¿Y si Putin hubiera tomado oxitocina?

La oxitocina es una hormona y un neurotransmisor sintetizado en el hipotálamo y liberado al organismo a través de la neurohipófisis. Multitud de estudios le otorgan un gran papel en las relaciones sociales humanas, en la creación de vínculos afectivos, ligándola significativamente con la capacidad de empatía. Las mujeres la liberan en grandes cantidades durante el parto y en la lactancia como reacción ante la succión del pezón del bebé.

La cuestión es: si la presencia de mayores cantidades de oxitocina en el organismo nos hace más empáticos y, por tanto, mejora nuestro comportamiento moral, ¿no deberíamos administrárnosla de forma continua y regular? ¿No produciría eso una drástica bajada de la violencia en el mundo y, en consecuencia, una disminución muy importante del sufrimiento? ¿No parece un imperativo ético hacerlo y una grave falta siquiera esperar más tiempo? ¿Cuántas vidas se hubieran salvado en Ucrania si Vladimir Putin hubiese sido tratado con oxitocina? ¿De cuántos sanguinarios dictadores nos libraríamos en el futuro?

Objeción 1: el individuo que toma decisiones bajo los efectos de la oxitocina no las está tomando en completa libertad. La oxitocina puede entenderse como algo que nubla su juicio y que le impele a tomar una determinada decisión que no adoptaría sin haberla consumido. Es el mismo argumento del atenuante que utilizan los abogados para defender a sus clientes en los juicios: «Mi defendido no es culpable porque actuó bajo los efectos del alcohol». Bajo los efectos de la oxitocina los sujetos perderían autonomía moral o, dicho de otro modo, no serían ellos mismos los artífices de sus decisiones.

Respuesta 1: no existe ese punto cero de pureza moral desde el que tomamos decisiones. Si hemos dicho que los seres humanos liberamos oxitocina de manera endógena, ¿deberíamos decir que una mujer lactante, con alta cantidad de oxitocina en su cuerpo, no tiene un juicio moral objetivo? Pensemos además de que no solo liberamos oxitocina, sino una variada cantidad de otros neuropéptidos: dopamina, serotonina, adrenalina… Todos ellos influyen en nuestras decisiones, tanto como nuestra educación moral o las vivencias biográficas. Verdaderamente, no existe la autonomía moral, sino una variada heteronomía, un cóctel de elementos que terminan por determinar nuestra decisión. Un individuo al que suministramos oxitocina, simplemente, tendrá un empujón en la dirección correcta, exactamente lo mismo que una mujer lactante siente una gran motivación hacia la protección de su bebé, o los jugadores de un equipo de fútbol que acaban de ganar un partido muy importante sienten unos vínculos de unidad muy fuertes que les harían defenderse mutuamente ante cualquier agresión externa.

Respuesta 2: ya se está suministrando oxitocina, de forma indirecta y no intencionada, a mucha gente. El consumo de la píldora anticonceptiva, los glucocorticoides o ansiolíticos como la buspirona, aumentan los niveles de oxitocina ¿Todas esas personas no serían más que títeres sin auténtica autonomía moral?

Objeción 2: ¿No se dañaría mi identidad personal? ¿No dejaría de ser yo mismo, cambiando mi propia personalidad?

Respuesta 1: no entiendo el valor que tiene conservar una parte de mí constante desde mi nacimiento hasta mi muerte. Si vamos a tomar oxitocina es porque, precisamente, queremos mejorar una parte de nosotros mismos ¿Qué sentido tiene mantener una parte de ti cuando la puedes mejorar? Nunca he entendido el famoso imperativo «Sé tú mismo» ¿Y si soy un psicópata o un pederasta? ¿Profundizo en mí mismo? Mucho mejor imperativo es: sé mejor que tu yo anterior.

Respuesta 2: lo mismo que ocurriría con la oxitocina, ocurre todos los días con toda la variada cantidad de sustancias que tomamos: café, alcohol, azúcar… Después de tomar café por la mañana me encuentro más activo y espabilado, y eso seguro que interfiere en mis decisiones. Así mismo, cuando hago deporte produzco endorfinas que reducen mi estrés y mi ansiedad lo que, igualmente, interferirá en mis decisiones. Como mostraron los famosos experimentos de Jonathan Levay de 2011, los jueces concedían más o menos veces la libertad condicional a presos en función de si habían almorzado o no ¡La comida influye en tus decisiones morales! Apliquemos esto a tu personalidad: todo lo que haces influye en mayor o menor medida en cómo eres. Puedes controlar cómo algunas decisiones influyen en ti. Por ejemplo, puedes pronosticar que si haces dieta y adelgazas, verte delgado hará que te sientas mejor y que ganes confianza en ti mismo ¿Qué diferencia existe entre cambiar tu personalidad con la oxitocina y hacerlo mediante una dieta?

Respuesta 3: nuestra identidad, personalidad, naturaleza, ha sido forjada por la evolución biológica sin criterio ético alguno. El ser humano es como es porque eso le ha hecho sobrevivir ante depredadores, competidores sexuales y un entorno muy hostil. En ese sentido no hay ninguna razón objetiva para perseverar en ser cómo somos a toda costa. Pensemos que la evolución biológica continua y nuestra naturaleza humana no está terminada ¿Y si una mutación genética que hiciera a su portador más egoísta y agresivo, y tal cambio se extendiera exitosamente hasta alcanzar a toda nuestra especie? El homo sapiens sería más egoísta y agresivo ¿Deberíamos aceptarlo sin más por el hecho de mantener intacta nuestra naturaleza?

