Noviembre: un viaje a Perú

Diario de un Savonarola

Ricardo Falla Barreda es un Gabo limeño enamorado de la obra de Cervantes que te saluda y te enseña, te invita a café y te enseña, se fuma un cigarro contigo y te enseña… Asombra su postura intelectual ante la fiera política y social que barre el Perú, sorprenden gratamente sus atinados comentarios a lo que sucede y convence siempre su discurso entregado a conocer y reconocerse en una sociedad que necesita de la crítica madura y de una seria focalización de sus problemas para tomar el camino seguro de las soluciones.

Comimos en su casa [que también es la de la poeta Sonia Luz Carrillo] una suerte de calderillo bejarano muy limeño que estaba delicioso, acompañado de limonada, frutas y un café riquísimo que sirvió para mediar en una conversación que se extendió mientras Sonia descansaba en su cuarto de la mañana agotadora que pasamos juntos [yo conociendo Lima y ella enseñándomela con verdadero entusiasmo].

Gabo Ricardo me habló de la familia como institución salvífica y segura, me contó que en Perú no hay soledad gracias a ella… Me habló de los enormes recursos del país y del raro reparto de una riqueza que podría tener en un nivel de vida magnífico a todos sus habitantes… Me contó algunos pasajes de la vida de Pizarro en Perú y todos los consecuentes de lo español en Latinoamérica… Me habló de la mezcla de sangres y del barullo de razas con verdadero conocimiento y me deleitó con deliciosos pasajes de sus estudios de investigación sobre la literatura del diecisiete en España y Perú…

Yo escuchaba embelesado toda su plática, cuando me dijo… “Amigo Luis, si usted volviera a Perú, me gustaría pedirle un pequeño favor que para mí sería motivo de gran alegría”… Se levantó de su silla y se acercó hasta una de las librerías del salón para tomar una figurita negra y acercármela hasta la mesa… “Este pequeño busto de Cervantes lo adquirí en uno de mis viajes de trabajo a la Universidad de Salamanca, es una pieza sin demasiado valor, es baratita, y, como verá, la dejé caer y se destrozó su nariz… He intentado repararla con pasta blanca y ahora quiero pintarla en el mismo color negro del resto de la figura, pero no quedará bien… Me gustaría que usted me consiguiera en Salamanca una figurita igual, pues le tengo mucho cariño…”. Yo me comprometí a conseguirle la figurita a mi amigo, así como a realizar un encargo suyo de llevarle un librito a la doctora Carmen Ruiz Barrionuevo en la Universidad de Salamanca.

Cuando rematamos nuestro segundo café, Ricardo me entregó su poemario “Interludios” con una hermosa dedicatoria en la entrada… Hoy leo en el silencio los poemas de Ricardo y todo me transporta a lugares en los que he estado y en los que me he sentido ebrio de impresiones y de sentimientos… “ Silba el viento entre recuerdos y razones / Los fantasmas sin nombre aparecen / en lo confuso que se mueve / canta el fuego de un incendio / y de sus llamas surgen / los jefes que pueblan las páginas de este mundo extinto / sin embargo vuelven a esta hora a mi memoria / como almas despertándose / de un pasado que se cumplió / y de tanto haberse realizado /me imprecan por el futuro que soy // Todo es silencio…”.

Ricardo Falla Barreda es poeta, periodista y profesor universitario; ha sido fundador de las revistas “Gleba” y “Nueva humanidad”, es Magíster en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad San Marcos de Lima, ejerce la docencia y es investigador del Instituto de Investigaciones Humanistas de la Universidad San Marcos, habiendo participado como profesor visitante en la Universidad de Salamanca y teniendo una actividad docente intensa en la Universidad de La Sorbona de París. Tiene Gabo Ricardo multitud de obra publicada [tanto de creación con de ensayo] y su mayor valor es saber recibir al visitante con los brazos abiertos y con la mente dispuesta a compartir.

Fue un verdadero placer conversar con él, leer su poesía y anotarle sin más en la lista de mis amigos importantes

