y en su campo. Sin embargo, yo defiendo que todos ellos recogen realidad, siempre y cuando aboquen a una praxis humana posible, es decir, si con ellos podemos crear bienes práctico-teóricos posibles.
La matemática misma, sin la que no existiría la ciencia moderna, es ya toda una formidable mediación entre el hombre y la naturaleza. Aristóteles la había rechazado porque es puramente mental, dado que implica un operativo estrictamente sintáctico sin referentes semánticos. Dices “dos” y no dices a qué dos cosas o substancias reales te refieres, sólo dices uno más uno, por ejemplo, o raíz cuadrada de cuatro. Pero Galileo la abrazó con gran entusiasmo, y funcionaba espléndidamente en un mundo previamente reducido a relaciones cuantificables… No obstante, la matemática misma es hoy plural, y recuerdo perfectamente haber leído a una experta en fractales que la geometría fractal es una cartografía posible de la realidad, no una realidad. El propio Einstein escogió la geometría de Riemann porque le casaba bien, etcétera.
Así, supongo que no acusarías a la actual Física escindida en relativista-macro y cuántica-micro de relativismo epistemológico. Supongo que aguardas a la Gran Unificación, que es una esperanza harto monista. Ahora imaginemos que unos científicos muy listos de cualquier país que tenga dinero para experimentación (y actualmente tiene que ser mucho dinero) se encuentran ante fenómenos tan extraños a nivel grande, mediano o pequeño que elaboran una tercera opción teórica. O el escándalo sería mayúsculo o habría que admitir el pluralismo. ¿Qué impide que eso pueda ocurrir cualquier día, con el grado de innovación teórica que vamos alcanzando? Pero el pluralismo presupone poder enjuiciar a la propia ciencia, porque si muchos modelos son posibles, vamos a ver a qué fines prácticos nos conduce cada uno de ellos. Ese juicio lo produciría la libertad pública, democrática, de escoger un determinado modo de vida, y tú no niegas esa dimensión de la libertad, puesto que hablas de ética.
Mi conclusión personal es que no le veo las ventajas prácticas al determinismo más allá de lo que ya ha conseguido, y menos todavía se las veo a apostar por un esquema mecánico de la mente humana. Lo que la mente humana ya ha conquistado, que es literalmente acojonante (también en las artes, etc.) no ha precisado de nada de eso hasta hoy. Pero igual me equivoco…
http://www.20minutos.es/noticia/1960566/0/biologia/evolucion/darwinismo/
Y el hombre también tiene un blog:
http://www.somosbacteriasyvirus.com/index.html
Óscar:
Vale, zanjamos.
Tu postura es la de Rorty: todo son juegos del lenguaje y, por lo tanto, no elegimos entre ellos por criterios de “verdad” o “realidad”, sino únicamente por criterios pragmáticos: que nos sean útiles. Y llegas al extremo feyerabendiano de tener que decidir democráticamente qué teoría mantenemos. Para mí eso no es aceptable: no podemos elegir democráticamente si la Tierra es plana o no, ni si los antibióticos funcionan o no. El conocimiento no es democrático. Otra cosa muy diferente es qué aplicaciones prácticas damos a ese conocimiento. Eso sí debe ser democrático. Los ciudadanos debemos elegir entre si preferimos desarrollar misiles nucleares o hacer hospitales.
Además, considera que si todo son juegos de lenguaje, exterminar a seis millones de judíos es un juego de lenguaje más, y si no hay, de algún modo, un juego de lenguaje “en posición superior” a los demás, que permita juzgarlos, quien quiera negar los derechos humanos estará en su pleno derecho. Nefastas consecuencias para el mundo este relativismo lingüístico.
La ciencia es un conjunto de prácticas, una industria, una institución e incluso una ideología, que se da en una sociedad concreta en un momento histórico concreto. Entonces hay factores sociales, económicos, históricos, morales, etc. que intervienen en ella. Pero, de aquí a afirmar que la ciencia no tienen nada que ver con la verdad o la realidad, va un trecho muy grande.
Con respecto a la matemática sí que no tiene nada de plural en el sentido que hablabas de pluralismo. Las matemáticas son una herramienta que descubrimos que sirve muy bien para hablar de la realidad. Evidentemente, no es la realidad misma. De nuevo, no confundamos realidad con instrumento para conocer la realidad. Los fractales, como las derivadas o las ecuaciones diofánticas, siguen las reglas del álgebra y de la aritmética con una esclavitud absoluta. Aquí sí que no hay opiniones ni perspectivas ni leches en vinagre.
