Noviembre 2025

Diario de un Savonarola

Cada día hago cien planes de futuro para intentar salvarme y cada noche se han frustrado todos y cada uno de ellos. Hago planes para dormir menos y escribir más, para obtener ese dinero que me falta a todas horas, para comer lo justo y no inflarme a magdalenas con leche, para conseguir que mis hijos vean su formación como yo la percibo, para llenarme de enconada voluntad, para no caer en los engaños diarios que me hacen más miserable y adormecen mi frágil conciencia… Pero todo se viene abajo con la noche, justo cuando hago balance y percibo netamente que no he conseguido mantenerme ni un minuto en los presupuestos del día. Todo se solapa y cada pequeño acontecimiento modifica sin piedad el orden prefijado para destruir el futuro que busco como una sed.
Intento sacarle partido a este desastre [fracaso] y a veces lo consigo. Es como un enfoque de cámara subjetiva, un enfoque de lo que es el mundo que juega a la proporción inversa: enfoco el mundo y se me desenfoca el ‘yo’.


Lo más curioso es que soy capaz de cumplir casi todos mis compromisos con los demás mientras que no atino a cumplir ni uno de los compromisos que me marco para mí. Es frustrante, a veces demasiado frustrante… Y de ahí tantos decaimientos de ánimo y tan seguidos. Toda esta sensación de plazos vencidos sin resultado alguno me hace más solitario de lo que soy, porque, entre otras cosas, le echo la culpa al mundo cuando quizás solo sea fruto de una inexorable genética heredada.
No tengo voluntad, es triste gracia.


Anoto constantemente y no entiendo nada hasta que pasa un tiempo largo sobre lo anotado; entonces, cuando algo empieza a suceder en el poso de mis notas, crece una necesidad urgente de buscarle forma física [gráfica], de llenarlo de palabras y de signos. Es algo así como si mi vida sucediera después de mi vida, como si alguien la hubiese sembrado unos meses antes y comenzase a florecer de pronto, con todo ya pasado y sin posibilidad de ser recuperado [solo sé recuperarlo como material de memoria]. El resultante de este proceso es siempre contradictorio, pues se aúnan la clarividencia de lo ya vivido y la frustración de no poderlo revivir en el mismo instante en que sucedió.


De este proceso salgo siempre muy afectado, sin ganas de seguir mientras me grito en silencio: ¡Estás loco, Felipe, totalmente loco o mentalmente muerto! Entonces busco signos en la memoria con los que compartir mi frustración, mi desesperación. Busco noches de abril en las que la temperatura se hace excepción del invierno, busco tactos sentidos, busco horas pasadas con sensación de instante e infinito, busco canciones viejas que me hicieron saltar y me elevaron, busco la mirada de mis hijos en un día de lluvia, pero con ello no logro sanar, no olvido, porque no sé olvidar… Incluso a veces llego a sentirme peor.
La sensación, entonces, es que siento cómo mi vida solo me sirve como recurso literario, ya que en lo literario sí encuentra sentido, pero es un sentido ficticio, un sentido que no me sirve nada más que para sentirme narciso y muerto.
También pienso a veces que este tipo de existencia que relato es muy parecido a la existencia de las piedras, que ‘están’, pero no ‘son’ sin un ser que las desprecie, las lance o edifique con ellas.


Mi estudio tiene más vida que yo, porque recoge mis cosas y las amontona, contiene mis libros, soporta mis dibujos y cobija mi cuerpo como un objeto más que sumar a su desorden.


Caigo ahora en la cuenta de que fui un niño feliz, absolutamente feliz, y todo gracias a mis padres, que me ocultaron el mundo con una pantalla de sonrisas y cosas hermosas que hacer, y gracias a mi abuela Antonia, con la que viví unos cuantos años de mi infancia y adolescencia. Ella me llamaba “mi compañerito”, me hacía natillas y me compraba los viernes cuatro tebeos que leíamos juntos. Mis amigos de aquel tiempo también fueron parte de esa felicidad porque ellos también eran felices.
No sé de que me quejo, pues no tengo razones, ya que, haciendo la cuenta, no creo que sumen un 3% los humanos que han conseguido vivir tres años seguidos en el estado feliz que yo lo hice. Llevo un buen bagaje y ya disfruté mi capital y sus buenos intereses.
Lo que me suceda a partir de ahora será de regalo.
Gracias.


Repasando mis últimos poemas [“Galería de profesores estrafalarios”], caigo en la cuenta de lo que le debo –para bien y para mal– a esos tipos que tuvieron que aguantarme a mí y a mis compañeros de estudios durante un buen puñado de cursos. Le daré hoy un repaso al recuerdo.


