Hace algunos años, haciendo el recuento de revistas desaparecidas, publicaba un álbum en Facebook que denominé Revistas sin descendencia. Para señalar con ello la discontinuidad de propósitos editoriales y la fractura de cierta continuidad temática y conceptual. Y para evidenciar al tiempo, la transformación y el empobrecimiento del panorama de las llamadas revistas culturales. Que en un sentido amplio podían agrupar tanto a revistas generalistas de información, que podían viajar desde las lejanas Triunfo, Cuadernos para el diálogo, La calle o El europeo, donde la notas culturales ocupaban una buen porción de páginas y a veces incluso se presentaban números monográficos; hasta revistas específicamente culturales, y aquí encajarían desde Archipiélago, Cuadernos del Norte, Nada, Camp de l’ arpa o Leer.
La mutación y desaparición de las revistas culturales en soporte físico es un tema del que hemos hablado con frecuencia y repetición el editor de Hypérbole, Ramón González Correales y yo mismo; sin haber llegado más que a la constatación del hecho mismo y a la rememoración de lo afirmado por Walter Benjamin sobre que “todo signo de progreso comporta al mismo tiempo otro de barbarie”. Como hacía por otra parte, y en otras circunstancias bien diversas, la revista Temas de España, al dedicar, a mediados de los sesenta, un número tardío y postrero a las Revistas culturales de posguerra que eran contempladas desde la mirada del embalsamador; o a la manera de Claude Levi-Strauss, desde la imposible lejanía de Le regard eloigné .
Hay quien señala el paso del universo analógico al digital como un hecho clave y determinante en ese colapso físico y, a veces, lector pero esto es más discutible y convendría dejarlo aparcado por ahora. Y por ello la extinción del soporte de papel es una consecuencia de las tecnologías y de la inmediatez temporal que impone la comunicación instantánea. Un revista semanal o mensual, sólo se entienden, por ello, desde la perspectiva del estudio pausado y desde cierta temporalidad relajada que contradice la velocidad del presente digital.
Una velocidad que puede ser válida para ciertos campos comunicativos que se producen con esa característica del momento y que suele agotarse a las pocas horas. Y no es, forzosamente, la meteorología o la cartelera de espectáculos, ya que ambos universos son rastreables en internet con mayor grado de actualización y de mejora. Y es ese bucle melancólico de la celeridad del valor de lo informativo, el que altera el universo de las comunicaciones y lo que debería ser y constituir una nueva oportunidad para el ritmo lento de las piezas culturales y de las revistas así llamadas.
Aquí y entre nosotros, en una revista que se aparta de la velocidad media pese a la instantaneidad electrónica, como Hypérbole, y que se denomina como revista de Intersecciones creativas, hemos tenido ocasión de comprobar cómo algunas horas de más dejaban fuera de lugar algunas reflexiones y textos cosidos al hilo de la actualidad más vertiginosa. Marcando con ello una divisoria entre universos comunicativos pausados y tiempos acelerados. No es que la lectura digital contradiga la lentitud, es que no está en su esencia genética; ni siquiera esa lectura instantánea y acelerada suele dejar rastro de su paso por nuestras vidas.
Viene todo ello a cuento por una reseña de una supervivencia, como ocurre con El rapto de Europa que edita desde Calamar Edición y Diseño, Miguel Ángel San José. Otro superviviente destacable de la edición en papel, desde sus tiempos en Editorial Herman Blume, hasta los propios de Celeste ediciones, donde coincidimos en toda la época de la revista, dirigida por Alfonso González Calero, Añil. Cuadernos de Castilla-La Mancha.
El rapto de Europa que se mueve en ese territorio difuso de las revistas culturales de ritmo pausado, merced a los temas monográficos que se vienen abordando en los trece años de su existencia, supone una rareza, donde se han abordado temas como Ética y sociedad de consumo (nº1), República europea (nº3), Cuerpos (nº 149), Fútbol (nº 17), Onetti (nº 18), Internet, intimidad, interferencias(nº 19) o el Jazz (nº 36). Rareza contemporánea que la hermana en las pretensiones de la decana de las revistas culturales, como es Revista de Occidente. El rapto de Europa que pasó de subtitularse como Crítica de la cultura (similar al subtítulo de Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura) en sus primeros números a ser ahora Revista de pensamiento y creación.
Y así el número 37-38, el último de los publicados, El rapto de Europa ha preparado un número especial, que circulará en La Palma durante la celebración del Festival Hispanoamericano de Escritores, bajo el título La Palma, el lugar de las orillas. Coordinado por Nicolás Melini, director del Festival, que se celebrará entre el 18 y el 22 de septiembre en Los Llanos de Aridane.
Dentro del mitología del rapto de Europa, hija Agenor, por Zeus metamorfoseado en toro blanco hay otras matizaciones diferentes desde la de convertirse, tras el secuestro, en primera reina de Creta o la más sutil de que el nombre de Europa significa ojos amplios. Ojos amplios como los que verifica el tratamiento pictórico del asunto del rapto europeo desde la pieza de Tiziano de 1562, a la de Veronés de 1580, sin olvidar la réplica de Rubens de 1629 o las piezas extraordinarias de Rembrandt (1632) y de Goya (1772) que se verifican entre la intersección de la tierra y el mar. Es decir El rapto de Europa se verifica en una singular encrucijada. Pues eso, ojos amplios para abordar Le regard eloigné.