Con respecto al giro copernicano de Kant, es cierto que el realismo griego o medieval eran ingenuos. No tenemos acceso a la realidad pura. Pero eso no quiere decir que la realidad quede apartada para siempre. El mismo Kant dice que los contenidos de la experiencia son la materia sobre la que las formas del entendimiento actúan. Eso no es decir que todo conocimiento es fruto de la subjetividad, eso quiere decir que el conocimiento es una interacción entre elementos objetivos y subjetivos. Kant no era un idealista y, mucho menos un relativista.
Y si nos vamos a los juegos del lenguaje de Wittgenstein, creo que, igualmente, se ha hecho una interpretación demasiado relativista de él. Se ha insistido hasta la saciedad en la ruptura entre el primer y el segundo Wittgenstein, cuando hay muchos aspectos de continuidad. En las “Investigaciones Filosóficas” hay también mucho sobre “lo que se debe guardar silencio”. El mundo no son simplemente formas de hablar que siguen reglas. Para Wittgenstein esos juegos se fijan a formas de vida, no se mueven y cambian sin más por el capricho de la sociedad. De hecho, gran parte de los seguidores de Wittgenstein (la Escuela de Oxford) no han sido, para nada, relativistas: Searle, Austin, Quine, Davidson… Te acoges siempre a la interpretación más anticientífica de cualquier filosofía.
Con respecto a los problemas de llegar a la “Teoría del Todo” que unifique niveles micro y macro, cuántica y relatividad, fíjate que el gran objetivo de la ciencia no es mantener varias teorías a la vez, sino llegar a esa gran unificación. La proliferación de teorías, si llegase a ocurrir, no anularía tal pretensión. El intento de una teoría final debe ser un ideal utópico al que siempre debe tenderse, reconociendo quizá su imposibilidad absoluta, aunque nunca renunciando a él. Y es que la ciencia, constantemente, reconoce todo esto. La mayoría de los científicos hablan de un saber humilde, falible, en constante revisión, totalmente autocrítico, escéptico por definición…
Además, en estos tiempos en que magufadas, homeopatías y pseudociencias varias proliferan por doquier, no me parece, para nada, saludable, insistir en el carácter relativo del conocimiento científico. Y, del mismo modo, tampoco creo positivo insistir en esta visión de una ciencia maquiavélica e inhumana al servicio de poderes oscuros y que terminará por llevarnos a una dictatorial distopía, principalmente porque creo que es un mito. Si uno se acerca a una institución científica y la ve desde dentro, comprueba que nada hay de eso. Si visitas, por ejemplo, el MIT, la institución científica más avanzada del mundo, verás que tienen multitud de proyectos para terminar con el hambre en el mundo o para parar el deterioro medioambiental. Hay muy poco de diseñar armas para conquistar el mundo. Eso, y con mucha leyenda también, era en tiempos de la Guerra Fría.
Si minusvaloramos o prescindimos de la ciencia estaremos renunciando a nuestra mejor herramienta de intervención en la realidad y abrimos la caja de Pandora a dar validez a cualquier charlatán que quiera vendernos cualquier majadería.
Y, por último, con respecto al mecanicismo… ¡Mucho de lo que sabemos de la mente humana se lo debemos a este esquema! Piensa que es el que subyace en toda investigación científica: observación, experimentación, búsqueda de regularidades, matematización… ¡Eso es lo que hacen todos nuestros neurocientíficos! Nada muy diferente a lo que hacían Galileo o Newton. Y creo que lo que tenemos que hacer los filósofos es, en vez de poner el acento en dudar de los avances de la ciencia, es reflexionar a partir de ellos. El positivismo ingenuo es malo, pero el relativismo es la otra cara de la misma falsa moneda.
Ah… No había visto tu comentario anterior organizado por puntos. Te respondo también:
1. Si revisas mi blog, tengo un mogollón de entradas sobre estos temas. Leí también a Sanpedro hace ya tiempo. Vamos a ver. No hace falta irse a Margulis para hablar de cooperación. Nuestro organismo es ya un conjunto de millones de células eucariotas y bacterias cooperando simbióticamente para mantenernos vivos. Las células de tu riñón colaboran con las de tu corazón para que tu sangre nutra adecuadamente a todo tu organismo. Pero es que todo esto no tiene nada que se salga ni un ápice del mecanicismo. Todas las células de tu cuerpo obedecen ejemplarmente todas las leyes de la física. No hay nada en tu organismo (o, acepto, en lo que conocemos de él) que viole algún principio de la termodinámica o alguna de las leyes de Newton. Tus células están hechas de átomos que se comportan exactamente igual que los que hay presentes en un trozo de roca. Y, ¿dónde has leído tú que no hay nada tan poco mecanicista como la cooperación? ¿Es que acaso todas las piezas de un reloj no cooperan para que el segundero dé el siguiente paso?