Ricardo Falla Barreda

Por una parte fue ciertamente hilarante, pero por otra parte me resultó algo triste. Había entrado con ojos curiosos al Museo de la Marina, en El Callao, y me uní a un grupo de escolares que escuchaban distraídos a una guía con su perorata bien aprendida… Hacía fotos aquí y allá, me despistaba del grupo embobado con los dibujos de las cerámicas mochicas y chimús, tocaba con mis manos las originales embarcaciones de palma, los cañones, los asombrosos mascarones de proa de viejos barcos españoles… Hasta que de pronto empecé a percibir cómo la guía del museo alentaba poco a poco un sentimiento antiespañol en el grupo de escolares… Torturas, robos, asesinatos, violaciones… Y comencé a prestar más atención a sus palabras… Hasta que pidió un aplauso a los chicos por una victoria de Miguel Grau ante un par de naves españolas… Los chicos aplaudieron con alboroto y hasta escuché un ‘¡viva Perú!’ con sordina… Y seguí el ritmo narrativo de la guía contando batallas contra españoles y chilenos, victorias pírricas y momentos heroicos (algunos verdaderamente jocosos)… Y de pronto me entró curiosidad por conocer los nombres de todos aquellos héroes y próceres que propiciaron la liberación e independencia del Perú… Leí cada uno de los escritos que estaban en las peanas de los rostros militares esculpidos en bronce… ¡Todos eran apellidos españoles!… Es decir, que españoles de segunda o tercera generación establecidos en Perú lo liberaron de otros españoles de segunda o tercera generación que también habitaban aquellas tierras, pero que rendían pleitesía a la corona española… Vamos, que aquello fue una lucha entre españoles por conseguir el control de las especias y los metales preciosos y para nada fue una liberación de los verdaderos habitantes originarios de las tierras peruanas, los  pueblos indígenas, que serían masacrados y minusvalorados igual por unos que por otros (esto hasta nuestros días)… Flipaba en colorines… No eran peruanos buscando su independencia, su crecimiento autónomo como sociedad liberada del yugo español… Eran españoles liberando el Perú de otros españoles (es decir, haciéndose con el control de una riqueza que pertenecía a las poblaciones indígenas). Y presentí algo de pesas falsas en ese orgullo antiespañol, cierto asunto de historia montada con un fin, y no precisamente glorioso.

Cuando terminó la visita, no pude por menos de decir en alto: ‘me han dado ustedes bien en este viaje’… La guía sonrió y, muy amable, me regaló un librito con la historia de Grau en viñetas, regalo que agradecí devolviéndole la sonrisa.

La Historia con mayúsculas precisa aclaraciones y menos entusiasmo por lo legendario… Que eso al final hace daño… Además de no ser verdad.

En el Perú hay una pasión que sobresale bien definida sobre las demás pasiones: la comida, el pensamiento en comer, la voluntad de comer, la acción de comer y la estética constante del plato lleno para vaciarlo… Todo Perú es una oferta culinaria diversa y magnífica, exagerada y absolutamente cromática… Comida en las calles servida en vasitos por las ‘caseras’, comida en los portales, en las tiendas de cualquier cosa, entre los automóviles… Y siempre en abundancia, en una abundancia exagerada para un tipo que viene de Occidente [yo no he podido terminarme ninguno de los platos que me han servido durante este viaje]… En cualquier conversación con la gente de la calle está siempre la comida presente, te la describen, te relatan sus sabores, te cuentan el origen de sus componentes, te pintan la forma de cocinado y terminan siempre con un ¡mmmm! que es resumen.

Sobre una base fija de arroz [aparece en todos los platos], se combinan frutas, carnes, pescados, mariscos, esencias en forma de mil salsas y una infinitud de patatas fritas… Siempre patatas fritas con todo.

La otra estrella culinaria es el pollo, que aparece en múltiples presentaciones, tanto disfrazado como a purito pelo.

Quizás esta pasión por el comer venga de un hambre ancestral y mantenida que parece un absurdo en un país que es vergel por donde se le mire… Que no hay nada que se imagine que no se produzca aquí… Solo hay que visitar los confusos mercados [confusos para la vista y para el olfato] para que a uno se le agoten los ojos de ver productos en una oferta poco menos que paradisiaca… Definitivamente, o Adán fue tonto al querer morder la manzana o aquel paraíso que nos contaron no se parecía a este de Perú.

La consolidación de una clase media sólida es fundamental en las economías emergentes, como la de Perú. Un país rico en materias primas por explotar y con un turismo potencial de primera línea no puede tolerar la bipolaridad social a la que está sometido por sus gobernantes. Solo desde una acción política sensata y mantenida y con un proyecto bien trabado que piense en sus ciudadanos sin despreciarlos, puede conseguirse el objetivo de afianzar esa clase media necesaria, que debe estar asentada en la dignidad económica y en la obligación constante con el Estado que ha de protegerla y empujarla. No puede ser que a un funcionario público medio no le alcance su sueldo para llegar a final de mes y que su paso social sea totalmente apurado. No puede ser la exigencia dura de impuestos sin unos servicios dignos y universales. No puede ser que la ganancia pertenezca solo a las clases que ostentan el poder y juegan con él desde puestos políticos ganados desde la prebenda y el negocio sucio. En Perú se necesita una clase media sólida y una casta de políticos dignos en todas las administraciones. Y desde ahí, un orden social serio y generoso que garantice el censo total, la educación obligatoria hasta cierta edad, la protección absoluta y legal de la infancia y la vejez, la promoción de vivienda pública digna, la regulación justa de los derechos de los trabajadores, una sanidad decente y una justicia más decente si cabe… Todo esto y más lo trae consigo una clase media bien armada y sostenida por una legislación que la favorezca. Perú tiene los medios –muchos más medios que los países europeos– y debe pelear por su gestión justa.

