Ya que no vamos a cambiar de país, cambiemos de tema…
James Joyce
No consigo recordar cuándo escuché el término por primera vez. Pero bueno, en Google me dicen que puede atribuírsele, sobre todo, a José Antonio Labordeta, y no explica mucho más, pero para mí es suficiente. Lo asocio, también, con todo el repertorio de George Brassens, no sé porqué, conque doy esta única muestra, para que se vea que no me lo invento, aunque sin pretender nada:
Así que opto por imaginarme un supuesto manifiesto anarcoburgués en forma de decálogo, insuficientemente desarrollado y puramente caprichoso, seguro, en los siguientes términos, con los que personalmente me comprometo poco, pero un manifiesto es lo que tiene: que se pretende de suyo impersonal, anónimo, y lanzado al lector como un folleto que pisa en la calle distraído.
1. El anarcoburgués es un tipo ligeramente instruido, pero con vocación de pueblerino. Lo primero le presta la ironía, lo segundo tapa aquello a favor de una comunicación boina a boina.
2. No obstante, el anarcoburgués se define por su pertenencia a la ciudad, de la cual disfruta las comodidades y la compañía, intentando un imposible: practicar dentro de ella una vida sencilla.
3. Históricamente, los cínicos antiguos eran anarcoburgueses, los escépticos de todos los tiempos también, Groucho Marx, -los beatniks casi, pero no-, los tiernos frikis…: hay solera…
4. El anarcoburgués se sitúa tan a la izquierda de la izquierda que finalmente rota 360 grados y vuelve al lugar en que ya estaba, y del que es tontería moverse. Por eso, avanza hacia adelante.
5. El anarcoburgués teme más que nada que su peculiar estupidez, inevitable en todo hombre, sea causa de daño para nadie, y de ahí que procure que esto no suceda, haciéndola llevadera…
6. El anarcoburgués, en cambio, no teme la revolución, con minúsculas, pero aguarda a que la empiecen otros, esos que mayor interés tienen en ella porque son los más puteados desde siempre.
7. El anarcoburgués es consciente de que su destino es la soledad, puesto que no se hace eco de los horrores que perpetran los poderosos y tampoco de los bálsamos que dicen contrarrestarlos.
8. El anarcoburgués no aprende idiomas si no es viajando, a sabiendas de que en todas las lenguas se dice lo mismo: verdades y mentiras a partes iguales, las unas mezcladas con las otras.
9. El anarcoburgués confía únicamente en la seducción para llegar a los demás. La excesiva juventud le resulta incordiante, y la excesiva vejez apagada, de modo que evita ambos extremos.
10. Pero lo esencial, lo verdaderamente esencial, el artículo en el que se resumen todos los anteriores, estriba en que el anarcoburgués no alberga el menor deseo de alcanzar Poder de ninguna especie, así que, a cambio, no acepta interesarse en demasía por él, ya que es de otros, esos locos…
En cualquier caso, la anarcoburguesía ilustrada, caso de existir, descree de los manifiestos y de los decálogos, y eso que algún día leyó al Principe Kropotkin, cuando escribía aquello de…
“La moral anarquista. Esta moral no impondrá mandatos. Rechazará de una vez por todas la idea de modelar a los individuos de acuerdo con una idea abstracta, lo mismo que rechazará mutilarlos con la religión, la ley o el gobierno. Dejará al hombre individual plena y perfecta libertad. Será sólo un simple registro de datos y hechos, una ciencia. Y esta ciencia dirá al hombre: si no eres consciente de la fuerza que hay dentro de ti, si tus energías sólo son las suficientes para mantener una vida incolora y gris, sin impresiones fuertes, sin alegrías profundas, pero también sin profundos pesares, entonces, atente a los simples principios de una justa igualdad. En las relaciones de igualdad hallarás probablemente el máximo de felicidad posible para tus débiles impulsos.
Pero si sientes en tu interior el vigor juvenil, si quieres vivir, si quieres gozar de una vida plena, perfecta y desbordante, es decir, conocer el supremo gozo que puede desear un ser vivo, sé fuerte, sé grande, sé vigoroso en todo cuanto hagas.
Siembra vida a tu alrededor. Ten en cuenta que si engañas, si mientes, si intrigas, si estafas y defraudas, te rebajarás a ti mismo, te degradarás, confesarás de antemano tu propia flaqueza, jugarás el papel del esclavo del harén que se siente inferior a su amo. Haz esto si quieres, pero has de saber que la humanidad te considerará mezquino, despreciable y débil y te tratará como tal. Sin pruebas de tu fuerza, actuará contigo como si fueses un ser digno de lástima. No acuses a la humanidad si tú mismo, por tu propia decisión, paralizas tus energías. Sé por el contrario fuerte, y cuando veas la injusticia y la hayas identificado como tal (desigualdad en la vida, una mentira en la ciencia, un sufrimiento causado por otro) rebélate contra lo mismo, lo falso y lo injusto.
¡Lucha! Luchar es vivir y cuanto más encarnizada la lucha, más intensa la vida. Entonces habrás vivido; y unas horas de esa vida valen años gastados vegetando.
Lucha para que todo pueda vivir esa vida rica y desbordante. Y no dudes de que en esta lucha hallarás un gozo superior al que pueda proporcionarte cualquier otra cosa.
Eso es cuanto puede decirte la ciencia de la moral. La elección es tuya”.
(La moral anarquista: Folletos revolucionarios I. Pág.125. Edición de R.N.Badwin, Barcelona, Tusquets, 1977).
Es bello, casi es bueno, sería verdadero, pero el anarcoburgués lo estrujó y lo arrojó al suelo.
Firmo el manifiesto. No tanto como anarcoburgés. Digamos que más bien como hedonistaestoico. Y en todo caso panteísta. Vaya lío.
Como te coja un estoico… (Epicuro de Esparta, decía Sabina).
Me anarkoapunto a él mientras me tomo un capuchino!
¡Ya somos tres!