Objeción 3: hay evidencias que muestran que la empatía provocada por la oxitocina solo tiene efecto hacia los miembros identificados como de nuestro grupo, por lo que su ingesta puede causar parcialidad y favoritismo, e incluso llegar a provocar una mayor hostilidad hacia los clasificados como otros: racismo, xenofobia… ¿No conseguiríamos el efecto contrario al que pretendíamos? ¿No sería Putin más agresivo con Ucrania en pos de defender la Madre Rusia?

Respuesta 1: efectivamente, si el efecto de la oxitocina solo se centra en el propio grupo y puede potenciar la agresividad hacia otros, su administración masiva sería un fracaso. Esta objeción es muy pertinente y poderosa: cuando llega una nueva tecnología hay que estar siempre alerta ante posibles efectos adversos no tenidos inicialmente en cuenta. Dos posibles soluciones: primero, investigar nuevos derivados de la oxitocina u otras sustancias que mejoren la empatía generalizada y no reducida a nuestro grupo; y segundo, combinar la administración de oxitocina con correctores cognitivos y reflexivos que eviten la discriminación del diferente. Es decir, a la oxitocina hay que acompañarla de una potente educación ética. El psicólogo Jacques-Philippe Leyens subraya que habría que agrandar el concepto de grupo: si considero a los míos como a toda la humanidad, no podría ser parcial ni discriminar a nadie. También podría reforzarse con otras tecnologías de mejora ética. Por ejemplo, un grupo de psicólogos holandeses realizaron experimentos en 2015 en donde, al someter a sujetos a estimulación eléctrica transcraneal de la corteza prefrontal media, se conseguían disminuir sus prejuicios raciales. Lo que se lograba, sugieren los autores del estudio, es que se activasen procesos de control cognitivo sobre la activación de estereotipos. Precisamente, esto es lo contrario a lo que produce la oxitocina, por lo que un combinado de ambos quizá fuera un camino viable. Sin embargo, pienso que esta objeción no se supera por completo con estas contramedidas. Suministrar una sustancia a la vez que tenemos que educar para neutralizar una parte de sus efectos no parece una buena idea, si bien habría que estudiarlo todo más profundamente.

Objeción 4: aplicando la teoría de juegos, la presencia de más altruistas potenciaría los efectos perniciosos de los free riders (egoístas, gorrones, aprovechados…). Éstos no tomarían oxitocina debido a su naturaleza egoísta reforzada por la gran oportunidad de sacar partido en la nueva coyuntura. Así cabría pensar en un escenario más desigual dominado por unos pocos a expensas de una masa bondadosa.

Respuesta 1: de primeras, la única solución sería administrar la oxitocina a toda la población, lo cual infringiría un principio ético básico: los ciudadanos han de elegir libremente si tomarla o no. El filósofo moral de la Universidad de Granada Francisco Lara ve esta objeción como insuperable, si bien yo creo que podrían darse, al menos, salidas parciales. Por ejemplo, si bien la administración de oxitocina sería voluntaria, podríamos obligar (o incentivar de algún modo) a los free riders detectados a tomársela. Podría proponerse como una causa de reducción de condena para presidiarios:  si te la tomas sales antes. Habría que tener en cuenta que en el juego hay muchos más elementos para influir en el altruismo y el egoísmo que la ingesta de oxitocina. Por ejemplo, podría endurecerse el código penal en función de la proporción de personas que toman la hormona, a más duro cuanta más gente la tomara, como efecto disuasorio para los gorrones. Es decir, quizá no es una objeción tan fuerte como Lara piensa.

Respuesta 2: siguiendo la misma lógica, ninguna medida para mejorar la ética de los ciudadanos sería viable. Educar en valores en las escuelas, o cualquier campaña de concienciación hacia buenas causas, no haría más que favorecer a los free riders. Sin embargo, vemos que eso no ha ocurrido. Por muy diversas razones, al menos en los países occidentales, se ha dado una reducción de la violencia y el sufrimiento, se ha dado un claro progreso moral.

Conclusión: no hay razones poderosas para negar la utilización de sustancias para el biomejoramiento moral. Si bien la oxitocina puede no ser la sustancia ideal, sobre todo por la objeción 3, otro tipo de sustancia mejorada podría utilizarse sin demasiadas razones en contra, más que la administración voluntaria y un buen conocimiento, tanto sobre sus efectos deseados como de sus efectos secundarios, del que deducir unos riesgos asumibles (lo cual, dicho sea de paso, no siempre es fácil). Creo que el filósofo australiano Julian Savulescu tiene razón cuando dice que dados los peligrosos retos a los que se enfrentan las sociedades del siglo XXI, no podemos descartar la posibilidad del biomejoramiento moral.

Nota: este artículo ha surgido tras la lectura del artículo Oxitocinaempatía mejora humana de Francisco Lara, incluido en el magnífico compendio Más (que) humanos editado por el mismo Francisco Lara y Julian Savulescu. Así, las ideas que contiene no son enteramente mías, sino que surgen del diálogo con Lara, cuando no se las he robado directamente (¿Solo hablar de oxitocina ha provocado un comportamiento más ético en mí?).

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