Sé que para lograrlo se van a necesitar varias generaciones, pero hay que empezar a trabajar en ello expulsando de todas las administraciones las corruptelas y tomando el timón de un país que, por el valor de sus ciudadanos y por el tesoro de su cultura, sus materias primas y su exuberante geografía, debiera estar entre las primeras potencias mundiales.

Que se deje de robar en las altas esferas, que se dejen de regalar valores al extranjero a porcentaje, que se dé dignidad a cada uno de los ciudadanos peruanos y a la vez se les exija colaboración, que se ordene el país con una red de carreteras digna (muy necesaria) y que se eduque en todos los sentidos (desde el sanitario hasta el democrático, pasando por el tráfico, que un país ordenado en sus estructuras termina siendo ordenado también en cada uno de sus habitantes).

Me duele mucho ver miseria donde hay medios de sobra para que no exista, y en Perú lo veo cada vez que visito el país.

Espero que, más pronto que tarde, el peruano encuentre el camino y la forma de salir de su caos para entrar en un ‘orden’ capaz de beneficiar a todos y cada uno.

Impresiona en Perú el valor que el peruano le da a lo étnico, cómo defiende su cultura y cómo se siente orgulloso de sus ancestros [no hay mayor enfado que el que se produce después de pronunciar la palabra “indio”, término que los españoles llevamos siempre como marbete venido de nuestra educación… Más de una vez, cuando he pronunciado la palabra “indita” refiriéndome a alguna mujer que vendía en la calle y estaba ataviada con ropas que entran en esa definición que nosotros tenemos del “indio”, me han llamado la atención con el gesto serio para decirme que son “caseras” o “caseritas”… También he podido notar el resquemor del peruano contra todo lo español, un resquemor que lo paga fundamentalmente la imagen de Pizarro [en Lima se ha trasladado una enorme estatua ecuestre del extremeño de una plaza importante a estar oculta entre árboles en un parquecito aledaño al río] y, cómo no, el turista hispano que va con la predisposición de gozar de un país maravilloso y lo hace con esa superioridad absurda de los primermundistas [también es cierto que desde ciertas actitudes se lo tienen ganado]. Preguntando, me han explicado que en las escuelas se cuenta la historia del Perú como una triste y dolorosa usurpación del pueblo español a toda la magnífica cultura de un pueblo evolucionado que tenía vocación de futuro por su cuenta [también hay gente que habla de España como de “la madre patria”, pero lo hacen con cierto resquemor].

De la conquista, aún quedan restos tangibles en los apellidos, que a veces parecen hasta cómicos mezclados con los nombres compuestos y con los diminutivos, en la arquitectura, en los rostros [hay multitud de rostros que perfectamente podrían ser españoles], en las pasiones literarias y, sobre todo, en el culto religioso.
Uno de los personajes casi ocultos, pero importantísimos en la historia del Perú, es don Gonzalo Taulichusco, hijo del último curaca de la Lima prehispánica [existen 15 documentos que datan de los años 1552 y 1562, que son de trascendente valor histórico, que nos revelan aspectos desconocidos sobre la vida y la existencia de don Gonzalo Taulichusco].

El Valle del Rímac, el río que atraviesa la ciudad de Lima, tuvo como último curaca a Taulichusco, quien pronunció en su idioma originario estas palabras: “No vamos a desaparecer” cuando sus vecinos y los hombres blancos que llegaban le ofrecieron comprar el Valle del Rímac.

Taulichusco, el último Cacique de Lima, fue consciente de los riesgos que corría su población con su negativa de vender las tierras del valle, sabía que los españoles llegaban a quitarles todo, que su objetivo era apropiarse de sus mujeres, de sus tierras, de sus animales, de sus alimentos, de sus ríos y de todo lo que les fuera posible. Entonces ideó un plan para proteger a su pueblo y, así, no estar expuestos al yugo de los españoles.

