Contesto a la tuya con esta, ni tan tierna ni tan bonita, pero sí mía después de todo. También yo ando quejoso de moquero y torcido de pie por el ojo de gallo que me ha salido por un ladito del carcañal. ¡Qué fastidio para no ser nada! Pero, ya sabes, si no me duele el bazo, me duele el espinazo. Y a lo que iba, que no me demoro más ni añusgo palabras, que es que vaya revuelo se ha armado con la tu carta, no sabes bien. Y es que muchos (pero muchos no es todos) de estos españoles se han olvidado del castellano que los parió y todavía más de ese tuyo por donde asoman restos de leonés de la raya de Portugal. Y, así, por pereza o desidia o sevicia o por lo que sea se quejan de que tus palabras se les muden en obstáculos para sus semiletradas entendederas. Se quejan entonces de que me digas entrizar o cermeñona o apoipar, por poner sólo algunas, porque su español oficial contemporáneo se les resiente y duele. Te achacan barroquismo y rusticismo, terruñería y voluntad de enigma cuando sólo se trataba de decir algo de la mejor manera posible y en la medida en que se pudiera decir.

Esto último es precisamente lo que han observado los que (y las que, sobre todo, que benditas sean ellas) faltaban para completar el todos de esos muchos, lo que no puede ser sino una bendición del cielo porque efectivamente nunca se sabe. Por seguro doy que algo de culpa debo de tener, pues que los muchos esos se han creído que se trataba de un experimento dialectológico por mi parte, de un desvelo erudito en vez de lo que es, así que te pido mil perdones por ello. Antier uno, incluso, me propuso incorporar un glosario o unas apostillas a tu carta. Cras contestaré tamaña tontada , pero no sin antes a ti decírtelo, para que veas que en ocasiones no sirve querer cuando los prejuicios (literarios), las ideas (filosóficas) con que nos protegemos deberíamos metérnoslas por donde amargan los pepinos. En fin, perdona mi exabrupto ante la conjura de los mentecatos, no saben ellos que tales literaturas y filosofías de tres al cuarto han de provocarles galápago, como el de las ovejas cuando comen centellas.
Querida madre, sólo es esto, consérvate buena y recupera tus fuercinas.