Siempre pensé que la vida se asemeja a una pompa de jabón.
Bella e hipnótica desde el comienzo, llena de energía y bravura mientras aumenta de tamaño. Siempre espontánea y confiada. Pero, llega un punto, cuando se despega de su agarre, en que empieza a sentir que la cálida brisa del mediodía ya no tuesta su piel como antes. Descubre que todo es efímero, frágil, supeditado a un par de decisiones y a un azar, siempre, un tanto juguetón.
Quizás por eso, a los humanos nos fascinan tanto las pompas. Porque son una metáfora de nuestra vida. Una oda a la fugacidad del tiempo. Disfrutamos de ellas como de los pequeños placeres, sabiendo que son únicos e irrepetibles. La sonrisa de una bella mujer, la cerveza con un buen amigo. Sientes, cuando terminan, cómo un poso de melancolía abraza tu mente, como cuando paseas por una ciudad que fue tu hogar y tuviste que abandonar. Como cuando te encuentras con las huellas de un pasado que ya no puedes cambiar.
Quizás estas emociones son las que nos hacen verdaderamente humanos. Por las mismas que los dioses, perfectos e inmortales, siempre nos envidiarán.
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Guillermo, da usted su permiso para copiar esta foto para ilustrar un libro mío sobre el agua…? Gracias por adelantado.
Más Guillermo, más como eso; que no se silencie el talento y la inspiración.
Un saludo.