Varios señoríos vecinos habían huido frente a la amenaza que llegaba y Taulichusco se quedó prácticamente solo.

Después se desarrollaron hechos sangrientos que fueron inevitables en la lucha por la defensa de sus territorios, como el cruel asesinato de Taulichusco.
La herencia que dejó Taulichusco a todos los peruanos queda en las palabras de su arenga: “NO NOS VAN A DESAPARECER”. La voz de Taulichusco sigue viva y encarnada en las poblaciones indígenas que hoy han formado los distritos urbanos de Lima y que aportan con sus costumbres y hermosas culturas a la enorme ciudad de Lima. Estas poblaciones indígenas andinas y amazónicas se resisten de forma numantina a todo tipo de yugos y prebendas, y defienden su tierra, sus ríos, sus animales, sus costumbres y están decididos a no desaparecer, tal como dijo con absoluta lucidez Taulichusco.

El homenaje al curaca lo ha hecho el pueblo de Lima con una enorme roca de diorita en la zona noble de la Lima metropolitana… Yo estuve allí conociendo la historia de Taulichusco de la mano de mi amiga Sonia Luz, que además me hizo una foto junto a ese monumento tan querido por los limeños, un símbolo de sus orígenes y de su lucha.

Fue Ithaca otra vez, los viajes dentro del viaje, la pasión del camino y el no desear llegar nunca a esa certeza incierta que es el destino…

Los viajes del viaje fueron muchos, podría decir que incontables, y ciertos… Fue un viaje de ojos para ver el que me llenó los días, ojos que querían ver gente común en su realidad diaria, y fue duro algunas veces, no lo niego.


Viaje solidario

Montones de basura con niños enredándola en sus juegos, calles solo marcadas por muros de adobe viejo y arena fina, polvo haciendo visible el viento constante, algún llanto callado en los extremos, olores por doquier [muchos nauseabundos… Habían dejado un perro muerto en el centro del solar la noche anterior y era irrespirable aproximarse]… Y los niños cargados con latitas para recoger agua de los bidones comunes, trasegando sus cantaritos a las casas con sonrisas de papel en sus caras divinas… “Señor, sea bienvenido… ¿Qué es lo que van a hacer acá?… Se necesita de todo, señor… ¿Y será gratis?… Mire qué niños tan lindos, están solitos, pero son lindos, ¿no?…”… Todo es gente de extremos, risa y llanto a la vez, miradas hoscas, tristes, melancólicas, como sin esperanza… Algunas risas también… Y una mujer vestida de rosa fucsia y negro que se esconde el rostro mientras sonríe avergonzada y me deja fotografiar al niño que lleva en la mantita… “Está malito, gringo, pero no hay soles para medicina, ni doctorsito tampoco, y el agua está salobre, y hay zancudos que me lo pican enterito y me lo enferman, y las ratas, señor…”… De un muro negro y sucio sale un hombre mayor y me mira directo, su cara está sucísima y sus ojos son como de fuego… “Aquí no hay nada, míster, nada que ver para los gringos, solo miseria, nada que interese… Yo hago cebiche y lo vendo en vasitos a quien pasa, así vivo, y no hay solución para estos vecinitos, ninguna solución. Mejor se vayan ustedes de esta vergüenza y se olviden… No queremos que vea nadie esto… Que nos dejen tranquilitos… Para los gringos hay otras cosas, míster, no esto… Vayan de aquí, marchen y no vuelvan…”… Le di dos monedas de cinco soles y las tomó sin gestos… “… No vuelvan, gringo…”.

Deambulo, miro, huelo, charlo con la gente… “¿Ustedes, qué necesitan?”… “Lo tenemos todo, gringo, todito lo tenemos… Materias primas, las que desee, petroleo, ganado, oro, plata, piedras preciosas, frutos, verduras, maderas de todo tipo, pescado, marisco… Todo lo tenemos aquí… El Perú es un país rico con su gente empobrecida, no es un país pobre, eso no lo diga nunca, porque es mentira… tenemos una clase política nefasta, corrupta, infame… Una prensa que le hace el juego constantemente… Tenemos falta de estructuras formativas eficaces, falta de sanidad, falta de control en cada uno de los aspectos que podrían hacer florecer nuestra economía y la de cada uno de los peruanos… Y de ahí la lentitud, de ahí el fracaso social… El Perú está hoy hundido por sus políticos, ahogado en huelgas interminables en todos los sectores, herido por un analfabetismo funcional que ataca a más del setenta por ciento de la población… Y todo ello propicia inseguridad y predispone a la violencia… El Perú está empobrecido, pero es un país rico, muy rico”… Y me tomo un jugo en la calle mientras charlo con la señora que me lo hace y me lo sirve por un sol… “yo vivo así, señor, puedo servir en mi carrito unos setenta jugos en una mañana, y luego hay que pagar las frutitas con ello, que me vienen quedando un día bueno de veinticinco a treinta soles, y soy muy feliz porque casi no presiso nada para vivir, con esto me va bien si no hay enfermedades en la casita”…

