“Inside Out”, la increíble aventura de ser cuqui

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Aunque no haya visto la nueva película de Pixar probablemente usted tenga en su cabeza los muñequitos que la protagonizan: tan redonditos, tan simpáticos, tan monos. Si le interesa el cine habrá visto que crítica y público han caído rendidos, con un gruñidito de ternura, ante el torrente de emociones que propone este largometraje; si le gusta perder el tiempo en Internet es fácil que ya haya mirado algún vídeo promocional y haya sentido en su interior una versión de usted – redondita, simpática y mona – gruñendo de ternura. No le engañaré: escribo este artículo para que le dé una colleja a ese muñequito interior. Soy consciente de que no le va a hacer ninguna gracia mirar con sospecha los sentimientos puros que le había inspirado la película; como además hace mucho calor y cualquier virguería retórica va a alejar, antes que acercar, mi objetivo, opto por presentarle mi argumentación en seis cómodos pasos. Créame, si tuviera talento gráfico le haría unos dibujitos que ni los manuales de instrucciones del Ikea.

 

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1. La consola

Inside Out (Del revés, 2015) ocurre en un territorio que representa la mente de Riley, una niña de 11 años. Hay cinco islas de la personalidad (Payasada, Familia, Hockey, Honestidad y Amistad) conectadas por un fino cable al cuartel general. En el cuartel general se reciben los recuerdos, representados como bolas, que pasan al almacén o al depósito de recuerdos esenciales; además, hay una consola que permite controlar los actos de Riley. Cinco emociones se reparten el control de la consola: Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y Asco. Los creadores de la película optan por una representación visual de la psique humana como mecanismo. Ante un estímulo determinado, una emoción asume el control y provoca una determinada reacción de Riley, que a su vez desencadena la formación de un recuerdo que, si se vuelve a necesitar, será requerido por la central. Las ideas son bombillitas que pueden ser insertadas en la consola por una de las emociones. La relación entre mente y cuerpo, realidad e individuo, es tan evidentemente mecanicista que casi resulta una fantasía cartesiana. Y digo casi porque cualquier pensador moderno que se hubiera relamido ante la imagen de la conciencia como mecanismo echaría en falta a la Razón como instancia superior a las emociones. Lo cierto es que hay un “Tren del Pensamiento” que va del territorio de la Memoria, la Imaginación y el Sueño a la central, pero no se sabe muy bien cuál es su función y desde luego no tiene voz en las decisiones de Riley. De elementos como la Voluntad, evidentemente, ni hablamos: suponemos que Pixar lo considera un concepto demasiado adulto como para ser dibujado e incluido en su representación esquemática de la conciencia. Tenemos entonces una central que se podría describir como un departamento de gestión de emociones. Ahora bien, la elección de estas cinco emociones como reguladoras de los actos de Riley y la ausencia de una instancia superior que incorpore el pensamiento racional está lejos de ser neutral.

 

2. El cerebro

Después de una crisis en la central, Alegría y Tristeza tienen un accidente y aparecen en el cerebro. Así descubrimos la Memoria (una biblioteca), la divertida sección del Pensamiento Abstracto (para mi gusto lo mejor de la película), el Sueño (una productora de cine) o la Imaginación, un territorio donde hay castillos de naipes, casas de galletas, nubes voladoras, etc. Todo muy doméstico: fíjese el lector que estas imágenes son clichés de la literatura infantil. La Imaginación es un lugar sorprendente, pero inofensivo, doméstico. No hay monstruos a los que vencer, no hay cosas raras, no hay ni una gota del surrealismo que exhiben los niños de verdad. En una época en la que las criaturas crecen viendo Hora de Aventuras ignoro qué atractivo puede tener la Imaginación propuesta por Pixar, más allá de que es – una vez más – muy mona y muy cuqui.