• Don Sabino [cura salesiano]: Era el pavor absoluto mientras impartía su asignatura de Lengua o en las puñeteras clases de canto que se desarrollaban en el tétrico coro de la iglesia del centro escolar. Se ponía rojo de ira ante un pequeño fallo o un gallito soltado en el ‘Dios te salve…’, se le inflamaba una vena en el cuello y te daba de comulgar unas hostias a mano abierta que te dejaban su mano marcada en el rostro durante un par de horas. No me enseñó nada útil, porque el miedo que le profesé se extendió en mí para fastidiarme muchas noches y algunas madrugadas. A veces sueño con su cara de torturador y me recorre un sudor frío.


• Don Jesús de Miguel [cura salesiano]: Simpático en lo bueno y absolutamente puñetero en lo malo, tenía una regla de madera rotulada con el lema ‘La Dolorosa’. Con ella en su mano nos preguntaba las lecciones del día y cada fallo lo castigaba con un golpe de La Dolorosa en los papillos de la mano derecha. Dolía que ni te cuento.
Me enseñó a llevar mis trabajos al día. Era imprescindible para no perder sensibilidad en el tacto.


• Don Constantino Barroso [profesor de Física y Química en el Instituto Ramón Olleros]: Inteligente, perfecto como profesor tanto en el aula como en la calle, rígido y a la vez entrañable. Nunca me suspendió, aunque me lo mereciese, porque decía que tenía raza, pero que estaba enamoriscado y él sabía lo que era eso. Yo respondía a sus charlas mejorando mi rendimiento.
Un tipo importante en mi vida. Gracias donde estés.


• Don Tomás [profesor de Matemáticas en el Instituto Ramón Olleros]: Le pillé ya mayor y fue una lástima. Era la paz y la sabiduría, y nunca conseguimos amargarle, aunque hicimos todo lo posible porque era muy blando en lo tocante a la disciplina.
Aprendí con él que hay que tener calma y sonreír. Un tipo especial.


• Don Jesús de la Gándara [profesor de Lengua y Literatura en el Instituto Ramón Olleros]: Mordaz, inteligentísimo, severo y de gran personalidad… Un ‘señor’ de la docencia. Daba lecciones magistrales cuando tenía el día inspirado.
Aprendí con él que hay que respetar la inteligencia por encima de la acumulación de conocimientos.
Me gustaría charlar con él ahora, delante de un café, sobre la vida y la muerte.


• Don Heliodoro [profesor de Química en el Instituto Ramón Olleros]: Un auténtico desastre que se llegaba a salvar con su natural simpatía. No tenía ni puñetera idea de su asignatura, pero sus clases eran realmente agradables. Era buena gente, pero patentizaba demasiado sus carencias con unas ridículas dosis de autosuficiencia.
Todos éramos conscientes de su pose y le seguíamos el rollo.
Con él aprendí poca química, pero no importó demasiado.


• Don Ciriaco de Andrés [director de los Salesianos. Cura de los de sotana y abrigón]: Bajito y rechoncho, siempre con una sonrisa en la boca, resultaba sospechosamente amable. Nunca me fie de su cercanía y no me gustaba nada que me obligase a besar su mano. Es la imagen de otro tiempo en mi memoria, pues siempre que retorno a aquellos años aparece él [Fofo, le llamábamos los críos] queriendo darme un caramelo.
Pavor eterno.


• Don Mariano [seglar en los Salesianos]: Me enseñó a sumar, a restar y a multiplicar. Era especialista en el estiramiento de patilla con tortazo en la caída.
No tengo mal recuerdo de él, aunque como fijación me queda que llevaba siempre una bata azulona manchada de polvo de tiza.


• Don Pedro Fermosell [cura salesiano]. Gracias a él me enganché decididamente al baloncesto. Era cercano, como un chaval más, y nos hablaba de cosas que nos interesaban en aquellos días.De él aprendí la pasión por las cosas pequeñas y la importancia del grupo sobre el individuo [las cosas han cambiado mucho desde entonces].


• El profesor Galán [mi profesor de Genética en la Universidad de Salamanca]: Sin duda fue el profesor que más me impactó. No le daba importancia a los conocimientos que debía prestarnos, sino que se preocupaba sobremanera por las relaciones humanas. Fue ejemplo para mí, y lo sigue siendo.
Un hombre íntegro.


• La Beato [profesora de Citología e Histología en la Universidad de Salamanca]: No recuerdo su nombre, aunque creo que era Teresa. Esta mujer suponía para mí todo lo contrario a lo que yo suponía como un buen maestro: rescocida, vengativa, insolente y arbitraria. Siempre me dio la impresión de que era una mujer reprimida.
Me decía con cara de perro que yo tenía complejo de líder y que ella se encargaría de quitármelo.


• Don Roldán [profesor de Gimnasia en los Salesianos]: Era un auténtico Maciste al que siempre admiré como deportista… También como bruto simpático.
Me hizo andar en cuclillas mil veces el pórtico del cole. No le guardo rencor.


• Don José Luis Majada [cura y profesor de religión en el Instituto Ramón Olleros]: A él le debo el haberme dedicado al arte poética, aunque siempre se mostró conmigo arisco y maleducado. Jamás entendí su carácter, pero uno de sus libros, “Centauros”, me tocó el alma con fuerza.
Guardo sentimientos encontrados hacia él.