Las calles están atestadas de caseritas vendiendo sopa, jugos, frutas, golosinas, ropa, arroz dulce, palta… Hay niños sentados en las aceras que me dicen al pasar “gringo, dame soles”… Hombres con la mirada perdida, desastrados, mujeres amantando a niños morenitos con caras divinas, cambistas con ojos de doblez, vendedores de cualquier cosa… “Lo peor es la mugre, señor, esta mugre constante de ver que hay otra vida mejor que pasa justo al lado, una vida a la que no podré llegar nunca”.

Tres hombres toman pisco en una tabernita al lado de la carretera, sus ojos están como en trance de muerte… Miran a una mujer que pasa como una violación, pero apenas pueden girar sus cabezas para seguirla con la mirada… “Qué poto, hermano”.

El viaje fantástico [o el viaje fanático]

Las blancas muertecitas, las vírgenes con pelo natural que lloran por las noches, los fantasmas familiares que se aparecen y mueven las cortinas, los espectros de recios españoles en el Real Felipe, los muertos recientes que pasan a despedirse… hay iglesias allá por donde tuerzas la mirada y quien pasa junto a ellas se santigua con verdadera devoción… Hasta capillitas especializadas en poner música de José Luis Perales o de Julio Iglesias… El peruano es católico hasta la mismita pasión y se deshace en esos entrañables “Dios le bendiga”… Todo en nombre de Dios y todo gracias a Dios… Y una mezcla con algo ancestral y más antiguo que hace del catolicismo algo chamánico… Ahí entendí enseguida el empeño de la curia romana por no perder el predio católico de España, su lucha encarnizada por temas sobre los que apenas ha dicho nada en otros países europeos [el preservativo, el divorcio, el aborto, el derecho a elegir tu propia muerte… Las voces de España llegan a Latinoamérica claras, en el mismo idioma]… España es la vía natural de la religión a Latinoamérica y eso lo saben muy bien en Roma… Y el mundo latino dedica fabulosas sumas de dinero al trazo religioso [paradójicamente, los más pobres son los que más dinero gastan en consumo religioso]… Quizás sea una mezcla de creencias ancestrales con una auténtica fascinación por el lujo inexpresable de los templos [siempre se ha jugado desde la iglesia con la fascinación y el miedo].

Entrar a cualquier iglesia –he entrado en pocas, pues me pongo muy nervioso ante ciertas actitudes– supone encontrarse con gente en acto de confesión [algo que aquí se perdió ya hace demasiados años, algo que me recuerda a la España de los años 50/60], con fieles en actitud de oración… Confieso que me he preguntado muchas veces en Perú por qué sucede esto, por qué un pueblo necesitado de valores revolucionarios se calma y se diluye en el hecho religioso y confía en exactas peticiones que luego agradece con plaquitas y dádivas a sus santos preferidos o a sus vírgenes… Ver en vivo esa parcela de la religión me ha dejado a veces perplejo y a veces realmente preocupado… Un hombre sojuzgado por una idea hasta la fe ciega es un hombre domesticado, y más cuando esa idea no responde a parámetros científicos, tangibles, reales… Y quizás esto tenga mucho que ver con los retrasos sociales de toda Latinoamérica, pero es el predio del catolicismo, el edén de una espiritualidad capaz de controlar a enormes masas humanas con los fines que se deseen.

Siempre desde el respeto, pues he conocido a muchos amigos nuevos con creencias firmes, creo que mientras Latinoamérica no se libere del yugo religioso [sobre todo de su dimensión social y de su influencia política] y lo lleve a sus vidas únicamente como una opción absolutamente personal y sincera, no se producirá el paso necesario hacia una sociedad moderna, más libre y más justa.

Y lo que más me subleva es que en el Perú, también, los mejores terrenos, las obras de arte más señeras, los edificios más lujosos, las joyas más valiosas pertenecen a la Iglesia Católica… Y más me mosqueo cuando me entero de que el Opus Dei domina allí templos y universidades a las que asisten los hijos de los más poderosos, esos chicos que en un futuro cercanos serán quienes tengan en sus manos el poder económico y político de un país que necesita justicia social en vez de oraciones y prédicas, de un país que precisa igualdad entre sus ciudadanos antes que vía crucis y penitencias, de un país que demanda con urgencia que sus niños no trabajen explotados y tengan derecho a una sanidad decente antes incluso de que tomen la manida comunión o sean bautizados.
No niego que hay órdenes misioneras y sacerdotes de calle que están haciendo un trabajo encomiable, magnífico, pero el fondo de todo siempre es perverso, porque se compran fieles a la par que Cielo, se cambia alimento y salud por ideología religiosa, y eso nunca lo reconocen.

