Hogar, dulce hogar

Estos días de frío polar, como en casa en ningún sitio. Todo el día en pijama, con una bata de algodón bien calentita, pantuflas de piel sobre calcetines de lana y una mantita de Ezcaray sobre las piernas. Y dejar que la tele te contemple sestear durante una película entera.

Para estas vidas veloces, saturadas e hiperactivas, lo mejor es aislarse de la vorágine en el capullo de seda de la casa y practicar el nesting, esa plácida actividad que consiste en hacer nada. Por eso está de moda el housewarming, una corriente vitalista y estética que busca redescubrir el arte de la domesticidad, el gozo de ese espacio protector y los seres que lo habitan.

 

Mas como es habitual en el mundo hipermoderno, la cosa no es nada inocente. De hecho empezó en el márquetin de la decoración. Una idea comercial convertida en tendencia, que se aprovecha de la necesidad que todos tenemos de sentirnos seguros en un refugio cómodo, frente al aullido interminable de la vida. Enseguida surgieron cadenas de moda home, con productos atractivos y asequibles, listos para usar al estilo “pret a mettre”, imitación del “pret a porter” de la moda. La house (casa) se convirtió en home (hogar), para disfrutarlo templado y sedoso, aun más si logras convertir el lugar que habitas en una auténtica morada, que es ese lugar en el que la vida se detiene y los recuerdos se convierten en presente. Así, la geografía domestica se muta en vivencia emocional. La casa ya no es un sitio, es un sentimiento del cual cuesta alejarse.

 

Imagen de Klayfe Rohden.

 

Dicho lo cual, este finde voy a hacer nesting en mi homewarming. Dejaré que fluyan las corrientes que me conectan con la tierra (grounded living), mientras contemplo como transcurren ansiosos los sucesos sociales. Para completarlo guisaré una olla, haré una tarta y las compartiré. Eso sí, con los ingredientes, instrumentos y consejos apropiados, conseguidos por internet y recibidos sin salir de casa. Luego lo serviré en una mesa y una vajilla acordes con el estilo house bleesing, y lo aderezaré todo con una música chill house. Si todo sale como bien, tras el postre me tumbaré en el sofá, y colgaré en Instagran y Facebook las fotos que haré con mi Smartphone, a ver si me dan muchos like, y mi amigo Iñigo no me riñe demasiado.

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