Me voy, te dejo en la noche,
te dejo en el jardín
donde los cerezos lloran
esta amarga lluvia de verano.
Bajo el sol y bajo la luna,
bajo mis pies descalzos
marchitan las hojas muertas
de tu ausencia.
Nunca olvidaré, poeta
las noches de amor y de locura
en las que nos sentíamos inmortales
desafiando el tiempo
de nuestra juventud cruel,
voz espantosa de violín roto
que tu sabías convertir
en la dulce melodía de mis canciones.
Me voy, te dejo en la sombra
que hemos dejado bajo el cerezo
algún perfecto día de primavera,
te dejo en mi mirada felina
en mis suspiros insomnes
en las sábanas deshechas
que nos acariciaban
como mudas escultoras.
No duerme nadie esta noche,
no duerme nadie,
y aquí te dejo
en el dolor mojado
de nuestra despedida.
Aquí te dejo.