Escribir una novela es un proceso muy largo, quizá de años. No es escribir un texto más o menos extenso en algunas tardes, tras unas cuantas lecturas, o un cuento de veinte o treinta páginas que puede coagular en un momento, aunque precise unas horas el concretarlo. Escribir una novela necesita ensimismamiento, tiempo por delante, motivación, energía, planificación, lecturas, documentación, quizá viajes. Saber introducirse en un mundo habitado por personajes que, a veces, constituyen una segunda vida que, sobre todo, precisa tiempo disponible para entrar y salir de ella a la hora precisa, como si se tratara de comunicar con un país muy lejano, con una gran diferencia horaria. Escribir una novela precisa independencia económica y una habitación propia. Ya lo dijo Virginia Woolf en un libro magistral que ha interesado mucho a las mujeres con afición intelectual, pero no menos a los hombres que también la tienen y, quizá, por no muy diferentes motivos.
“El título ‘Las mujeres y la novela’ quizá significaba, y quizá era éste el sentido que le dábais, las mujeres y su modo de ser; o las mujeres y las novelas que escriben; o las mujeres y las fantasías que se han escrito sobre ellas; o quizás estos tres sentidos estaban inextricablemente unidos y así es como queríais que yo enfocara el tema. Pero cuando me puse a enfocarlo de este modo, que me pareció el más interesante, pronto me di cuenta de que esto presentaba un grave inconveniente. Nunca podría llegar a una conclusión. Nunca podría cumplir con lo que, tengo entendido, es el deber primordial de un conferenciante: entregaros tras un discurso de una hora una pepita de verdad pura para que la guardarais entre las hojas de vuestros cuadernos de apuntes y la conservarais para siempre en la repisa de la chimenea. Cuanto podía ofreceros era una opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto como veis deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela”.
Párrafo de ‘Una habitación propia’, escrito en 1929. Y, bajo estas líneas, The Mind and Times of Virginia Woolf (2002), dirigido por Eric Neal Young.