Con respecto al darwinismo, no hay ninguna amenaza seria en lo que sabemos. Conocemos la trasferencia horizontal de genes, la deriva génica, diferentes ritmos evolutivos que pueden poner en duda cierto gradualismo, cierto neolamarckismo (hay caracteres aprendidos que se heredan), etc. Ninguno de estos aspectos pone en serios aprietos al darwinismo, que explica con meridiana claridad la inmensa mayoría de los sucesos de la evolución biológica. Pero, insisto, incluso si el darwinismo no explicara bien la evolución y hubiese que recurrir a otra teoría… ¿tendríamos que salirnos del mecanicismo? ¿Por qué?
Y otra cosa: que el modelo que utiliza Darwin para explicar la evolución tenga similitudes con la teoría económica de Malthus, no dice nada de que Darwin no se apoyara en la observación natural (¿Dónde has leído eso?). En “El Origen de las Especies” Darwin da un aluvión de pruebas científicas a favor de la evolución, pero un aluvión. Si hojeas la obra, va de una observación a otra (de hecho es un coñazo leerla por eso). Darwin era un excelentísimo naturalista.
2. Estamos muy lejos de llegar a máquinas conscientes ¿Y qué? La consciencia es un fenómeno biológico que se da en un cerebro hecho, principalmente, de hidrógeno y carbono. No hay ninguna contradicción a priori que nos impida llegar a replicar un sistema nervioso y hacerlo funcionar.
3. O Santa Teresa hablaba con Dios o estaba como una cabra. No hay otras alternativas. Llevas al extremo la idea de inconmensurabilidad entre lenguajes. En el baloncesto no se puede tocar el balón con el pie y en el fútbol no se puede con la mano, pero en ambos deportes no se puede volar con las orejas ni se pueden lanzar rayos por los ojos. Entre que mi hija sea una máquina biológica y que yo la quiera mucho no hay ni la más mínima contradicción ¿Qué te han hecho las máquinas para que no merezcan tu cariño?
4. Me vuelvo a explicar. El hecho de decidir, si queremos que no esté determinado por causas anteriores, tiene que escapar a ellas de alguna manera. Si mi hija decide chupar el helado poniendo en marcha el proceso de deglución, “algo” ha tenido que poner en marcha la deglución, y si ese “algo” no ha sido absolutamente determinado por causas anteriores, tiene necesariamente algo de incausado, de indeterminado… y eso viola el principio de conservación de la energía, es una creación ex-nihilo, es decir, se sale de lo natural, luego es sobrenatural. Esto lo vio muy bien Malebranche, quien, en su ocasionalismo, afirmaba que Dios intervenía en todas y cada una de las decisiones humanas. No le quedaba otra: si quieres salir de la cadena causal tienes que irte a lo sobrenatural.
5. La verdad es que a mí la honorabilidad o no de Leibniz me importa poco. Pero sí que te insisto en que, a pesar de todas sus inmensas aportaciones, fue bastante conservador en muchas otras. Leibniz es Iglesia Católica Apostólica y Romana. Y Spinoza no solo es una ética personal: fue el máximo defensor de la libertad de expresión de su siglo y uno de los primeros en defender la democracia. Leibniz fue bastante menos tolerante.
6. El problema son los qualia porque todavía no sabemos cómo replicar la enorme complejidad del sistema nervioso en ninguna máquina. Insisto en que no es un problema de principio ni porque la ciencia o el mecanicismo estén equivocados en su enfoque. Necesitamos mucho más tiempo y conocimiento. No puedes culpar a que los cavernícolas no pudiesen diseñar aviones a reacción cuando solo disponían de palos y piedras.
7. Claro que la comunicación es real. No estoy hablando de nada de eso. Aquí hablo de la validez de la comunicación para hablar del mundo. Tú pareces ver el mundo como un conjunto de voces que hablan entre sí sin contacto alguno con el resto de la realidad, ya que parece ser que no tenemos acceso a ella.
8. Otra cosa: es que la ciencia no solo explica las cosas físico-químicamente. Eso solo lo hace el reduccionismo. Y es que se puede defender el discurso científico sin ser reduccionista. Yo defiendo cualquier discurso que use la lógica matemática y una observación exhaustiva de la realidad. Por ejemplo, un buen historiador puede ser, para mí, tan científico como un físico.
