Con frecuencia me puede la tentación, vuelvo al modo líquido y recaigo en mi lado masculino. Pero tengo mis motivos. Me explico.
Mirad, casi todos creéis que Rocío es nombre de mujer, pero no es cierto; Rocío es un nombre masculino. Os lo demostraré.
Hijo de la noche y el sereno, compadre del relente y amigo del alba, Rocío es puro espíritu viril, donjuán puro:
Ingenioso y procaz,
dios lisonjero.
Su modo natural,
el disimulo.
Su sino secular,
ser pasajero.
Siempre llega al punto, se tiende sobre la tierra, la seduce frescamente, acaricia sus caderas y, como en un sueño erótico, despierta sus deseos.
Luego la tapiza, la engalana, la fecunda y se esfuma escurridizo.
Sin más pretensiones, sin ninguna afrenta, sin pago ninguno, ni tampoco precio.
Puro adonis burlador, efímero galán inquieto.
Por eso ellos le envidian y ellas le adoran.
Rocío, el más esquivo, el más bello.
¡Escurridísimo elemento!
Del libro “Agua Somos” del autor