El Discurso del Método en los tiempos de Wert
Les miro con cierta lástima, con condescendencia. Son una buena clase, son alumnos aplicados e inteligentes pero sé que aún no están listos…
(Ciudad Real,1980) Creo que la mejor forma de conocer cómo funciona la mente humana es construyendo una. Y eso es lo que llevo haciendo toda mi vida: pensando cómo podría construirse una mente artificial y pensando cómo construir la mía propia. Considero que no he tenido éxito en ninguna de las dos tareas, pero el viaje está siendo fascinante. Y eso es lo que me llevaré a la tumba: a pesar de que me equivocara en todo y que mi vida fuese un colosal fracaso, el sentimiento de fascinación ante el hecho de haber vivido habrá llenado todo de sentido. Intelectualmente he mamado de la Filosofía Analítica y de mucha literatura científica. Soy criptoateo, laplaciano, empirista, cientificista, muy searleano, evolucionista, naturalista (no es que vaya en pelotas, es que combato el sobrenaturalismo), adoro a Wittgenstein y a Russell y sus desencuentros, suelo defender los ideales de la Ilustración y la necesidad de una nueva re-ilustración, y, contra todo pronóstico, no soy materialista ni reduccionista, ni mucho menos fisicalista. Mis bestias negras son el pensamiento posmoderno y el positivismo extremo, dos caras de una misma falsa moneda. Enseño todas estas cosas en clase y soy el autor del blog la Máquina de Von Neumann. También colaboro en la Nueva Ilustración Evolucionista y, por supuesto, en Hypérbole.
Les miro con cierta lástima, con condescendencia. Son una buena clase, son alumnos aplicados e inteligentes pero sé que aún no están listos…
La verdad es que lo tenía todo a su favor. Si a principios del siglo XX tuviésemos que elegir una ciudad en la que…
La ciencia está llena de hombres malditos, de grandes genios que, por una u otra razón, fueron relegados al más puro ostracismo. Su obra…
Uno de los más apasionantes desafíos de la ciencia contemporánea es la consciencia. No sabemos exactamente qué es (a pesar de tenerla tan cerca),…
Sé que sólo viviré unos años. Sólo soy un humano y mi tiempo está contado. Ante tal carestía detesto que el tiempo pase deprisa….
Viajar tiene dos importantes finalidades: la primera es escapar de este patrioterismo chovinista y paleto tan propio de nuestra querida nación. El etnocentrismo se…
Uno de los mayores descubrimientos que las ciencias de la computación nos han dado para iluminar nuestro siempre precario y diletante conocimiento del mundo es, como todo gran descubrimiento, algo tan simple que cuando terminamos de entenderlo decimos: ¡Vaya estupidez! ¡Eso podría haberlo pensado yo!
Miro a estribor. Millones y millones de litros de aguas negras que se pierden en un horizonte brumoso e infinito. Contemplo la inmensidad en la que tantos hombres han creído ver a Dios. Pero, lejos de ser el dios amable, íntimo y personal que pregona el Cristianismo, yo no veo rastro de sentimiento humano. Sólo contemplo una grandiosidad informe y desalmada, un universo exorbitante y hostil que me recuerda mi pequeñez, mi insignificante finitud.
¿Existe un módulo maestro? ¿Existe un área del cerebro en la que toda la información se integre para darnos una representación mental consciente, coherente e integrada de lo percibido, sentido o pensado? Según Jerry Fodor, uno de los máximos impulsores de la teoría modular, debería existir. Sin embargo, la evidencia empírica nos dice lo contrario. Por mucho que se ha buscado, parece que no hay un “módulo del yo”, una región que gestione y controle todas las demás.
Es un error muy común pensar que la selección natural va creando individuos cada vez mejores o “más perfectos” siguiendo como paradigma las cualidades de los seres humanos. La selección sólo hace que sobrevivan los individuos más aptos para un entorno dado, nada más. Ser consciente es muy costoso, hay que dedicar mucho tiempo a aprender cada nueva situación mientras que es mucho más económico tener toda nuestra conducta programada a priori en el ADN.