• Don Eduardo Arista [profesor de Matemáticas en el Instituto Ramón Olleros]: Magnífico, ingenioso, preclaro, distante a veces y siempre brillantísimo.
Es uno de los tipos que llevo en el corazón siempre, a pesar de que nunca tuvimos mucho roce. Le admiraba.


• Doña Áquel –Ángeles– [profesora de Francés en el Instituto Ramón Olleros]: Fue la pasión de casi todos los chavales de aquellos años bejaranos, nos volvía locos. Sus clases se llenaban de gente y ella se moría de vergüenza. La guardo en un rinconcito muy especial.


• Don Víctor Lobo [cura salesiano y profesor de Matemáticas]: Era el miedo, aunque los chavales aprendíamos lo que se propusiera. Fue especialista en capones con el dedo corazón saliente y en coscorrones imprevistos.




A todos ellos les he escrito un poema  y pienso seguir con los demás profes que me quedan, que son bastantes…

Galería de profesores estrafalarios


[Fueron muchos… Y a ninguno hice caso]
*Poemario inacabado y en proceso.


Destruye lo que eres
y añora lo que fuiste…

Y no busques consuelo,
que consolarse
es el triste recurso del vencido.

Don Sabino

La memoria es un vasto reflejo,
unas gafas
y un resto de ese olor a calamina quemada
que sirvió en otro tiempo
para armar el futuro.

Entonces
cada virtud alimentaba un defecto
y cada herida
una daga con la que sanar.

La libertad de todos
se supo concretar
en la dura prisión de cada uno.

Don Jesús Miguel

El idioma –decía–
tiene graves consecuencias
en tu forma de ser imbécil.

Y yo hablaba un francés
de medio pelo
para esconder mi mal
y su miseria.

Aprendí a construir
entre un miedo feroz
y eternos silencios
una suerte de imperio
para nada.


Don Constantino Barroso

[Mira el silencio de las fotografías,
es tan parecido al silencio de los muertos.]

La física es tu entorno
y la química el resto de un orden que no entiendes.

Siente amor
y obtendrás los resortes
que tocan a la alquimia.

Busca dolor
y un espanto de hormonas
te dará el resultado.

Teme
y hallarás completada
tu formación como hombre…

Escribir es vulgar.

¿Por qué no piensas?


Don Tomás

Los números
son una hermosa retórica
para la sumisión.

Toléralos con cierta dosis de olvido.

Camina y siente,
pues la ignorancia
del que no espera amor
no puede evitar
que el amor suceda.


Don Heliodoro

Déjate seducir,
guarda silencio
y busca en tu camino
una sola muerte,

que tu reino
tampoco es de otro mundo.


Don Jesús de la Gándara

Sólo tu colchón
conoce el peso de tus sueños.


Don Ciriaco Andrés Peña

Todo lo que en ti sea noble
acabará por desprenderse.

No te esfuerces en la candidez,
trafica con los sentimientos
de los demás
y apura el cáliz
que te ha sido dado.

Seduce
y sé decadente,
que el triunfo
es la tristeza de mañana.


Don Mariano

Aprende a apreciar cómo camina
la sombra de los árboles
y si no quieres días amargos
jamás te aferres al recuerdo…

Y sé impreciso
como estrategia de resistencia
contra la precisión
de la muerte.


Don Pedro Fermosel

Espera y tendrás todo:
Serás tierra.

El profesor Galán

Los ojos nos sujetan a las sombras
e indican el espacio
que vamos a ocupar en un instante…

No tienen vida propia,
pero arman el deseo y su poesía.


La Beato

Mira bien a tu sombra
y te acostumbrarás a la muerte.

Ambas comparten los mismos matices.


Don Roldán

No mueras contra tu voluntad,
ni vivas cualquier necesidad
como una estética…
porque serás fracaso.

Lo que vas a pensar
ya está vencido
y tu más terrible enfermedad
es el consentimiento.

Formula un desafío
y déjalo morir,
porque la inspiración nace
de la vanidad y va hacia ella.


Don Jose Luis Majada


Siente recelos del alba
porque en su principio
contiene la noche
en la que ha de morir.


Don Eduardo Arista

Dudar
te hará crecer
como crecen las sombras.

Dios es eficaz porque no existe.


Doña Aquel

Palabras
sin una boca
que echarse a la boca.

Estar justo detrás
de lo que sucede
es solo mirar la vida,
no vivirla.

Don Victor Lobo

A veces me pregunto
cómo será el horizonte
del infinito

y temo que no exista
un lugar de silencio
para ser mancillado
por unos pies
o un pensamiento firme

Entonces me desdoblo
y discuto conmigo
hasta errar
y distanciarme.

Al cabo me consuelo,
pues lo que no une la razón
lo deja atado el tiempo.

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Mayo 2025
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