Por alusiones: he intentado de verdad querer sinceramente a las maquinas, pero no puedo librarme de la sensacion de que, cuando besan, no besan de verdad…
Pues deberías probar el cibersexo xDD
Eso cuando me falle el otro! ;-p
“Si entendemos que un suceso determinista es aquel cuyos efectos están totalmente determinados por causas anteriores, un suceso aleatorio sería aquel que no está determinado por nada anterior”
No lo justificas. No explicas por qué o todos los factores están determinados o ninguno lo está.
“Sería un suceso incausado, una causa primera anterior a toda la colligatio causarum.”
Un suceso incausado no tiene por qué ser anterior a cualquier cadena causal. Puede ser posterior, simultáneo e incluso, lo más habitual, imbricado en una cadena causal.
“Sería un fenómeno mágico, extraño a toda racionalidad.”
Si la naturaleza incluye sucesos sin causa, no son mágicos sino naturales y esto solo es extraño a toda racionalidad empecinada en identificar la naturaleza con una cadena causal sin eslabones sueltos. Eso es no es racionalidad. Es una preferencia estética.
“Muchos filósofos pusieron en ese lugar a Dios.”
Otros se conformaron con un modesto e impersonal clinamen.
“Tengamos en cuenta que libertad no es lo mismo que aleatoriedad.”
Claro que no. Tampoco es lo mismo que omnipotencia. Ni es lo mismo la libertad absoluta que la libertad condicionada.
“Si los seres humanos somos realmente, ontológicamente, libres, nuestras decisiones tienen que ser fruto de un suceso que, aunque no sea aleatorio, tiene que estar liberado de la determinación de causas anteriores.”
¿Ya no son TODAS las causas anteriores?. Porque la cosa cambia si consideramos la libertad una cuestión de grado. ¿Un sujeto no es libre de elegir entre A o B, sólo porque le sea imposible elegir C?. Los seres humanos son libres porque nuestras decisiones están condicionadas, no determinadas.
“Creemos que somos libres pero, en el fondo, lo somos tanto como cualquier máquina.”
Solo se puede entender al ser humano como un autómata si consideramos como tal al universo en su totalidad y eso, como vengo repitiendo, solo parece obvio a quien así lo prefiere.
“Sería una novedad radical, algo que violaría el principio de conservación de la materia y la energía…”
Otro error. Por si interesa, para no repetir el tocho:
http://culturacientifica.com/2015/01/24/recapitulacion/#comment-106045
“causas anteriores. Aunque ellas puedan condicionar la decisión, en último término la decisión debería poder escapar de ellas. Cada una de nuestras decisiones tendría que ser una nueva causa incausada, algo que no tuviese nada que ver con causas previas”
De nuevo, te contradices. Si los eventos previos condicionan la decisión, pero no la deterninan, esta no algo que no tiene NADA que ver con tales eventos. Tiene mucho que ver. Las condiciones limitan tanto como posibilitan.
Perdona. Esto iba antes.
“Para Spinoza, la respuesta era clara: el cosmos es un gran mecanismo ontológico en el que no hay lugar alguno para el azar.”
Por SUERTE, no estamos obligados a ser spinozistas.
“Y es que lo difícil de imaginar es un suceso real de naturaleza azarosa”
Depende lo que entiendas por imaginar. Es imposible imaginar con precisión las formas que dibuja la dispersión del vapor de agua. Pero nos hacemos una vaga idea y con ella nos apañamos. Salvo que tratemos de figuras geométricas regulares u operaciónes matemáticas sencillas, imaginar es eso. Que sea difícil de imaginar no supone una objeción a su plausibilidad.
“¿Cómo sería algo así?”
Pues si el azar es real, su aspecto es el de la naturaleza tal como la ves.
“La regla 110 se termina por estancar. No genera configuraciones más allá de la que vemos allí arriba. No evoluciona hacia formas más complejas. (…) La única conclusión que podemos sacar es que podemos tener un universo determinista e impredecible, lo cual, aunque no es poco, solo nos sirve para dañar gravemente la idea de Laplace, el viejo sueño de poder predecirlo todo.”
NO. No es la única conclusión que podemos sacar. Podemos concluir, acertadamente, que es posible un universo determinista e impredecible. También podemos concluir que la complejidad natural quizá no resulte del despliegue de un algoritmo inscrito en las condiciones iniciales del universo, sino de la incorporación de eventos aleatorios que modifican, diversifican e inauguran algoritmos naturales, entendidos como procesos contingentes e históricos.
Gracias