La mayor conquista española en Latinoamérica, la que perdura como gabela diaria, es la conquista espiritual, que costó tantos muertos como la del oro y la tierra. Como español, pido perdón por ello.

Me hace mucha gracia que aquí me llamen Lucho, pero también que todo el mundo me diga gringo y míster… tengo pinta de anglosajón y la gente se acerca a mí en inglés, y los niños que salen de las escuelitas me dicen al pasar… “Hello”… Y no está mal a veces hacerse pasar por lo que te suponen.

El castellano que se practica en Perú está bastante torcido, ha cambiado el valor de muchos términos y usa el inglés adaptado a cualquier circunstancia, lo que a veces me resulta una dificultad para la comprensión… Incluso su seseo al hablar lo llevan a la escritura con total naturalidad… Hablaré de algunos términos que voy anotando en mi agenda:

• SENSILLO [sencillo]: significa “cambio de moneda pequeña” y te lo piden constantemente en las tiendas y los taxis. Estuve varios días escuchando el término y no entendía bien en el contexto.
• MAÑOSO: perverso, malo, que busca engaño con referencia al sexo. Muy usado.
• REGIO: magnífico, estupendo.
• CHOLO: de origen indio.
• GRINGO: de origen norteamericano o europeo… O con caracteres caucásicos.
• HUAQEAR: saquear, robar algo sagrado o muy querido.
• LADRILLO: trabajador que no se cansa de hacerlo.
• LADILLA: persona pesada e insoportable.
• LECHERO: persona con suerte.
• LENTEJA: tonto, descuidado, despistado.
• SELULAR [celular]: teléfono móvil.
• LISURA: taco, grosería, término malsonante.
• MALETEAR: criticar.
• NANCY: nada.
• OJAL: ojo.
• PAJA: bueno, bonito, hermoso.
• PALTA: vergüenza.
• PATA: amigo grande.
• PIÑA: hombre sin suerte.
• PITO: mujer virgen.
• POR LAS PURAS: sin motivo.
• QUINSEARSE: equivocarse.
• RACA: algo de mala calidad.
• RAJAR: hablar mal de alguien.
• ROCHE: vergüenza.
• SACAR LA MUGRE: pegar fuerte.
• SALADO: con mala suerte.
• SERVILLETA: criada.
• SENCILLAR: cambiar billetes por monedas.
• SER SOLAPA: ser discreto.
• TARRO: culo.
• TEMPLADO: enamorado.
• TIGRE: persona muy diestra en algo.
• TIRAR: follar, joder.
• TOQUERO: mentiroso.
• TOMBO: policía.
• TURRÓN: bebido.
• SE VOTA: se cree… de creído, vanidoso.
• YUCAS: piernas.
• ZAPATILLA: hombre torpe.
• JOJOLETE: lo dicen mientras hablan, pero aún no sé qué significa en el contexto.
• LOS LENTES: las gafas.
• BOLETA: nota, factura.
• MISIO: sin dinero.
• YA ME VOY: me quito.
• CHAMBEAR: trabajar.
• AGUJA: estar sin un sol.
• SINCUENTA: sí afirmativo.
• PIÑA: con mala suerte.

El viaje extraordinario

Todo consiste en sentirte ajeno al lugar que visitas, notar que eres la diferencia, lo mirado, lo extraño… Percibir que tu estatura, tus ojos, tu forma de hablar, tu pelo, la ropa que vistes, el calzado, los ademanes, el color de tu piel, tus gestos, la forma de sentarte o caminar son circunstancias que atraen la atención de todo el que se cruza contigo… No saber el valor de las monedas sumado al valor de las cosas, no ser consciente del peligro cercano o de los ojos que te escrutan con alguna finalidad… Escuchar que hablan de ti tranquilamente porque piensan que hablas otro idioma, entrar a una tiendita y escuchar cómo alguien entona una canción de Raphael o de José Luis Perales con el fin de llamar tu atención… Oír constantemente esos “bye, gringo…” que te dicen los críos de la calle antes de pedirte unas monedas… Sentir cómo te atienden diferente en los mercados o en los restaurantes, cómo los camareros humillan esperando esa propina que jamás dejan los lugareños…