 

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3. La trama (1)

Llegamos al meollo del asunto. El conflicto es, básicamente, que la hipercontroladora Alegría no quiere que Tristeza participe en el control de la consola. A lo largo de 90 minutos Alegría aprende que la Tristeza es necesaria porque es la que hace posible la relación afectiva. Hay dos momentos clave: uno es cuando Tristeza es capaz de consolar al amigo imaginario de Riley. El otro es cuando Alegría cae en la cuenta de que fue Tristeza la que atrajo el consuelo y el apoyo paterno cuando Riley fracasó en un partido de hockey. Afecto, empatía y tristeza quedan ligados de una manera esencial, ya que la depresiva muñeca azul (rellenita y con gafas) no tiene más función que esa a la hora de configurar la relación de Riley con el mundo. Hubiera sido interesante representar la capacidad creadora de la tristeza, de la que la literatura y el arte ofrecen ejemplos a manos llenas, igual que hubiera sido interesante mostrar la capacidad de la alegría para formar vínculos sociales y personales, pero no es lo que elige la película. En el desenlace vemos la formación de un recuerdo que es al mismo tiempo alegre y triste, es decir, asistimos a la emergencia de la nostalgia. Todo esto acompañado de miradas, silencios y mohínes muy tiernos, muy monos y muy… Cuquis. La película nos resuelve el conflicto en la contemplación del tiempo pasado que nunca volverá, y nos hace rebañar el plato de nostalgia hasta que se nos saltan las lágrimas. Me pregunto, sinceramente, hasta qué punto esta oferta emocional va dirigida a los niños, a los que maldita la falta que les hace la nostalgia, y maldita la necesidad que sienten de nombrarla. Es más, me pregunto hasta qué punto la tristeza supone un conflicto para ellos. Los niños lloran cuando quieren y bien que hacen: es el mundo adulto el que impone culturalmente la alegría como ideal de talante. No me parece que la trama (que es única y sin ramificaciones, a diferencia de otros filmes de Pixar) apele a la experiencia infantil, sino que seduce a base de carnaza los puntos problemáticos de esta edad adulta nunca consumada que vivimos. No es casual que el planteamiento de Pixar coincida con la gran corriente de manuales de autoayuda: tiene que aceptar su tristeza para manejar sus emociones, resumen dolorosamente superficial de lo que viene siendo la reflexión ética en los últimos 4000 años. Sin duda los creadores habrán consultado estudios científicos, pero parece que no han abierto un puñetero libro.

 

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4. La trama (y 2)

No se equivoque, querido lector: yo también quiero manejar mis emociones y creo que todos seríamos mucho más felices si nos atreviéramos a reconocer todas las tormentas que nos pasan. El problema de Inside Out es que se queda ahí. Partiendo de la carencia de una Razón o Voluntad que tomen parte en las decisiones, los actos de Riley son explicados como reacciones: respuestas a preguntas, reacción a una casa nueva, a una situación de presión… En una ocasión, Riley toma la iniciativa, y ésta no puede ser retratada de manera más negativa: Ira introduce la idea de escapar a Minnesota, lugar donde Riley era feliz. Como consecuencia se hunden las islas de la personalidad que quedaban y se paraliza el Tren del Pensamiento (notable imprecisión, ya que cualquiera que haya mentido una sola vez en su vida sabe que hubiera sido mucho más exacto representar una locomotora desbocada). Asumir la tristeza es, por tanto, algo meramente adaptativo, y en ningún momento se sugiere que Riley pueda intentar cambiar las cosas que no le gustan sin destruirse a sí misma en el intento. “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”, pide la Plegaria de la Serenidad del teólogo norteamericano Reinhold Niebuhr. Inside Out sólo muestra la segunda parte, de modo que el máximo horizonte de madurez personal es la adaptación a las circunstancias. Es una moraleja muy cargada ideológicamente, desde luego, pero lo más grave es que resulta más conservadora que una oración popularizada en tiempos de guerra. También es verdad que ¿qué otra cosa cabía esperar de una película en la que la imaginación es un parque de atracciones comestible? Durante siglos, mitos y cuentos infantiles han tratado de la relación de un protagonista con la realidad, y de cómo la interacción con la realidad modifica al individuo y a sus circunstancias: de cómo las decisiones y sus consecuencias son necesarias para llegar a convertirse en adulto. La Bella Durmiente, tan denostada por la pedagogía biempensante, asume más riesgos al pincharse con la rueca que Riley bajándose arrepentida del autobús a Minnesota. Este giro de la trama subraya la dependencia de Riley, lo que posiblemente acredite a Inside Out como la primera historia para niños que anima a no salir del entorno familiar. Por lo visto, en el s. XXI la emoción y el afecto ya constituyen una aventura en sí mismos. Madre mía. Madre mía.

