Cada buen escritor tiene sus trucos para contar lo que ve, para trasplantar sus mundos imaginados a la mente de quienes leemos; para impedirnos salir de ellos, metidos como estamos, hasta los ojos, en esa vida que marcha en paralelo a la nuestra y que avanza página a página.
Arturo Pérez Reverte (Cartagena, 1951) parece conocer muchos de esos trucos tanto para manejarse en la vida como para elegir siempre las palabras adecuadas en sus novelas y artículos. En él se suman dos circunstancias curiosas: ha conseguido, por un lado, ser un autor de libros muy esperados, cuyas ediciones se agotan con rapidez y, al tiempo, abanderar el cabreo nacional, de tal forma que, cada dos o tres semanas, falsos artículos suyos circulan por ahí, atribuyéndole exabruptos que podría haber dicho, pero que carecen de su estilo. Parece que las conexiones entre mente y texto son fluidas en él. Sus cabreos ilustrados, en forma de artículo o tweet, se convierten en escritos redondos y, casi siempre, polémicos.
Por éstas y otras razones, novelaenconstruccion.com, su blog, es una oportunidad no desdeñable, seamos aspirantes a escritor o eternos ‘disfrutones’ de la literatura. Pérez Reverte abre en él una ventana para que metamos la nariz en su método de escritura. Cuenta su búsqueda permanente de la palabra perfecta; cómo atesora los detalles que construyen un personaje o la manera de elegir los escenarios en los que intentará que sus diálogos fluyan. Consiga o no su objetivo, podemos aprender de él tanto aquellas cosas que merece la pena probar como otras que nunca ensayaríamos para no complicarnos demasiado la vida mientras escribimos. En cualquier caso, un auténtico placer leer sus reflexiones, curiosamente dirigidas a sí mismo, a su yo escritor, al que da collejas de vez en cuando y también anima con honestidad.
Suya podría ser la frase que Woody Allen lanzaba como un torpedo en una entrevista, hace pocos días: “Intentar convencer a todos con tu trabajo es la mejor manera de no convencer a nadie”.
Pues eso.