Todo consiste en percibir netamente tu condición de desubicado, tu condición de odiado por sistema y educación, tu condición de respetado en base a una supuesta economía que te otorga un status que no tienes y puede producir algún beneficio a quien ejerce el respeto… Todo consiste en saberte extranjero y de paso, como una isla o un animal extraño, solo entre toda la gente, desplazado… Todo consiste en percibir netamente que se te hace de menos y se te anota en la frente una minusvalía racial de la que aprovecharse… Entonces Perú es un país de lazarillos, de rinconetes, de buscones chiquitos y morenos con los ojos rasgados, un país que te agobia y te deja agotado, un país que te enseña a vivir en una extraña vulnerabilidad en la que tú eres el fuerte más débil y más desamparado de todos… Y eso adjetiva al viaje de extraordinario, lo hace aventura y lo determina riesgo, lo excava camino y lo termina dejando huella.
Este viaje dentro del viaje confieso que me ha gustado mucho, quizás sea el que más me ha gustado, pues me dejaba contradictorio en todo momento y me llevaba sin más al pensamiento profundo, a esa búsqueda en mí que tanto me gusta…

A veces, durante estos días, me hubiera gustado ser bajito y moreno, tener los ojos oscuros y achinados, haber podido pasar desapercibido entre la gente… Pero no es esa mi realidad… Tampoco mi mansedumbre.

El viaje ideológico [paseando por las calles de Trujillo]

Esa necesaria preocupación por la suerte que corran los demás, sobre todo si esos ‘demás’ están en malas condiciones de vida, es lo que venimos llamando ‘solidaridad’… Lo malo es que el concepto “solidaridad” tiende a mezclarse con otros muy distintos, como “filantropía”, “caridad”, “altruismo”… Y en esa confusión se diluye lo vacío de una moralina absurda que nos hace pensar en que debemos dar lo que nos sobra, socorrer a quien lo necesita delante de nuestros ojos o ajenos a ellos… es decir, calculamos el valor solidario por lo que nos autosuponga más ‘humanos’ individualmente y no por lo que nos podría suponer seres políticos con una verdadera voluntad social… Tendemos a llamarnos ‘solidarios’ cuando damos limosna, cuando apadrinamos a un crío del Nepal, cuando nos lavamos la conciencia con dos kilos de arroz para cualquier campaña navideña o comprando un bolígrafo mediático para que cuatro artistas de relumbrón se vayan a África a llevarle un juguete a un necesitado niño de color [negro, claro]… Pero jamás arrimamos el término “solidaridad” al hecho político necesario que sea y se haga en base a razones de verdadera justicia social… Así, la solidaridad debe ser siempre una acción colectiva que empuje a los bienes públicos a ser parte fundamental del bienestar de todos [y no solo de una parte].

Para ser verdaderamente solidarios es imprescindible tomar un compromiso individual con la comunidad para lograr que cualquier bien común no excluya a nadie, buscando las situaciones de mayor necesidad y a los grupos más vulnerables y actuando en clave de justicia social [se entiende perfectamente que quien es solidario no puede esperar obtener nada a cambio de su acción… Ni siquiera una parcela en el Cielo, con vistas, cuando sus huesos tomen tierra…].
La solidaridad debe demandar con energía el universalizar los derechos democráticos mediante el compromiso de los individuos en la promoción y extensión de los bienes públicos, obligando a los estados a ser los responsables de llevar a cabo políticas fundamentadas en los valores de “libertad e igualdad” como principios irrenunciables de justicia, creando oportunidades y recursos que capaciten a ‘todos’ los individuos para gozar efectivamente de los derechos que les corresponden.

En este punto debo detenerme para incluir un concepto que siempre debe ir unido a la idea de solidaridad, “la conciencia colectiva”, que parece la única forma capaz de mantener una regulación social y moral de los estados para que mantengan esa necesaria tensión de la lucha solidaria mediante una ética que debe enraizar en cada individuo [también deben hacerse los estados responsables directos de inculcar esa ética, por educación, a los individuos]… así, la conciencia colectiva será capaz de llevarnos a tener sentimientos comunes que nos lleven a unirnos en el trabajo de la justicia social, haciéndonos seres individualmente libres y socialmente solidarios.

Desde este punto de vista, una sociedad de individuos libres socialmente solidarios propiciaría el mejor funcionamiento de la vida en común en base a ciertas normas que nos lleven a la equidad.