 

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5. El espectador 

En fin, ¿qué saca el espectador de todo esto? Como he dicho en el punto 3, dudo mucho de que un niño se sienta concernido por la historia. Y, como he apuntado en el apartado 4, la enseñanza se puede sintetizar en “asume tus emociones para adaptarte al medio”, muy limitante a la hora de educar a un niño pequeño, pero quizá muy conveniente para reconfortar a adultos agobiados por los problemas en el trabajo, la precariedad laboral, la soledad afectiva y una larga cola de responsabilidades. La palabra clave es “reconfortar”. La película se apoya en puntos sensibles como la infancia, los cambios y la tristeza para movilizar los sentimientos adultos. Y luego, claro, está la estética tierna, mona y cuqui, que con sus grandes ojos, sus naricillas y sus boquitas de piñón nos impele a abrazar a nuestras indefensas crías. Al no hablar de decisiones, Inside Out tampoco habla de responsabilidades, y promete al espectador un entorno paradisiaco en el que siempre seremos niños y no tendremos nada de lo que hacernos cargo, y nuestra única elección será si caramelo o chocolate. Qué a gustito, ¿verdad? Así otros podrán decidir por usted, llámense padres, destino o sistema económico. Lo importante es que usted se sienta querido. La película se aprovecha calculadamente de las carencias afectivas de un estado que no es ni infancia ni adultez y elabora un mensaje ideal para mantenerlas: educa a niños para que no dejen de serlo, y asegura a los adultos que lo mejor sería que retornaran a la infancia.

 

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6. Y más

A estas alturas de artículo y con 40º C a la sombra me imagino que usted, querido lector, tendrá la cabeza como un bombo y querrá dejar de oír a este ave de mal agüero que escribe. Por eso dejaré para otro día la idealización de la infancia y los estereotipos de género hechos para contentar a ese feminismo acomodaticio que le da a la mujer la victoria moral y la sabiduría sentimental (muy lamentable el hecho de que la central de la madre esté dirigida por Tristeza) y castiga al hombre con la insensibilidad y la cortedad sentimental para otorgarle el poder ejecutivo (igualmente lamentable la escena en la que el padre, cuya central encabeza Ira, levanta el dedo a la hija). Vaya, lo he dicho.

Y ahora échese la siesta, que bien que se lo ha ganado y eso sí que consuela.

 

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9 Comentarios

  1. says: Óscar

    Bravo. Y ahora ni se te ocurra pasarte por los minions, esos nuevos pitufos, que son todavia mas cuquis pero sin nada que rascar, ni bueno ni malo…

  2. says: Gabriel

    Muy de acuerdo en tus observaciones sobre la película, sin embargo en defensa de los creadores del film he de darles el mérito de hacer algo que promueva el pensamiento reflexivo sobre el mundo subjetivo, no son muchas las obras cinematográficas el día de hoy que nos hagan pensar un poco más allá de las sorprendentes imágenes digitales o su espectacular sonido surround.

    Creo que ninguno fuimos al cine esperando una fiel imagen del funcionamiento de la mente, menos aun cuando se trata de una obra todo publico, lo cual en mi opinión justifica la simplicidad de las emociones y de la trama misma de la película.

    Por este artículo ganaste un nuevo lector saludos desde Venezuela.

    Debo decir que me parece curioso aquello de tu descripción personal “Aprecio a los epicúreos y me atraen los estoicos” yo me considero en parte epicúreo, estoico, cínico, escéptico y algo más de lo que no estoy seguro como nombrarlo jeje.

  3. says: Dj Tini

    Pues a mi me ha gustado mucho la peli y creo que te envidio porque no me ha despertado tantas reflexiones… debe ser que mi cuartel general es como el del gato del final de la película… miau

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