Para conseguir esta difícil meta de una ‘sociedad solidaria’ se precisa de la “identificación mutua” [que no es otra cosa que compartir valores y cultivar el sentido de ‘pertenencia a algo común’ que nos eleva … Y a eso se llega desde una educación bien trabada, que no es el caso actual, ni en nuestro país, ni en los demás países del primer mundo]. Sin esa identificación mutua no llegaremos a parte alguna.

Una vez obtenida esa voluntad común hacia la igualdad, e incluso mientras se logra, es imprescindible que las sociedades impongan ciertas pautas morales que lleven a compromisos políticos, ordenamientos jurídicos y obligaciones institucionales que nos conformen en términos de responsabilidad con el bienestar común y completo, propiciando ‘asimetrías’ [me encanta esta palabra cuando hablo de solidaridad] que nos lleven a igualarnos en raseros de justicia.

Para ser solidario, lo primero que debemos hacer es reconocernos, imaginarnos en la situación del otro y tomar conciencia de que somos iguales y de que las circunstancias ponen diferencias entre nosotros hasta el punto de excluir a muchos hombres de los mínimos vitales que son necesarios para vivir con dignidad, conformando la masa ‘vulnerable’ sobre la que debemos actuar con decencia y no permanecer impasibles ante la ‘invisibilidad’ que le procuran los mass media bajo los intereses espurios de los grandes mercaderes.

Debemos involucrarnos de forma incondicional en empresas solidarias que tengan valor por sí mismas, sin medir los costes ni los beneficios, sin detenernos en sus efectos o en sus resultados, simplemente involucrarnos y salir adelante… Debemos empeñarnos en participar en la actividad pública para modificar sus costumbres y sus usos, pues es una de las más importantes labores de solidaridad [la responsabilización política del individuo es fundamental para conseguir los fines solidarios], y no conformarnos con el mero asentimiento… Y luchar por la creación de modelos sociales solventes que sean capaces de armar un nuevo ciclo político en el que los patrones de justicia, igualdad y libertad se asienten como patrones fundamentales y efectivos… Y para todos.

El viaje plastico

El mágico contraste de Chucuito bajo ese gris constante del nuboso limeño, la melba en las Ballestas con sus aves del guano y los lobos marinos en un descanso etéreo, las cuevas en las rocas rifando al mar sus olas, los cormoranes quietos, las barcas en Paracas queriendo ser un pecio, Esther con su sonrisa de ángel inexperto, el polvo, las pirañas disecadas del puerto, la arena gris y siena, la caña en los linderos, noviembre, el colectivo, la niña, el pisco, el sismo persistiendo, la capilla chiquita de San Lucas Tadeo, las mujeres soldado, el serenazgo presto, los coches, los “sanduices”, la Inca Kola, las manos del juguero… El alma impenetrable de un mochica en su templo, la Huaca de la Luna sugiriendo un infierno, Yolanda en su casita de Moche y azul cielo, el trasiego del agua, lo español en lo ajeno, el oro, las lloronas, la mujer del espejo, el inca de canela, la casa de Vallejo, la danza marinera que engarza un par de cuerpos, el capitel de Chincha [de caña, pero entero], el tipo de la barca, Huanchaco de totora, los taxis, las caseras, las frutas, el desierto… ¿Qué puedo yo decir del desierto?… La hermosa humanidad de la mujer Lorena, los ojos tristes siempre, las toronjas, el cielo, Medusa en el Pacífico, los Andes berlineses haciendo muro y cieno de un pueblo hecho de barro, la palta y el cebiche, el ají en el aliento, el olor a mercado, Carlitos dirimiendo si cantar por peruanas o por sones del centro, el tipo de Arequipa, un Marriot en el cielo de lo que aún no existe, las bocas y su aliento, el miedo en las esquinas, el ciego que no es ciego, los libros del mercado [amontonados, viejos…], la luz a media tarde, la casa del pasaje y el camino intrincado hasta el departamento, las noches en el bus, Chan-chan y el barro viejo, las musas innombrables en La Alameda quieta, el perro, la ocarina sonando, las casitas del cerro… Y colores hirientes, y colores deshechos, y colores sin nada [como volcanes secos], y colores que hablan, y colores discretos, y colores de bocas que gritan como ardiendo, y colores de plantas junto a los pozos ciegos, y colores terribles que vienen de los cerros, y colores de aguadas donde todo es aún seco, y colores sin brillo, y colores con miedo…

¿Qué puedo yo decir?… Lo he visto y vuelvo hecho de esas especias últimas que hacen al hombre eterno… Lo he visto y eso es todo… ¿qué puedo ya decir?

Para seguir disfrutando de Luis Felipe Comendador
Octubre 2024
Diario de un Savonarola
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